viernes, noviembre 22, 2024
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Joan Garcés: “El Estado ha Sido Desguazado”

Celebro mi cumpleaños trabajando, pero es un trabajo muy especial. Me entrevisto con una persona admirada, un valenciano que a sus 26 años fue amigos personal y asesor de un presidente que siento como propio por la política que practicó, por su honestidad y coherencia, por sus valores socialistas, por ser hijo de la Ilustración: Salvador Allende. Pero yo estoy hablando ahora con ese chico que le sobrevivió, con este chico que unos años después sigue peleando por que se sepa la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y sigue comprometido con los derechos humanos, y la causa del bien. Hablo con Joan Garcés.

Repasamos la política y la geoestrategia, el momento actual y los posibles cauces… Me transmite magistralmente, como si estuviera frente a un tablero del mundo y  pudiera anticiparse al tiempo, cómo ve la caída de la hegemonía USA, cómo los centros de interés anglosajones se desplazan a Asia, cómo los tradicionales intereses de los Estados dominantes emergen de nuevo en Europa,  y cómo en España -donde los poderosos se ocuparon de cerrar desde la Transición el paso a los cambios y a la III República-, seguimos intervenidos y sobre ascuas,  sin músculo del Estado y reclamando un nuevo patrón o potencia o como se le quiera llamar. Si no lo está siendo ya, nuestro dueño será muy probablemente Alemania.

El futuro está por escribir, pese a todo. Aunque hay peligros, él, como yo, cree en las personas y en sus capacidades. Podemos cambiar el mundo. Y en eso estamos…

– Joan, ¿qué recuerdas de aquella época de Allende que nos pueda hacer entender el momento que vivimos?

“Desde los años 1973-75 hasta ahora, se asiste a una progresiva concentración de los ingresos nacionales en una fracción cada vez más reducida de la población, en el 0,10% y el 1%, que se distancia cada vez más del resto. Esa concentración está en el origen de la gravedad de la crisis actual”

Viendo el proceso que ha llevado a la crisis actual del sistema capitalista, coincide en el tiempo con la intervención del gobierno republicano de Nixon, de Estados Unidos, y de algunas empresas multinacionales, para desestabilizar la democracia en Chile y propiciar la insurrección militar y la dictadura cruel que le siguió hasta 1990.

Es en esos años, a partir de ese golpe en Chile en 1973 cuando, en paralelo, se empiezan a desmontar los sistemas de control estatal sobre las instituciones financieras privadas, establecidos después de la gran crisis de los años 20 del Siglo XX del sistema capitalista y, en particular, después de la derrota del eje nazi-fascista en 1945. Y desde los años 1973-75 hasta ahora, se asiste a una progresiva concentración de los ingresos nacionales en una fracción cada vez más reducida de la población, en el 0,10% y el 1%, que se distancia cada vez más del resto. Esa concentración está en el origen de la gravedad de la crisis actual.

– Y ese tiempo de valores, de socialismo auténtico, que fue un sueño como lo fue aquí la II República, tiempo de transformaciones, que no en todo, pero si en parte, se pudieron llevar a cabo, ¿crees que es posible repetirlo en el contexto actual?

A la crisis actual habrá que encontrarle soluciones actuales, habida cuenta de los cambios que se han producido tanto en el orden interno –esta concentración de las riquezas y aumento de las desigualdades en el seno de los países dominantes del capitalismo-, como por la desaparición de los pilares en que se sostuvo la Guerra Fría entre 1945 y 1990. Concretamente, en lo que a Europa y España se refiere, Alemania se ha reunificado y cada día tiene más soberanía y desapareció la Unión Soviética, que era el pretexto de la Guerra Fría.

Estamos viviendo la progresiva devaluación de la hegemonía norteamericana establecida a favor de su victoria en la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de su predominio económico y financiero, hoy en día reducido a lo militar. En ese contexto, en Europa los tradicionales intereses de los estados dominantes emergen de nuevo. Por ejemplo, un tema capital es la versión actual de la pugna que durante siglos han tenido las fuerzas teutónicas con las rusas por el control del espacio geográfico y las poblaciones intermedias.

