Neruda, el mito, se convierte en Neruda, el hombre, en la peculiar visión del director Pablo Larraín de una de las etapas que más marcó al poeta, su clandestinidad y posterior huida de Chile para escapar del Gobierno de Gabriel González Videla.
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Reconocía Pablo Neruda (1904-1973) que nunca supo muy bien si sus meses de huida en 1949 hasta que consiguió llegar a París los había escrito, soñado o vivido realmente.
En esa misma ambigüedad se mueve «Neruda» -muy aplaudida hoy en su estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes-, un filme que no pretende recrear con fidelidad la biografía del autor de «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», sino flotar en la atmósfera de su poesía y acercarse al ser humano.
Se trata de un «falso biopic», como lo definió en declaraciones a Efe Larraín, quien insistió en que «más que una película sobre Neruda, es una película nerudiana».
El escritor y político es encarnado con maestría por el chileno Luis Gnecco, en tanto que el mexicano Gael García Bernal se encarga de darle réplica con Peluchonneau, el policía que trata de darle caza infructuosamente.
Mientras el muy prosaico detective, filofascista en horas bajas, ve cómo el genio lo deja atrás cada vez que está a punto de atraparlo, el poeta Neruda trama cómo construir su propio mito con una huida que lo entronice como icono del comunismo.
La visión iconoclasta que se ofrece del personaje (mujeriego, megalómano, aburguesado en ocasiones, pero también entrañable, idealista y generoso en otras) y su impacto en la sociedad chilena no le preocupan a Larraín, quien no cree que su cinta «desafíe a Neruda o a su figura».
«No creo que la película tenga la ingenuidad de instalarse en esa época. Lo miramos desde esta, en la que tenemos la ventaja del tiempo pasado, podemos leer, informarnos…», considera.
Por esa razón, niega que una película tenga que ser «responsable» ante nadie más que ante el mismo cine. Quizá, si acaso, deba ser «respetuosa».
Para hacer hablar al genio, el realizador confiesa que jamás se habría atrevido a hacerlo él mismo, por lo que recurrió al guion de Guillermo Calderón, a quien está muy agradecido porque «primero hay que tener los cojones, y luego el talento».
Así, la película discurre entre la intriga policíaca y las digresiones muy literarias de Peluchonneau, a veces de forma algo irregular pero siempre con la maestría realizadora de Larraín, que convierte a los dos personajes en caras de una misma moneda.
En el fondo, apunta, los dos personajes son uno, y se necesitan mutuamente para existir.
«Neruda era un tipo peligroso. Hizo algo que hoy día sería imposible, mezclar poesía y política. Describió un país y un continente desde la poesía», explica.
Gael García Bernal confía, según dijo a Efe, en que este filme permita a «mucha gente leer la poesía de Neruda de forma más rica, definitivamente distinta, porque obviamente su obra es mucho más desarrollada y preciosa y fantástica que lo que nosotros podamos hacer».
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Mostrar al ser humano es «darle una vuelta al personaje», agrega García Bernal, quien describe el filme como «un ejercicio fantástico de libertad».
«Neruda» es una nueva muesca en la recuperación por el cine chileno del pasado reciente de su país, como hizo el propio Larraín en la premiada «No» o la nieta de Salvador Allende, Marcia Tambutti, en «Allende, mi abuelo Allende», que presentó el año pasado en Cannes.
«Hay una parte del cine chileno que está revisando su pasado, y me parece que es importante -dice el realizador-. No solamente porque es esencial la memoria, aprender del pasado y de dónde venimos y hacia adónde vamos, sino que a mí también me aterra la idea de que haya cosas que desaparezcan para siempre».
Fuente: El Confidencial
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