«Creo que soy el mayor símbolo de la ‘U’ y uno de los mejores delanteros chilenos». Lo dice a menudo Leonel Sánchez (Santiago, 1936). Con orgullo, pero sin perder humildad. Cuentan que no ha habido pierna izquierda semejante en el fútbol chileno. Una afirmación que puede tener origen en el latigazo desde cuarenta metros que cambió para siempre la rivalidad entre Universidad de Chile y Colo Colo en 1959, o en el tiro libre que sorprendió a Lev Yashin en la Copa Mundial de la FIFA Chile 1962.
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Más de 500 partidos, 200 goles e inolvidables acciones refuerzan el mito.
Leonel Sánchez proyectó las características que, hasta ese momento, el fútbol no transmitía en el país: carácter, rivalidad, sentido de pertenencia y espectáculo. El boxeo copaba el interés nacional desde principios del siglo XX, en parte, por esa sensación de heroicidad frente a potencias mundiales que el fútbol no lograba.
Él mismo podría haber sido un interesante púgil.
De niño, Sánchez pasaba los días junto al Parque Bustamante, en el sector oriental de Santiago. Su padre, boxeador vocacional, cuidaba allí de un gimnasio en el que entrenaban estrellas del cuadrilátero como Arturo Godoy. Sin embargo, el día a día rodeado de sacos de arena no fue suficiente para encandilar a un cabro al que entusiasmaba demasiado la pelota.
A los doce años, y luego de un breve paso por clubes de barrio, aceptó la propuesta que cambiaría su vida: probarse con la ‘U’.
La directiva decidió invertir en las categorías menores con el objetivo de crear un grupo capaz de pelear en la élite a largo plazo. Introdujeron un método de capacitación con pruebas psicológicas para medir carácter y reacción, aspectos que Leonel heredó y aprovechó del boxeo.
Ballet azul
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Su nombre recorría despachos. El chiquito de la zurda prodigiosa, ése que rompía redes con sus misiles, el que pateaba con tanta potencia los córners que cruzaba el balón de un lado a otro, debutaba con el primer equipo de los Azules cumplidos los 17: “A partir de entonces, no solté la titularidad”, recuerda con frecuencia.
La nueva camada de los (Leonel) Sánchez, (Carlos) Campos o (Sergio) Navarro ilusionaba a una hinchada ávida de triunfos desde 1940. Una cuarta plaza en el torneo doméstico de 1955 y el subcampeonato de 1957 precedieron al título de 1959.
Los chicos habían crecido. Aquella temporada, la ‘U’ ganó 10 de los últimos 11 juegos -con once goles de Leonel en ese tramo- y remontó su desventaja con Colo Colo para terminar igualados en la punta. Un desempate decidiría al campeón.
Nunca un partido de fútbol había despertado expectación parecida en Chile. Los Albos gozaron de buenas chances, pero apareció él:
“Un taponazo de Leonel Sánchez le dobló las manos a Escuti”, rezó la crónica de La Nación al día siguiente. El zarpazo abría la puerta de los títulos 19 años después y convertía la rivalidad Universidad de Chile – Colo Colo en el gran Clásico chileno.
Poco tardaron en ser conocidos como el nuevo Ballet Azul. Su atractivo fútbol ofensivo fue el digno heredero del Millonarios de Pedernera y Di Stéfano de principios de los 50. Seis ligas entre 1959 y 1969, sellaron el éxito de un proyecto sustentado por canteranos.
Batalla de Santiago
El idilio de Leonel Sánchez con los goles y las grandes actuaciones también tuvo su particular capítulo con la selección. Debutó a los 19 años frente a Brasil en el Maracaná y anotó 24 goles en los 84 partidos que jugó en sus 13 años con la Roja. Participó en dos Copas Mundiales de la FIFA, brillando especialmente en Chile 1962 donde hizo cuatro goles y compartió la Bota de Oro con Vavá, (Drazen) Jerkovic, Garrincha, (Florian) Albert e (Valentin) Ivanov.
Sánchez llegó a aquella cita como campeón de liga con la ‘U’ y una veintena de goles en su haber. Y extendió ese buen momento en el debut mundialista de Chile. Remontada y victoria 3-1 frente a Suiza con dos astutos goles del ’11’.
El siguiente partido, ante Italia, brindaba la posibilidad de clasificación para cuartos y una venganza. Semanas antes, un diario italiano publicaba un reportaje describiendo al país organizador como un lugar de prostitución, analfabetismo y miserias.
La selección chilena lo tomó como un desprecio y Leonel Sánchez respondió con dureza. Al filo del descanso, en un duelo marcado por las interrupciones, el winger izquierdo fue pateado en el suelo por el italiano Mario David, al que tumbó en la lona verde con un combo incontestable. «Golpe que daba Leonel, cara partida y rival noqueado», decía Sergio Navarro, capitán de la Roja en Chile 1962.
El hijo del campeón sudamericano de peso pluma no pudo controlar su fuerte temperamento. La Batalla de Santiago acabó con dos azzurri expulsados y un 2-0 final para los locales que valía el pasaje a la siguiente ronda.
‘Justicia Divina’
Chile cayó ante la RF Alemania (2-0) en la última fecha de la fase de grupos y quedó emparejada con los campeones de Europa, la URSS, en cuartos. En los primeros minutos, el árbitro sacó fuera del área una falta reclamada como penal. La posición era ideal para el diestro Jorge Toro. “Déjame a mí. Tengo una corazonada de que algo va a pasar”, le dijo el León.
El impulso espontáneo de Leonel Sánchez fue mágico. El fuerte golpeo por fuera de la barrera sorprendió al mítico arquero Lev Yashin. La Araña Negra apenas se movió esperando el centro. “¡Justicia divina!”, gritó para la posteridad el periodista Julio Martínez en su narración radiofónica.
“No sabían que Chile tenía a un tal Leonel Sánchez que le pegaba bien a la pelota”, ha repetido con ironía el propio goleador. La Roja venció 2-1 a la URSS y accedió de manera sorpresiva a semifinales.
Allí, la Brasil de Vavá y Garrincha superó a los anfitriones (4-2) a pesar de la cuarta diana -de penal- de Sánchez en el torneo. Tres días más tarde, Chile ganaba 1-0 a Yugoslavia y firmaba un histórico tercer puesto.
En los años posteriores, el gran León nunca faltó a su cita con la selección nacional, con la que incluso viajó a Inglaterra 1966, cita de ingrato recuerdo por la temprana eliminación. Ganó y se divirtió con la ‘U’ de sus amores hasta que fue apartado sin explicación por los dirigentes.
Entonces, firmó un año por el archirrival Colo Colo y ganó la liga de 1970. Palestino y Ferroviarios disfrutaron de sus últimos destellos antes de colgar las botas en 1973.
Leonel Sánchez fue en el fútbol todo lo que pudo haber sido en el boxeo: talento infinito, carácter indomable y una zurda divina.
Fuente: FIFA