El mundo organizado lo había reclamado en innumerables ocasiones, particularmente a través de resoluciones casi unánimes de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Con el sólo apoyo de Israel y una que otra pequeña y casi desconocida nación, los Estados Unidos han quedado año tras año en aislamiento cuando la comunidad internacional lo conmina a poner fin al injusto, absurdo e ilegal bloqueo a Cuba.
Han pasado 50 años, y los sucesivos gobernantes de los EEUU han persistido en el bloqueo, el aislamiento, las hostilidades de todo tipo y las intervenciones encubiertas o abiertas, incluso armadas.
La gran potencia no ha dejado de utilizar cada uno de sus recursos políticos y económicos, llegando hasta el extremo de legislar para fuera de sus fronteras, al prohibir a empresas y ciudadanos de terceras naciones cualquier tipo de intercambio comercial, científico o cultural con la pequeña isla vecina.
Sabotajes, incursiones armadas, calumnias. Tal, el arsenal que han movilizado los Estados Unidos para hacer frente a la “amenaza” representada por Cuba.
Y en realidad, la tal amenaza era real y formidable: a pocos kilómetros de sus costas, el centro imperial de la Tierra debía contemplar diariamente a un pueblo que se proclamaba libre y soberano, que elegía su modo de vida, su sistema económico, social y político.
Un pueblo pobre que socorría incluso a naciones más poderosas en todos los ámbitos. Una nación cuyo nombre se hizo sinónimo de Solidaridad.
Una isla pequeña carente de esas riquezas naturales que por sí solas pueden hacer la prosperidad de las naciones. Una nación que ha estado en medio de los huracanes de la historia y que jamás ha perdido la dignidad.
Dice un viejo refrán que “la castidad de una joven es un orzuelo en el ojo del diablo”. Bien se podría, parafraseándolo, sostener que la dignidad, el patriotismo y el valor que ello implica, cuando de naciones se trata, son “un orzuelo” en el ojo del imperialismo.
Lo ocurrido hace pocos días luego de la liberación por el gobierno norteamericano de los tres héroes cubanos que aun permanecían secuestrados en su territorio, y los auspiciosos anuncios que de concretarse podrían ser evaluados como “históricos” al significar el fin del bloqueo y la normalización de las relaciones entre ambas naciones, son noticias que alegran a una humanidad agobiada por hechos recientes de hondo dramatismo, conflictos armados, enfrentamientos “geopolíticos” y diálogos muchas veces de sordos.
Aquí ha triunfado de una parte, la cubana, la dignidad; un cierto “realismo político” de parte del gobierno de Obama, al comprobar cómo todos los intentos de las administraciones de su país no han logrado afectar lo profundo de una nación orgullosa de su dignidad, celosa de su soberanía y armada de los más altos argumentos morales para seguir siendo, en el mundo de hoy, un islote de dignidad.
(*) Editorial semanario El Siglo