por Guillermo Teillier del Valle (*).
No pretendo polemizar, ni desestimar las opiniones de Eugenio Tironi, que desde su perspectiva trata de invalidar o minimizar el papel del Partido Comunista en la derrota electoral de la dictadura en el plebiscito de 1988. Sin embargo, me permitiré algunos alcances.
Tampoco afirmo que el PC era poseedor de la verdad absoluta; pero que luchó contra la dictadura, lo hizo, y consecuentemente con su proclamación de usar todas las formas de lucha, desde la resistencia, la rebelión popular y la lucha electoral.
Partamos por el principio.
En 1973, las fuerzas de izquierda y democráticas progresistas, incluido el PC, fueron derrotadas mediante un golpe de Estado sangriento, con la intervención directa del Gobierno de los Estados Unidos.
Que no supimos defender el proceso de reformas estructurales iniciado por el Presidente Salvador Allende es una evidencia irrefutable; no sólo por falencias en nuestra política militar (y pienso que de otros partidos también), que nunca fue caracterizada principalmente como la lucha armada, que es la consecución de los objetivos políticos por esas formas, sino como la capacidad, en primer lugar, ideológica y política, para influir en las propias Fuerzas Armadas, de forma que no se involucren en un golpe de Estado.
La derecha, con el sustantivo apoyo norteamericano, nos derrotó ideológicamente al interior de las FFAA, lo cual, después del golpe, significó el asesinato, tortura y destierro, de militares constitucionalistas y de pensamiento democrático.
Pero como todos sabemos, -y espero hayamos aprendido la lección- la causa principal de la derrota fue la ruptura política entre fuerzas democráticas progresistas que, de haberse puesto de acuerdo en apenas en impedir el golpe, el curso de la historia habría sido distinto y el conflicto se habría resuelto por cauces democráticos, impidiendo la tragedia que significó la dictadura de 17 años, con consecuencias que aún permanecen.
Si Eugenio Tironi quiere celebrar la derrota de la “perspectiva insurreccional de masas” el 5 de octubre, entonces que vaya a La Moneda; en lo personal, me quedaré en la calle celebrando la victoria sobre la dictadura. Por ello luché, y sigo luchando contra sus consecuencias.
Nos hemos ganado ese derecho con creces.
Reducir la conducta política de los comunistas bajo la dictadura a sólo un aspecto de la misma, no tiene asidero en la realidad.
Desde un comienzo organizó la resistencia, salvaguardando la vida de sus militantes, organizando junto a otras fuerzas la búsqueda y defensa de los detenidos, prisioneros y desaparecidos; organizando la solidaridad internacional, iniciando mínimas pero heroicas acciones de protesta y propaganda, cuando el terror predominaba.
El partido sacaba su voz desde la difícil clandestinidad con diarios y folletos, informaba y trataba de forjar un camino de salida en medio de la dispersión y aplastamiento de las fuerzas políticas y sociales.
Los comunistas también fuimos contribuyentes, desde el comienzo, a la re-conformación del tejido social, especialmente el sindical y poblacional, que en todos los aspectos de la lucha jugaron un papel vital.
Nadie puede negar que, desde el mismo golpe, el PC empezó a buscar la unidad de todas las fuerzas democráticas para acordar una salida conjunta a la dictadura, incluyendo, como el mismo Tironi reconoce, que, para facilitar ese proceso, el PC no integraría un Gobierno que resultara de esa coalición tras la derrota de la dictadura.
Casi diez años estuvo en eso el PC y lo sostuvo como su principal formulación antes de ir progresivamente a una política de mayor agudización en la lucha contra la tiranía.
En consecuencia, la exclusión hacia el PC no provino de su política de rebelión popular, sino de mucho antes, lo cual está en la base misma del quiebre que produjo o facilitó el golpe de Estado.
El plebiscito fraudulento de 1980, que institucionalizó la dictadura hasta 1990, dejaba en claro que era muy difícil una salida democrática, más que nada por la dispersión de la oposición a la dictadura.
En esas coyuntura, el PC decidió agudizar la confrontación, porque por sí misma, la dictadura no entregaría el poder.
¿Estábamos equivocados?
Los asesinatos del ex presidente Eduardo Frei, de Orlando Letelier y de el General Carlos Prats, nos dicen a las claras que Augusto Pinochet no pretendía, precisamente, entregar el poder.
Podríamos por ello haber desestimado el hecho que un sector muy importante de partidos, que después conformaron la Concertación, empezara a fraguar una posible salida el año 89.
No fue así en nuestra discusión política de los años 1984 y 85. El PC estaba plenamente consciente de ello.
Teníamos claro también que era una construcción excluyente hacia nuestro partido, pero sin cortar los vínculos, puesto que estos partidos sabían que debían contar con la fuerza y los votos del PC, en el momento de la confrontación electoral.
