Hace ocho años, el pintor Mark Lombardi fue encontrado muerto en su casa. Aparentemente, se había suicidado. Sin embargo, ahora cobra fuerza la teoría de la conspiración que denunció en sus famosos pictogramas: pudo ser asesinado para callarle de una vez.
Tres años después, la galerista Helga de Alvear recibió una llamada de un marchante desde Berlín: «Es una oportunidad única, una superpieza. Tienes que aprovechar la ocasión». Helga quiso, evidentemente, ver el cuadro cuya compra le urgían: un raro pictograma, dibujo sobre papel, una obra fuera de toda convención. Era la primera vez que veía en vivo un Mark Lombardi. Y la última. «Lo compré de inmediato. Sabía que había otros, pero yo no los he logrado ver todavía».
Helga de Alvear quedó fascinada. «A mí, lo que me gustan son obras con mensaje. Y vaya si lo tenía. Yo necesito que los artistas me comuniquen algo más que estética, como sucede también con Santiago Sierra».
Aquel cuadro es el único Lombardi que existe, al menos reconocido públicamente, en España. Hoy está expuesto en Murcia, prestado por su propietaria, dentro del Proyecto de Arte Contemporáneo (PAC). Su título: «Frank Nugan, Michael Hand, and Nugan Hand Ltd. Of Sidney, Australia, ca. 1972-1980 (8th version), 1988».
«Hace cinco años -sigue diciendo Helga de Alvear- Lombardi era un completo desconocido, hoy lo sigue conociendo muy poca gente, pero está alcanzando una fama muy respetable. Pero yo no lo compré por inversión, como hace otra mucha gente, sino porque encontraba en él misterio y mensaje».
Es el mito de Lombardi. Una leyenda que se multiplica en las mismas entrañas en donde arraigó su obra: Internet.
«Sabía mucho, había conseguido grandes contactos a través del ordenador y tenía fuentes tremendas», explica Helga de Alvear. Los mapas mentales de Lombardi, bautizados como «conspirancy art», están plagados de interconexiones clandestinas entre corporaciones, organizaciones políticas y una gran variedad de instituciones internacionales.
Negocios saudíes de Bush y Bin Laden
Círculos, flechas, guiones, puntos, textos, arcos, llaves que parten de nombres como Bill Clinton, Ronald Reagan, George Bush, Osama Bin Laden, Sadam Hussein y se enlanzan con escándalos como Irán-Contra, la venta de armas a Irak, las finanzas del Vaticano…
Negocios inconfesables, tentáculos del poder y del dinero. La más famosa obra de Lombardi es un epigrama que reúne, a través del empresario vinculado a la CIA James R. Bath e inversiones saudíes en EE UU a los Bush y los Bin Laden en 1997. Con el padre, Sheik Salim, y con el hijo: Osama, el hombre al que el propio presidente de EE UU condena como el anticristo que financió el 11-S.
Su título: «George W. Bush, Harken Energy and Jackson Stephens c. 1979-90 (5th. version, 1999)». Vinculación que, posteriormente, Michael Moore recogió en su película »Fahrenheit 9/11″.
En el bucle de la red de redes es donde hoy Lombardi se enfrenta a su destino. Lo mismo que hace ocho años encontró la muerte. Foros, links, blogs, especulaciones. Lombardi falleció en el año 2000. Oficialmente un suicidio. Pero la red acusa de asesinato. Por otro, hay quien ataca al artista culpándole de «pura invención».
Para Lombardi, que había denunciado antes de morir que se sentía espiado, su obra era básicamente «información». «A la gente le gusta muchos las historias ?añade Helga-, pero se cuentan tantas. Aunque es verdad que la obra de Lombardi invoca a Hitchcock».
Muerte un año antes del 11-S
La realidad es que un año antes del 11-S Lombardi fallece en oscuras circunstancias. Y que su obra recoge en varias ocasiones nombres de implicados, protagonistas y benefactores de la lucha contra el terrorismo internacional y la segunda guerra de Irak. Ya lo había hecho en la primera. Con otro dibujo a grafito muy difundido: «BNL, Reagan, Bush, & Thatcher y la Armada de Iraq, ca. 1983-91 (1ª versión)».
En la colección permanente del Whitney Museum of American Art, de Nueva York, cuelga por ejemplo »BCCI-ICIC-FAB, c. 1972-1991 (4th Version), 1996-2000», que el FBI pidió examinar para seguir pistas sobre la financiación de Al Qaeda.
¿Quién pudo acabar asesinando a Lombardi? Los mismos poderes fácticos a los que el artista señalaba en sus obras uniendo banca, guerrillas, terrorismo internacional, comercio, golpes de Estado, elecciones presidenciales…Pero eran tantos…
Imagen general de una de las obras de Lombardi.
Nada se ha podido probar. Ni que el suicidio estuviera, tampoco, planeado, ni que tuviera relación con la enfermedad que se le suponía: trastorno bipolar.
