Cuando Chile más necesita de la unidad de todos sus ciudadanos y ciudadanas, por estar viviendo la peor catástrofe incendiaria de nuestra historia, la derecha chilena ha seguido con su estrategia de guerra total contra el gobierno, para debilitarlo más en su accionar transformador y sacar mezquinos dividendos políticos de una crisis que requiere ser analizada con algo más de profundidad para entenderla en toda su dimensión.
Tanto ha sido el aprovechamiento político del dolor y de la tragedia, que han tenido que salir a “ofrecer una tregua” como para dar alguna señal de humanidad ante el creciente rechazo que su campaña ha ido generando en nuestra sociedad. Pero esa misma señal los ha desnudado por completo. Nadie que no esté en guerra ofrece una “tregua”, y cuando uno siente que está en guerra, considera al que tiene al frente como su enemigo y esa, claramente, no es la lógica que necesitamos en nuestro país para superar esta tragedia.
Con ese simple gesto, que más parece un lapsus lingue, solo han demostrado que la derecha chilena no ha evolucionado tanto como algunos creen y que siguen actuando bajo la lógica del enemigo interno, como lo hacían cuando eran capaces de defender o justificar los asesinatos y la desaparición (por parte de agentes del Estado) de quienes pensaban distinto.
Hoy han salido a debilitar al gobierno en un momento en que necesitábamos de todas las fuerzas en una sola dirección y han querido mostrarse del lado del dolor y de las víctimas para demandar lo imposible, dando a entender que ellos, si hubieran estado en el gobierno, lo habrían hecho mejor. Pero la historia dice otra cosa. Todos recordamos las promesas de terminar con la delincuencia, el mejor censo de la historia y tantas otras promesas que nos mostraron de manera elocuente su verdadera capacidad de gestión.
Uno puede entender los emplazamientos de quienes están viviendo la tragedia y que en su desesperación, pocas veces se preguntan dónde está realmente el origen de la misma y todo lo que el Estado haga, les parecerá siempre poco y tardío, pero lo de la derecha resulta no solo miserable sino completamente inaceptable y oportunista.
Sí, los mismos que no supieron hacer un Censo planificado por ellos mismos y en el cual manejaban todas las variables, desperdiciando cuantiosos recursos, han acusado de falta de liderazgo a la Presidenta de Chile, en un escenario en donde la mayoría de las variables, no solo no dependen del gobierno, ni son predecibles; y lo han hecho sabiendo además, que han sido superados con creces hasta los más desfavorables escenarios de cualquier posible planificación preventiva.
Los mismos que llevan años exigiendo menos Estado y más mercado no son capaces de reconocer que, en términos de esfuerzo e indicadores, este gobierno ha superado con creces a todos sus antecesores y que incluso en ese escenario, hemos sido superados como país y como sociedad, no solo como gobierno.
Pero ellos, sin un ápice de humanidad y sin conocer la palabra humildad, persiguen solo sus fines políticos y vuelven a demandar del Estado, mayor celeridad y decisión sin aceptar que, más allá de que siempre todo puede mejorar, se ha hecho todo lo humanamente posible para enfrentar esta catástrofe.
Hoy hemos fallado como sociedad y una de las responsabilidades que nadie ha puesto sobre la mesa es el deficiente manejo forestal de quienes hace décadas están en el negocio de la madera y que solo se acuerdan del Estado cuando requieren de subsidios o cuando suceden estas tragedias. Los mismos que han ido reemplazando miles de hectáreas de suelo agrícola por plantaciones forestales más rentables, contribuyendo al cambio climático, atentando contra la biodiversidad e instalando una carga de fuego imposible de controlar, en un escenario como el actual.
Los mismos que han ido desertificando nuestro país, los que han construido en sectores de riesgo y los que han sellado cuencas naturales para convertirlas en estupendos negocios inmobiliarios, los que han sembrado especies foráneas que son buenas para el negocio, pero no para nuestro medio ambiente, son quienes hoy demandan del Estado mayor eficiencia y eficacia en el combate de la catástrofe.
Es como si alguien en nuestros barrios instalara un almacenamiento de gas, sin tomar todas las precauciones necesarias y sin considerar de manera adecuada los riesgos de su negocio y al suceder una falla de procedimiento o un descuido, generara una explosión que terminara no solo con su negocio, sino que con la vida y los bienes de muchos de sus vecinos, se le ocurriera salir corriendo a responsabilizar y demandar del Estado que le devuelva las pérdidas y repare a otros el daño causado, abaratando costos de producción que debieran estar internalizados en cada caso, con franjas de protección y con vigilancia propia de las empresas.
Hoy lo que corresponde es seguir solidarizando con las víctimas y seguir canalizando apoyos hacia los damnificados, junto con respaldar unánimemente al gobierno en todas sus gestiones para salir de la crisis, para que una vez superada, nos sentemos de verdad a aprender de nuestro errores como sociedad y seamos capaces de repensar el modelo de desarrollo por el que hemos transitado las últimas décadas, que se ha caracterizado por ser capitalista cuando hay ganancias y estatista cuando llegan las pérdidas o los desastres naturales.
Llegará el tiempo de mirar las leyes, la institucionalidad y el modelo de desarrollo. Llegará el tiempo de internalizar los costos de la prevención y la mitigación en los procesos productivos, llegará el tiempo de incorporar el manejo de cuencas en la planificación territorial y muchas otras cosas.
Llegará sin duda, el tiempo de la reconstrucción y de prolongar la solidaridad con las víctimas al tiempo que aplaudir y reconocer a los miles de héroes de Bomberos, de Conaf, de las Fuerzas Armadas y Carabineros y sobretodo de esa numerosa ciudadanía anónima, por toda su maravillosa labor.
Pero hoy… es tiempo solo de unidad, de respaldo al gobierno y de acción colectiva.
(*) Alcalde de Recoleta
Fuente: blog del autor