Como un funesto deja vu, la imagen de Eduardo Frei Ruiz Tagle junto a José Antonio Kast, a veinte días de la segunda vuelta presidencial, nos está diciendo que la historia vuelve a repetirse.
Marx, parafraseando a Hegel, dijo alguna vez que la historia suele presentarse dos veces; la primera como tragedia y la segunda como farsa.
La historia de Chile, de los últimos 50 años, se ajusta a ese epigrama.
En la primera, el maridaje entre la democracia cristiana y la derecha golpista, pautado por la CIA, para acorralar al campo popular, culminó en la tragedia del golpe de Estado de 1973, y los diecisiete años de dictadura.
En la segunda, la derecha golpista disfrazada de demócratata, la DC y un sector de la izquierda, de matriz socialdemócrata, hoy denominado «progresista», firmaron el pacto binominal no escrito de la transición perpetua, que produjo engendros absurdos, tales como el hecho de que Pinochet se mantuvo como Comandante en Jefe del Ejército hasta el 11 de marzo de 1998, y de que al día siguiente asumió como senador vitalicio hasta el 4 de julio de 2002, o la justicia en la medida de lo posible.
El amago de la tercera presenta contornos surrealealistas: una parte del campo popular votó y está dispuesto a votar por sus opresores, mientras que el rechazo de la DC a la ambigua e hipócrita maniobra de Frei, lo dejó en posición de riflero solitario.
Crimen y castigo
En mayo de 1973, la directiva del PDC, encabezada hasta entonces por el senador Renán Fuentealba, que llevaba adelante una activa política de oposición al gobierno de Salvador Allende, pero sujeta al estatuto democrático, fue reemplazada en elecciones por la mesa directiva encabezada por el Presidente del Senado, Patricio Aylwin.
Está suficientemente documentado, como para discutirlo acá, que la incorporación de la DC a la estrategia de la derecha golpista diseñada en Washington, fue el factor determinante que inclinó la balanza hacia el golpe de Estado.
Dos hechos bastan para demostrarlo.
El 22 de agosto de 1973, a instancias de la DC , se firmó el infame acuerdo de la Cámara de Diputados, que declaraba el «grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la República» por parte del gobierno de la Unidad Popular.
El acuerdo, aprobado por 81 votos a 47, fue el antecedente directo del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, puesto que, desembozadamente, llamaba a la intervención de las Fuerzas Armadas.
El resbaladizo y sonriente Presidente del Senado hizo lo necesario para boicotear el diálogo con el Presidente de la República, propiciado, in extremis, por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, a fines de agosto de 1973.
Cortó así, el último tenue vínculo de la república con la democracia.
Días después del golpe, el 8 de noviembre de 1973, el ex presidente Frei Montalva envió a su par de Italia, Mariano Rumor, una voluminosa carta pletórica de medias verdades, afirmaciones doctrinarias y lugares comunes, mediante la cual intentó justificar el golpe sobre la base de afirmaciones que la evidencia documental y empírica no tardó en desmentir, como el fantasmal ejército extramista de diez mil extrajeros.
O el siguiente silogismo:
«Es necesario que el país salga del caos y, en consecuencia, que el gobierno actual tenga éxito».
Y qué decir de lo que sigue:
«Las Fuerzas Armadas -estamos convencidos- no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo».
¿Onofrei? Evidentesifrei: Lo reconoce uno de los que las incitó.
La transición perpetua
De la tragedia a la comedia no hay más que un paso. Para graficarlo bastan dos episodios, entre muchos.
El viernes 28 de mayo de 1993, comandos del Ejército comandados por el propio Pinochet, se reunieron en las cercanías del Palacio de la Moneda, armados y con vestiduras militares de combate. Por las características boinas negras de los comandos, pasó a la historia como «el boinazo«.
El motivo también está suficientemente documentado: la eventual reapertura del caso pinocheques, un caso de corrupción, ocurrido en 1989, que tuvo como protagonistas a Augusto Pinochet Hiriart y su padre Augusto Pinochet Ugarte.
Era la segunda intentona. En diciembre de 1990, se produjo el llamado “ejercicio de enlace”, un movimiento militar que buscó intimidar a La Moneda porque se estaba abriendo una investigación de los Pinocheques.
El delito quedó impune. En noviembre de 1993, el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, en otra contorsión dialéctica, ordenó al Consejo de Defensa del Estado desistir de la causa, dando por finalizado el proceso judicial, por «razones de Estado».
Eso no fue óbice para que el reptante expresidente Aylwin declarara:
«Pinochet no fue es obstáculo para la consolidación de la democracia”.
La verdad en la medida de lo posible, preámbulo de la mentira sistemática prevaleciente hoy, cuando la agresiva y arrogante ultraderecha avanza a expensas de la derecha tradicional, la propia DC, sectores progresistas y derechos sociales.
El riflero solitario
Extraña pirueta la de Frei Ruiz Tagle. Se saca una foto con José Antonio Kast, y la difunde, tras lo cual emite una oblicua declaración que expresa su apoyo a Kast, sin decirlo:
«Como todos saben, venimos de posiciones políticas distintas. Hemos tenido diferentes posturas en muchos temas, pero hoy nos encontramos en un momento crucial en el que el país requiere unidad”.
Solo un bobo que se deja timar por un hermano, sin siquiera preguntar, puede pretender que semejante declaración explique su posición o merezca algún crédito.
En rigor, tampoco es que le importe mucho; así como debe tener por descontada la eventual sanción del partido, que puede llegar hasta la suspensión de la militancia, medida que de seguro madrugará con su renuncia. Doble contra sencillo.
La oblicua maniobra del exmandatario ocurre en un extraño contexto, a días de la segunda vuelta presidencial del 14 de diciembre, con elevada probabilidad de que un pinochetista confeso, el exponente de ultraderecha José Antonio Kast, acceda a la primera magistratura por voto mayoritario.
Una cosa es que llegue, pero otra muy distinta es que conserve esa votación en el probable caso de que no cumpla sus demagógicas promesas de orden y crecimiento. Para la historia, cuatro años es nada.
Sin embargo, como parte integrante de la actual paradoja dialéctica, el Partido Demócrata Cristiano no solo rechazó la vidriosa maniobra de Frei, sino que lo pasó a su Tribunal Supremo.
Señal de que en un país esquizoide como Chile, donde, en 2020, el 78,3% votó una nueva constitución, la que rechazó dos años más tarde, el 61,8% del electorado, mil cosas pueden pasar, incluyendo la extravagancia de ignorar las lecciones de la historia, y votar en sintonía con la segunda ola fascista que recorre el planeta.
(*) Director de #RedDigital.cl







