por Rafael Hidalgo Fernández.
Desde que emergió como candidato presidencial con opciones de triunfo, Jair Messias Bolsonaro fue objeto de los más diversos calificativos: xenófobo, racista, misógino y fascista, entre otros.
No eran adjetivos nuevos para aludir al polémico excapitán del ejército devenido diputado federal en 1991, pero sí más enfáticos y cargados de fundados temores.
En esta ocasión, el término fascista no será empleado como adjetivo, ni como recurso para identificar los rasgos del proceso político brasileño que lo condujo a la presidencia y que luego lo ha mantenido en ella. En el plano histórico, la realidad político social del país sudamericano no es equiparable con aquella que en Italia y Alemania generó, durante los años 20 del pasado siglo, el fascismo y el nazismo.
El término será usado como sustantivo que retrata de “cuerpo y alma” al personaje que se impuso, como candidato populista de ultra-derecha, en la trama político electoral de la nación sudamericana, nada más y nada menos que proclamando con desenfado ideas primitivas de violencia, odio, intolerancia, militarismo a ultranza, autoritarismo y un personalismo extremo, al mejor estilo de los líderes históricos del fascismo.
De personalidad impulsiva, cultura mediocre y talento discutible, Bolsonaro sí no puede ser cuestionado por estos dos rasgos definitorios de su personalidad: defiende con terquedad sus ideas retrógradas y es, de forma verificable, obstinado a la hora de llevarlas a la práctica. Así lo está demostrando como presidente de la nación más poblada y extensa de América Latina.
Para Bolsonaro, como para la figura política que es su modelo, Donald Trump, las reglas de la política la imponen ellos, ¡y basta, lo que puedan pensar los demás no cuenta!
Ante esta realidad, lo más oportuno y creíble es que sea él mismo quien se presente, que hable y deje explícita su verdadera y dañina naturaleza psicológica y política.
En 1993, en medio de los esfuerzos de los sectores democráticos brasileños por liberar al país de las secuelas de una dictadura militar de más de 20 años, estas fueron sus palabras ante la Cámara Federal:
“!Sí, estoy a favor de una dictadura!. ¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!”
Seis años después, el 23 de mayo de 1999, dijo:
“A través del voto de ustedes no van a cambiar nada en este país, nada, absolutamente nada. Solo va a cambiar, infelizmente, cuando, un día, nosotros partamos para una guerra civil aquí adentro, y haciendo el trabajo que el régimen militar no hizo. Matando unos 30 mil, comenzando por FHC (el expresidente Fernando Henrique Cardoso), no dejar por fuera, no, matando!. Si van a morir algunos inocentes, todo bien, todo cuanto es guerra mueren inocentes” (la sintaxis precaria es retrato de su nivel cultural).
En la misma intervención, añadió:
“No hay la menor duda (de que cerraría el Congreso). ¡Daría un golpe el mismo día!. No funciona!. Y tengo la certeza de que por lo menos 90% de la población iba a hacer fiesta, iría a aplaudir, porque no funciona. El congreso hoy en día no sirve para nada…solo vota lo que el presidente quiere. Si él es la persona que decide, que tripudia (equivalente a pisar la cabeza del adversario) encima del Congreso, dé ahora el golpe, parte ahora para la dictadura”.
El 11 de febrero de 2016, expresó tajante su peculiar “sentido democrático”:
“Mayoría es una cosa, minoría es otra…la minoría tiene que callarse, que curvarse a la mayoría, acabó…”.
Su visión de la “tolerancia” democrática la dejó lapidariamente explícita cuando advirtió a los militantes del Partido de los Trabajadores –los conocidos petistas- el primero de septiembre de 2017:
“Vamos fusilar a toda la petralha (despectivo de petista) de aquí de Acre…ya que ellos gustan tanto de Venezuela, ese grupo debe irse para allá”.
Sobre Hitler, uno de sus ídolos junto a Augusto Pinochet y Trump, expresó en una ocasión:
“Lo que usted tiene que entender es lo siguiente: guerra es guerra. Él fue un gran estratega”.
Para el hoy evangélico Bolsonaro, las aguas del río Jordán con las que le bautizó el pastor Everaldo Dias, en mayo del 2016, de nada sirvieron para aplacar sus instintos primitivos: las millones de muertes causadas por el nazismo parecen ser dato irrelevante para él, como lo son los desaparecidos y asesinados por Pinochet y el Plan Cóndor, que el dictador chileno impulsó con el beneplácito de Henry Kissinger, secretario de Estado de Richard Nixon, y la infaltable asesoría de la CIA.
Sobre la tortura suele hablar como si fuese un instrumento natural para obtener informaciones, en mayo de 1999, expresó:
“Pau-de-arará funciona (alude a una de las torturas favoritas de la dictadura militar). Yo soy favorable a la tortura, tú sabes de eso. Y el pueblo es favorable también”
Las ideas racistas son recurrentes en sus expresiones públicas. El 28 de marzo de 2011, dirigiéndose a la cantante Preta Gil, le dijo:
“Yo no voy a discutir promiscuidad con cualquiera que sea. Yo no corro ese riesgo (de mi hijo apasionarse por una negra) y mis hijos fueron muy bien educados y no vivieron en un ambiente como lamentablemente es el tuyo”.
El 3 de abril de 2017 expresó con naturalidad:
“Visité una comunidad quilombola. El afrodescendiente más delgado allá pesaba siete arrobas. No hacen nada, yo creo ni para procrear sirven más”.
El machismo lo combina con alusiones despreciativas a las mujeres. Dos expresiones lo confirman. La primera al periódico Zero Hora de Río Grande do Sul, en diciembre del 2014. La segunda al intervenir en el Club Hebraica, en abril del 2017:
1: “Yo soy un liberal, si yo quiero emplear en mi empresa a usted ganando 2 mil reales al mes, y a doña María ganando 1,5 mil reales, si doña María no quiere ganar eso, que procure otro empleo. El patrón soy yo”;
2: “Fui con mis tres hijos, el otro fue también, fueron los cuatro. Son cinco hijos, pero la quinta vez me dio una debilidad. Fueron cuatro hombres, la quinta vez me descuidé y vino una mujer”.
Sobran los comentarios.
Las ideas retrógradas del presidente brasileño son muchas. Las expuestas hasta aquí son una muestra mínima, pero representativa.
Desde ellas, saque usted sus propias conclusiones.
Fuente: Cubadebate