Hoy se concreta en Ucrania – una tierra en la que se han enfrentado alemanes y rusos en la década de los años 10 y 40 del siglo XX, y en los siglos anteriores-, esta vez bajo la bandera no de combatir el “comunismo”, o a los zares, sino bajo la de la Unión Europea. Otro ejemplo, la versión actual de la constante de los anglosajones de controlar Afganistán como zona tapón entre Asia central y Asia meridional, esta vez no en nombre de las banderas desplegadas en los siglos XIX y XX  sino bajo la de lo que llaman “antiterrorismo”. Son dos temas de la actualidad más inmediata. La pregunta es, ¿qué hace España?

– Claro, ¿qué hacemos nosotros, ante ese contexto que se mueve, y dado que sí, que estamos intervenidos por Estados Unidos, como tú sostienes y analizas muy bien en Soberanos e intervenidos, por una potencia que pierde su hegemonía…?

Se entiende que Alemania -unificada y con más soberanía recuperada- diseñe sus estrategias internacionales. Se entiende que los anglosajones desarrollen las suyas hacia Asia. La cuestión es: ¿qué política exterior tiene España en el momento actual, más allá de ser simple tropa auxiliar, de apoyo, de las estrategias de otros países, de otros intereses?

Nuestra política exterior es inexistente; somos simplemente apoyo de la política exterior de países, que, de una forma u otra, nos tienen intervenidos. Por ejemplo, se puede entender que Francia haya quien crea que su interés hoy es enviar tropas para derrocar gobiernos como el de Libia en 2012, o para intervenir en Mali o Centroáfrica en 2013, bajo las banderas de la Unión Europea o de las Naciones Unidas, pero, finalmente, es una zona de influencia francesa desde el siglo XIX.

Pero España, ¿qué juega en ese terreno? En ausencia de una política exterior mínimamente autónoma y propia, estamos reducidos a simple instrumento de apoyo de las políticas de otros. Y no es la primera vez que nos ocurre, lamentablemente.

En esa lucha entre los intereses de Alemania y Rusia por el control de los pueblos de la Europa oriental, ya en el siglo XX Alemania movilizó una división española, la llamada “División Azul”, que se batió también en la zona de la actual Ucrania. Pero que en estos momentos estemos apoyando políticamente y financieramente la versión actual de esa multisecular disputa entre rusos y alemanes por el espacio intermedio, es un ejemplo de la ausencia  de perspectiva de Estado en la política exterior española.

– En tu libro Soberanos e intervenidos desvelas cuestiones importantes que nos indican cómo se fraguó la Transición, o las maniobras para reinstaurar la Monarquía tras el Golpe de Estado de 1936; mencionas al profesor democristiano Jiménez Fernández y Felipe González, un plan trazado, en fin, que todo estuvo muy atado y que nos engañaron como a tontos. ¿Cuáles son las verdaderas claves de la Transición y consecuencias que todavía arrastramos?

La crisis del sistema económico y financiero español de los últimos años va en paralelo con la toma de conciencia de las insuficiencias del sistema institucional y democrático español. Las causas hay que hallarlas en las circunstancias como se produjo, durante la Guerra Fría, la transición del régimen de partido único fascista al de pluralidad de partidos en los años 1976-1977, bajo el control de los intereses internos españoles y de las potencias que sostuvieron la Dictadura.

En ese momento, antes de que se abrieran las urnas en junio de 1977 y de que el pueblo español -por primera vez desde 1936- pudiera elegir un Parlamento con pluralidad de opciones, se estableció un sistema electoral que permitiera controlar ese proceso; las circunscripciones electorales en vez de ser unipersonales -como lo eran antes de la Dictadura-,  las convirtieron en provinciales; a las candidaturas unipersonales las convirtieron en candidaturas de listas cerradas y bloqueadas, confeccionadas por equipos cooptados por las potencias que estaban dirigiendo esa transición, que o bien crearon partidos para esa ocasión, o dividieron a partidos que existían antes de las elecciones de 1977.

