sábado, noviembre 23, 2024
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Se Equivocó La Paloma: El Papa en su Laberinto

El Papa Francisco I estaba advertido: el principal problema que encontraría en su visita a Chile, serían los 75 casos documentados de abusos sexuales perpetrados por obispos sacerdores y religiosos, principalmente el caso Karadima. Pero es evidente que, o hizo caso omiso, o no supo manejarlo. Hoy no se habla de otra cosa. Es más, el dogma de la infalibilidad del representante de Cristo en la Tierra quedó severamente en entredicho, con una insalvable contradicción. No bién pisó territorio chileno, pidió perdón por esos abusos, de los que dijo sentirse avergonzado. Pero eso no fue óbice para hacerse acompañar por uno de los principales acusados, el obispo de Osorno Juan Barros, sindicado como integrante del círculo íntimo de Karadima, a quién defendió con el argumento de la carencia de pruebas.

“El día que me traigan una prueba en contra del obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, dijo el Papa.

Esa afirmación, y la reacción de las víctimas de los abusos, constituyen casi el resumen de los tres días del Papa en Chile. De hecho, casi no se habla de otra cosa.

El cardenal Francisco Javier Errázuriz expresó:

“El Papa es un convencido de que el monseñor Barros no ha cometido ningún delito, por lo tanto no lo va a cambiar”.

El propio Barros confirmó el apoyo del jefe de la Iglesia Católica:

“El Papa me dio palabras de ánimo. Las palabras específicas me las guardo en el corazón. Fueron de apoyo y cariño. El Santo Padre siempre ha sido conmigo muy cariñoso y apoyador. Y a uno como hijo de la Iglesia lo alegra, fortalece”, expresó.

En la vereda del frente, tres de las víctimas de Karadima -Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton- manifestaron dolor e indignación por la férrea defensa del Papa al actual obispo de Osorno, Juan Barros.

“Hoy el Papa llama calumnias a nuestras afirmaciones de encubrimiento. Esto es grave y no podemos aceptarlo. Barros sabía de los abusos, pese a ello nunca denunció”, señaló Murillo.

Juan Carlos Cruz agregó:

«Hay testigos que indican que enviaron al cardenal Fresno, entonces arzobispo de Santiago, una carta acusando al sacerdote Karadima ya en los años 80 por sus abusos. El secretario personal del cardenal era el propio obispo Juan Barros. Él se ocupó de eliminar la carta. Estas pruebas están en la causa y en el fallo de la ministra Jessica González”.

Luego, apuntó a que Barros intervino ante el Vaticano para intentar blindar a Karadima y desacreditar a las víctimas a través de cartas de cercanos al párroco de El Bosque, y mencionó la carta que desclasificaron los laicos de Osorno donde el Papa se refirió a Barros:

“El Papa ha desoído todos estos hechos y nos ha acusado de faltar a la verdad”.

“Es de extrema gravedad, revela un rostro desconocido del pontífice y de gran parte de la jerarquía chilena (…) Lo que ha hecho el Papa hoy es ofensivo y es doloroso. Y no sólo con nosotros, sino contra todos quienes luchan por crear contextos menos abusivos y más éticos en lugares cómo la Iglesia Católica”, dijo a su turno James Hamilton.

“También confirma que hay mucho por hacer. Es necesario que las palabras de perdón se transformen en acciones concretas para erradicar de las filas de la iglesia a quienes se han aprovechado de su poder y han abusado sexualmente de niños y jóvenes”, agregó.

Pero no sólo eso. Hamilton respondió a la solicitud de pruebas a través de su cuenta de Twitter.

“Los obispos y su líder”, es el texto que acompaña a una fotografía donde puede verse a cuatro religiosos en compañía de la figura del expárroco de El Bosque.

Además de Karadima, los protagonistas de la imagen son: Tomislav Koljatic, obispo de Linares; Juan Barros. Obispo de Osorno ;Horacio Valenzuela, obispo de Talca, y Andrés Artiaga, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Santiago, quien renunció a su cargo de canciller en la PUC, tras la denuncia de Hamilton.

Evidentemente, la imagen no prueba las acusaciones contra Barros, pero permite vislumbrar la relación de confianza y cercanía entre el obispo y Karadima que los denunciantes han señalado en reiteradas ocasiones, en el intento de acreditar la complicidad y encubrimiento del círculo cercano a Karadima.

