En este mundo al revés, en los tenebrosos dominios de la barbarie, mientras los explotados reculan, se quedan en casa, emigran o se quedan a lo bonzo, son los explotadores, o sus títeres. los que pasan a la ofensiva y, si es necesario, toman las calles. Los maidan se han puesto de moda en el este, como hemos visto en otros países vecinos como República Moldova o Ucrania.
La dolorosa derrota electoral de la derecha neoliberal rumana, apoyada por el entramado de Soros y por las grandes corporaciones capitalistas, en las últimas elecciones del mes de noviembre pasado, trastocó los planes de seguir aplicando las políticas de crudo en Rumania a través del gobierno instaurado el año anterior tras la dimisión del gobierno socialdemócrata: el gobierno “apolítico” dirigido por el comisario europeo Dacian Ciolos.
Los “tecnócratas” de Ciolos, sin aparente afiliación política (es decir, fachas, como se dice en España, antiobreros obsesivos), aplicaron las normas llegadas desde los despachos de las grandes corporaciones multinacionales, de la Comisión Europea y de la embajada norteamericana en aplicación de la aceleración de la ofensiva del capital contra el trabajo “apropiada” a los nuevos tiempos de austeridad oficial.
A las primeras de cambio, han movilizado a las ONG´s de “tinerii frumos”, como les llaman aquí, (“jóvenes progres” podríamos traducirlo al castellano), para intentar derrocar al gobierno votado por los ciudadanos sin tener que confiar en ese engorroso recurso que son las urnas electorales (solamente sagradas cuando el resultado favorece a la clase dominante).
Unos jóvenes que se sienten “privilegiados” por trabajar por un sueldo superior a la media (ni hablar de un sueldo decente, pues las corporaciones multinacionales tienen en Rumania el paraíso europeo de la mano de obra barata por indefinidas horas, sindicatos prohibidos y, por supuesto, sin derecho a huelga o nada parecido a la protesta contra el que les explota), que tras la derrota del cacique de Sibiu, Klaus Iohannis, actual presidente, y su cachorro “apolítico” Ciolos, se echaban las manos a la cabeza en los pocos minutos que les dejaban sus amos para comer el fast food de turno por los perniciosos efectos de la “democracia” en la que pueden votar todos, hasta la gente pobre, los campesinos o, incluso, los nostálgicos del comunismo !Qué horror!.
¿Cuál es la excusa aducida para las protestas actuales?
La modificación de unos artículos del Código Penal por Decreto-Ley, en vistas a cumplir las recomendaciones de la Comisión Europea de Derechos Humanos para reducir el overbooking de presos, que se amontonan en condiciones miserables en las celdas de las cárceles rumanas, y que, por otro lado, reciben montones de euros como compensación según van saliendo de la prisión tras denunciar su situación ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Mientras los “tineri frumosi” con barbita bien cuidada de hipster y sus continuos “cool”, “ok”, “hot”, and “great” en su hueco discurso habitual, repiten las consignas de los medios de propaganda sobre los años del comunismo, les importa un bledo por otro lado las condiciones de los presos y, mucho menos, que la mitad de los rumanos malvivan con menos de 200 euros al mes, que los hospitales sean cada día más un nido de infecciones y porquería o que haya más de tres millones de huidos del país por haber sido destruidas las potentes industrias rumanas de los 80 con el objetivo de convertir Rumania en un mercado fácil para los productos de Occidente.
En todo caso, la mínima modificación del Código Penal, que no despenaliza ni mucho menos la corrupción, como afirman los medios de propaganda de la derecha, sino que simplemente reducen las penas de todos los delitos para vaciar un poco las cárceles, y que, por ejemplo, en el caso de la malversación de fondos públicos mantiene una legislación que otros países, como España, sin ir más lejos, es mucho más suave (no solo España, sino también en la “modélica” Alemania), no justifica que, con la recurrente y manida excusa del “malvado comunismo”, se llenen las calles de protestatarios en contra de un partido (el Partido Socialdemócrata), que puede ser de todo menos comunista (aunque en comparación con el resto de los del fascistoide panorama político rumano podría pasar hasta por ser de izquierdas), y que ha ganado con rotundidad las últimas elecciones del noviembre pasado siendo votado por los rumanos más desfavorecidos por diferentes razones; entre ellas, porque defiende el final de esa austeridad (aplicada a los explotados, no a los explotadores) que propugnan con rabia y tenacidad los gerifaltes y mafias de la Rumania colonia europea.
