Algunos entusiastas, casual pero sistemáticamente contables entre los invitados de las embajadas occidentales en La Habana, han escrito en redes sociales que después de esta semana que comenzó con la llegada de Barack Obama a Cuba y terminó con el multitudinario concierto de The Rolling Stones en la Ciudad Deportiva de La Habana ya nada será igual en la Isla.
Y ciertamente, esa parece haber sido la intención de quienes previeron la visita a menos de un mes de que se efectúe el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Semanas antes de la llegada de Obama, durante el viaje del Ministro cubano de Comercio Exterior a Washington, Rodrigo Malmierca, la multimillonaria Penny Pritzker, Secretaria de Comercio de EEUU, “se interesó en especial en los cambios que se pueden considerar en el próximo congreso del Partido“.
El discurso de Barack Obama al pueblo cubano desde el Gran Teatro de La Habana también se explayó en el horizonte de cambios que el gobierno norteamericano desea ver en la Isla pero esta vez buscando desatar presiones de abajo hacia arriba.
Si tomamos en cuenta lo que afirmó Obama dos días después del anuncio del 17 de diciembre de 2014 al argumentar el cambio de política hacia Cuba
“…el sentido que tiene normalizar las relaciones es que nos brinda más oportunidad de ejercer influencia sobre ese gobierno que si no lo hiciéramos.”(…)
“Pero lo cierto es que vamos a estar en mejores condiciones, creo, de realmente ejercer alguna influencia, y quizás entonces utilizar tanto zanahorias como palos”
Pareciera que Washington espera el mismo efecto de esta visita a Cuba a del viaja a Berlín de Gorbahov en octubre de 1989 y el de Obama a El Cairo en 2009, sucedidos respectivamente de la caída del muro de Berlín y la “Primavera árabe”, estimulando las expectativas entre aquellos cubanos que creen su vida mejorará con reformas de corte capitalista y a la vez presionando al gobierno de La Habana, sugiriendo que sólo modificará las restricciones del bloqueo que son prerrogativa presidencial e inciden sobre el sector estatal mayoritario de la economía cubana si el VII Congreso del PCC marca la ruta en la dirección deseada por EEUU.
Es un hecho que la coreografía de encantamiento por la democracia a la norteamericana que ejecutó Obama en el escenario habanero ha sido contradecida por sus actos inmediatamente posteriores:
No hubo derecho a réplica ni a preguntas para los asistentes al Gran Teatro.
Se ha mantenido en secreto el contenido de la reunión que sostuvo Obama en la embajada de EEUU en La Habana con “opositores” financiados desde Washington, según el diario chileno La Tercera “la más complicada” que tuvo Obama en Cuba.
Una versión publicada por El Nuevo Herald de Miami relata que “en un momento dado los opositores empezaron a discutir tanto entre ellos que Obama quiso ser moderador, pero como nadie le hacía caso, le dijo desconcertado a Susan Rice que estaba muy cerquita: “¡Esto no es fácil!””
Obama respondió a la prensa argentina sobre el apoyo estadounidense a las dictaduras del Cono Sur latinoamericano que “en los años ’70, el reconocimiento de los derechos humanos era tan importante como luchar contra el comunismo”.
A tres días de su salida de La Habana, negando la afirmación de Obama de que “Estados Unidos no tiene ni la capacidad ni la intención de imponer cambios en Cuba, los cambios dependen del pueblo cubano”, el Departamento de Estado anunció un programa por $ 753.989 para “jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana” con claros objetivos injerencistas.
A dos días de la partida de Obama de Argentina, el gobierno de Macri dio a conocer la salida de su país de TeleSUR, la única alternativa informativa a los monopolios informativos de la derecha a nivel del hemisferio occidental. Obama había dicho a los cubanos poco antes “si no se pueden exponer a diferentes puntos de vista ustedes no van a lograr su potencial completo”.
Pero la prensa que siguió atenta e intencionadamente la gira del pasajero de “la bestia” y el Air Force One no se detuvo en analizar estas paradojas evidentes sino que pasó inmediatamente al concierto de The Rolling Stones en la capital cubana como otra supuesta fuerza de cambio en la dirección que ellos y Obama desean.
Por supuesto, contaron con la sinergia en Facebook y los foros de Internet de los entusiastas del obamismo tropical. Y si la guía durante la visita del Commander in Chief fueron las palabras de Obama “es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado”, en la cobertura del concierto de la banda británica la prensa global insistió precisamente en… ¡el pasado!, apoyándose en la frase de Mick Jagger referida a más de treinta años antes:
“Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música”.
De nada sirvió que para un lector mínimamente informado la misma frase del presidente sobre la derrota de la CIA en Playa Girón pudiera aplicarse a la fundación de la mítica banda de rock:
“Ocurrió en el mismo año en que yo nací” (1961).
