lunes, noviembre 25, 2024
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Hay que Regular las Encuestas que Regulan la Realidad

por Francisco Herreros

Entre las grandes derrotas de las elecciones generales del 19 de noviembre, está sin duda, la de las empresa hegemónicas de la encuestología en Chile. La crítica principal no es que hayan errado, y por mucho, las predicciones, sino que, a partir de ellas, construyeron una realidad que, por fortuna o lo que sea, les dio con la puerta en las narices.


El solo término «predicciones» revela el abuso que en Chile se hace de las encuestas políticas.

Por definición, una encuesta es una rama de la ciencia probabilística, en que una entidad investigadora recopila datos sin modificar el entorno ni el fenómeno donde se recoge la información, de forma que dichos datos presenten un comportamiento aleatorio.

Generalmente, los datos se obtienen mediante un cuestionario normalizado, aplicado a una muestra representativa de la población estadística en estudio, con el fin de conocer estados de opinión, ideas, características o hechos específicos.

La encuesta no predice, sino que mide. Por todo lo más, representa una fotografía instantánea de un instante dado.

El abuso de la encuestología consiste en que la medición se extrapola en predicción.

Para lograr ese efecto, basta con repeticiones periódicas sin justificación estadística, su comparación con resultados anteriores, y su naturalización mediante la realimentación con los medios de comunicación, frecuentemente vinculados a los mismos grupos de interés de las entidades que realizan encuestas.

A modo de ejemplo, ninguna justificación práctica, ni de ningún tipo, tienen encuestas de una periodicidad semanal, como la de Plaza Pública Cadem, o de periodicidad mensual, como la de Adimark, que no sea proclamar a través de los titulares de los medios de comunicación, todos los lunes del año, que Sebastián Piñera iba liderando las encuestas.

Peor aún, mostraron durante meses tendencias que claramente afectaban a los candidatos de los partidos y conglomerados de centroizquierda: situaron a Alejandro Guillier generalmente bajo 20%, y a Beatriz Sánchez debajo de los dos dígitos.

Sin ir más lejos, la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), considerada como la más «seria» de la plaza, le atribuyó un 44% a Sebastián Piñera, un 19% a Alejandro Guillier, y  un 8,5% a Beatriz Sánchez. la última encuesta Cadem le dio un 45% a Piñera, un 20% a Guillier  y un 13% a Sánchez.

Otra encuestóloga «seria», Marta Lagos llegó a sostener el triunfo de Piñera en primera vuelta, porque «no tenía programa»:

«Mi impresión es que Piñera gana en primera vuelta, todo va caminando para allá, y si no gana en primera vuelta va a sacar más del 45%, no creo que haya una gran diferencia, y la probabilidad de que saque cerca del 50% depende de cosas como la de Guillier, que dijo que no iba a presentar el programa de gobierno». (1)

Es más, relativizó el resultado de una encuesta Cerc-Mori de diciembre de 2016, que daba como ganador a Guiller sobre Piñera en una eventual segunda vuelta:

«Lo vengo diciendo desde esa fecha: el hecho de que Guillier haya aparecido en segunda vuelta ganándole a Piñera circunstancialmente, no tiene ninguna incidencia sobre lo que está pasando hoy día, ése fue un momento específico»

Si eso no es construcción de realidad y manipulación de la consciencia de los chilenos, entonces qué puede serlo. El círculo se completa con el efecto multiplicador de los medios de comunicación, que le adjudican a las encuestas una categoría apenas un peldaño por debajo del oráculo.

Los descargos de los dueños de las encuestas son casuísticos y pueriles.

Rodrigo González, coordinador de Opinión Pública del CEP, señaló que la última encuesta se realizó entre el 22 de septiembre y el 16 de octubre, «es decir, el trabajo de campo terminó un mes antes de la elección. Por lo tanto, no alcanzó a capturar la parte más intensa de la campaña que incluyó la franja televisiva».

