Una vez más recae sobre Venezuela, y su Revolución Bolivariana, la responsabilidad histórica de poner freno a la derecha violenta y envalentonada que en Nuestra América se empeña en interrumpir los procesos de cambios progresistas y de integración de la región, con el respaldo total de Estados Unidos.
El Chavismo tiene la tarea encomiable de propinar una fuerte abatida a la oposición conservadora en esa nación latinoamericana en las elecciones parlamentarias del próximo domingo, en medio de una coyuntura hostil, y bajo el asedio constante al cual ha estado sometido el pueblo venezolano en los últimos meses.
La misión es difícil, pero los seguidores del legado del Gigante Hugo Chávez, liderados hoy por el presidente Nicolás Maduro, sabrán demostrar en las urnas que la izquierda en la Patria Grande puede seguir venciendo, y está viva.
El reciente revés en Argentina de Daniel Scioli, ante el ultraderechista Mauricio Macri, y el acoso en Brasil a la mandataria Dilma Rousseff, a quien sus adversarios pretenden someter a un juicio político para destronarla del poder, han envalentonado a los partidos conservadores tradicionales de América Latina, que ansían materializar el “efecto dominó” planeado en Washington.
Venezuela es sin duda alguna la principal ficha a derribar por el Pentágono y sus empleados latinoamericanos para tratar de revertir los procesos revolucionarios y de unidad que se escenifican en la región.
Un eventual descalabro del Chavismo en los cercanos comicios legislativos, aunque no representaría para nada su salida del poder, si significaría un golpe político, seguido de una intensificación de las agresiones al pueblo venezolano, y un debilitamiento de las organizaciones integradoras que funcionan actualmente en la Patria Grande sin en el manejo de la Casa Blanca.
Los partidarios de Simón Bolívar, Chávez y Maduro saben muy bien la titánica tarea que tienen ante sí, y están conscientes que tienen que ir a votar confiados en el triunfo, además de preparados para una riposta enfurecida ya anunciada por sus contendientes, quienes sin aun celebrarse las elecciones, amenazan incluso con desconocer los resultados, si ellos pierden, claro.
La derecha venezolana, como la latinoamericana y la internacional, conoce solo de violencia e insultos y por hacerse del poder es capaz de asesinar hasta sus propios seguidores para crear caos y desorden, y justificar eventuales golpes de estado o los mal llamados “golpes blandos”, porque de suave nada tienen.
El cierre de la campaña electoral este jueves en Venezuela demostró que el Chavismo tiene todas las de ganar, a juzgar por la multitudinaria concentración que acompañó a Maduro en Caracas, a diferencia de la escenificada por sus opositores, que fue mucho menor.
Sin embargo, el pueblo venezolano no puede confiarse y debe salir masivamente el próximo día 6 a ejercer su derecho al sufragio en busca de un triunfo contundente que le dé a sus enemigos y a la derecha de Nuestra América el guantazo que necesita, para así ponerle freno de una vez por todas.