por Paul Cockshott, Allin Cottrell (*).
Si se comparten las ideas del historiador Eric Hobsbawm, en términos de circunstancias históricas, el Siglo XX no duró desde 1901 a 2000, sino de 1914 hasta 1989, el de la crisis de la Perestroika y el crepúsculo del socialismo del pasado siglo.
A fines del siglo pasado escribimos el libro “Hacia el Socialismo del Siglo XXI” para proporcionar una respuesta alternativa a la crisis que afectaba a la URSS; era una respuesta diferente a los que propugnaban los reformadores dentro de ese país que estaban a favor de la economía de mercado. Ahora, pasados los años el libro se puede leer como una despedida del socialismo del siglo veinte y una propuesta para un nuevo socialismo en el siglo 21.
Veamos, por lo menos en la retórica, los partidarios del socialismo tienen algunas metas comunes de carácter general, a saber: poner fin a la explotación, acabar con la división entre ricos y pobres, proporcionar trabajo para todos, igualdad de sexos, progreso económico, altos niveles de educación para todos, salud pública y universal.
Para lograr estas metas, durante el siglo 20 se presentaron dos modelos: el proyecto ejemplificado por la URSS, y el proyecto socialdemócrata ejemplificado por Suecia.
Cada proceso hizo su camino.
El proyecto soviético alcanzó logros reales:
Acabó con la polarización de la sociedad entre ricos y pobres
Terminó con el desempleo
Trajo progreso económico para las mujeres
Ofreció Salud Publica Universal de calidad
Entregó educación gratis para todos
Los trabajadores obtuvieron otros muchos beneficios, por ejemplo, alojamiento y transporte barato, jubilaciones justas, etc., pero esto lo financiaba el estado. (Los gerentes de las fábricas sólo tenían que preocuparse de los salarios pagado en dinero)
Y finalmente un rápido crecimiento económico hasta 1970 y un crecimiento modesto a continuación.
El camino socialdemócrata también aportó cierto avance:
Redujo las desigualdades del ingreso
Disminuyo el desempleo
Trajo progreso económico para las mujeres
Estableció un sistema de Salud Universal
Entregó educación a sectores de la clase obrera
Logró un crecimiento económico modesto hasta los años setenta. No tan rápido como el soviético, pero mucho mejor que lo obtenido bajo el capitalismo del libre mercado.
Aunque ambos sistemas alcanzaron mejorías para los trabajadores, a fines del siglo 20 las acumulaciones de sus debilidades hicieron que parecieran que “habían fracasado”.
Algunas de las debilidades del modelo soviético fueron estas:
Aunque acabó con la explotación capitalista, no puede decirse lo mismo de la relación entre los trabajadores y el Estado. Las fábricas tenían una fuerza de trabajo sobredimensionada. Había a menudo escasez de artículos de consumo. La industria mantuvo un progreso técnico limitado después de los avances iniciales de la revolución. A la industria le faltó un sistema racional de cálculo los costos, y los precios eran a menudo irracionales.
Los obreros tenían más derechos en su lugar de trabajo que bajo el capitalismo. Pero, todavía había un poco control democrático, tanto en el lugar del trabajo como en la sociedad en general.
Al final, el sistema político descarriló y la URSS cayó en elementos corruptos con el golpe de estado de Yeltsin.
El modelo socialdemócrata también tenía serias debilidades:
Mantuvo la explotación de obreros por sus patrones. Aunque los diferenciales en los ingresos en general bajaron un poco, las grandes diferencias entre un puñado de millonarios y los trabajadores siguieron creciendo. Se eliminó el desempleo masivo en los años cincuenta, pero este volvió́ a crecer en los ochenta.
Se deterioró gradualmente la educación y de los servicios de salud gratuitos.
Y, finalmente, a finales del siglo XX se instaló el neoliberalismo.
Problemas reales
Lo que propusimos en nuestro libro era crear un nuevo socialismo que superará las deficiencias de ambos modelos.
Del modelo soviético propusimos mantener la propiedad pública sobre la tierra y la industria, la planificación económica, el mando estatal del comercio exterior y el pleno empleo.
Del modelo sueco propusimos mantener el mercado para los bienes de consumo y la libertad de asociación.
De ambas variantes propusimos conservar los sistemas de educación y salud gratuitos.
Era fácil definir las metas de esta manera, empero la gran dificultad consiste en construir un mecanismo económico y político que logre hacer efectivas. Por eso, la obra es un libro bastante voluminoso, no un folleto de propaganda.
