La elección del pasado domingo dejó una marca profunda en la política chilena. En una de las jornadas más polarizadas desde el retorno a la democracia, la derecha supo capitalizar los errores acumulados del gobierno y de la izquierda institucionalizada.
Aunque José Antonio Kast terminó en segundo lugar, quedó a escasa distancia de la abanderada oficialista, Jeannette Jara. El escenario para la segunda vuelta es desolador, la centro-izquierda ha sufrido la derrota más dura en décadas, pagando el costo de su desconexión con las demandas populares y de un progresismo cada vez más difuso.
Ese resultado, aunque impactante, no fue inesperado. Durante meses, el gobierno insistió en un libreto moderado, ambiguo y alejado de la ciudadania, un camino que abrió flancos que la derecha dura no dudó en explotar.
El 16 de noviembre fue, en rigor, la consecuencia natural de una acumulación de renuncias políticas y un vacío de conducción.
Sin embargo, dentro de este paisaje de derrumbe, un actor leyó con precisión lo que estaba ocurriendo y actuó con tiempo, convicción y audacia: el Partido Comunista de Chile.
Su máximo timonel, Lautaro Carmona Soto, impulsó una estrategia singular, autónoma y profundamente conectada con el malestar social que la izquierda institucional ignoró. Ese diseño permitió que el PC no solo resistiera la ola conservadora, sino que también saliera fortalecido.
Una estrategia contra la corriente
El llamado “Diseño Lautaro” operó bajo una premisa simple, si la izquierda abandona sus banderas históricas, alguien debe sostenerlas. Carmona entendió que una parte importante de la ciudadanía progresista se sintió huérfana del gobierno y de la candidatura oficialista, que optaron por diluirse en un centro político inexistente.
Incluso desde el propio oficialismo y de la mismísima candidata hubo fuego «amigo». Pero Carmona no cedió. Sabía que, mientras el resto del sector retrocedía y pedía disculpas por ser de izquierda, el PC debía marcar una línea clara, coherente y reconocible. Y esa apuesta le dio la razón, siendo recompensada en las urnas.
En un escenario devastador para el progresismo, el PC logró mantener intacta su bancada y además, crecer de 10 a 11 diputados. Es un logro electoral notable dadas las condiciones adversas. Valparaíso eligió a una senadora comunista, en una de las regiones claves del país.
Gustavo Gatica emergió como uno de los diputados más votados del país, arrastrando con él a otro diputado en el Distrito 8. En el Distrito 9, Carmona apostó hasta el final por Daniel Jadue, entendiendo su peso simbólico y político. Aunque la justicia terminó por proscribirlo, el PC logró mantener el único escaño comunista del distrito.
En el norte grande no se alcanzó el objetivo de llevar al Senado a Carmen Hertz y a Hugo Gutiérrez, pero la campaña permitió visibilizar con fuerza una alternativa de izquierda real en estos territorios. En total, fueron 22 candidaturas presentadas y 11 parlamentarios electos, que representa una efectividad del 50%, la mejor de todos los partidos del oficialismo y de la izquierda chilena, en un contexto muy complejo y reaccionario.
Un partido que crece en medio del derrumbe de la centro-izquierda
Mientras la mayor parte de la centro-izquierda se hundía en ambigüedades, el PC fortaleció su identidad. Las críticas permanente de Lautaro Carmona a la política económica neoliberal del exministro Mario Marcel resonaron en sectores que sintieron que el gobierno abandonó las banderas de la izquierda. Mientras la candidata oficialista, Jeannette Jara atacaba a Cuba, Venezuela y reconocía a María Corina Machado, el máximo timonel del Partido Comunista salió en defensa de Cuba, Venezuela y también criticó a EEUU por sus políticas hostiles en la región. Carmona disputo y defendió permanente las banderas históricas de la izquierda, que conectan con un sector importante de la izquierda nacional e internacional.
La paradoja es evidente, en el peor momento de la izquierda institucional, el Partido Comunista emerge como el referente más sólido de la izquierda popular, con un proyecto claro y una conducta que no ha renunciado a su identidad.
Buena parte de esa vigencia y de esa capacidad de resistir la tormenta lleva la huella estratégica de Lautaro Carmona Soto. En momentos donde la confusión domina al progresismo, Carmona logró algo que pocos esperaban, mantener posicionado al PC como el eje de una izquierda que todavía es capaz de conectar con las demandas populares.
El deslinde político que encabezó Lautaro Carmona Soto, con respecto de la candidata presidencial resultó decisivo. En un momento donde el oficialismo optó por diluirse en un discurso moderado y ambiguo, Carmona marcó con claridad una línea propia para el Partido Comunista, preservando sus convicciones históricas y su identidad política.
Ese gesto audaz y arriesgado en medio de la presión interna permitió que el PC se mantuviera conectado con las mayorías populares y sus demandas reales. En un escenario marcado por el desencanto, el reflujo progresista y el ascenso sostenido de la ultraderecha, esta distinción estratégica fue clave para que el Partido Comunista realizara una muy buena elección, convirtiéndose en el único referente de izquierda que logró avanzar y fortalecerse en medio del derrumbe general.
En medio de la tormenta, el PC aparece hoy más vigente que nunca y buena parte de ese resultado tiene nombre y apellido: Lautaro Carmona Soto, quien, contra todo pronóstico, logró posicionar al Partido Comunista como el eje de la izquierda popular en el país.
(*) Periodista de análisis político.




