domingo, diciembre 22, 2024
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Un Siglo de Brutal Imperialismo Comenzó en Guantánamo

por Miriam Pensack

Es un testimonio de la destreza retórica del «establishment» de Washington que ha etiquetado la bahía de Guantánamo como el hogar de los terroristas más peligrosos del mundo.

Los líderes de EE. UU. querían, por supuesto, referirse a los cientos de personas no estadounidenses detenidos en la base en los últimos 16 años. Pero una mirada más cercana a la historia de Guantánamo cuenta un relato diferente: uno en que los Estados Unidos, comenzando hace 120 años este junio, usó el enclave en el sureste de Cuba para lanzar décadas y décadas de conquista terrorista en el extranjero.

Cuba fue el objetivo de muchos de tales complots de terror. Mucho antes de que Donald Rumsfeld se concentrara en el país para encarcelar a ‘combatientes enemigos’, después del 11 de septiembre, el entonces Fiscal General Robert F. Kennedy buscó infligir ‘los terrores de la tierra'(1) a Cuba como parte de la Operación Mangosta, un empeño encubierto de la CIA para derrocar al líder Fidel Castro.

Mangosta previó actos de sabotaje, incluida la escasez de alimentos (2) creada por los EE. UU., potencialmente inducida (3) a través de armas biológicas (4).

Y otro complot de los años 60, la Operación Northwoods (5), buscó crear un pretexto para invadir Cuba. ‘Podríamos desarrollar una campaña de terror comunista cubana en el área de Miami'(6), decía un documento presentado al Estado Mayor Conjunto. ‘Podríamos explotar un buque de guerra de los EE. UU. en la Bahía de Guantánamo y culpar a Cuba’.

Los EE. UU. Inventaron una serie de planes simultáneos para asesinar a Castro; al menos uno involucró reclutar a la mafia. Estas tramas probaron ser un precedente ideológico poco sutil para la broma que en 2003 George W. Bush realizó al administrador de Irak, Jay Garner, que, tras los esfuerzos de Garner por reconstruir ese país, que los Estados Unidos, ‘para el próximo'(7), invadirían Cuba, la cual clasificaba entre los países del ‘eje del mal’ de la administración Bush.

Hoy, GTMO, como se le llama a la base en la jerga militar, cuenta con una tienda de regalos a un tiro de piedra del McDonald’s Guantánamo. Allí, por $15, se puede comprar una camiseta de la Fuerza de Tarea Conjunta GTM de operaciones de detención, que tiene en relieve un gráfico de una torre armada de guardia de la prisión y rematada con filigrana de alambre de púas.

El «souvenir» es un recordatorio preocupante de la normalidad con la cual el Imperio estadounidense se ha infiltrado en nuestra vida cotidiana, una iteración de lo que el historiador de revisionista William Appleman Williams llamó “un estilo de vida.”

En efecto, la malignidad estadounidense en Cuba, de la Guerra Fría a la llamada guerra contra el terror, es solo parte de la agresión que surgió de la toma de Guantánamo. Este mes de junio marca un aniversario importante para la base naval y también para el imperio estadounidense. De hecho, su historia de origen es el mismo. De hecho, su historia de origen es una y la misma.

A principios de junio de 1898, los marines estadounidenses llegaron a la bahía de Guantánamo y protagonizaron el primer desembarco exitoso en lo que se conocería como la Guerra Hispanoamericana. Además de vengar el hundimiento del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana, Estados Unidos intentó ‘liberar’ a los cubanos del dominio imperial.

Esa pretensión ignoró convenientemente la anterior lucha de 30 años de Cuba por la independencia de España, un esfuerzo nacido en la sociedad de plantaciones de la parte oriental de la isla, no muy lejos de Guantánamo. De hecho, 1898 resultó el desenlace de la guerra de los diez años (1868-1878), la pequeña guerra (1879-1880) y la guerra final por la independencia de Cuba que comenzó en 1895.

La invasión de Guantánamo marcó el comienzo formal de una inclinación estadounidense a intervenir militarmente en los asuntos de otras naciones. Los historiadores del imperio estadounidense han reconocido desde hace mucho tiempo a 1898 como un hito en la trayectoria de la postura global de los Estados Unidos.

