Con un metraje de seis horas repartido en tres entregas, “Las mil y una noches” emplea la estructura del mítico libro árabe para contar historias actuales de una sociedad golpeada por la crisis. Es una fascinante unión de fantasía y realidad compuesta de cuentos independientes donde el arte, a pesar de usar ironía y surrealismo, no busca escapar de la realidad sino adentrarse en ella.
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Al principio de la primera película de las tres que componen “Las mil y una noches”, su director Miguel Gomes (“Tabú”, “Aquel querido mes de agosto”) se pregunta hasta qué punto es lícito hacer un bello filme hecho de preciosas historias y dejar de lado la dura realidad de una Portugal “rescatada” por la Troika y ahogada tanto social como económicamente.
Gomes piensa inicialmente que es imposible hacer un filme de profunda carga social que a la vez sea pura ficción, una película militante y que sea también escapista.
No es una pregunta nueva pero aún así es de inestable resolución. Muchos campos artísticos se la han formulado de manera similar, cuestionándose de si es legítimo responder al drama social verídico en el que se encuentra sumido la sociedad mediante complejos artefactos estéticos y cuál es la manera de hacerlo.
Así se lo plantearon, por ejemplo, ciertas vanguardias, el arte tras la Segunda Guerra Mundial o la poesía social española. Frases como la del poeta Gabriel Celaya donde afirmaba que “nada me parece tan importante como buscar el contacto con las capas sociales abandonadas” hablan de la realidad social española de los años 50; la declaración del teórico Theodor Adorno sentenciando que “no puede haber más poesía lírica tras Auschwitz” resume la destrucción del concepto de belleza tras el horror; y, décadas antes, el Dadaísmo se había pronunciado de manera similar.
El pintor Max Ernst, perteneciente a este último grupo, expresa perfectamente un sentimiento trasladable a otras épocas: “Dada era por encima de todo una reacción moral. […] Habíamos vivido el colapso hasta el ridículo y la vergüenza de todo aquello que se nos había mostrado como justo, verdadero, y bello. Mi trabajo en ese periodo no quería atraer, quería que la gente gritara”.
La solución inmediata de Gomes, ante la imposibilidad de encontrar una respuesta, es salir corriendo ante su atónito equipo de rodaje, que decide perseguirle. Una vez le consiguen capturar, Gomes comienza a contar historias empleando al personaje de Sherezade de “Las mil y una noches” como elemento de unión y, como ella, para salvar su propia vida de un entierro becketiano.
Seis horas de metraje después, su respuesta a la pregunta sobre la coexistencia de la construcción estética y la implicación social ha tomado la forma de tres películas unidas, logrando trascender de una forma magnífica la misma imposibilidad de la que huía.
Varios interrogantes con respecto al filme pueden surgir incluso antes de empezar el visionado. El primero, cuestión que se indica claramente al inicio de cada una de las partes, es que ésta no es una adaptación de “Las mil y una noches”. No hay ni una sola página del famoso libro árabe en el guión de la película.
Gomes solo toma prestados el personaje de Sherezade, para que sea su hilo conductor, y la estructura del libro. La organización de éste, anidando relatos uno dentro de los otros, y la manera en que, en cierto momento de su desarrollo, Sherezade los deja en suspenso, proporciona a Gomes el marco narrativo de su película.
De esta manera, Gomes puede incluir todo tipo de elementos en las historias que presenta y variar tanto el estilo como el tono en función del relato que quiere crear en ese momento en pantalla.
El segundo y más acuciante interrogante concierne a la división del largo metraje: si “Las mil y una noches” son realmente tres películas o una dividida en tres partes y si sus tres partes están pensadas para ser vistas de golpe o por separado. No hay respuesta categórica pero su organización no es casual.
Son seis horas de metraje repartidas en tres películas, donde cada una contiene un número de episodios aparentemente independientes, pero se aprecia que todas las cintas, tituladas “El inquieto”, “El desolado”, y “El embelesado” respectivamente, poseen un tono ligeramente distinto y tocan diferentes teclas.
