lunes, diciembre 23, 2024
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¿Y si Perdonamos las Deudas?

«Creo que ha llegado el momento de un ‘jubileo’ al estilo bíblico: un ‘perdón’ que afecte tanto la deuda internacional como la deuda de los consumidores. Sería beneficioso no sólo porque aliviaría el sufrimiento de mucha gente, sino porque sería una manera de recordarnos a nosotros mismos que el dinero no es infalible, que pagar las deudas no es la esencia de la moralidad, que todas esas cosas no son más que ‘arreglos entre humanos’ y que la democracia no es sino la habilidad de todos para ‘arreglar’ las cosas de un modo diferente». A esta conclusión llega el antropólogo David Graeber después de hacer un somero repaso de 500 páginas a los últimos 5.000 años de la humanidad en clave económica.

 

‘En deuda: una historia alternativa de la economía’ precede en un par de años a ‘Proyecto Democracia’, la última obra del que también ha sido ‘antilíder’ del movimiento ‘Occupy’ y cocreador del famoso lema: «Somos el 99%».

Graeber, expulsado de Yale por anarquista, ha conseguido conciliar su doble faceta de investigador y activista a este otro lado del Atlántico. Desde su mirador en el London School of Economics (LSE), ha recogido el testigo de su maestro, el antropólogo francés Macel Mauss, que en su obra ‘Ensayo sobre el don’ desmanteló «el mito fundador de la economía moderna».

A saber: que el dinero se inventó para sustituir al trueque.

«La economía tradicional, de Adam Smith a esta parte, sostiene que primero fue el trueque, luego vino el dinero y finalmente el crédito», sostiene Graeber. «Pero si estudiamos las primeras sociedades humanas, nos damos cuenta de que el orden está invertido. Lo primero es el ‘don’, que crea en quien lo recibe el sentido de ‘te debo una’. Antes que el dinero existe ya pues la deuda, y así es como se funciona en Mesopotamia: con unidades de cuenta donde se registran lo que uno debe. El dinero como sistema de intercambio, las monedas acuñadas, llegan en realidad tiempo después».

Desde hace 5.000 años, según Graeber, el mundo ha estado dividido en acreedores y deudores, ganadores y perdedores. El sistema se ha ido volviendo cada vez más complejo con el tiempo, pero la esencia en la misma… «La gente tiene la idea más o menos equivocada de que el mundo de las finanzas es como la magia, y que los financieros no hacen otra cosa que especular y jugar en el casino de la economía. Pero lo que de verdad hace esta gente es financiar las deudas de otra gente y perpetuar el imperialismo de la deuda. Este es el origen del pastel».

«La deuda es un elemento presente en todas las civilizaciones humanas, aunque en unas ha estado más institucionalizada que en otras», sostiene Graeber. «Los romanos y los griegos, por ejemplo, se vieron envueltos periódicamente en crisis originadas por la deuda, pero adoptaron medidas para mitigar el impacto o evitar revueltas sociales cuando la situación se hacía especialmente crítica».

Neoliberalismo desprotector

«En gran parte de la población, la deuda se ha arrastrado personalmente como un estigma, asociada al sentido religioso de pecado o culpa», recuerda el antropólogo norteamericano. «Las cárceles han estado llenas de deudores, pero en casi todas las sociedades existieron fórmulas para proteger a los ciudadanos frente al hostigamiento de los acreedores.

Esta última reencarnación del capitalismo que es el neoliberalismo ha dejado sin embargo a la mayoría totalmente desprotegida… Los millonarios, eso sí, no tienen problemas. Entre ellos mismos se perdonan las deudas: yo lo llamo el «comunismo de los ricos». A ver si no, ¿cuántas veces ha estado en bancarrota Donald Trump? ¿y cuántas veces ha logrado rehacer su fortuna?».

«La deuda no tendría que ser en el fondo un gran problema», sostiene Graeber. «Se trata de una promesa como cualquier otra. Entre familiares y entre amigos nos perdonamos las deudas: el problema surge cuando cruzas las líneas de clase entre ricos y pobres. Es ahí cuando salen a la luz las relaciones ‘extractivas’ que existen entre los humanos, y cuanto entra en juego el lenguaje de la moralidad».

«Me pregunto qué habría pasado en 2009 si en vez de rescatar los bancos, se hubiera ‘rescatado’ directamente a la gente hipotecada», apunta el autor de ‘En deuda’. «Yo no lo encuentro tan subversivo: seguramente era lo que quería la mayoría de la gente, pero había que hacer el juego a los bancos, que siguen creando dinero que en realidad es deuda. Lo llaman la ‘democratización de las finanzas’, cuando en realidad es el imperialismo de la deuda».

Le preguntamos al antropólogo anarquista si la «cancelación masiva de la deuda» que defiende en su libro es una solución «realista» o una propuesta utópica… «Algo así ha sido posible en otros momentos de la Historia. En algunas sociedades se practicaba incluso un año de jubileo, en el que se borraban las cuentas y se empezaba de cero. El milagro económico alemán después de la Segunda Guerra Mundial fue posible gracias a la condonación de más de la mitad de su deuda en el Tratado de Londres de 1953… Así que no me parece una idea tan radical: condonar las deudas. No sé lo que vendría después o si sería realmente el final del capitalismo, pero seguro que a partir de ahí surgen grandes ideas».

El problema, según Graeber, es el muro ideológico impuesto por el neoliberalismo, a través de instituciones como el Fondo Montenario Internacional (FMI) o por las agencias de ‘rating’, cuya finalidad es «proteger exclusivamente a los acreedores» y perpertuar la servidumbre de la deuda…

«Una deuda no es más que la perversión de una promesa», concluye David Graeber en su libro revolucionario, que fue el anticipo del movimiento ‘Ocuppy’ y allanó el camino a ‘El capital en el siglo XXI’, de Thomas Piketty.

«Una deuda es normalmente una promesa corrompida por las matemáticas y la violencia […] Llegados a este punto, el principio sagrado de ‘todos debemos pagar nuestras deudas’ ha quedado en evidencia. Está claro no todos hemos tenido que pagar lo ocurrido en los últimos años, tan sólo algunos… Nada es más importante en estos momentos que hacer borrón y cuenta nueva, romper con la moralidad tradicional y volver a empezar».

Fuente: El Mundo

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