Casi dos años después de que un grupo de expertos del Grupo de Trabajo en “Energía y desarrollo” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) resaltaran la urgencia de crear una “OPEP del litio” para que Bolivia, Argentina y Chile controlen los precios del mineral y avancen en proyectos de industrialización, la propuesta parece estancada.
El interés de Bolivia y Argentina en años anteriores ha sido no solamente explotar y exportar el litio y sus derivados directos (carbonato de litio y cloruro de potasio), sino el de dar el salto tecnológico hacia la fabricación comercial de baterías, para lo cual la integración es vital, más allá de las diferencias de fondo respecto a cómo estos países están encarando la industria.
Pero estas diferencias son precisamente algunas de las principales dificultades para dicha integración. Una traba particular en los anteriores años fue la visión de Chile, que quiere exportar la materia prima en su estado purificado (99,6% “grado batería”), buscando controlar el precio y el mercado, pues ya es el principal exportador del mundo de carbonato (seguidos por la Argentina), y no muestra intenciones de realizar la batería.
Un experto del grupo de trabajo de Clacso considera además que, por esta razón, a Chile no le interesa conformar la “OPEP del litio”, y que su postura está más cerca del libre mercado que tanto interesa a las transnacionales.
Por su parte, el investigador chileno Manuel Salazar Salvo, en un reciente artículo para la revista Punto Final de ese mismo país, muestra una abrumadora presencia transnacional, entre las que predominan la SQM y la Sociedad Chilena del Litio, filial de Rockwood Lithium.
SQM es controlada en Chile por Julio Ponce Lerou, quien, según Salazar, es “sindicado como uno de los principales financistas de la política a través de pagos irregulares y presuntos sobornos y cohechos”.
Esta empresa extrae el litio desde el Salar de Atacama por concesiones obtenidas en 1992. El economista e investigador argentino, Julián Zícari, advirtió que la presencia de SQM ya deprimió el precio del litio en un 40% en la década de los 1990s.
Chile: extraer y exportar
Junto a SQM, Rockwood es el otro productor de litio en Chile, mediante los contratos de arrendamiento que mantienen con Corfo en el Salar de Atacama. SQM ya ha ocupado el 55% del contrato que mantiene con la corporación estatal. En enero de 2016 Rockwood selló un acuerdo con Corfo que le permitirá subir su producción de 24 mil toneladas anuales hasta 80 mil toneladas.
Según Salazar, dicho convenio elevará las regalías pagadas por Rockwood, que deberá además entregar aportes a la investigación y desarrollo por un valor de entre 6 y 12,4 millones de dólares al año. El gobierno chileno espera recaudar desde la entrada en vigencia del acuerdo hasta la fecha de término, en 2043, unos 2.700 millones de dólares.
La presencia transnacional se amplía el interés de tres empresas chinas (Vision Group, Kanhoo Group y MTL Shenzhen Group) junto a empresarios coreanos por levantar una planta de litio con un aporte inicial de 500 millones de dólares y una inversión final de 2.000 millones de dólares.
Las empresas Worley Parson, Posco, la Abu Dhabi Investment Authority y el equipo económico de la embajada de Francia también se han reunido con autoridades del Ministerio de Minería de Chile.
La australiana Lithium Power ya se está asociando a empresarios locales para extraer el mineral en el Salar de Maricunga, en la alta cordillera de Atacama mediante la inversión de 360 millones de dólares.
Ejecutivos de Tianqi, la principal empresa estatal china en el negocio del litio, también han acudido al Ministerio de Minería y visitado el Salar de Atacama, al igual que Ganfeng Lithium, otra importante productora china.
Este paisaje, plagado de transnacionales interesadas en explotar el litio con la finalidad de exportarlo es una de las principales trabas que impiden que los países del triángulo del litio coordinen esfuerzos.
La “chilenización” de la visión argentina
Si hace 7 años el gobierno argentino tenía, al igual que el boliviano, perspectivas más ambiciosas sobre la industrialización, hoy en día las cosas parecen apuntar más hacia la exportación sin industrialización. El viraje argentino se constituye así en otro golpe para la posibilidad de crear la OPEP del litio.
Si bien en Argentina ya comenzaron a participar las transnacionales hace algunos años (por ejemplo Toyota ingresó en el proceso de explotación del mineral en Argentina desde 2012), con la llegada de Mauricio Macri se eliminaron los controles cambiarios y de capital, así como un impuesto a la exportación de minerales, con el propósito de atraer inversionistas extranjeros y afianzarse como exportador mundial de carbonato de litio, abandonando la intención de fabricar baterías.
Ante las ventajas otorgadas por Macri, la fiebre del litio se sigue contagiando entre las transnacionales: SDIC, de China; Posco, de Corea del Sur; Galaxy y Orocobre, de Australia; Eramet, de Francia; FMC Lithium, de EE.UU; y Mitsubishi, de Japón, informaron al gobierno de Macri su decisión de profundizar su “interés” en los salares de la puna.
A tal punto el interés, que el director ejecutivo de SQM (sí, la de Chile) Patricio de Solminihac, afirmó: “nos parecen excelentes los cambios que están teniendo lugar. Ahora Argentina es mucho más atractiva”.
En síntesis, las numerosas empresas transnacionales interesadas en el litio le han prometido a Macri más de 20 mil millones de dólares en inversiones dentro de los próximos cinco años, según informa Salazar.
