domingo, noviembre 24, 2024
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En Recuerdo de Chuck Berry

Sexualidad y poesía: la primera era radical, emocionante, y a veces inquietantemente explícita en la música de Chuck Berry, el influyente precursor del rock and roll, fallecido a la edad de 90 años el pasado 18 de marzo.

La segunda se hizo patente con mayor lentitud, mediante un proceso de destilación, pero quizás con incluso mayor vigor en su obra. Las canciones que escribió y cantó, en una época en que la autoría de la música era en sí algo extraño entre cantantes de pop, veneraban al eros como un premio tabú por sufrir las tribulaciones de la vida adolescente durante los años centrales del siglo pasado en los EE. UU.

Era el premio que esperaba en los asientos traseros después de un día de clases aburridas, profesores carcas y empleos por las tardes. Con todo, había arte en ello: desde el chico que babea durante las clases descrito en las letras y el fuerte martilleo rítmico de fondo, hasta la sinuosa potencia muscular de su forma de tocar la guitarra eléctrica y la descarada y masculina carnalidad de sus actuaciones sobre el escenario.

Cuando padres, profesores y ancianos religiosos se alarmaron por la nueva y extraña vena de la emergente música pop de los años 1950, Chuck Berry era la personificación de todo lo que temían y desconocían: un carismático hombre de color que alteraba a los adolescentes de todas las razas y clases.

Al tiempo que el movimiento a favor de los derechos civiles tomaba fuerza, con el debate en los medios sobre la segregación en las escuelas y las restricciones de alojamiento, Berry desató y avivó los miedos más antiguos a las posibilidades de la integración, mediante mensajes bailables que escuchaban millones de adolescentes.

Berry fue arrestado y encarcelado por haber violado la ley Mann al trasladar a una joven de 14 años a través de las fronteras del estado. Las informaciones parecían validar la incomodidad de los críticos de Berry y el carácter casi pedófilo de canciones como Sweet Little Sixteen, si bien no había nada cuestionable en que una fan de 16 años acompañase cantando esa canción, resultaba diferente al oírla de la voz de Berry, que tenía 31 años por aquel entonces.

Cuando resurgió en 1972, tras varios años alejado de los carteles de los éxitos del pop, alcanzó el primer y único “número uno” de su carrera: la novedosa canción My Ding-a-Ling. No sorprendió escuchar a Berry hacer bromas soeces sobres sus genitales.

Aun así, si Chuck Berry no fuese más que un ejemplar supremo del pop lascivo, sería tan solo otro Hank Ballard e histórico, solamente, por ser precursor de Marvin Gaye y Prince. Pero Berry fue mucho más: un maestro en múltiples artes, un guitarrista de gran influencia y originalidad, un intérprete tan dinámico que su presencia podía trascender con contundencia la música de las bandas que lo acompañaron de manera exclusiva durante décadas y uno de los mejores letristas que haya dado la historia del rock and roll.

Las letras de Berry eran puramente poéticas: vívidos relatos de sus años de juventud, llenos de humor y disparatados juegos de palabras, enraizados en la concreción pero, a la vez, suficientemente universales para ganarse a un público amplio. Sumergiéndose en sus propias memorias, Berry solía escribir con veracidad sobre las preocupaciones comunes de jóvenes normales.

Escribió sobre acudir a la escuela y odiarla, sobre la emoción de hacer novillos en un descapotable trucado, conduciendo con la radio sonando, sin un lugar concreto al que ir.

Solo Berry podía conjurar una escena de unos jóvenes recién casados con la precisión de los versos de You Never Can Tell:

Amueblaron su apartamento
Con muebles de rebaja comprados por correo
Y la nevera estaba repleta
De refrescos y comida precocinada

En aquellos primeros años del rock and roll, Berry a menudo parecía el único capaz de escribir cosas como los insolentes pareados de Too Much Monky Business:

Currar en la gasolinera, demasiadas tareas que hacer
Limpiar las ventanas, comprobar los neumáticos, revisar la gasolina.

Se puede percibir el origen del hip-hop en esas breves palabras y es imaginable pensar en un joven Bob Dylan emocionado con el efusivo, agitado y perfectamente imperfecto lirismo callejero de las canciones de Chuck Berry, mucho antes de que escribiese algo como Subterranean Homesick Blues.

La sexualidad en la música de Berry era ocurrente y divertida, y también algo inquietante, pero su poesía perdura.

(*) Crítico musical de The Nation

Fuente: The Nation

Traducción de Sin Permiso

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