Y lograron así controlar la expresión del voto. La progresiva evolución de esto ha llevado a la situación actual, que ya todo el mundo ve, de no identificación del electorado con quienes en el Parlamento están supuestamente actuando en su nombre, en que los que se sientan en el Parlamento más que a los intereses de sus electores a lo que dice su jefe respectivo, a agradarle, pues de complacerle depende que esté en las listas de las siguientes elecciones.

Evitar la república

– Sí, lo que decían algunos que si te mueves, no sales en la foto…

Otro pilar de ese control del voto popular ha sido impedir toda forma de democracia directa. Llevar una iniciativa popular al Parlamento tiene un listón muy alto: se necesitan más de medio millón de adherentes, pero una vez en el Parlamento queda a merced de lo que quieran los diputados que han sido elegidos de la forma que acabo de expresar. Sólo el Gobierno está autorizado a consultar al electorado en referéndum, y éste ni siquiera es vinculante, de manera que la expresión de la voluntad popular tampoco condicione a los gobernantes elegidos por el sistema electoral establecido en la última fase de la Dictadura.

Y la clave de bóveda de ese edificio así concebido en 1976-1977 ha sido, entonces y ahora, evitar que los españoles tuvieran la opción que tuvieron los italianos, por ejemplo, cuando en 1945 fue derrotado el fascismo, de elegir democracia con república o democracia con monarquía, o la que tuvieron los griegos cuando en 1975 terminó la dictadura militar, elegir entre democracia coronada o sin corona, que en España significaba elegir entre la forma republicana de Estado o la monárquica.

– Ahora nos debatimos en ésas todavía…

Sí, pero este debate hay que situarlo en el momento actual,  en que el Estado, tal como ha venido evolucionando en las últimas décadas, ha sido desguazado, vaciando progresivamente sus estructuras económicas y sociales, en que la política financiera ha sido progresivamente controlada por intereses privados, reduciendo la capacidad del Estado en el orden interno e internacional para hacer frente a la crisis que se acelera a partir de  2007 con el estallido de la burbuja especulativa inmobiliaria, en lo interior, y la crisis financiera del sistema capitalista internacional.

Estamos en medio de esa grave crisis con un Estado sin músculo, sin sistema nervioso para hacerle frente con políticas que respondan a los intereses de los ciudadanos españoles, a menos que aquellas interesen al sistema financiero internacional, a las potencias que condicionan su política. El resultado es el riesgo de desintegración territorial del Estado que estamos atravesando, en gran medida posibilitada por ese desmantelamiento progresivo al que hemos asistido.

Sí hay pasos y documentos como el de Transforma España que van en esa dirección de desmantelar el Estado y, si lo analizamos, tiene paralelismos con lo que están  reclamando los movimientos sociales de protesta, tipo 15-M, por ejemplo de desautorización de todo lo que sea organización política; el individuo como centro y no el Estado, no me valen los partidos, lo hago yo todo… Me da miedo pensar que también estamos siendo conducidos en esto, ante nuestra indignación y repulsa a lo que vivimos, conducidos en nuestras movilizaciones.

Es decir, que existan mecanismos de control para afianzar un sistema que siga siendo el mismo, con otra vuelta de tuerca en que estemos más atomizados y con menos fuerza…

Si se mira desde el punto de vista del control sobre la sociedad, los recursos económicos y financieros y la población, uno podría decir que la transición desde la muerte del dictador a la monarquía actual responde a un principio cardinal: hay que modificar algo para que lo sustantivo no cambie. Ante la crisis actual se aplica mismo principio: cambiemos algo para que lo sustantivo permanezca. ¿Qué es lo sustantivo?: el control sobre los recursos económicos y la población en las manos de quien está.

