La fundación Friedrich Ebert Stiftung acaba de publicar un informe World Protests 2006-2013 escrito por cuatro investigadores (Isabel Ortiz, Sara Burke, Mohamed Berrada y Hernán Cortés) que presenta la investigación más extensa y detallada que se ha escrito hasta ahora sobre los mayores movimientos de protesta ciudadana que han existido y continúan existiendo en una serie de países que representan el 92% de la población mundial (843 protestas en 84 países) durante el periodo 2006-2013.
Es, sin lugar a dudas, uno de los informes más interesantes publicados por un grupo de expertos en movimientos políticos y sociales procedentes de varios países. El estudio es detallado y relevante, y podría haberse titulado “El análisis de la agitación social en el mundo”.
Complementa muchos otros estudios que están siendo publicados en revistas como Monthly Review en EEUU, entre otras, que cuestionan la sabiduría convencional que se produce y promueve en los mayores medios de información del mundo occidental sobre dichas protestas. Algunos de los hallazgos de estos estudios merecen especial distinción:
El periodo 2006-2013 ha sido el periodo de mayor agitación social en todos los continentes desde que se empezó a detallar este tipo de información a mediados del siglo XX.
– Durante este periodo, ha habido un incremento muy notable de movimientos de protesta ciudadana pasando de 59 en el año 2006 a 160 en 2012.
– Las mayores protestas en número ocurrieron en Estados Unidos y en Europa (304), seguidas de Latinoamérica (141), el Este de Asia y el Pacífico (83) y África subsahariana (78).
– Las protestas de Oriente Medio y el Norte de África (77) antecedieron a la Primavera Árabe.
– Las protestas más violentas han ocurrido en los países de menor desarrollo económico, causadas por las subidas de los precios de los alimentos.
Las dos causas principales de protesta han sido las políticas neoliberales que han dañado considerablemente el bienestar de las poblaciones y la escasa o nula representatividad de los Estados que impusieron estas políticas. La falta de democracia o la escasa credibilidad o legitimidad de los Estados ha sido una causa común de la mayoría de estos movimientos de protesta ciudadana, junto con una amplia percepción de la corrupción e instrumentalización de los Estados por parte de intereses financieros y económicos.
Las movilizaciones ciudadanas iban dirigidas contra las instituciones autodefinidas como democráticas, precisamente por su incoherencia y falta de democracia. Sus demandas exigían el establecimiento de auténticas democracias.
Existía una amplia percepción de que los gobiernos occidentales (EEUU y Europa) que se presentan como “defensores de la democracia” eran los mayores soportes de regímenes antidemocráticos, careciendo de credibilidad en sus declaraciones oficiales a favor de la democracia occidental.
Estos movimientos de protesta han generado una enorme represión por parte de los Estados, represión que iba en aumento a medida que los movimientos exigían mayor democracia. Y la percepción generalizada era que, de nuevo, los Estados llamados democráticos eran los mayores defensores de esa represión, de la cual los intereses económicos y financieros que representaban se beneficiaban.
En un gran número de esos países, se veía una creciente contradicción entre el discurso y la práctica democrática, y el sistema de acumulación de capital en manos privadas cuyo desarrollo entraba en contradicción con la calidad democrática del sistema político. Se percibía que a mayor concentración de la riqueza en un país, menor era su desarrollo democrático.
Estos son los resultados de una creciente bibliografía que se está produciendo sobre los movimientos político-sociales, que contradice algunas de las interpretaciones que se dan de estos movimientos. El informe World Protests desmantela y deconstruye la narrativa que predomina en estos medios que tienden a presentar estos movimientos como irracionales, religiosos o étnicos.
El caso de Egipto es paradigmático. Mientras que los medios de mayor difusión han dado gran importancia a las confrontaciones étnicas y religiosas, han silenciado que dichos movimientos de protesta se habían ya iniciado (como también ocurrió en los otros países de la región) cuando los Estados llevaron a cabo las políticas neoliberales promovidas por el FMI, el Banco Mundial y los gobiernos estadounidenses y europeos.
Algo similar ocurrió en España, con el movimiento de indignados. El objetivo de los medios conservadores y liberales es intentar desviar la atención de las causas reales de las protestas de las mayorías en contra de las minorías para darles un cariz étnico o religioso, ignorando u ocultando que detrás de ellas hay movimientos de protesta frente a sistemas profundamente antidemocráticos, en los que una minoría controla la riqueza y ejerce una enorme explotación.
Ni que decir tiene que existen movimientos de protesta que tienen sus raíces en fenómenos religiosos y étnicos. Pero, lo que parece cada vez más claro es que incluso estos movimientos ocultan y/o son instrumentalizados por fuerzas minoritarias que quieren hacer prevalecer sus intereses a costa de los intereses de las mayorías.
El caso de España es representativo de esta situación. Unas minorías que gozan de una enorme concentración de poder están intentando agitar sentimientos nacionales y/o religiosos con el fin de conseguir lealtades que permitan la reproducción y mantenimiento de su poder.
El resurgimiento de un nacionalismo españolista centralizador (cuyas reformas educativas intentan españolizar, por ejemplo, a los niños catalanes, asumiendo que estos no son suficientemente españoles) y de un nacionalcatolicismo sumamente reaccionario (como las reformas del aborto) son un intento de movilizar sentimientos nacionalistas y religiosos, detrás de los cuales está el mantenimiento de sus privilegios, a favor de unas políticas neoliberales, impuestas a través de una gran represión y eliminación de derechos democráticos.
Así de claro.
Fuente: Público