Redes de la corrupción mundial
Sus pictogramas, reconocidos como «redes mundiales», son una denuncia universal de las redes de corrupción. Dibujos a gran tamaño que exponen verdaderas «estructuras narrativas», lo que él mismo calificó como «líneas y apuntes, que tratan de inspirar y redactar un cuento, típicamente sobre un evento reciente, como la caída de un gran banco internacional o una firma de inversiones. Una de mis metas es investigar las fuerzas de interacción política, social y económica en los negocios contemporáneos».
El Museo de Bellas Artes de Ontario (Canadá) expuso hace dos años una retrospectiva de su obra, la mayor que se ha hecho de momento. Ahí es nada, cada cuadro es un verdadero reportaje sobre la cara oscura de la economía mundial:
-World Finance Corporation, Miami, ca. 1971-79 (5ª versión), 1999 [colección del artista]
-Oliver North, Recursos del Lago, Panamá y la Operación Irán-Contra, ca.1984-86 (4ª versión), 1999 [colección de Daniel Silverstein]
-World Finance Corp.-Guillermo Hernández Cartaya (Miami FL) (1ª versión), 1994 [colección de Mr. and Mrs. Michael Scout]
-Inner Sanctum: El Papa y sus Banqueros Michele Sindona y Roberto Calvi, ca. 1959-82 (5ª versión), 1998 [colección de Janice y Mickey Cartin]
-George Bush y Palmer National Bank de Washington, D.C., ca. 1983-86 (5ª versión), 1999 [colección de Amy y Joseph Morel]
-World Finance Corporation, Miami, ca. 1971-79 (5ª versión), 1999 [colección particular]
Un artista que se revaloriza
Estas grandes cosmografías de la corrupción y las relaciones inconfesables se han combinados como un cóctel explosivo. Sus esquemas diagramáticos arrojan claridad sobre superestructuras de flujos financieros y de información que, paradójicamente, artísticamente se han revalorizado como paradigma del llamado «neo conceptualismo».
Pero a Lombardi, básicamente, lo que le importaba era contar del modo más sintético posible lo que nadie veía. Y el había ido, pacientemente, recabando en fuentes periodísticas y a través del correo electrónico.
Eleanor Heartney escribió en The New York Times que «el interés del señor Lombardi, de presentar la información pura, tal como es; lo calificaba como un artista conceptual; sin embargo, de diversas maneras él actuaba, como hemos visto, de reportero investigador».
Política como arte
Nacido en 1951 en Nueva York, Lombardi comisarió durante su etapa en la Universidad de Siracusa una exposición significativa para el desenlace posterior de su obra: «Teapot Dome to Watergate», retratando la corrupción en el Gobierno norteamericano. Ahí se dio cuenta que la denuncia política también podía concebirse como un arte.
Pero sus diagramas fueron meramente casuales. Pintor de vocación, Lombardi -ver foto a la izquierda- lo que realmente pretendía era elaborar una biblia de la corrupción en el gobierno y las grandes empresas de Estados Unidos.
Y llegó a crear hasta 14.000 fichas con datos. Hasta que un día comenzó a crear sus esquemas de grandes dimensiones para analizar las conexiones entre la multitud de empresarios, políticos y banqueros que, sobre todo, copaban sus investigaciones.
Al Martin, autor de «The Conspirators: Secrets of an Iran Contra Insider» (www.almartinraw.com) ha proseguido, por ejemplo, las vinculaciones que sugería Lombardi entre Bush y Noriega, el gran capo de la droga, que tropas norteamericanas capturaron en Panamá, enviándolo ilegalmente a los EE UU.
Y, especialmente, el periodista Uri Dowbenko, que analiza la obra de Lombardi en «Bushwhacked: Inside Stories of True Conspiracy» (www.conspiracydigest.com).
Robert Hobbs, profesor de Historia del Arte en la Virginia Commonwealth University, ha comisariado varias de las exposiciones itinerantes que han difundido en los últimos años la obra de Lombardi por Estados Unidos. Y no duda en quejarse de que sus dibujos fractales no han sido lo suficientemente reconocidos.
Pero el signo está cambiando, al punto que una joven pintora española, Irene González (Avilés, 1978), por ejemplo, cita a Lombardi como su pintor de cabecera porque «manejaba un lenguaje muy personal, casi psicótico, que convertía en algo próximo y cálido algo aparentemente tan frío como un pictograma». Para Helga de Alvear su lenguaje es tan único «como el de Kafka», es decir, que «no volverá a haber otro igual».
Y sus revelaciones comienzan, poco a poco, a confirmarse. Las teorías de la conspiración son la más vieja tradición de los Estados Unidos. Aunque el actual representante de la obra de Lombardi en EE UU, Joe Amrheim, director de la Pierogi Gallery en Brooklyn, tiene claro que «no era un paranoico», sino que, ante todo, «estaba fascinado por las relaciones increíbles que iba encontrando».
Fuente: El Economista