Pensar en que cambios así controlados resuelven los problemas es una manera de contentarse a sí mismos. Se nos dice: es que este sistema institucional es el que más ha durado en España. Pero eso significa no entender por qué ha habido una Dictadura fascista durante cuarenta años y que los sistemas políticos anteriores duraron lo que duraron. Es muy sencillo ignorar, por ejemplo, que la primera República española en 1873 se encontró con las potencias europeas negando al Parlamento español el derecho de proclamar pacíficamente la República: ninguna la reconoció, excepto la neutral Confederación Helvética y unos Estados Unidos de América independientes de las potencias europeas.

De nuevo hay una intervención de las potencias contra la Segunda República española que se proclama, también sin sangre y sin lágrimas, en 1931, resultado de una decisión democrática  contra la que la intervención alemana e italiana fomentan el desorden y financian la sublevación armada, ante la complacencia de otras. A partir de 1936 la dictadura en España ha sido sostenida por la potencia hegemónica de Alemania y sus aliados, sustituida a partir de 1945 por la norteamericana y sus aliados.

Lo que singulariza el periodo desde 1939 hasta hoy es que la hegemonía de una sola potencia sobre territorio español no ha sido cuestionada por otra potencia. De ahí que la estabilidad que ha tenido España desde 1939 se debe en gran medida -no únicamente, pero en gran medida-, a que durante estas décadas en territorio español no se han enfrentado dos potencias rivales, a diferencia de lo que ocurrió durante los regímenes constitucionales que se sucedieron entre 1812 y 1936, en que los conservadores tenían el apoyo de las potencias conservadoras y los no conservadores el de las rivales, que se enfrentaban entre ellas en territorio español.

No ha sido así desde 1936 porque la subordinación de España primero ante Alemania y después ante Estados Unidos, y sus respectivos aliados, ha sido aceptada por las potencias rivales. No se debe desconocer la influencia de ese factor internacional para entender que entre 1936 y hoy, 2013 sólo haya dimitido un Gobierno –en enero de 1981-, cuyo Presidente no era muy entusiasta de que la OTAN entrara en España…

– ¿Y a futuro?, porque, por ejemplo, en el movimiento independentista catalán,  ¿no puede haber alguna mano internacional que pretenda lo que algunos consideran una desestabilización del Estado, o no tiene nada que ver, o realmente es de otra manera como hay que ver esto? En todo caso, resulta curioso que nada más cerrarse el pacto del País Vasco, aparezca este otro asunto…

El ciclo hegemónico que en España se inició en 1936 bajo Alemania y sigue en 1945 bajo Estados Unidos y sus aliados,  estabiliza la política interior, primero, en una dictadura, y luego en una monarquía, no sabemos cuánto va a durar y si va a ser sustituido por el de otra potencia. Desde luego, dentro de España se observan ya intereses y se oyen voces que están pidiendo que nos gobiernen desde Alemania, que nos digan cuáles son nuestros deberes y demostrar así que somos capaces de cumplirlos; es decir, se ponen a disposición de, a cambio de que favorezcan la continuidad del control de ese sector sobre la población y los recursos españoles. Otros, han sido, y son, incondicionales ante lo que diga EE.UU. Va a condicionar mucho el futuro de España que la hegemonía norteamericana sea reemplazada por otra…

No hay que olvidar nunca la visión que de Europa tiene la cultura dominante alemana, basada no tanto en Estados como en etnias y, por consiguiente, la posibilidad, desde esa perspectiva, de la desintegración progresiva de los Estados según sus componentes étnico-culturales.

– Que puede ser una evolución hacia otro planteamiento…

Es otra visión, pero que significa facilitarle la primacía en Europa a la etnia más importante.

– ¿Entonces…?

Mire usted cuáles son las etnias en Europa, cuente sus respectivos recursos demográficos, territoriales, económicos, y obtendrá un orden de jerarquización entre ellas.

– Entonces… puede que no sea tanto para nosotros república o no república (con lo que estamos obcecados por esa dependencia del pasado), sino cómo se van a plantear todas estas cuestiones para ver si podemos evolucionar de alguna manera, si no autónoma, que por lo menos no nos lleve a un desastre aún peor.

