Pocas veces se ha visto en el debate público en Chile tal derroche de desfachatez, cinismo y arrogancia como que desplegó José Piñera ante los atónitos y desconcertados periodistas Soledad Onetto, en Ahora Noticias, de Mega, y José Manuel Astorga, en El Informante, de TVN.
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Es más: dado el clima de justificada indignación por el irremediable fracaso del sistema privado de pensiones, la colección de silogismos, sofismas y lugares comunes perpetrada por el padre del mismo, constituye un insulto a la inteligencia de los chilenos y una burla sangrienta a aquellos que están recibiendo sus miserables pensiones.
En rigor, la catadura intelectual de las sesgadas afirmaciones de Piñera no ameritarían respuesta, de no mediar el hecho que la evidente turbación de los entrevistadores puede inducir a no pocos chilenos a darlas por ciertas.
De entrada, su comparación del sistema de AFP con un Mercedes Benz, en circunstancias de que está caro para citroneta, revela su megalomanía; mientras que la metáfora de la bencina del mismo constituye lo que en el debate académico se denomina argumento aprioristico, típico de los defensores del modelo neoliberal.
Por apriorismo se entiende aquel ardid discursivo portador de una carga ideológica equivalente a la de una verdad revelada, que pretende la irreductibilidad o intangibilidad de un modelo. Desde ese punto de vista, cualquier disfunción o falla se atribuye a defectos en la implementación, a la incorrecta comprensión de los supuestos, o a perturbaciones de origen externo, pero nunca al modelo; o para decirlo de modo más simple, la culpa estará siempre en el empedrado y no en el sistema.
Esa convicción partisana convierte a José Piñera en único chileno convencido del éxito del sistema al punto de asegurar sin que se le mueva un músculo de un rostro de suyo pétreo, que «es un auto bien hecho, sofisticado, perfecto, lleno de seguridad…pero hasta a los Mercedes Benz hay que echarles bencina para que ande (SIC)». Y para él, ese combustible el ahorro, es decir, la cotización mensual del afil(i)ado.
Ese grosero sofisma elude una de las mayores contradicciones del modelo neoliberal: el talón de Aquiles del sistema privado de pensiones, instalado en Chile por José Piñera, ha sido la desregulación de la relación capital-trabajo provocada por el Plan Laboral…instalado en Chile por José Piñera.
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De no menor envergadura es la delirante afirmación de Piñera de que el promedio de las pensiones que paga el sistema alcanza los $ 650 mil, a contrapelo de todos los estudios, todas las estadísticas, la evidencia empírica del millón de chilenos que está recibiendo pensiones del sistema de AFP, la indignación nacional, el deabte político y la marcha de más de más de un millón de personas, el pasado domingo 24 de julio.
El único fundamento de tan temeraria como novedosa hipotesis es la cita descontextualizada de una carta de la AFP Habitat a sus afiliados, en la que afirma que el promedio de pensiones de aquellos que han completado treinta años de cotizaciones, es de $ 650 mil.
Al refregársela por nueve veces consecutivas en la cara al consternado periodista, Piñera eludió groseramente la razón del fracaso del sistema, consistente en la baja densidad de las cotizaciones, provocada por los efectos del Plan Laboral redactado por él, que condenó a generaciones de chilenos a la precariedad laboral.
En su azoramiento, Astorga omitió preguntarle el crucial dato del promedio del monto de las cotizaciones de aquellos imponentes que jubilan con $ 650 mil, o si tenían ahorros previsionales adicionales, como APV o APVC.
Un simple ejercicio matemático desnuda la falacia conceptual de Piñera.
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Dando por supuesto que la tasa de reemplazo de ese jubilado que recibe $650 mil es del 70 por ciento, como el propio Piñera y los panegiristas del sistema han sostenido, quiere decir que su sueldo en activo superaba los $ 900 mil, en circunstancias de que Piñera no puede ignorar que el sueldo medio actual de los chilenos es de $ 417.900, que el de las mujeres alcanza a los $ 280 mil, y que alrededor del 70 por ciento de los asalariado(a)s percibe menos de $340 mil.
A la inversa, sólo el 9 por ciento de los imponentes percibe $1 millón, o más.
Entonces, ¿de qué promedio está hablando el tahur de Piñera?
Su argumento es tan débil, que fácilmente se puede reducir al absurdo.
Supóngase por un momento que él tenga la razón, y sea el universo el equivocado.
Entonces, bastaría que todos los imponentes de la AFP Habitat que perciben menos de $650 mil, se abalancen a sus dependencias para cobrar el saldo, hasta enterar el promedio de Piñera.
