por Gonzalo Gutiérrez (*). La reciente conciliación alcanzada entre Corfo y SQM respecto a la explotación de litio en el Salar de Atacama ha abierto un debate que involucra temas como corrupción, participación y desarrollo industrial en Chile.
El Vice-Pdte. de Corfo Eduardo Bitrán ha hecho grandes despliegues para convencer al país que el acuerdo no solo sería bueno, sino que se trataría del “mejor contrato del mundo”. También algunos funcionarios de gobierno y columnistas –aún sin conocer los términos precisos del acuerdo (recordemos que es confidencial)- se han sumado a esta celebración.
Asombran las argumentaciones expuestas.
En general alaban el acuerdo por los supuestos beneficios económicos de corto plazo que se obtendrían, pero hacen caso omiso a que fue alcanzado con una empresa corruptora, sin participación de los pueblos atacameños involucrados ni discutido con otros órganos del estado, y que finalmente, no contribuye a un desarrollo industrial soberano.
En tal sentido, hay al menos tres asuntos que son cruciales a la hora de evaluar tal acuerdo y determinar si el “vaso está medio lleno o medio vacío”.
El primer aspecto es el contrapunto entre Ética y Corrupción versus Beneficios Económicos.
¿Por qué se debiera celebrar un acuerdo entre un Estado soberano y una empresa que ha corrompido las bases mismas del sistema político de ese Estado?
Es que trae beneficios económicos al Estado, se responde.
Se renuncia a la divisa “tolerancia cero a la corrupción” y no se emplean los instrumentos con que cuenta el ejecutivo dentro del estado de derecho para enfrentar estas situaciones.
En vez de castigar ejemplarmente a un agente que ha corrompido la política chilena, se le premia con un aumento de la cuota de extracción de litio por sobre el doble de la actual y por varios años más.
Una segunda arista es la relación entre Participación y Políticas Públicas. Tampoco el acuerdo suscrito es modelo de cómo abordar la toma de decisiones en una sociedad diversa y compleja, que avanza hacia un desarrollo sustentable.
Nunca se consultó de él a los principales incumbentes, las comunidades de Atacama La Grande representadas por el Consejo de Pueblos Atacameños –que han rechazado el acuerdo- ni al organismo técnico que el Estado se ha dado para ello, el Consejo de Minería No Metálica de Corfo.
Tal vez la razón sea que el acuerdo se consumó en sólo un mes, a pesar que desde hace muchos años se sabía de la importancia del litio y se podía prever el boom de la electro-movilidad.
¿Es esa la forma como se construye una política pública seria y responsable, con mirada de futuro?
El tercer asunto involucra la discusión sobre Recursos Naturales y Desarrollo Científico-Tecnológico.
Vamos ahora al fondo de la conciliación.
Sin duda lo más cuestionable del contrato para el Estado de Chile es haber aumentado la cuota de litio para SQM, hasta el año 2030, sin exigir un grado sustantivo de agregación de valor.
Es increíble que una Corporación de Fomento permita que una empresa, SQM, pueda vender entre el 85% (al comienzo) y 75% (al final, el 2030) de la mayor producción mundial de litio, simplemente como carbonato de litio, que es el material básico, sin elaboración, obtenido del salar.
Sólo un 15%-25% se deja para atraer industrias, nacionales o extranjeras, que agreguen valor en el país. Pero se trata, por desgracia, de una agregación de valor donde nuestros institutos de investigación y universidades no son protagonistas, sino ayudantes o espectadores.
Corfo, en vez de aprovechar la oportunidad de usar el litio para entrar en las grandes ligas de la tecnología –y la ciencia- mundial y conversar como Estado de igual a igual con empresas y países líderes en electromovilidad y electrónica, energías renovables no-convencionales, aleaciones livianas, fusión nuclear, se conformó con recibir las rentas del litio, como quien recibe dinero de arriendos detrás de un mostrador.
El litio -y las salmueras de los salares- no lo aprovechamos cuando dejamos que lo vendan como materia prima, por muy alta que sea la cantidad de dinero que recibamos a cambio.
El litio es hoy día un material clave en la energía, y como tal cobra importancia en la medida que nosotros mismos hacemos los productos tecnológicos que multiplican su valor: pastas, cátodos, celdas, baterías…y por qué no, autos eléctricos.
Teníamos ahora la oportunidad de crear un Silicon Valley del litio en Chile, con encadenamientos productivos que involucraran a científicos e ingenieros jóvenes, técnicos, emprendedores, chilenos inteligentes y audaces, deseosos de empujar a nuestro país hacia el desarrollo, y que los beneficios de nuestras riquezas sean para toda la gente.
La aprobación de este acuerdo posterga –sino sepulta- este programa por años.
Ojalá que la oportunidad no sea frustrada.
Es de esperar que nuestras máximas autoridades confíen en las capacidades de sus ciudadanos, y podamos al fin superar la tragedia del salitre, esta vez usando nuestros recursos naturales como palancas para desarrollos productivos que tengan incorporada la inteligencia de los chilenos.
(*) Doctor en Física, Facultad de Ciencias, Universidad de Chile; integrante del Comité Corfo de Minería No Metálica; ex-Presidente de la Comisión Chilena de Energía Nuclear; ex –Presidente de la Sociedad Chilena de Física
Santiago, 23 febrero de 2018.