Al respecto, Cruz agregó:

«Era imposible sacarse una selfie o foto mientras Karadima me abusaba a mí u otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo”.

En aval del descalabro de la infalibilidad del Papa, dos figuras señeras de la Iglesia Católica, el obispo de Rancagua Alejandro Goic, y el coordinador del Estado para la visita del Papa Francisco a Chile, Benito Baranda, criticaron acerbamente la presencia del obispo de Osorno. Juan Barros, en la actividades del líder de la Iglesia católica en Chile.

«Me dejó un sabor amargo que un hermano mío ocupara un rol protagónico que no fue bueno», sostuvo el vicepresidente de la Conferencia Episcopal .

«Barros, sabiendo que goza la confianza del Papa, debió haber ido sólo ir a la Catedral, un acto propio de nosotros y seguir el resto por la televisión. Pero cada uno responde a su conciencia. (…) No sé si Barros asumirá su falta de prudencia durante estos días (…) la prioridad son las víctimas, ellos son los que deben estar en la preocupación principal de la Iglesia».

Por su parte, Baranda señaló:

«Barros debería haber dejado de ser obispo hace mucho tiempo, el daño que le está provocando a la iglesia es muy grande y existen hechos contundentes que se los entregaron al papa y me imagino que en el entorno del papa alguna de las personas que influyen desde Chile para su opinión e información tomó esa decisión y él da esa respuesta. (…)

A las víctimas de Karadima no se les creyó desde el principio, por lo menos en los ámbitos de la iglesia, y el apoyo del papa a Barros vuelve a reflotar esa sensación de no credibilidad, de exageración o engaño, lo que es mucho más grave; como cuando un niño declara que ha sido abusado y por ser niño no se le cree. A estas personas se las ha tratado así».

Respecto al perdón de Bergoglio, el director de América Solidaria afirmó:

«Busqué en Internet, lo que voy a decir a lo mejor no es así, pero no conozco en alguna de las visitas de este Papa, del Papa anterior o de Juan Pablo II, que dentro de un Palacio de Gobierno haya pedido perdón a la ciudadanía, con la Presidenta presente y todos los poderes del Estado y el cuerpo diplomático, por acciones cometidas por personas que son miembros de su iglesia».


Guerra santa: las dos almas de la Iglesia que desnudó el paso del Papa Bergoglio

por Alejandra Carmona

Como si fuera un huracán que acaba con lo último que quedaba en pie, el Papa lanzó la frase más demoledora de su visita: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar… No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia”. Sus dichos en relación con el obispo de Osorno, Juan Barros, dejaron a una parte de la Iglesia conforme con su intervención, mientras la otra se tomaba la cabeza a dos manos. Es parte de lo que deja el paso del Papa. Una visita despoblada de fieles y desastrosa para la unión de la Iglesia, en clara oposición, y cuyas grietas quedan más al descubierto que nunca.

En medio de la visita de Jorge Bergoglio al Santuario de San Alberto Hurtado el martes pasado, cerca de 120 sacerdotes jesuitas se sentaron a hablar a puertas cerradas con el Papa. A las 19:30 de la tarde, y aunque Francisco estaba acompañado del cardenal de Santiago, Ricardo Ezzati, este último tuvo que esperarlo afuera.

O era una reunión privada o se trataba de una cita solo con jesuitas, y Ezzati es salesiano. Sin embargo, ese gesto simple reflejó para algunos miembros de la Iglesia una situación que se viene gestando hace años: la distancia que existe entre una Iglesia de “pastores”, que trata de acercarse a “quienes sufren”, y otra que vive encapsulada. “Esa Iglesia es la Iglesia de los Ezzati, de los Medina, de Barros, incluso del obispo Ignacio González”, señalan, haciendo referencia al obispo de San Bernardo. “Es, además, una Iglesia que está siempre presente, que no se cansa y que siempre va a intentar marcar presencia”, dicen.