En España se ha decidido estrenar cada semana una de las partes, en otros estrenos y festivales se han dispuesto las tres películas en una larga sesión con intermedios y, de cara a la televisión, se ha pensado en proyectar cada uno de los múltiples relatos como un capítulo televisivo.
Cuando uno termina de ver el último volumen de la triología, la sensación que se percibe es que son tres películas interdependientes aunque con cierta individualidad. Cada una produce su propia experiencia cinematográfica y necesita su periodo de reflexión y descanso, pero solo al sopesarlas como un todo y en retrospectiva es cuando las tres películas se funden como si fueran una sola y liberan así toda la experiencia cinematográfica que contienen.
Considerando a partir de ahora las tres películas como una sola, “Las mil y una noches” no tiene más hilo conductor que el personaje de Sherezade y la Portugal contemporánea sumida en la crisis económica.
La mezcla de elementos aúna mito y realidad, siendo un choque de visiones que da como estilo de narración una mezcla de absurdismo, ironía, docudrama, fantasía cercana al realismo mágico, metaficción, más la enorme veracidad proporcionada por personas que muestran y narran su desgarradora realidad. Surrealismo y tragedia, comicidad y drama se dan de la mano en múltiples formas.
Una historia puede basarse en el testimonio en primera persona de un gallo prestando declaración ante un juez, otra se fundamenta en el testimonio de parados de larga duración.
Las historias, siguiendo su modelo árabe y recordando a Ítalo Calvino y sus múltiples inicios de narraciones en “Si una noche de invierno un viajero”, empiezan pero no muestran un claro desenlace. Cuando llega la conclusión del tercer filme, no hay un final catártico, cerrado, que dé un sentido último a toda la experiencia. “Las mil y una noches” concluye, pero podría haber contenido más historias y es esta naturaleza episódica la que da sentido orgánico al proyecto cinematográfico.
Existe una múltiple variedad de historias, algunas son más logradas que otras, las hay de una gran dureza como en la segunda película, las hay más oníricas y brechtianas. Su falta de hilo conductor clásico, y su diferencia temática, pueden crear una sensación de improvisación. Ciertamente existe, puesto que se empezó a rodar el proyecto sin tener un guión confeccionado. Cuando Gomes logró contar con el director de fotografía habitual del realizador tailandés Apichatpong Weerasethakul, Sayombhu Mukdeeprom, éste llegó a Portugal sabiendo que sería un proyecto a construir durante más de un año.
Sin embargo, no hay que olvidar que “Las mil y una noches” nace de la parálisis que surge cuando su director duda de cómo abordar el propio proyecto, de cómo crear ante una tragedia colectiva y verídica. La película, manifiestamente, es una respuesta a la situación social de Portugal entre 2013 y 2014, construida a medida que los acontecimientos se desarrollaban, a medida que las políticas de austeridad dejaban su marca en la sociedad. Necesita vivir la realidad para tejer su mezcla entre documental y ficción, consiguiendo el equilibrio casi imposible: poseer la reflexión de la construcción pero también la inmediatez de la reacción ante la actualidad.
Cuando terminan los títulos de crédito de la última película una conclusión es clara: “Las mil y una noches” se ha posicionado socialmente y es una película de denuncia pero, además, es un gran alegato al poder que tiene el contar historias, a la necesidad de la ficción.
Es una muestra de las múltiples posibilidades imaginables que hay para hablar de cuestiones de primera necesidad desde un posicionamiento artístico. “Las mil y una noches” es un filme comprometido por partida doble, un filme comprometido con la realidad social de Portugal que transpira frustración y rabia durante todo su metraje pero, al unirse la estética y la fantasía, también es un filme comprometido con el propio arte cinematográfico. Muy pocas películas logran destacar en ambos frentes como lo hace esta triología.
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Las mil y una noches
Ficha técnica:
Dirección: Miguel Gomes
Año: 2015.
Duración “El inquieto”: 125 min.
Duración “El desconsolado”: 131 min.
Duración “El embelesado”: 125 min.
Título original: As Mil e Uma Noites: Volume 1, O Inquieto – Volume 2, O Desolado – Volume 3, O Encantado.
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Fuente: El Viejo Topo