Japón reanudó este lunes la caza comercial de ballenas por vez primera en 30 años con la entrada en vigor su salida de la Comisión Ballenera Internacional, cuyo abandono hizo efectivo este mismo domingo después de que el organismo se negara en un encuentro previo, celebrado en septiembre, a atender sus motivos para restaurar esta práctica.
Japón anunció su retirada de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), tal y como advirtió en setiembre que haría, con el objetivo de «reanudar la caza comercial el próximo julio», según un portavoz del gobierno.
«En ese encuentro quedó claro una vez más que quienes respaldan el uso sostenible de los recursos que proporcionan las ballenas y quienes defienden su protección son incapaces de coexistir», lamentó en septiembre el secretario jefe del Gabinete japonés y portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga.
Este lunes quedará libre de las restricciones que se le imponían. Otros países como Islandia y Noruega también han desafiado abiertamente los dictámenes de este organismo.
La decisión podría costarle al país una oleada de críticas internacionales por parte de gobiernos y organizaciones de defensa de los animales.
El archipiélago se une así a Islandia y Noruega, que practican abiertamente la caza con fines comerciales.
Sin embargo, Japón se abstendría de cazar «en aguas de la Antártida o en el hemisferio sur», precisó el representante del ejecutivo, Yoshihide Suga, en una rueda de prensa. La caza estará «limitada a las aguas territoriales y a la zona económica exclusiva» de Japón.
La comisión prohibió en 1982 la caza comercial de ballenas, una decisión que entró en vigor a nivel mundial cuatro años después. Desde entonces, Japón ha seguido cazando ballenas «por motivos científicos», un conocido vacío legal, en la Antártida y en el noroeste del Pacífico.
Se da la circunstancia de que, con su salida de la comisión, Japón tendrá terminantemente prohibido cazar ballenas en estas zonas.
A cambio, los balleneros japoneses tendrán via libre para cazar ballenas -muchas en peligro de extinción como la minke, la de Bryde o la sei- en sus costas, ante la indignación de defensores del medioambiente y celebridades.
«La caza comercial de ballenas es una práctica inherente y excepcionalmente cruel que no tiene cabida en el siglo XXI», según un a declaración de la ONG Humane Society International, respaldada entre otros por la primatóloga Jane Goodall o los actores Stephen Fry y Ricky Gervais.
«No hay forma humana de matar a estos animales que no sea de una forma lenta y agónica», añade el texto.
Una decisión inevitable, según Nobuyuki Yagi
El profesor de la Universidad de Tokio Nobuyuki Yagi ha considerado que la decisión adoptada por Japón era inevitable dado el partidismo exhibido en los últimos años por la comisión a favor de los grupos antiballeneros.
«Ha dejado de ser un organismo respetable para convertirse en un lugar donde los países en contra de la caza de ballenas hacen presión para imponer sus puntos de vista», ha lamentado en declaraciones a la agencia oficial de noticias japonesa Kyodo.
Por su parte, el profesor adjunto de la Universidad de Tohoku Atsushi Ishii ha pedido que continúan las negociaciones dentro de un término medio en el que Japón pueda proseguir con esta práctica, condicionada por ciertos límites estipulados por el derecho internacional.
Además, todavía no está claro cuánto beneficio podría comportar la reanudación de la caza comercial, sobre todo porque la dieta japonesa ha cambiado significativamente en las últimas décadas.
Para hacerse una idea, el consumo interno anual de carne de ballena fue de alrededor de 200.000 toneladas en la década de 1960, pero la cifra ha caído a alrededor de 5.000 toneladas en los últimos años, según datos del Gobierno.
Japón amenazó con abandonar la CBI el pasado septiembre, cuando la Comisión se opuso a su petición de reanudar la caza comercial.
La reunión de esta instancia decidió rechazar el texto presentado por Japón, que pretendía poner en marcha una doble vía dentro de la CBI, una organización con 89 países miembros, para incluir la preservación y la caza comercial de ballenas. Esta última habría sido gestionada por un «comité de la caza de ballenas sostenible».
La propuesta habría puesto fin además a la moratoria impuesta a esta actividad en 1986, que Japón firmó.
Pero los países defensores de las ballenas, con Australia, la Unión Europea y Estados Unidos a la cabeza, rechazaron el texto nipón, con 41 votos contra 27.
El viceministro japonés de Pesca, Masaaki Taniai, lamentó el resultado de la votación y expresó la posibilidad de abandonar la CBI como última opción.
El gobierno nipón abre así un nuevo frente entre los detractores y los defensores de la caza de cetáceos, que los japoneses, especialmente los más nacionalistas, consideran como una importante tradición nipona multisecular.
Japón nunca dejó totalmente de cazar ballenas, sirviéndose de una falla de la moratoria de 1986 que autoriza la captura de esos animales para la investigación.
La carne de ballena termina, sin embargo, en las pescaderías.
Y aunque constituyó una importante fuente de proteínas en la posguerra, en la actualidad la mayoría de los japoneses aseguran que no comen carne de ballena, o que lo hacen muy de vez en cuando.