Esa misma astucia de utilería usó para justificar políticamente el moribundo sistema, mediante la retorcida proposición de que el Gobierno dispone de mayoría en ambas cámaras; es decir, no la proposición, que es cierta, sino la abusiva conclusión de que si no ha enviado ningún proyecto para abolirlo, significa que lo avala.
Piñera omite, y la mayoría de los chilenos ignora, que mediante esas misteriosas alquimias propias de la actual constitución, el DL 3.500, que originó el sistema privado de pensiones, tiene un rango de ley orgánica constitucional, y por tanto, requiere para ser modificada o derogada, de una mayoría especial de cuatro séptimos, es decir, el 57 por ciento de los diputados y senadores en ejercicio, quorum inviable en el marco del sistema binominal, vigente en la actual composición del parlamento.
No es que Piñera, como político consumado, lo ignore. Sucede que, al igual que su hermano Sebastián, no puede resistir la tentación de sacar ventaja en la pelea corta. No carecen de fundamento las profusas opiniones en redes sociales que han reivindicado a Miguel como al más moral de los hermanos.
Piñera sostiene que no es político.
¿Pero puede no serlo el responsable de cuatro de las siete «modernizaciones» neoliberales de la dictadura que le cambiaron la vida a todos los chilenos?. ¿Cómo no va a serlo quién ha escrito cinco libros en su defensa, o figura como vicepresidente del proyecto de seguridad social del CATO Institute, acaso la ONG más reaccionaria del mundo y presidente del International Center for Pension Reform?.
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Luego, con una teatralidad propia de los misterios de Houdini, desenfundó el viejo y conocido gráfico del crecimiento del PIB per cápita, según en cual, Chile pasó de US$ 4 mil en la década de los 70 a US$ 23 mil en la actualidad.
El PIB per cápita es el indicador por antonomasia de los neoliberales, por cuanto encubre la desigualdad consustancial al modelo. Ese abuso estadístico supone que el ingreso de Andrónico Lucksic pesa en el promedio lo mismo que cualquier chileno que gana el ingreso mínimo.
Piñera, en cuanto economista, sabe que el PIB es la cuenta nacional aceptada universalmente para medir el comportamiento de una economía. Pero lo evita porque también sabe que en la perspectiva del largo plazo, el crecimiento promedio del PIB durante el modelo neoliberal, es decir, entre 1975 y hoy, oscila en torno al 4 por ciento anual, y que el crecimiento del vilipendiado modelo de sustitución de importaciones, entrre 1938 y 1973, se mueve alrededor del 3,5 por ciento, a pesar de que se hacía cargo de todas las prestaciones sociales.
Para no dar más la lata, las dos entrevistas de televisión ofrecidas anoche por José Piñera, así como todo el debate que han generado, han omitido el fondo del problema: el sistema de AFP, -tal como el resto de las «modernizaciones» neoliberales impuestas por la dictadura- perseguía el objetivo político y económico preciso de transferir los cuantiosos recursos del ahorro previsional de los trabajadores, a la capacidad de inversión, y por consiguiente al incremento de la rentabilidad del capital.
Con toda razón, Manuel Riesco, un economista que se ha especializado en la crítica del sistema privado de pensiones, ha advertido de que José Piñera es un peligroso extremista.
Después del espectáculo de sus dos primera entrevistas de televsión, cabe pedir al que le venga el sayo que retire al loquito del escenario, porque de lo contrario, la justificada indignación que están provocando sus delirantes intervenciones, bien pudiera ser el catalizador que incendie la pradera.
Postdata
El debate actual acerca del sistema privado de pensiones es determinate para el futuro inmediato de la estabilidad democrática en Chile.
A modo de modesta contribución al debate, pongo a disposición de nuestros lectores el subcapítulo La Privatización de la Seguridad Social, del capítulo V, Reestructuración del Estado en Clave Neoliberal, del libro Cuatro Décadas de Neoliberalismo en Chile: La Cueca Larga del Rey Desnudo, producto de la tesis del Magister en Economía del suscrito, en la Escuela Latinoamericana de Integración, de la Universidad ARCIS, en los años 2008-9.
El texto entrega una detallada descripción de la historia, los componentes, los objetivos políticos y los resultados del sistema privado de pensiones en Chile.
La única prevensión es que las cifras, citas y referencias están actualizadas a 2011.
Las conclusiones son exactamente opuestas a los delirios grandielocuentes de Piñera.
Pero aún cuando alguien no las comparta, no podrá decir, a diferencia de los dogmas de Piñera, que no están respaldadas por fuentes verificables y datos conmensurables.
Descargue el capítulo La Privatización de la Seguridad Social en Chile