Si para los medios, con justicia, los Rolling no son, como dice Obama sobre Girón, “cosa del pasado” porque han sabido renovarse para mantenerse vigentes sin perder su esencia ¿por qué la primera derrota militar de Washington en América Latina tiene que serlo, si el proceso que logró ese resultado también ha hecho posible -mediante renovaciones continuadas y adaptaciones a un mundo cambiante- que por primera vez EEUU acepte tratar en pie de igualdad a un país que supera treinta veces en población y doscientas veces en poder económico?
Sin embargo, cuando la gran prensa tuvo que conformarse con la ausencia de incidentes y la alegría de los jóvenes cubanos en el concierto de los Stones, congregados por cientos de miles sin violencia ni represión, y no pocos de ellos con banderas cubanas e imágenes del Che, entonces se aparecieron con que que el alto costo del concierto (7 millones de dólares) lo había financiado una Fundación asentada en un paraíso fiscal que no tiene relaciones con Cuba pero sí con los Rolling.
Y si Obama pronunció catorce veces en su discurso en el Gran Teatro de La Habana la palabra “cambio”, el diario español El País, para muchos órgano oficial de la Casa Blanca en la lengua de Cervantes, tituló su artículo sobre el concierto con una frase de Jagger “Las cosas están cambiando, ¿no?” que lo mismo puede referirse a la política de EEUU hacia Cuba que a la presencia de importantes bandas de rock en la Isla.
Y sí, hay cambios en Cuba que agradecerle a Obama.
Durante, y más aun después de su visita, ha existido un crecimiento notable de la presencia de intelectuales en los principales medios de comunicación del país, indignados con el modo en que el Presidente norteamericano subestimó la inteligencia de los cubanos y los creyó manipulables.
Desde profesores universitarios, politólogos, filósofos, periodistas, científicos, poetas, economistas… hasta el Cardenal de La Habana, quien en su misa por Viernes santo discrepó públicamente del llamado obamista a olvidar el pasado.
Ellos han reaccionado espontáneamente al elegante pero obvio injerencismo y las páginas de los diarios o la frecuencia de actualización de los sitios en la web no pueden dar cabida a todo el contenido y los brillantes argumentos que se están generando. Y como si no fuera suficiente, pasó lo que muchos esperaban, el puntillazo lo ha dado Fidel el lunes 28 de marzo con un artículo titulado irónicamente “El hermano Obama”, donde le hace una “modesta sugerencia”:
“reflexione y no trate ahora de elaborar teorías sobre la política cubana.”
Si el gobierno norteamericano y la prensa que les sirve quieren cambios en Cuba, ahí tienen uno: han desatado una movilización en el pensamiento revolucionario que ojalá perdure para bien de la sociedad cubana que mucho lo necesita.
Hay otros que también necesitamos pero de esos nos ocupamos los cubanos, no la Secretaria de Comercio de EEUU que con una fortuna de 1500 millones de dólares no tiene que explicar mucho qué intereses representa.
Solo les pedimos que nos dejen hacerlos en paz, para ello lo primero que hace falta es que termine a fondo el bloqueo, no solo contra el sector privado –que es resultado de los cambios que acordamos los cubanos- sino contra el Estado cubano que es el que garantiza el acceso de los cubanos a la salud y la educación que Obama elogió por su calidad, el Estado cuyas políticas permiten no haya desnutridos entre nuestros niños y que el 99% de los hogares tengan electricidad.
Nosotros, como se rumora dijo Obama para defenderse ante los ataques de sus mejores amigos en Cuba, los “opositores” que recibió en su embajada, tampoco aceptamos presiones. El gobierno que en Cuba acepte presiones se cae, no porque lo tumbe EEUU sino porque pierde el apoyo popular.
Pienso es útil hacerse algunas preguntas:
¿El gobierno y el pueblo cubano son más propensos a cambiar en la dirección que desea Obama ahora que antes de su visita?¿Ha ganado o perdido credibilidad el Presidente estadounidense ante ellos después de su viaje a Cuba?¿La dirección cubana y los sectores que los apoyan, especialmente los militantes del PCC electos como delegados al VII Congreso, serían menos reacios a impulsar los cambios que EEUU vería con agrado ahora que antes de su visita?¿O han visto ahora con más claridad la estrategia obamista de favorecer un “aterrizaje suave” de Cuba en el capitalismo?
¿Ayudó la visita de Obama a cambiar a Cuba? Creo que sí pero no precisamente en la dirección que él y su gobierno proyectaron.
Ah, y no dejen de enviarnos gratis importantes músicos y agrupaciones artísticas, que las seguiremos disfrutando y nos ayudarán a que se conozca mucho mejor el país que somos, por más que mientan y manipulen los medios. Y tal vez hasta los cambiamos un poquito, para mejor, por supuesto.
Fuente: La Pupila Insomne