Precisamente, el líder del supuesto anticomunismo, Klaus Iohannis, incapaz de justificar sus seis grandes mansiones en la ciudad donde fue alcalde, y antiguo líder de una organización, Foro Democrático de los Alemanes de Rumania (F.D.A.R.), que reivindicó en los años 90 ser la sucesora legal del Grupo Étnico Alemán (Deutsche Volksgruppe) creado por el Partido Nacionalsocialista en los años 40, y cuyos bienes habían sido justamente confiscados por el gobierno comunista rumano tras el final de la Segunda Guerra Mundial, es el que se erige como adalid de la lucha anticorrupción; una lucha dirigida y financiada, curiosamente, por la U.E. y la embajada norteamericana, y aplicada con un filtro político solo contra algunos “corruptos”, mientras otros, los favorables a determinados intereses, no sienten ni de lejos la presencia de la ley.
En definitiva, ese velo sagrado del “anticomunismo”, usado durante tres décadas para justificar todo tipo de desmanes, delitos, genocidios y destrucción contra el pueblo rumano, con la coletilla de “el comunismo tiene la culpa”, utilizado como mantra por los medios de propaganda de los grandes grupos mafiosos multinacionales que lo saquean, humillan y desprecian, es el agitado contra el PSD para evitar que este cumpla sus amenazas de moderar su seguidismo hacia las órdenes de Bruselas y Washington (sobre todo, recordando lo cerca que esta Putin y las multinacionales rusas y las de sus amigos los chinos de la frontera rumana) y que cambie un poco (tampoco va a hacerlo en demasia porque esto afectaría también a sus intereses) las políticas de austeridad para los trabajadores dictadas por los que siguen enriqueciéndose, y quieren aumentar la tasa de beneficio, a su costa.
En todo caso, y para resumir la situación:
1) Rumania es un estado capitalista y, por lo tanto, corrupto, como todos los estados capitalistas. La corrupción, en realidad, el delito, el robo, es el motor del capitalismo y, como tal, los ladrones en Rumania están al orden del día;
2) El Partido Socialdemócrata no es un partido de izquierdas, ni de lejos algo parecido a comunista; es un partido como el Partido Socialista Obrero Español: es decir, corrupto, mafioso y cuyo fin es beneficiar a sus miembros y financiadores, como sucede con el resto de los partidos del régimen capitalista rumano (y de todo estado sometido a la tiranía del capital);
3) Los cambios del Código Penal aprobados ayer por decreto-ley no cambian sustancialmente la legislación al respecto, ni despenalizan la corrupción. Las protestas, en las que, por cierto, hay muy pocos trabajadores, y donde la mayoría son ONGistas, miembros de la élite de la clase trabajadora empleada de las multinacionales y, en general, como se suele decir, gente “ni de izquierdas ni de derechas”, es decir, con una clara ideología política antiobrera, elitista y pro status-quo, defensora de la desigualdad, de la meritocracia y del desprecio hacia los más débiles o pobres, pretenden que los partidos que defienden la austeridad, la aplicación de las políticas dictadas por Bruselas y otros grupos de poder (como el entramado Soros), retomen el poder con o sin elecciones, reparando el desastre (para ellos), tras la votación masiva del pueblo rumano al PSD;
4) El Partido Socialdemócrata es, como dijimos, un partido capitalista y, como tal, corrupto. Sin embargo, y en parte por ese anticomunismo casposo aplicado para poder saquear el país por la élite política (surgida la mayoría, por cierto, de la élite que se formó en el antiguo PCR), es identificado por los partidos neoliberales como el sucesor del Partido Comunista (aunque para tragarse tal cosa hay que batir récords de estupidez), lo que produce un curioso efecto rebote que causa un tremendo apoyo por parte de los numerosos nostálgicos del comunismo al PSD; tanto es así que todas las elecciones celebradas hasta ahora en Rumania desde el golpe de estado de 1989 las ha ganado el PSD o la alianza con la que este se presentaba (aunque a veces no pudiera formar gobierno por la unión de la oposición);
5) En vistas de que la “democracia” no parece la solución, (y, evidentemente, no lo es, aunque no por los mismos motivos que argumentan los facciosos), y para que partidos como el Partido Nacional Liberal o los populistas derechistas de Unión Salvad Rumania cumplan y lleven a cabo de forma eficaz los intereses de las grandes corporaciones económicas y de la oligarquía (algo que, curiosamente, también persigue finalmente el propio PSD, aunque manteniendo un poco el tipo en cosas relativas al gasto o ayuda social, es decir, la típica manipulación para que los más desfavorecidos les voten y evitar revueltas realmente antisistema), y aprovechando también la propia estupidez de los miembros del gobierno que se lo han puesto a huevo (aprobando los cambios del Código Penal por decreto en vez de llevarlo al Parlamento, donde tiene, por cierto, mayoría absoluta), se parece haber optado por conseguir que “los tecnócratas”, o cualquier otro partido neoliberal del estilo, vuelvan a gobernar la colonia rumana, utilizando para ello la mentira y la manipulación más gruesa. Es decir, en definitiva, lo típico de los “demócratas de toda la vida”, que tan bien conocemos en España.