El por qué de esta exclusión tiene muy distintas lecturas,
Una, la principal, es que para lograr un cierto acuerdo que garantizara la realización del plebiscito del 89, entre quienes buscaban el consenso -la derecha, dictadura y el gobierno norteamericano- era condición dejar afuera al PC.
En esos años, 1984 y 1985, el PC adoptó una posición ajustada a la realidad política del país y a su propia situación, excluida de participar en una coalición opositora, con una dictadura intransigente y represiva, cuyo fin no se vislumbraba.
Decidió llevar adelante su política con el máximo esfuerzo, a sabiendas de que había dos posibles salidas: el derrumbe de la dictadura y la conformación de un Gobierno de la oposición democrática con una nueva Constitución política, o una salida consensuada entre la dictadura y un sector opositor bajo ciertos términos de continuidad, especialmente en términos constitucionales.
El partido concluyó que ninguna de las dos sería posible sin que diera el máximo esfuerzo en llevar adelante su política.
En esa lógica, dentro de un sinnúmero de iniciativas de carácter popular y de masas, se dieron Carrizal y el ataque a la caravana de Pinochet.
Fueron reveses importantes, qué duda cabe, pero, de otro lado, tuvieron como consecuencia que la oposición que nos excluía y el propio Gobierno norteamericano y sectores dentro de la dictadura, aceleraron el paso en la búsqueda de una salida, en el entendido que si la dictadura se prolongaba, la salida podía ser impredecible.
Endilgarnos que los comunistas preferíamos que la dictadura se prolongara es una ofensa irreparable a nuestras víctimas, y no voy a abundar en ello.
En relación al plebiscito mismo, los comunistas hicimos lo que teníamos que hacer: sacar conclusiones del análisis de la coyuntura política de ese momento.
La conclusión, no sin debate interno, no sin quiebres partidarios, fue que el plebiscito abría una puerta para poner fin al período dictatorial, pero no a los amarres, ni a los poderes fácticos; pero sí a la represión y la imposición del fascismo.
Por tanto, había que contribuir a esa posibilidad con el mismo criterio de realidad con que el año 85 impulsamos al máximo nuestra política de rebelión popular, y por eso llamanos a inscribirse en los registros electorales y a votar.
Eso sí, desconfiamos hasta el último minuto de que Pinochet reconociera el triunfo del NO, por ello mantuvimos en alto nuestra política, reflejada en la consigna No Hasta Vencer.
Luego votamos por Patricio Aylwin, a pesar de la exclusión, y por un tiempo mantuvimos la postura de una oposición constructiva con la esperanza de que se cumpliesen las promesas de trasformaciones ofrecidas por la Concertación, fundamentalmente las de carácter institucional.
Fuimos opositores, pero nunca concordamos ni consensuamos con la derecha. A pesar de las diferencias, siempre seguimos buscando la unidad y hoy sobre todo.
Nunca nos hemos arrogado el triunfo del plebiscito, ni hemos dicho que éste fue solo producto de las protestas de los 80. Pero el triunfo del plebiscito no se gestó en el aire: fue consecuencia de la lucha de todo un pueblo, de 17 años resistencia, de sufrimiento, de rebeldía, de lucha democrática, de protestas, de acciones culturales y de solidaridad.
Por ello nuestras banderas, al igual que ayer en la lucha contra la dictadura y por la democracia, al igual que en nuestra contribución en el triunfo del NO, estarán el 5 en la celebración de ese paso histórico del pueblo de Chile.
(*) Presidente del Partido Comunista de Chile.
Plebiscito del 5 de Octubre: “Estuvimos en todos los esfuerzos encaminados a terminar con la dictadura”
En vísperas de la conmemoración del trigésimo aniversario del triunfo del NO, este viernes 5 de octubre, el presidente del Partido Comunista, diputado, Guillermo Teillier, afirmó que la división de las fuerzas democráticas facilitó el golpe de Estado, y limitó la lucha contra la dictadura. en Chile que dio paso a los oscuros 17 años de dictadura cívico – militar.
A su juicio, si las fuerzas democráticas hubieran actuado de conjunto, a pesar de sus legítimas diferencias, habrían facilitado llegar a acuerdos en un marco democrático, mediante el Plebiscito que iba ser anunciado por Salvador Allende el mismo 11 de septiembre de 1973.
Luego, sostuvo que el Partido Comunista fue excluido de participar en conglomerados políticos desde el golpe de Estado en adelante, pese a buscar la unidad con todas las fuerzas opositoras a la dictadura, incluyendo a la Democracia Cristiana.
No obstante, el diputado Teillier aclaró que los esfuerzos del PC para terminar con la dictadura no significaron un acuerdo con los otros partidos en torno a un programa de Gobierno, pero que el partido se sumó a todas las las iniciativas conducentes al fin de la dictadura.
A mayor abundamiento, aseveró que la intervención e influencia de Estados Unidos sobre los países latinoamericanos, mediante golpes de Estado y dictaduras, contribuye a explicar la exclusión de que fue -y es- objeto el Partido Comunista.