Los sistemas de socialismo del siglo pasado fallaron debido a problemas reales en su estructura económica y política.
Ahora, cuando los movimientos sociales del siglo 21 se planteen construir de nuevo el socialismo sin resolver esas dificultades, los problemas reales regresarán causando nuevamente graves problemas. Por eso en el libro hicimos propuestas políticas y económicas detalladas.
Ahora en este artículo solo queremos destacar algunas ideas sin entrar en los detalles que definimos en el libro. A nuestro parecer estas son las cuatro cuestiones básicas:
-Se requiere una economía que opera sobre el valor objetivo (basada en el tiempo de trabajo no basado en el dinero)
-Es preciso una planificación cibernética usando Internet para planificar, no para aumentar la burocracia.
-Se debe crear mecanismos de retroalimentación de los consumidores, en tiempo real, para asegurar la satisfacción de sus necesidades
-Es necesario instituir una Democracia real directa: la democracia parlamentaria y la democracia del tipo soviético deben ser superadas.
El valor como factor clave
Para construir el socialismo del siglo XXI el uso del valor objetivo es, con creces, el elemento más importante. Una de las deficiencias clave del sistema soviético residió en el uso de lo que llamamos “precios administrativamente determinados”.
En un conocido ensayo (1), el economista austriaco Mises argumentó que la racionalidad económica sólo era posible con una economía de mercado- con dinero y precios de mercado-. Por un buen tiempo, estos argumentos parecieron devastadores para la causa del socialismo.
La concepción marxista dominante del socialismo involucraba la abolición de la propiedad privada sobre los bienes de producción y la abolición de dinero. Como respuesta Mises argumentó: «cada paso que nos aleja de la propiedad privada de los medios de producción y del uso de dinero también nos aleja de la racionalidad económica» [2].
Entonces, según Mises, las tesis económicas de Marx y Engels se encontrarían inevitablemente «operando en la oscuridad» y, produciendo » una salida absurda en un aparato económico insensato”.
Los marxistas habían contrapuesto una planificación racional a la anarquía del mercado. Para Mises tal programa era totalmente infundado porque con la abolición del mercado se destruiría la única base para el cálculo económico, es decir los precios deben ser fijados por el mercado.
Según el economista austriaco a los planificadores socialistas, les faltaría una base para tomar decisiones económicas sensatas y por tanto, “el socialismo no es otra cosa que la abolición de una economía racional”.
Si le creyéramos a Mises, la única manera de racionalizar los recursos sería entregar esta tarea a manos del mercado y del dinero. El economista, uno de los padres del neoliberalismo, rechazó de plano la planificación económica. Propuso que los planificadores socialistas deberían hacer uso de una “unidad de valor objetivamente reconocible”, por ejemplo, la propiedad de bienes inmuebles para la realización de los cálculos económicos.
En sus trabajos Mises impugnó terminantemente el trabajo como unidad de valor. Su crítica a la teoría del valor de Marx no sólo fue ambigua sino también insuficiente. Le dedicó, apenas un par de páginas en sus ensayos (1935 y 1951). Y cuando Mises estaba escribiendo, los socialistas de la época habían abandonado la concepción de Marx y Engels acerca del trabajo como unidad de valor.
Nosotros creemos, junto con otros recientes escritores socialistas (como Peters y Dieterich) que Mises estaba tremendamente equivocado.
El valor (tiempo de trabajo) no sólo es una base para el cálculo económico socialista, es la llave para establecer la justicia social. Desde nuestro punto de vista para avanzar hacia el socialismo “los precios de los bienes deben expresar el tiempo necesario para producirlos y los trabajadores deben recibir su paga por las horas de trabajo aportadas mediante certificados de trabajo, no con dinero) Con un cambio de este tipo se podrá mejorar radicalmente la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población”.
Para entender esta afirmación en apariencia radical comparemos los ingresos reales que los obreros obtendrían bajo una economía socialista que opere sobre el valor-trabajo, y lo que obtienen hoy en día en cualquier economía capitalista. En nuestro libro usamos como ejemplo a Gran Bretaña, pero podemos hacer cálculos similares para otros países capitalistas. En este caso hemos elegido México *
El trabajador mexicano gana en promedio 20.52 pesos por hora, pero una hora de labor en México crea en promedio un valor de 69.23 pesos. En otras palabras, bajo el capitalismo el trabajador es estafado en 48.71 pesos por hora. (Esta plusvalía va toda destinada a proporcionar beneficios a la clase capitalista nacional y a las empresas multinacionales).