Todo esto está enmarcado en el “Plan Belgrano” de Mauricio Macri para desarrollar el norte argentino.
Para el analista Atilio Boron, este plan “forma parte de una iniciativa de Estados Unidos para apropiarse de los recursos naturales de Sudamérica y, especialmente, de esta parte del continente. El noroeste es una región muy rica en litio, para los norteamericanos uno de los recursos estratégicos del siglo XXI”.
Boron ha insistido en que si este plan se materializa “habrá una fuerte presencia militar y de agencias estadounidenses en la región y, probablemente, se avance en la instalación de una base militar en la Triple Frontera”, donde converge el acuífero guaraní, una de las mayores reservas de agua dulce del planeta.
Bolivia por la industrialización, pero aún no avanza
Bolivia parece ser el único país para el cual todavía es más importante industrializar el lito agregándole valor y lograr la fabricación de las baterías de forma local, que sólo exportarlo en forma de carbonato de litio y cloruro de potasio para exportación.
Pero el proyecto piloto del litio, lanzado por Evo Morales en abril de 2008, ha producido hasta el momento resultados “bastante limitados”, en palabras del experto Juan Carlos Zuleta.
Recién en 2012 comenzó a operar la planta semiindustrial de cloruro de potasio instalada por el gobierno. La publicidad gubernamental indica que cuando se concluya la planta industrial de este compuesto, se producirá un millón de toneladas anuales, y que, teniendo en cuenta un precio por tonelada de 600-700 dólares, se podría generar un ingreso bruto por ventas de aproximadamente 600 millones de dólares al año.
Sin embargo, Zuleta aclara que la capacidad de la planta industrial de cloruro de potasio “será de solamente 350.000 toneladas”, y que el precio actual del compuesto químico en el mercado internacional “sería de apenas 215 dólares por tonelada, por lo que una vez que la planta industrial en proceso de construcción por la cuestionada firma china CAMC alcance el máximo de su capacidad de producción podrá generar a lo sumo alrededor de 75 millones de dólares”.
En lo que respecta al carbonato de litio, su precio efectivamente es favorable internacionalmente: una tonelada de carbonato de litio estaba estable en alrededor de 6 mil dólares hasta el 2015. Se estima que su valor en 2016 subió en 17%, por lo que se tuvo un precio promedio de 7.625 dólares por tonelada, y para 2017 se elevó la estimación en 9%, proyectando 7.375 dólares por tonelada. Se cree que el precio se mantenga o que se vuelva a estabilizar en 6.000 dólares en 2018.
El experto argentino Julián Zicari indicó antes que para fabricar una batería con la tecnología y valor actuales, “se requiere entre 7 y 15 kilos de litio, siendo esto un costo que oscila, apenas, entre los 42 y 90 dólares por vehículo.
Pero el valor final de una batería se encuentra entre los 10 mil y 20 mil dólares”.
De ahí lo interesante de buscar fabricar baterías y no quedarse sólo en el proceso de carbonato de litio. Pero Bolivia está con problemas para siquiera concluir su planta industrial de este compuesto.
En agosto de 2015 el gobierno boliviano firmó un contrato, a través de la Comibol, para el proyecto de ingeniería a diseño final con la firma alemana K-UTEC, a tiempo de poner de manifiesto que dicho diseño final tendrá como base el proceso tecnológico desarrollado por técnicos de la gerencia nacional de recursos evaporíticos y que el tiempo de entrega del proyecto a diseño final es de 10 meses.
Sin embargo, dicho contrato ya lleva más de 6 meses de retraso, y según Zuleta, “sin la menor justificación por parte de las autoridades correspondientes”.
Sobre este aspecto, el experto ha indicado que debido a los “magros resultados en la fase piloto” del proyecto de litio, K-UTEC “de hecho podría verse forzada a empezar de cero para llegar al proceso adecuado a ser escalado para la fase industrial del proyecto, lo que explicaría la falta de cumplimiento de plazos por la empresa alemana”.
Hasta la fecha no se conoce si la empresa K-UTEC entregó el diseño final del proyecto en septiembre de este año y si completará las obras de ingeniería básica hasta marzo de 2017.
El carbonato de litio es insumo fundamenta para la fabricación comercial de baterías, por lo que esta última fase industrial está aún más retrasada.
Pese a ello, todavía valdría la pena apostar por las baterías, aunque quizá la ventana de oportunidades del actual boom del litio está empezando a reducir su tamaño.
La reflexión de Rodolfo Tecchi, exdirector de la Agenciad e Promoción Científica y Tecnología del Ministerio de Ciencia dela Nación de Argentina, puede ser un buen resumen de lo que debiera ser prioritario en la industria del litio. Y de lo que habrá que hacer si es que Bolivia pierde el tren.
Porque para Tecchi, no vale la pena explotar el litio sin industrializarlo en baterías de alto valor agregado.
“No llegará el desarrollo a nivel local. Si lo único que queda de la explotación del litio son las regalías mineras y unos pocos puestos de trabajo, va a ser preferible preservar los salares para alguna otra actividad futura”, sentencia.
Habrá que ver si la anunciada creación de la empresa Yacimientos del Litio Bolivianos (YLB) logra finalmente encausar estos procesos.
Fuente: El País