Agregó:

«El orden obtenido por los candidatos principales fue acertado. A grandes rasgos, entonces, la encuesta tuvo una línea con el desarrollo político que intentó capturar. Esto es distinto a lo que pasó con las encuestas en el resto del mundo, pues éstas erraron en el orden».

O sea, como a los monos porfieados, no hay con qué darles, porque siempre quedan de pié.

A juicio de Roberto Méndez, otro que bien baila, «se sobrestimó la votación Sebastián Piñera, eso no cabe la menor duda; se subestimó sobretodo lo de Beatriz Sánchez y del Frente Amplio en general, pero también lo de José Antonio Kast. Ese 8 por ciento no estaba en ninguna de las encuestas que yo vi al final».

Sin embargo, para él, la causa no fue la ausencia de la franja, sino el voto de los jóvenes:

«En las elecciones está siendo difícil predecir los resultados precisamente porque es una población de menos de la mitad de los habilitados para sufragar, en esto no se equivocaron las encuestas, de que menos de la mitad de la gente fue a votar. El problema es que no sabemos quiénes. Por ejemplo, los jóvenes, que en todos estos modelos de «votante probable» aparecían como «no votantes», finalmente fueron a votar, y eso explica mucho de lo que pasó».

Rechazó la imputación de manipulación:

«También se ha dicho que esto podría ser una especie de complot de los encuestadores para perjudicar a alguien y beneficiar a otros. Yo no creo eso. Una empresa no se va jugar el prestigio por una cosa an discutible, realmente yo no creo. Yo creo que aquí hay un error sistemático que se ha cometido, pero no hay una manipulación».

En otras palabras, tirar la piedra y esconder la mano.

Tan suelto de cuerpo fue Roberto Izikson, gerente de Cadem. Para él, ni siquiera hubo error:

«La última encuesta Cadem anticipó correctamente al votante probable (48%), que habría segunda vuelta con un Piñera cerca del 40% y con Guillier en 23%, que Beatriz Sánchez saldría tercera y que Kast, Goic y Marco Enríquez, todos dentro del margen de error, disputaban el cuarto lugar».

Agregó:

«Independiente de lo anterior, entendemos las críticas y nos haremos cargo de ellas. Los resultados electorales de este domingo nos plantean nuevos desafíos y nos obligan a redoblar los esfuerzos para que nuestra encuesta y la estimación que hacemos en base a ella sea aún más precisa.

Aunque logramos anticipar correctamente los resultados a nivel general, sobreestimamos el resultado de Sebastián Piñera ubicándolo sobre el 40% cuando el resultado fue de 37%, posiblemente como consecuencia de la votación de José Antonio Kast, que se ubicó en el techo de su intervalo de confianza (8%).

Al mismo tiempo, y a pesar de que nuestra encuesta mostró por varios meses a una Beatriz Sánchez competitiva frente a Alejandro Guillier, subrepresentó su resultado final ubicándola en un 14%, con un techo de 16%, siendo que su resultado fue de un 20%. Esta diferencia podría ser explicada por una imprecisión en la interpretación de los votantes probables indecisos (no sabe, no responde), que alcanzaban un 8% en los días previos a la elección y que parecieran haberse decidido a votar por Beatriz Sánchez de forma significativa en los últimos días».

En definitiva, la culpa es del empedrado.

La capacidad de las empresas dedicadas a las encuestas, de una identidad política idéntica a la de los dueños de los medios de comunicación, de influir políticamente en la opinión pública en certámenes electorales es un problema lo suficientemente serio como para exigir una rectificación.

No se plantea prohibirlas, pero sí someterlas a determinadas regulaciones. Por ejemplo, un calendario anual de una periodicidad semestral, y en todo caso, nunca más allá de trimestral. Y cada vez que salga una encuesta privada, acompañarla de otra realizada por alguna entidad pública, ya sea el INE o alguna universidad, que de garantía de imparcialidad.

(1) http://www.emol.com/noticias/Nacional/2017/11/02/881582/Marta-Lagos-directora-de-Mori-Chile-Mi-impresion-es-que-Pinera-gana-en-primera-vuelta.html

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