Veámoslo de otra manera. Trabajando 43 horas, un trabajador mexicano recibe sueldo (dinero) que le permite comprar bienes de consumo como si hubiera trabajado tan solo 12 horas. Es decir “alguien” se ha quedado con 31 horas de su trabajo.
Supongamos que un México socialista aboliera el dinero, y pagara a los trabajadores con certificados de trabajo (valor) y vendiera los productos a su verdadero valor. Supongamos que también en un México socialista se redujera la jornada laboral de 43 horas a 35 horas.
En 2003 el salario medio bajo el capitalismo en México era de 886 pesos por semana. Pero si se pagara con un sueldo socialista de 35 certificados de horas de trabajo (valores) el trabajador tendría un poder adquisitivo equivalente a 2.423 pesos. La gente tendría más tiempo libre y su ingreso promedio subiría tres veces.El reemplazo de dinero por los certificados de valor socialistas acabaría con la explotación, manteniendo una base objetiva para el cómputo de los costos económicos.
La URSS y el valor
Los precios en la URSS no se basaban en costos objetivos, sino en decisiones administrativas. Este método los llevó a una praxis irracional. El pan era más barato que el maíz y, en consecuencia, los granjeros alimentaban sus cerdos con pan.
Los valores son una medida objetiva de lo que le cuesta a la sociedad producir las cosas y por tanto es un mecanismo que previene de situaciones sin sentido, como la antes mencionada.La productividad industrial de la URSS se retrasó frente a la de Suecia.
La causa básica fue un nivel más bajo de los salarios. En la actualidad en México y otros países de Sudamérica, donde la explotación es extrema, los bajos sueldos son el mayor factor del atraso económico.
No es casualidad que países como los escandinavos, dónde la explotación es relativamente baja, tenga industrias modernas. En el mundo bajo el dominio Imperial el trabajo cuesta menos de una cuarta parte de su valor, pero las máquinas se cotizan a su valor completo.
Cuando el trabajo cueste su valor completo se produce una rápida aceleración de la productividad laboral, debido a que la maquinaria moderna se vuelve eficiente en costos (cost effective).
La Planificación Económica
Todas las economías necesitan un mecanismo para integrarlas. La respuesta neoliberal es el mercado. Nosotros creemos que ese tipo de economía está radicalmente equivocada- salvo para bienes de consumo en una primera etapa.
Pero si se rechaza el mercado se necesita una alternativa: la planificación. Una de las cuestiones importantes de nuestra posición es demostrar que, con las computadoras modernas, la planificación económica puede llevarse a cabo de manera eficaz, con mayor exactitud, velocidad y sensibilidad de lo que era posible en el pasado reciente.
Pero, para que la planificación sea eficaz no sólo se requiere de la tecnología informática, sino también una economía a la escala correcta.
Una razón por la cual la URSS pudo sobrevivir tanto tiempo fue porque tenía una extensa área geográfica y una gran población.
Lo mismo vale para China aunque su reciente crecimiento este basado en la exportación de productos. Nosotros dijimos que uno de los fracasos del COMECON consistió en que no integró las economías de los diferentes países socialistas. No existía una planificación transnacional unificada.
El mismo tipo de problemas se pueden aplicar hoy a los países de América Latina. El Socialismo tiene que hacerse a escala continental, y también, en otra etapa a escala global. La creciente escala de la división internacional del trabajo, la llamada globalización, ha sido uno de los factores que minaron el modelo socialdemócrata en Escandinavia.
El conflicto sino-soviético en los 60s frustró la oportunidad de un bloque económico planificado para la mayor parte de Eurasia, y tuvo consecuencias fatales para la competencia entre el bloque socialista y el mundo capitalista. Reflexionando acerca de este punto, uno debe preguntarse ¿cuáles fueron los obstáculos políticos para una coordinación económica internacional de carácter socialista?
La respuesta hay que buscarla en la ausencia de estructuras estatales a nivel supranacional. Ausente esta estructura, los jefes de estado de los países socialistas del siglo pasado priorizaron los intereses nacionales.
¿Socialismo del XXI en América Latina?
Mirando el desarrollo de la Unión Europea, uno observa las mismas debilidades. En Europa el poder se concentra en el Consejo, donde los ministros actúan como representantes de sus estados nacionales. Esto indica que un exitoso ‘bloque de poder regional’ en la ‘Patria Grande ́ de América Latina requeriría de una coordinación unificada y jacobina.