Hay que hacer un diagnóstico de por qué hemos llegado al estado actual, de cómo estamos, y plantearse cuáles son los intereses de los pueblos que viven en nuestro territorio ante la realidad y las dinámicas del mundo de hoy.

– Ya, pero como la gente (después de tantos años de sometimiento y aplastamiento de la población) no tiene muy claro que pueda cambiar las cosas por sí misma, que pueda influir…, como se deja hacer de todo y está tan sumisa, es como si la soberanía popular no contara para nada, pues yo creo que no se plantea estas cosas. Estamos un poco a lo que nos venga y ya vendrá. No sé si más allá de las mareas de todos los colores nos llegaremos a creer que podemos cambiar las cosas. No sé, dígale algo a las nuevas generaciones, ¿habrá soluciones?

Bueno, no es la primera vez que en España nos encontramos en una situación como ésta y han surgido respuestas desde dentro de los pueblos de España. También ahora, tal vez.

– Pues esperemos que sí. Quiero preguntarle también por el resurgimiento del fascismo…  Aquí y ahora hay ya listas negras de socialistas, se están “depurando” ministerios, hay caza de brujas… ¿ve un peligro real de que esto crezca en toda Europa, en el mundo, o no es tan posible…?

El agua no pasa dos veces bajo el mismo puente. Por consiguiente las respuestas autoritarias, represivas, o las respuestas democráticas y humanitarias, tienen en cada momento histórico manifestaciones distintas. El fascismo fue la respuesta represiva a la crisis social y económica de después de la I Guerra Mundial, en gran parte debida a la guerra, y a la crisis política de las democracias liberales representativas en los años 20 y 30 del Siglo XX. En estos momentos vivimos en una situación de crisis económica aguda y deslegitimación de la democracia representativa como consecuencia de lo que antes hemos hablado, y la conclusión es obvia: estamos en un momento de peligro.

– Pero Joan, pese a todo lo que plantea en sus obras y en sus conferencias que parece que está todo muy controlado, que estamos muy vigilados, pese a todo lo que hemos hablado, yo creo que la persona, el ser humano tiene margen de maniobra y puede, puede cambiar las cosas…

Sin duda.

– Tenemos esperanza. También nos alientan los movimientos estudiantiles en Chile… Siempre podremos hacer algo.

El ser humano, por fortuna, es imprevisible.

Joan Garcés, abogado, sociólogo político y profesor universitario

Joan Garcés (Lliria, Valencia, 1944), amigo y asesor personal del presidente de Chile Salvador Allende entre 1970 y 1973, ex asesor del director general de la UNESCO, experto de la ONU en Desarrollo Social, es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Ciencias Políticas por la Sorbona.

Es autor de obras sobre política internacional, entre ellas, “Desarrollo político y desarrollo económico. Los casos de Chile y Colombia”, “Démocratie et contre-révolution”, “Allende y la experiencia chilena. Las armas de la política”, “Orlando Letelier. Testimonio y vindicación” (en colaboración con Saul Landau) y “Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, españoles y americanos”.

En 1974 formó parte del equipo personal del candidato del Programa Común de las Izquierdas a la presidencia de Francia, François Mitterrand, en 1976 contribuyó a organizar en España la Federación de Partidos Socialistas y de septiembre de 1979 respaldó en el Congreso del PSOE a la candidatura opuesta a la del equipo de Felipe González.

Entre otras actividades académicas ha sido profesor de las Universidades Autónoma de Madrid, de Lovaina (Bélgica), Oxford (Inglaterra), Los Andes (Colombia) y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Políticas (Chile), así como investigador de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, de París, y visiting fellow del Institute for Policy Studies, de Washington D.C.

Desde 1996 ha dirigido el equipo de abogados de la acusación particular y popular en el proceso por genocidio, terrorismo y torturas que, en 1998, logró detener y someter a juicio al dictador chileno Augusto Pinochet.

En 1999 recibió en el Parlamento de Suecia el llamado concedido desde 1980 por la Right Livelihood Award por sus trabajos en defensa de los derechos humanos..

(*) Periodista y escritora española

Fuente: Crónica Popular

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