Ben Beach, de 67 años, perseguía convertirse en el primer corredor en completar 50 ediciones consecutivas del maratón de Boston. Dicho y hecho. Cruzó la línea de meta con un tiempo de 5 horas, 1 minuto y 26 segundos. Completó el recorrido con un cartel en su pecho en el que se leía: ‘Armas no’.
Ben Beach tomó la salida del 121º maratón de Boston con una sola meta en su mente: convertirse en el el primer hombre en correr una maratón 50 veces consecutivas.
No falla desde hace 50 ediciones. Debutó en 1968, en su primer año como estudiante en Harvard, cuando le faltaba un mes para cumplir los 19. Nunca había corrido más de ocho kilómetros, pero la radio le empujó al asfalto.
En su habitación escuchó la retransmisión de 1967. Los participantes afrontaron los 42,195 kilómetros entre aguanieve y con los termómetros bajo cero.
«Correr en esas condiciones me pareció de lo más apetecible. Me dije: voy a correrlo», recuerda Beach. Aquella edición de 1967 pasó a la historia porque Kathrine Switzer se convirtió en la primera mujer en correr en Boston.
Debutó con un tiempo de 3 horas y 23 minutos. Tras cruzar la meta, esperó en fila para usar la única ducha disponible antes de ir a por el tradicional plato de estofado de ternera. No pudo con él. Se conformó con cuatro vasos de leche. Mientras bebía, tuvo claro que una y no más. «Me dije esto es todo, ya lo has hecho, pero al cabo de unas semanas sentí que había sido lo mejor que me había pasado y que debía repetir».
Volvió. Una y otra vez. Como estudiante de Economía. Como graduado, luego como escritor. Más tarde como asesor del Congreso y contratista del Departamento de Estado. «Ni sé cómo he llegado hasta aquí. He tenido suerte. Afortunadamente todas las cosas que podría haber ocurrido, como una gripe, una lesión o un accidente en el autobús, ninguna me han pasado», apunta Beach.
Límite: seis horas
La racha casi se rompió en 1971 por una lesión de rodilla que le acompañó durante más de la mitad del recorrido.
Diez años después marcó su mejor tiempo con 2 horas, 27 minutos y 26 segundos.
En 2002, terminó el recorrido en 3h07:50. En 2012 pasó a las 5h55:22.
En la versión 121° debió bajar de las seis horas para no quedar fuera de control en una edición marcada por el duelo entre el etíope Hayle, ganador en 2016, y el estadounidense Galen Rupp, bronce olímpico en Río.
Hace 15 años a Beach casi se le acaba la vida maratoniana.
Su pierna izquierda comenzó a fallar. Le fue diagnosticada una distonía (trastorno del movimiento que causa contracciones involuntarias de los músculos y calambres).
«No es doloroso en sí mismo. Sólo hace que me sea incómodo correr, lo hago con molestias», señala Beach.
Ni el atentado de 2013 rompió su racha.
Superó la mitad del recorrido, condición fijada para obtener la condición de finisher. Desde hace ocho años corre con una chaqueta anudada a la cintura. «Me protege del viento en los kilómetros finales». Nunca escucha música.
Utiliza otro método para mantener la mente ocupada:
«Recito el nombre de todos los senadores de Estados Unidos. Empiezo por Maine y acabó en Hawai. Con los presidentes acabaría antes», afirma.
Correrá cada año mientras la salud se lo permita. «Lo llevo en la sangre», señala.
En el horizonte, el récord de Johnny Kelley: acabó 58 ediciones entre 1933 y 1992, pero no de forma consecutiva.