Un tema central, para planificación continental de Sudamérica es la producción de energía. Asumiendo que hemos alcanzado el punto álgido en la producción de petróleo, el acceso a la energía va a ser un factor crucial para este siglo.
La escasez de energía afectará a economías como las de América Latina que competirán por petróleo en el mercado mundial contra Estados Unidos, China y Europa. Las fuentes de combustible de fósil venezolanas y andinas no son suficientes para industrializar América Latina hasta los niveles de europeos, y mucho menos para exportar algunos de estos excedentes con la finalidad de conseguir divisas.
El Etanol biológico, si se desarrolla dentro de la lógica de la economía de mercado, significa hambre a gran escala. Esto implica que es urgente una planificación estratégica para el desarrollo de fuentes de energía alternativas: nuclear y solar, del viento y del oleaje. Esto, a su vez, necesita del desarrollo de un sistema continental de energía.
La energía solar es viable en las áreas altas donde la tierra no puede usarse para la agricultura-por ejemplo, planicies esteparias al Oeste de los Andes. La energía eólica es posible donde prevalecen vientos desde el mar; de nuevo, en las regiones costeras del Pacífico. Dado que estas energías están algo alejadas de los grandes centros de la población – habrá la necesidad de un sistema de poder continental. El uso de sistemas de voltaje alto y de distancias largas que unían Siberia con la Rusia europea, es una de las historias de éxito de la planificación soviética.
Probablemente será imposible tener una economía industrial avanzada en Sudamérica sin la planificación de un programa de energía nuclear. Esto requiere el desarrollo de un tipo de reactor estandarizado, producido en masa, que preferentemente use uranio natural, para que no sea dependiente del desarrollo previo de esta tecnología. Requeriría también el establecimiento de una autoridad de energía atómica transnacional para desarrollar y fabricar plantas estandarizadas.
Transición Económica al Socialismo
Las limitaciones más obvias en nuestro libro son el proceso real de transición de la economía capitalista a la socialista: la transición de una economía regulada por el intercambio de mercancías por dinero (con la extracción de un excedente como plusvalor) a una economía regulada en forma natural y por un plan (con una extracción de plusproducto dirigido por la planificación).
En términos generales pensamos que se podría dar a través de las formas intermedias de cooperativas y empresas estatales, en un proceso de tres fases.Una primera fase de transición involucra cambiar de un sistema de capitalismo de accionistas (shareholder capitalism) a una combinación de capitalismo de estado y empresas que son propiedad de los trabajadores. Una segunda fase involucra una transición a una economía totalmente planificada.
Lo que debe estar asegurado es la continuidad de la producción material mientras las relaciones de propiedad cambian. Dado que es común para las empresas cambiar de propiedad en una economía capitalista, la necesidad del traspaso de propiedad no amenaza de por sí la continuidad de la producción. Hay experiencias suficientes de transiciones ordenadas de empresas privadas a propiedad del Estado, y vice versa.
Todo lo que se requiere para una transición sin problemas es mantener el nivel de la producción de bienes, hacer que el personal de las empresas permanezca en el trabajo, y que el Estado garantice líneas de crédito para pagar las facturas comerciales debidas al suministro de materias primas. Habiendo hecho esto, las empresas – ahora – estatales pueden continuar su actividad.
Un ejemplo de esto fue la eficaz renacionalización de la red ferroviaria del Reino Unido. Prácticamente de la noche a la mañana y sin ninguna legislación especial, el gobierno declaró a la Compañía privada que gerenciaba las vías férreas, “insolvente”, y sus recursos pasaron a una nueva compañía sin fines de lucro.En el proceso, los accionistas encontraron, como en cualquier compañía una empresa quiebra, y que solo eran dueños de una fracción de lo que pensaban era su propiedad. Éste era, sin embargo, un caso especial, ya que la empresa nacionalizada era casi insolvente y dependía de los órdenes del gobierno.
Volviendo a la formación de las cooperativas de trabajadores; sería relativamente fácil legislar que las direcciones de empresas fueran elegidas completamente por los empleados o, digamos, por el 75% por los empleados. En tales circunstancias, las empresas permanecen líquidas, retienen sus recursos, pero cambian su consejo de administración (board of management).
