El (otra vez) abanderado presidencial del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami, presentó una demanda contra el Estado de Chile en el Juzgado del Crimen de Santiago el pasado 11 de enero de 2017, por el daño moral sufrido desde su niñez hasta la adolescencia.
Según él, “se lo juzgaba por lo que hacía o por lo que no podía hacer. Por no ser el heredero que esperaban de su padre, fue también agredido y hostigado“, exigiendo el pago de $100 millones como reparación.
Coincidí con Marco Enríquez en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile a principios de la década de los 90s. Siempre me ha llamado la atención que, según su biografía, él estuvo desde 1990 hasta 1996 en la facultad, porque yo recuerdo haberlo visto a comienzos de 1993 cuando una muy buena amiga mía, quien le puso el apodo de “El príncipe” porque era uno de los pocos tipos guapos de esa facultad, me dijo que era el hijo de Miguel Enríquez. Y cambiamos de tema.
Ese fue el gran problema que tuvo Marco en la Facultad: que no fue la estrella que esperaba ser. Él creía que, en una Facultad donde la mayoría éramos de izquierda, iba a ser el rey y eso no ocurrió: no había ninguna razón para tratarlo como si fuera alguien importante o que mereciera más interés que el resto de sus compañeros.
Por eso resulta extraño el supuesto incidente en que habrían atentado contra él en la Facultad. Hace unos años, en The Clinic un supuesto “alumno de la época” señaló que se le tenía un odio feroz por el “pecado” de ser hijo de Miguel Enríquez y que le habían quemado el auto. Un cuento que leería en otras entrevistas, y que oiría el año pasado de personas que trabajaron con él por el PRO, adornado con haber sufrido heridas. Y no entiendo esa versión, porque yo estuve todo ese día en la facultad y no pasó nada semejante.
Y lo extraño es que se supone que le habían puesto una bomba en el auto (bomba de humo, no que le hubieran quemado el auto), pero mientras Marco se encargaba de repartir información por toda la Facultad señalando que habían sido miembros de la dictadura, exCNI, los que atentaban contra él por ser hijo de su padre, un grupo de compañeros le preguntábamos a un auxiliar que había sido testigo del hecho y nos decía que había sido un problema mecánico (algo con el radiador o falta de aceite).
¿De bomba? Nada. ¿De que alguien le quemara el auto? Menos. ¿Y ahora resulta que le quemaron el auto y habían atentado contra él compañeros de la facultad? ¿Va a ir a contar esa historia al tribunal?
Lo curioso es que, en vez de actuar como alguien con miedo, Marco se convirtió en el tipo más insoportable de la facultad. Pasaba todo el día en el casino, así que inevitablemente había que topárselo hablando mañana, tarde y noche de lo maravilloso que era Francia, de lo desarrollado de Francia, de lo incultos que éramos los chilenos. Y Michel Foucault. Se hizo habitual estar comiendo o solo conversando en el casino y que llegara Marco con su séquito de amigos y comenzara con su cantaleta Francia-Foucault-Chile subdesarrollado, porque siempre acababa siendo ofensivo con los chilenos.
Otros compañeros eran hijos de retornados políticos y ninguno hablaba con la pedantería y la grosería de Marco hacia nosotros y hacia este país, aún cuando para varios no era fácil acostumbrarse a vivir en un país extraño como Chile.
Pero Marco cometió el peor pecado de todos: colmar la paciencia de la gente de Historia, cuando comenzó a meterse en las clases, sobre todo en las de Gabriel Salazar. Nos aburrió no solo con su verborrea imparable, sino con el más insólito despliegue de ignorancia sobre historia de Chile que he oído en mi vida.
Llegó a tanto, que Salazar lo hizo callar tratándolo así, de ignorante, y fue un alivio porque dejó de ir a sus clases. ¿Su excusa para no saber ni siquiera quien era Bernardo O’Higgins? Había estudiado en Francia. No dijo nada de la Alianza Francesa o del Saint Georges College, eso lo averiguamos después.
Porque fue la actitud de Marco lo que llevó a que ciertos compañeros decidieran averiguar algo que al menos calló un par de semanas. Y fue así que nos enteramos y comentamos a todos de su relación con Carlos Ominami. Y eso fue lo único cruel que le ocurrió a Marco en la Facultad: porque todo el tiempo se presentó como Marco Enríquez, ya que sabía muy bien que Ominami no era simpático en ese ambiente; nunca abrió la boca para hablar de Ominami.
Así que le dio una gran pataleta cuando su pequeño secretillo salió a la luz, lo que explicaba su rápido ingreso al mundo político y su ambición de presidir la FECH. No quiero entrar en los detalles de la triste situación ocurrida en las elecciones de la FECH del año 1993, porque aún me molesta la forma descarada como Marco prostituyó a Miguel Enríquez no solo para obtener votos, sino también para sus conquistas.
Por eso, y porque nunca habló nada positivo de Chile y siempre dejó claro que no quería vivir aquí, es que la facultad le dio la espalda; y Marco se picó: decidió darle el tiro de gracia a la FECH y desde entonces se dedica a hablar pestes de su paso por la Facultad de Filosofía y Humanidades. Nunca entenderé cómo se graduó o si es que lo hizo. Tampoco me importa.
Puede defenderse su derecho a demandar al Estado de Chile por la muerte de su padre, pero nos está demandando a los que tuvimos la mala suerte de toparnos con él, porque va a contar tristes historias con él como víctima y no serán verdad.
Marco, en la Facultad de Filosofía nadie te acosó, nadie te hostigó, nadie te molestó. Tu sí nos insultaste, muchas veces, por ser chilenos, por no ser como tú querías que fuéramos, por no adorarte y estar ciegamente a tu lado. Y llevas años difamándonos, inventando el cuento del atentado que nunca ocurrió y de lo mal que se te trató. Y mezclas a tu padre en esto. Otra vez.
Si pretendes sacar dinero con las mentiras que dirás sobre tus tristes días en Filosofía y Humanidades, en la que apareciste solo porque querías ser presidente de la FECH (o sea, pretendías usarnos), eres peor de lo que ya mostrarte ser en esa época.
Y ya deja descansar en paz a tu padre, ¿no te aburres de siempre usar a Miguel Enríquez a tu conveniencia y nunca para respetar su memoria, como el hijo que dices ser?(*) Doctora en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (U.Complutense de Madrid) , Licenciada en Humanidades con mencion Historia (U. de Chile), entre otros grados.
Fuente: El Quinto Poder