El fundador de Wikileaks, Julian Assange, compareció hoy ante la justicia británica, en el inicio de un juicio que podría terminar con su extradición a Estados Unidos. La jueza rechazó la solicitud de clemencia de Assange y argumentó que, dada la gravedad de sus delitos, merece la pena máxima.
La vista oral tuvo lugar en la Corte de la Corona de Woolwich, adyacente a la cárcel londinense donde el periodista australiano permanece encerrado desde su arresto en la embajada de Ecuador en abril pasado.
Decenas de personas se congregaron en las afueras del tribunal para exigir la liberación de Assange, y demandar que en su lugar se juzgue a los criminales de guerra denunciados por el ciberactivista a traves de Wikileaks.
Varios de los simpatizantes, entre ellos miembros del movimiento Chalecos Amarillos y ecuatorianos de la Revolución Ciudadana, se trasladaron desde Paris en autobús, constató Prensa Latina.
En declaraciones a la prensa, el padre de Assange, John Shipton, agradeció las muestras de solidaridad hacia su hijo, y reiteró sus críticas al gobierno australiano por haberlo ‘abandonado’. El juez español Baltazar Garzón, jefe del equipo de abogados internacionales del fundador de Wikileaks, también se encuentra en la sala.
Segun trascendió, la corte de Woolwich escuchará esta semana los argumentos de los fiscales estadounidenses que quieren llevar al ciberactivista a Washington para juzgarlo por divulgar en Wikileaks archivos secretos de la diplomacia y los militares norteamericanos.
El juicio será luego pospuesto hasta el 18 de mayo, cuando la defensa tendrá oportunidad de presentar su caso, y se espera que el juez demore algunos meses en tomar una decisión.
De ser extraditado a Estados Unidos, Assange enfrentaría 18 cargos, los cuales conllevan en total una condena de hasta 175 años de cárcel.
Primera audiencia
Un par de centenares de sus defensores ha aguantado este lunes el frío y la lluvia de Londres y se ha concentrado frente al Tribunal de Woolwich, al sureste de la ciudad y a pocos metros de la prisión de Belmarsh, donde permanece el preso más internacional desde que el Gobierno de Ecuador lo expulsó de su embajada en Londres.
Desde primera hora agradecía las muestras de apoyo el padre de Assange, John Shipton:
«Al principio pensé que el problema era solo de Julian. Ahora creo que es una opresión global al periodismo. Especialmente en Europa. Podemos acabar perdiendo esa conversación normal en la que se intercambiaba información y se alimentaba el debate público. Ningún medio querrá arriesgarse a sufrir diez años de opresión política».
«La defensa sugiere que se ha exagerado el riesgo que corrieron los informantes cuyas identidades fueron difundidas. Pero me gustaría recordar a la corte que estas personas estaban pasando información de regímenes como Irán y organizaciones como Al Qaeda», dijo James Lewis, uno de los letrados que representa a la Administración norteamericana.
«Les ha dado igual que se produjera o no una violación de derechos. Les ha dado igual todo. Solo les importaba que quedara claro que se había ignorado la legislación estadounidense. El problema es que se está acusando a alguien que ni es estadounidense ni fue la fuente directa de la filtración», explicó el ex-juez español, Baltasar Garzón, presente en el juicio como coordinador del equipo de defensa de Assange.
Sentado en la sala, vestido con un traje gris, jersey gris, gafas sobre la frente y perfectamente afeitado, el acusado ha escuchado la argumentación del abogado.
Poco antes del primer receso, agradeció a sus seguidores, a los que se escuchaba desde el interior de la sala. Pero a la vez, les pidió que cesaran los gritos.
«Me cuesta concentrarme y todo este ruido no ayuda. Entiendo y aprecio los apoyos públicos. Comprendo que les asquee todo este proceso», alcanzó a decir, antes de que la jueza le quitara la palabra y exigiera que se dirigiera al tribunal a través de su abogado.