lunes, noviembre 25, 2024
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Los Desafíos de la Segunda Vuelta

El descomunal blindaje de los grandes medios a la derecha, y un relato que ha pretendido transformar una evidente derrota histórica, en un triunfo para una nueva oportunidad, han permitido a la derecha y su gobierno tener un “respiro” para recomponer fuerzas. Si bien el sector de Matthei y Piñera está “tocado” y  “golpeado”,  no se puede considerar que esté derrotado. Sin embargo, los resultados de las elecciones parlamentarias y presidenciales son más que elocuentes: La coalición que respalda a Michelle Bachelet y su programa, subió su representación en las dos Cámaras, y queda en mayoría en ambas.

Obtiene once doblajes (no esperado por varios conspicuos analistas de la propia Nueva Mayoría), y logra doblar a la derecha en dos circunscripciones, “peleando” legítimamente una tercera circunscripción.

Este resultado, más que distanciar, acerca bastante los escenarios políticos-legislativos para impulsar y aprobar varias de las principales reformas que se plantean en el programa de gobierno: Educación y Tributaria.

Pero, además, esta correlación parlamentaria podría instalar, en el primer año de gobierno, el impulso a varias de las reformas laborales que son parte del programa de Michelle Bachelet. Esto, porque ahora aparecen más factibles entre las prioridades.

Si se considera a varios nuevos diputados independientes, y a lo menos a dos senadores en esa condición, resulta más factible impulsar reformas políticas, sociales e institucionales, frente a una derecha ostensiblemente reducida, pero que tendrá fuerza y tratará de imponer el veto o limitar el alcance de las reformas.

El sector político más duro y parapetado de la derecha, la UDI, perdió en estas elecciones cerca de medio millón de votos, más de cinco diputados y varios senadores.

La candidata presidencial de la Nueva mayoría logra casi un 47%, en una elección con nueve candidatos, todos (más o menos) focalizando sus ataques hacia ella, su programa  y su coalición.

En ese sentido, no hubo tregua, y ese clima impidió que un electorado menos informado; menos involucrado; distante de las contiendas cívico-electorales; tuviera las condiciones y los elementos para observar que, esencialmente, la gran confrontación de contenidos y programa era entre Michelle Bachelet y Evelyn Matthei.

Por cierto, las cadenas de grandes medios, explícitamente proclives a la derecha, estimularon este clima entrópico.

Sin embargo, lo que no pudieron evitar fue la incidencia positiva de una campaña presidencial que se orientó a fortalecer los doblajes, y que privilegió el mensaje de tener un Parlamento para los cambios y las transformaciones.

Los resultados son elocuentes en este sentido. Prácticamente todas las fuerzas de la NM o mantienen, o suben sus representaciones, y en la elección de CORES superan extensamente a la derecha.

También afectó a  la NM y su candidata presidencial, el lento ritmo inicial de la campaña, en los espacios territoriales y comunales, el cual fue tomando mayor cuerpo cuando la propia Michelle Bachelet convocó a hacer el esfuerzo por doblajes y ganar en primera vuelta.

Esto último, que la derecha y sus medios proclives tratan de mostrarlo como una debilidad, fue una fortaleza de la campaña de NM y MB, especialmente en las últimas semanas.

Chile es un país en donde la crisis de representación es real. Por momentos manifiesta, por momentos latente. Y expresión de esa crisis (que tiene múltiples causas) es la baja participación de la ciudadanía en los procesos electorales, en general. No es precisamente, esto, una fortaleza virtuosa del actual sistema de representación de Chile.

El reciente estudio de un equipo encabezado por Alfredo Joignant, muestran claramente que, en un contexto social que no motiva ni construye ciudadanía (y eso viene de muchos años en Chile), el resultado es calamitoso: los ciudadanos que viven en las comunas más pudientes, entre las más pudientes, votan en un rango superior al setenta por ciento. Mientras que los viven en las comunas más grandes y pobres, lo hacen en menos del cincuenta por ciento, incluso menos del cuarenta por ciento.

A este hecho, que se expresó con fuerza en estas elecciones parlamentarias y primera vuelta presidencial, se debe agregar que, la UDI, y su intento de “UDI-Popular”, tuvieron un severo traspié al haber perdido medio millón de votos en estos segmentos.

Otro dato relevante es que, en este clima de cierto  “libertinaje” en cuanto a deberes y derechos  ciudadanos, estimulado por un sistema hiper-individualista y mercantilizado, las y los ciudadanos de entre 30 y 45 años son el segmento que menos votó en estas elecciones. Es decir, no estamos hablando de jóvenes, sí de adultos-jóvenes.

La derecha, su gobierno y sus partidos, fuertemente tocados por la derrota en las parlamentarias y en la primera vuelta, buscarán fidelizar al máximo la votación histórica del sector. Sin embargo, lo harán desde una evidente precariedad programática; con un gobierno que termina en fracasos importantes, evaluado desde su propio programa.

Tienen como gran fortaleza el blindaje mediático, una concentración por momentos brutal que incluso no deja de explicitar cierta agresividad.

Apelarán a la despolitización y al temor al cambio.

Ambos factores usados recurrentemente por las derechas de todo el continente; antes en campañas presidenciales en Brasil, Uruguay, Argentina y Colombia. Con efectos no siempre positivos para ellos.

El desafío de la Nueva Mayoría y de su candidata presidencial, es llegar con el mensaje programático de transformaciones como las que están planteadas, especialmente a aquellos segmentos sociales que no han tenido la oportunidad de conocerlo y de considerarlo en toda su dimensión.

Tal vez, ahora sí se produzca el escenario que puede ayudar en tal dirección, y es que la ciudadanía pueda ver, con mayores elementos, la confrontación entre una alternativa que propone cambios de verdad, y otra que es continuismo y mantención de lo actual.

La batalla es en todo el país y en todos sus rincones.

Y este desafío también es bien concreto, y georeferencial y territorialmente acotado.

Se le ubica, prioritariamente, en la Región Metropolitana; en la Quinta; en la Octava y en la zona norte extrema de Chile (Iquique-Arica).

En definitiva, la segunda vuelta presidencial tiene una épica evidente, y que todas las campañas que buscan transformaciones y cambios la deben asumir: Construir ciudadanía a través del ejercicio democrático del voto en conciencia.

El país, en este sentido, es un camino y una esperanza abierta: Más del sesenta por ciento de los votantes en primera vuelta, lo hicieron por candidaturas que propusieron cambios que apuntan, con diferencias y matices, hacia objetivos comunes.

Y los que no votaron, son ciudadanos que miran, observan, desconfían, pero son susceptibles a los mensajes de transformación.

De aquí al 15 de diciembre hay una gran tarea por hacer.-

(*) Integrante de la Comisión Política del Partido Comunista.

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