En la formación de las Compañías sin fines de lucro y de las empresas controladas por los trabajadores, los perdedores son los accionistas originales. En el caso de la promulgación de una ley que permita la formación de compañías manejadas por trabajadores, la situación se vuelve un tanto híbrida; se restringen los derechos de los accionistas sin abolirse completamente. Pero, está claro que una dirección elegida por los trabajadores pagaría probablemente dividendos más bajos que una elegida por los accionistas. La consecuencia inevitable sería una caída drástica en el precio de las acciones de las compañías.
Donde el estado se vuelve directamente propietario de las compañías la pregunta de inevitable es ¿quién compensa a los accionistas? Cuando los gobiernos Laboristas en el Reino Unido nacionalizaron las empresas lo hicieron emitiendo bonos de tesorería para pagar a los anteriores accionistas. El costo neto al fisco fue bajo, porque en la cuenta de capital el aumento en las obligaciones estatales fue compensado por las acciones adquiridas.
En cuanto a los ingresos la obligación de pagar el interés de los bonos puede compensarse con las ganancias esperadas de las nuevas empresas estatales. Algo semejante puede preverse en la legislación sobre las empresas en propiedad de los trabajadores, en que en compensación por la pérdida del derecho de votar de los accionistas se les cambiaría el carácter legal de sus títulos de propiedad (equity shares converted to debentures).
Este tipo de medidas habilitarían la transición del capitalismo dominado por rentistas (rentier owned capitalism) hacia un capitalismo dominado por el Estado y los trabajadores, pero tendría la desventaja de agobiar a las empresas en propiedad de los trabajadores y del Estado con los pagos de intereses anuales, en beneficio de la clase de rentistas. Está claro que en tal escenario persistirían diferencias muy sustanciales en los ingresos y la riqueza
Durante el período en que estas formas de transición dominan la economía, el papel de la bolsa de valores continuaría funcionando como una fuente para obtener nuevos fondos de inversión. El recurso para equilibrar ese poder sería una expansión del papel de los bancos estatales, como una fuente de nuevos fondos. En esta fase de transición la economía sería todavía capitalista, pero el papel de propiedad de los capitalistas individuales se reduciría grandemente. La ruptura sería con el sector financiero, la bolsa y de los fondos de inversiones. Pero esta ruptura sería manejable, porque no sería un cambio tan impactante como los cambios estructurales que ocurrieron en muchas industrias pesadas durante los últimos 20 años.
Una segunda fase de transición involucra el desarrollo de la capacidad para la planificación detallada: la preparación del sistema administrativo, el establecimiento de los mecanismos de control democrático y la construcción de redes de computación que se exigiría la clase de planificación que proponemos en el libro. Inicialmente, estos planes serían indicativos. En cuanto el sistema se consolide, se volverían obligatorios.
Una tercera fase involucra la abolición real de intercambios monetarios para transformar el pago con certificados de valor (labour tokens). A estas alturas los intereses clasistas de una residual clase rentista y los de la masa de la población empleada, entrarán en un conflicto agudo. La instalación de un sistema de pago con certificados de valor es incompatible con el pago de intereses, porque el dinero en que se pagan los intereses, dejará de ser la moneda de curso legal. En este momento, la naturaleza esencialmente parasitaria de la clase rentista será evidente, dado que los rentistas habrán perdido cualquier función productiva.
La complicación mayor que se presentará en esta fase son las pensiones privadas que están basadas en la bolsa de valores. Por tanto, será posible hacer atractivo el traslado de esas pensiones al sistema de pensiones públicas que no se basa en la bolsa de valores.La apelación política para la abolición definitiva del dinero entre la mayoría de la población tendría que basarse en dos perspectivas.
Primero, con esta acción se aboliría todas las deudas simultáneamente (dado que una parte muy grande de la población son deudores netos -en tarjetas de crédito u otros prestamos – esto crearía una fuerte comunidad para vencer a una minoría que perdería con el nuevo sistema).Segundo, la transición a un sistema igualitario de pagos sería para la mayoría de la población una mejora significante en su ingreso y su calidad de vida.
(*) Economistas británicos
Fuente: Observatorio de la Crisis
Nota
[1] William Paul Cockshott, científico informático y economista e investigador de la Universidad de Glasgow.
* Los cálculos están hechos sobre los dados oficiales de México del año 2003
Bibliografía
L. von Mises. “Economic calculation in the socialist commonwealth”.
F. A. Hayek, editor, Collectivist Economic Planning. Routledge and Kegan Paul, London, 1935.