El ilustrador comunista rumano, Laurentiu Ridichie, ha retratado muy bien las protestas contra el PSD (en la ilustración de tapa) dibujando a esa “juventud apolítica”, esos “hijos de la élite” que cuestionan que los pobres puedan votar, (tal opinión me la han comentado personalmente sin cortarse un pelo en varias ocasiones algunos de esos “demócratas apolíticos”, y se extendió desde las televisiones tras la contundente derrota de la derecha neoliberal en las últimas elecciones), que defienden la ideología burguesa y los privilegios de la burguesía frente a los trabajadores (incluso, paradójicamente, frente a sí mismos, también trabajadores explotados), o que apoyan como a una especie de “héroe” (o fuhrercito, podríamos decir recordando a “nuestro” Aznar), al presidente del país como líder de la lucha “anticorrupción”, (aunque él mismo reconozca, como hemos dicho, que “compró” seis mansiones en la ciudad de donde fue alcalde con ingresos que no puede justificar), y que, saltándose la Constitución, (en este caso no le importó, solo cuando son los trabajadores los que lo hacen) participando en una manifestación “espontánea” contra el gobierno recién elegido en las urnas, dándose un baño de multitudes (eso sí, a sus anchas, en el medio de un círculo libre de ciudadanos molestos y bien protegido por sus guardaespaldas).
Por otro lado, una de las pocas páginas informativas decentes que existen en Rumania, Critica Attack, por supuesto con muy pocos lectores, define la situación como una ruptura entre la Rumania empobrecida, favorable (o engañada, por el PSD), y la Rumania que sigue creyéndose el cuento del paraíso capitalista y las excusas del anticomunismo agitadas por los grandes grupos de corrupción y mafias multinacionales (los engañados por los partidos neoliberales y por las ilusiones de una vida mejor como esclavos del capital).
Finalmente, ni unos ni otros ofrecen una solución para Rumania y los rumanos, ambos bandos están al servicio de los intereses de la tiranía del capital y en contra de los de los trabajadores y, por supuesto, ambos son grupos mafiosos que buscan el enriquecimiento personal y el de sus amos o clientes político-comerciales a costa de la riqueza creada por la clase obrera, exprimiéndola y manipulándola para sus propios fines. Sin embargo, la justificación ofrecida para la movilización , la aprobación de un Código Penal que despenaliza la corrupción, es tan falsa como que Iohannis es una persona honesta, que el PSD es un partido de izquierda o !comunista! o que los manifestantes creen en la democracia (salvo en la que interesa a sus financiadores o patronos). Se trata, simple y llanamente, de una pelea entre bandas políticas por el poder, aunque en este caso, y utilizando la lógica de los defensores de la democracia burguesa, la “legitimidad” está del lado del partido que ganó las elecciones con una incuestionable rotundidad.
No son, pues, los trabajadores los que están saliendo a la calle para recuperar sus derechos, para acabar con la clase política corrupta (inevitablemente en una tiranía capitalista) sea cual sea sus etiquetas y para luchar contra la tiranía del capital y sus sicarios políticos . Se trata, al contrario, de hacer el juego a los globalistas preocupados por sus intereses en estos tiempos difíciles en los que el proteccionismo empieza a plantearse como solución ante la austeridad impuesta por las metrópolis a sus colonias o frente a la competencia brutal de los imperialismos emergentes. Y para eso están ahí, dispuestos y creyéndose felices, los niños bien (pura ilusión) de la sociedad en ruinas, los jóvenes be cool y su fascismo de colorines (ver en la viñeta de Ridichiu el acertado dibujo de un pequeño corderito con la esvástica tatuada), aquellos que, sin embargo, no salen a protestar contra los recortes salariales, la miseria de los pensionistas, la destrucción de la industria y las empresas públicas, las condiciones de hospitales o escuelas o, en definitiva, por la instauración de una sociedad de esclavos sonrientes, o no, según te toque, en donde la única ley es el sálvese quien pueda (y en la que los que se salvan son siempre los mismos).
Fuente: El Comunista