Discursos alevosamente demagógicos en los que se pone de manifiesto las dotes histriónicas del orador. El volumen, el tono y las inflexiones de la voz son los apropiados para cada momento y están en relación con el énfasis de la emoción que se pretende transmitir. El objetivo es diverso. Arrancar aplausos que son una inyección de combustible para el orador y que sirven como eficaz mecanismo de autocomplacencia al auditorio para que cada cual se sienta más participativo y más militante.
Destacar el carácter paternalista de quien habla o de algún mentor vivo o muerto; prometer venturas colectivas e individuales que llegan al corazón de cada uno; denostar con distinto grado de agresividad al enemigo o deslegitimarlo burlándose de él; referir con tono mesiánico, frases altisonantes y gestos grandielocuentes, las bondades propias, del partido, de sus postulados ideológicos; acariciar el ego colectivo del pueblo y de cada uno: el pueblo nunca se equivoca, es lo mejor que tenemos.Arrancar aplausos que son una inyección de combustible para el orador y que sirven como eficaz mecanismo de autocomplacencia al auditorio para que cada cual se sienta más participativo y más militante.
Generalmente el discurso tiene crescendos “parciales” y está estructurado como un crescendo “general” que culmina en una coda final gloriosa con bombos y platillos y con un saludo muy gesticulado acompañado de una sonrisa de profunda satisfacción.
Hay variantes de este tipo de discurso. Por ejemplo el caudillo en lugar de ser una persona llana y simpática, se presenta encolerizado y feroz reclamando con tono generalmente amenazante, justicia, derechos, libertades. Levanta las banderas de la justa venganza e incita a la lucha nominalmente “`pacífica”.
Existen otras variantes que no cambian lo esencial: son discursos vacuos. De contenido muy escaso o ausente. Piezas en las que la razón, los datos, el conocimiento no participan.
Discursos falazmente pedagógicos
Discursos cuyo objetivo prioritario es conseguir o inculcar algo específico. Se refieren datos cuya veracidad y verosimilitud poco importan. Se manipulan a la medida del propósito. Se monta la misma puesta en escena descripta antes y se intercalan esos datos e ideas ad hoc. No interesa que sean flagrantemente falsos: se los mencionará vociferando su incontrastable autenticidad. La reiteración de la mentira es eficaz. Puede convertir el engaño más vil en un credo disciplinadamente recitado. Es un viejo consejo de quienes fueron trágicamente profesores de la inicua propaganda falaz.
Discursos vanamente conciliadores
Discursos vanamente conciliadores expresados en un tono “perdona vidas”. Desde lo alto de mi posición llamo con desfachatada hipocresía a la unión, al acuerdo o al pacto por encima de intereses sectoriales e individuales sin la menor intención de honrar esas proclamas. Mi exclusivo interés es arrimar agua a mi molino.
Por supuesto existen matices y otros tipos de discursos demagógicos. Sin embargo los que se describen condensan las categorías más frecuentemente utilizadas por inescrupulosos, trepadores, corruptos e ineptos.
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