En una entrevista a TVN, Coco Legrand reveló que su jubilación no le da para retirarse, por lo que decidió seguir trabajando y haciendo espectáculos. En la nota, el comediante aparece gritando, hablando mal de los políticos y de la política. Es decir: alegando como un indignado más. Sin embargo, hablar contra la política, en general, es hablar contra de la democracia. Y al mirarla con desdén, se está fortaleciendo a los que detentan poder y lo ejercen.
Si uno recuerda, en los ochenta y los noventa, el cómico era considerado el gran crítico social de nuestro país. Sus rutinas, que muchas veces contenían la vida del-según él- chileno medio, nos hablaban de las costumbres de una familia en el supermercado o en un viaje de “camping”. Claro está que el lugar en donde acampaba la familia y el supermercado al cual iba no era algo que representara a toda la sociedad, sino a un grupito. El resto sólo quería sentirse como ese grupo.
Para el Coco, la crítica social no era más que el grito enfadado de quien no entiende la democracia. Sus quejas y sus burlescas caricaturas del ejercicio político, nos hacen creer que fue un error haber decidido terminar con la dictadura, ya que sus observaciones parecen pedir a gritos otra voz fuerte y autoritaria que vuelva a romper el equilibrio institucional. Porque para él la efectividad es más importante que la burocracia. El puño fornido es más potente que una sociedad que se pregunta cosas y que las pone en entredicho una y otra vez.
Y lo peor es que, sin que nadie se diera cuenta, su relato, el que cuenta un Chile catastrófico una vez que volvimos a votar, ha contaminado el humor nacional. Todos quieren seguir su camino y gritar frases para la galería, como lo vimos en el Festival de Viña este año.
Ninguno de los que cómicos que se subió a la Quinta Vergara hizo un análisis inteligente, sino que sólo animaron un discurso que parece muy de izquierda pero que realmente alimenta una hegemonía de pensamiento determinada. El dominante. Porque la irreverencia hoy en día debe ser tal vez lo más servil a ese poder que se dice cuestionar. Un discurso muy potente, pero sin ningún contenido detrás. O mejor dicho, sin ningún contenido de verdadera rebeldía, sino más bien totalmente reaccionario y estéril.
Coco Legrand hoy cuestiona el sistema de AFP, pero no se da cuenta de que el régimen que parece añorar fue el que lo instaló sin que hubiera ningún debate político de fondo. Sin que nadie pudiera elegir o preguntarse si es que este sistema era propicio para los chilenos. Porque su paupérrima jubilación no se debe a la democracia, sino a la falta de ésta. A la ausencia de las ideas y palabras que él dice despreciar.
Hablar en contra de la política, en general, es hablar en contra de la democracia. Y al mirarla con desdén, se está fortaleciendo a los que detentan poder y lo ejercen. Sin un espíritu democrático-por muy defectuoso que éste sea- una sociedad entrega sus símbolos republicanos a quienes pueden comprarlos. A quienes pueden subyugar la decisión del pueblo ante sus billeteras, sus influencias y su manera de contar la realidad.
Porque no olvidemos que quienes se beneficiaron con la dictadura fueron un montón de indignados con la decisión popular. De personas que no creían en lo público y querían que tarde o temprano se terminara el despelote, para que entrara el orden. Ese dañino orden que rompió nuestro espíritu democrático y lo entregó a la especulación, a una numerología económicista que nos hiciera perder la noción de lo verdaderamente importante. Lo verdaderamente trascendente para una sociedad que quiere construirse colectivamente.
Se rompió lo colectivo y, al contrario, se impuso el llanto individualista, ése que no se piensa como parte de algo, sino que se acuerda de su condición de ciudadano sólo cuando se ve afectado él. Nada más que él.
Fuente: El Quinto Poder