lunes, noviembre 25, 2024
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La Pulseada que Ganó Pizzi

Juan Antonio Pizzi era consciente del desafío que asumía al hacerse cargo de la selección de Chile. Su antecesor Jorge Sampaoli dejó la vara muy alta: además de su primer título, la Copa América 2015, le dio a la Roja un estilo y un sello distintivos.

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Chile sobresalía por su presión, dinamismo y verticalidad, pero además por el convencimiento de sus futbolistas de que podían jugarle de igual a igual a cualquiera. Su generación dorada había aprendido a codearse con éxito.

Entonces, todas las miradas escrutinarían a Pizzi. La de sus dirigidos y las de una afición cada vez más exitista. Además de no chocar la Ferrari, él debía hacer que la Ferrari siguiera ganando. Siete meses después de asumir pasó la prueba, con nota alta, al lograr la Copa América Centenario.

«Sabíamos que la exigencia era enorme, porque para equiparar lo que había hecho esta selección necesitábamos ganar el título», dijo el técnico tras vencer por penales a su Argentina natal en la final. «Eran más las posibilidades de no alcanzar ese objetivo. Logramos llegar a un grupo que es para destacar y admirar. Ojalá nos permitan seguir evolucionando».

Bases del proceso

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Pero el camino al éxito tuvo baches. A muchos no les importó el título que Pizzi consiguió en Chile con la Universidad Católica en 2010, ni el que logró con San Lorenzo en Argentina, o las buenas campañas en el Valencia español o el León mexicano, y dudaron de él.

Acertó al ‘marcar la cancha’ en su presentación.

«Los últimos procesos estuvieron signados por el protagonismo, y vamos a tratar de continuar así. Pero dentro de esa estructura coincidente le vamos a poner nuestro sello y nuestra impronta», avisó aquel 5 de febrero.

Una impronta influida por la escuela del Barcelona. Si hasta hizo curso de entrenador en España junto a Pep Guardiola y Luis Enrique, ex compañeros suyos también en la cancha en sus tres años defendiendo la azulgrana del Barça.

«Estoy muy contento que haya asumido un reto tan importante… A la gente buena le tiene que ir bien», dijo Guardiola. «Está más que capacitado para dirigir a la selección chilena y tiene una idea futbolística de querer el balón y dominar el partido. Es una buena elección», opinó Luis Enrique.

Primeros pasos

Menos radical que Sampaoli, Pizzi siempre se mostró dispuesto a negociar el esquema en pos de esa filosofía, aunque recién pudo hacerlo durante la Copa América. Antes no tuvo tiempo, porque la doble jornada de las eliminatorias para la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018™ se le vino encima.

Sin Charles Aránguiz, Jorge Valdivia y Eduardo Vargas, el debut ante Argentina en Santiago pintaba difícil. Antes de los 20′ perdió por lesión de sus volantes, Matías Fernández y Marcelo Díaz, y si bien se puso 1-0, el equipo no pudo sostener el resultado. Con el 1-2 sonaron las primeras críticas.

El regreso de Vidal y la elección de Mauricio Pinilla como centro delantero, para devolver a Alexis Sánchez a la banda, fueron claves en el posterior 4-1 sobre Venezuela. «Falta mucho para lograr nuestro objetivo», aclaró ese día.

Pizzi empezó a poner su firma en la lista para el torneo de Estados Unidos, al incluir a jugadores de buen presente en sus clubes pero menos conocidos como Edson Puch, Nicolás Castillo, Enzo Roco y Erick Pulgar. Ninguno había estado en Chile 2015.

Sorprendió con la inclusión de un jugador a su medida, el polifuncional José Pedro Fuenzalida, a quien utilizó de lateral, volante y extremo. Fuenzalida, quien no había jugado ni un minuto en la Copa América anterior, también cambió dudas por elogios.

Pese a esa renovación, las caídas preparatorias con Jamaica y México profundizaron los cuestionamientos a Pizzi, porque no asomaban ni el juego asociado ni el gol.

Tocó fondo en el estreno, cuando un inexpresivo Chile volvió a perder 1-2 con Argentina.

La mano del técnico

Entonces apareció la mano del entrenador. En lo grupal defendió abiertamente a su arquero y capitán Claudio Bravo, de flojo debut, desterrando dudas sobre su titularidad. Bravo terminó siendo clave en la semifinal contra Colombia y en la final con Argentina.

En lo táctico mostró flexibilidad. No se ruborizó para regresar a un más habitual 4-3-3 ante Bolivia en el segundo partido del grupo, archivando el 4-2-3-1 inicial hasta el último encuentro, cuando necesitó cortar los caminos hacia Lionel Messi. Incluso probó un equilibrado 3-4-1-2.

Además evitó la tozudez. Cuando la realidad le confirmó que Sánchez rendiría más por afuera que por el centro, rearmó el ataque. «En algún momento encontraremos soluciones ofensivas», prometió antes del partido con Panamá.

Y cumplió. Con Vargas de 9 acompañado por Alexis y Fuenzalida como extremos, Vidal se libertó y Chile engranó. Goleó a Panamá, humilló a México -con de Puch extremo derecha- y superó con oficio a Colombia.

En la final contra Argentina, ni la roja temprana a Díaz perturbó al técnico, que reacomodó las piezas sin gastar un cambio. Fiel a su idea, logró sacarle protagonismo a su rival partir de una circulación ancha y aislar a Messi, todo sin resignar el ataque. La necesidad de penales habla más de la paridad que de una falta de ambición.

Ganador, Pizzi evitó el triunfalismo.

«Estoy feliz. A mí me costaron mucho sacrificio las cosas que logré en mi vida, como futbolista y como entrenador. He tenido, y creo que seguiré teniendo, más desilusiones que alegrías, por eso cuando me toca ganar, trato de disfrutarlo al máximo… Nos comprometemos a seguir trabajando».

La continuidad de las eliminatorias para Rusia 2018 y las Copa FIFA Confederaciones Rusia 2017 lo esperan.

Fuente: FIFA

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