La imagen del sacerdote Mariano Puga fue un ejemplo de eso. Vestido con sus clásicas chalas, “el cura obrero” eligió estar del otro lado cuando el Papa ofició la misa en el Parque O`Higgins. Mientras Bergoglio hablaba entre cuestionados sacerdotes, como el propio Juan Barros, Puga estaba en la otra vereda, en medio de los carteles de los laicos de Osorno, que llegaron con sus pancartas que rezaban: “Ni zurdos ni tontos”. “Ese claro enfrentamiento entre dos iglesias habría sido impensado en otro escenario”, comenta una fuente de la Iglesia. Sin embargo, tiene que ver con que el clero tampoco es una masa homogénea que camine junta.

La administración de Ricardo Ezzati ha dejado profundas heridas y, en vez de ayudar, la pobre visita del Papa resultó ser un fracaso para alentar a la Iglesia católica más alicaída del continente a seguir siendo fiel.

BARROS ON TOUR

Esas dos almas de la Iglesia se diferencian a la hora de analizar el paso de Bergoglio por Chile. Para la primera, el tema Barros no fue más que un boicot comunicacional que sirvió para bloquear la visita del líder de los católicos. “Hay una lectura común que se repite entre los obispos: muchos medios de comunicación cuentan con editores y periodistas malintencionados”, comenta una fuente de la Iglesia.

Sin embargo, para otros, el paso del Papa fue claramente un desastre. Tuvo la posibilidad de desmarcarse incluso del tema apuntando al flanco más gelatinoso de Chile, que es su modelo económico, la desigualdad y la excesiva concentración de la riqueza, pero no. Ahora que termina la gira del Papa, queda el mismo sabor que dejaron sus palabras, cuando dijo: “Osorno sufre por tonta”.

Esta vez mencionó algo similar. Un par de periodistas que lo esperaban antes de que despegara de Iquique –sin regalos ni loas de por medio, como fue la característica de la cobertura de su visita– le preguntaron por el obispo de la diócesis de Osorno y él respondió: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar… No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia”, señaló el Papa, como si fuera un huracán devastando una zona del Caribe.

Juan Barros, como cualquier otro obispo, no tenía impedimento alguno para participar de las actividades del Papa e incluso concelebrar misas. Si un clérigo va a misa, está llamado a concelebrarla; es decir, a revestirse y a cumplir su oficio litúrgico. No es una obligación asistir, salvo para el obispo del lugar. Sin embargo, Juan Barros se empecinó en ir a todos los encuentros. De hecho, otros dos obispos cuestionados por formar parte del cerco de Fernando Karadima, Horacio Valenzuela y Tomislav Koljatic, se restaron de ir al viaje al sur con el Papa.

Era el camino que podría haber seguido Juan Barros, aunque prefirió estar presente y transformar la visita del líder de los católicos en el tour de Juan Barros. Finalmente, es de lo que más se habló.

“Es que el Papa tiene la certeza de que no hay nada que le pueda objetar a Barros”, señala otra fuente de la Iglesia, apuntando a la interrogante que más ha cruzado la actitud del Papa. ¿Qué pasó entre el lapso cuando él envió la carta al Comité Permanente de la Conferencia Episcopal señalando que había conversado la posibilidad de un “año sabático” para sacar a Barros de escena y la férrea defensa que ha hecho de su gestión después de nombrarlo obispo de Osorno?

Hay quienes apuntan al nuncio apostólico, Ivo Scapolo, representante en Chile del exnuncio durante la dictadura de Pinochet –de quien también era amigo–, Ángelo Sodano, quien cuenta en su círculo cercano al obispo de San Bernando –miembro de la prelatura del Opus Dei–, Ignacio González.

Pero también ha comenzado a aparecer con insistencia otro nombre al interior de la Iglesia, el del jesuita Germán Arana, especialista en ejercicios espirituales para sacerdotes. Con él, en enero de 2015, Juan Barros participó en un retiro.

Como Arana es un antiguo amigo de Jorge Bergoglio, habría sido él quien dio buenas referencias de Barros. “Es un sacerdote muy conservador y anticomunista”, comentan sobre Arana.

Y nadie ha podido sacar al Papa de la convicción de que Barros no tiene de qué esconderse. Ni las cartas, ni las manifestaciones, ni los fieles que en su gira pesaron menos que Juan Barros. Finalmente, es el obispo de Osorno quien apareció en la foto de la gira del Papa en Chile.

Fuente: El Mostrador

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