La siguiente es una postal de la justicia de clase imperante en Chile. Mientras un tribunal de la Región del Maule, condenó al médico Mario Peña y Lillo, acusado de manipular la autopsia de Hernán Canales, quien fue atropellado en septiembre de 2013 por Martín Larraín Hurtado, hijo del ex senador Carlos Larraín, este último se pasea en insultante impunidad.
Más encima su padre, el ex presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, atribuyó a una «campaña de izquierda» los sufrimientos de su retoño, quién, en sus palabras, «no dejó botado al muerto, no lo dejó desangrarse a la orilla del camino».
Por el contrario, el informe de autopsia verdadero -no el trucho firmado por Peña y Lillo- demuestra que si Martín Larraín no hubiese huído como un cobarde, y hubiera trasladado a Canales hasta un hospital, éste probablemente se hubiera salvado.
El doctor Peña falsificó el informe de autopsia, lo que quedó demostrado luego luego de que un segundo examen al cuerpo de la víctima, arrojó datos distintos a los que él consignó.
Por esto fue acusado de falsificación de instrumento público.
El fiscal Nelson Riquelme consignó que «el informe de autopsia elaborado por el doctor Peña y Lillo decía y afirmaba hechos que en realidad no habían sido constatados y verificados durante el desarrollo de la autopsia y fue así que el tribunal lo apreció de la misma manera y determinó un veredicto condenatorio respecto del imputado».
En la investigación se determinó que Mario Peña y Lillo, al momento de hacer la autopsia no sabía quien era el autor del atropello, porque la participación de Larraín se determinó un día después.
«El juicio se desarrolló a través de un procedimiento abreviado en el juzgado de Garantía de Parral y se solicitó una pena, por parte del Ministerio Público, de 300 días de presidio menor en su grado mínimo atendidas las circunstancias modificatorias de responsabilidad penal que fueron invocadas y reconocidas por parte del Ministerio Público, además de las accesorias legales correspondientes entre ellas la suspensión de cargos y oficio público por el tiempo que dure la condena», afirmó el fiscal
En medio de su estadía en la Región de Magallanes, donde posee una estancia ganadera de 96 mil hectáreas, Carlos Larraín, ex senador y también ex presidente de RN, se dio un tiempo para hablar con la prensa, entre otras cosas del tema que según el «me ha tenido golpeado mucho tiempo».
Se trata del accidente protagonizado por su hijo Martín Larraín Hurtado, en septiembre de 2013, junto a dos amigos, en el que resultó muerto Hernán Canales.
Martín Larraín –en un proceso lleno de episodios sospechosos, como la manipulación de la autopsia del fallecido– resultó absuelto. Según la jueza, no hubo pruebas de que manejara en estado de ebriedad ni de que fueran las huellas de su auto las que estaban marcadas en la berma del sector de Conaripe, en la Séptima Región, donde ocurrió el hecho.
Como es obvio, Larraín defiende sin matices a su hijo, aunque pasando por encima de la lógica más elemental:
«Lo que sufrimos como familia es porque mi hijo cometió un error gravísimo y eso no se disimula, pero no dejó botado al muerto, no lo dejó desangrarse a la orilla del camino. Esa es la verdad judicial definitiva”.
Para Larraín, quien dejó la primera línea de la política, este acontecimiento fue parte de un «aprovechamiento político grosero por parte de la izquierda».
«Me machucaron mucho por plantarle la cara a la izquierda, porque les hablaba clarito. Pegarle a un joven que está empezando la vida, para pegarme a mí, fue una cosa muy triste que me ha tenido muy golpeado durante mucho tiempo”, sostuvo con su mejor cara de palo.