Estados Unidos siempre había puesto sus miras en el Caribe y Cuba, a solo 90 millas de la costa de Florida.

Los filibusteros simpatizantes del sur buscaron incorporar la isla como un territorio esclavo adicional desde principios del siglo XIX, y en 1823, John Quincy Adams predijo lo que muchos vieron como la inevitable adquisición de Cuba por los Estados Unidos, argumentando que ‘si una manzana cortada por la tempestad de su árbol nativo no puede elegir sino caer al suelo, Cuba’…solo puede gravitar hacia la Unión Norteamericana, la que, por la misma ley de la naturaleza no puede apartarla de su seno’.

Pero Estados Unidos solo se movilizó para invadir Cuba después de que sus adquisiciones territoriales en América del Norte hubiesen alcanzado sus límites occidental y meridional: un cumplimiento del Destino Manifiesto y la realización de un sueño colono-colonialista que se extendía desde el Atlántico hasta el Pacífico.

Así, en 1890, la Oficina del Censo de los Estados Unidos declaró la frontera ‘cerrada’. En la década siguiente EE. UU. atacó al imperio español, logrando una victoria rápida que tuvo como resultado el traslado de las posesiones coloniales restantes de España a los Estados Unidos. Puerto Rico y Guam se convirtieron en tenencias territoriales de los Estados Unidos y emprendieron una guerra brutal y sangrienta contra los nacionalistas filipinos para anexar Filipinas.

Cuba, entretanto, cayó bajo la ocupación militar de Estados Unidos de 1898 a 1902. Un gobierno militar americano que aparentemente intentaba guiar a la nación incipiente en el camino hacia la plena autonomía y acordó poner fin a la ocupación una vez que la primera República cubana hubiese redactado y ratificado una Constitución al gusto de Washington – una constitución que debería incluir el texto completo de la Enmienda Platt, que otorgó a los Estados Unidos la última palabra en los tratados cubanos y legalizó la intervención de los Estados Unidos siempre que lo considerara necesario ‘para la preservación de la independencia de Cuba’.

El artículo VII de la enmienda ordenó el arrendamiento de Guantánamo sin fecha de terminación, que se anularía únicamente con el acuerdo de los gobiernos de los Estados Unidos y de Cuba. El propósito declarado del arrendamiento era garantizar que, al otorgarle a los Estados Unidos un espacio para una estación naval y de carbón, ‘permitiera a los Estados Unidos mantener la independencia de Cuba’.

Así comenzó un legado de la cuasi-soberanía de Cuba. Ambos gobiernos renovaron el contrato de arrendamiento coercitivo de Guantánamo en 1934, y es en virtud de ese contrato de arrendamiento que los 40 detenidos actualmente en la base se encuentran encarcelados indefinidamente en una impresionante extensión de 45 millas cuadradas de territorio cubano, cuya belleza natural seguramente nunca verán.

A poca distancia de los campamentos 5 y 6, donde se recluye a ‘detenidos de bajo valor’, el personal militar y sus familias disfrutan los frutos del territorio efectivamente robado, tierra que Castro exigió que se devolviera después de que su Movimiento 26 de Julio subiera al poder en 1959 y procuró deshacer unos 60 años de maquinaciones imperiales estadounidenses en la isla.

En un momento dado, Castro cerró el suministro de agua a la base, una sugerencia poco sutil de que Estados Unidos debía desocupar las instalaciones. Los EE. UU. tomaron represalias Más de 2 mil cubanos empleados en la base fueron despedidos sumariamente. A pesar de estos antagonismos, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos aún envía al gobierno cubano un cheque de 4 mil 85 dólares anuales por ‘arrendamiento’ de Guantánamo.

Hasta el día de hoy, el gobierno revolucionario se niega a cobrar los cheques.

En efecto, Guantánamo es a la vez la base militar más antigua fuera de los Estados Unidos y la única mantenida contra la voluntad expresa del gobierno del país que ocupa. Esto hizo que el estado legal de aquellos en la instalación fuera particularmente turbio, y esta misma ambigüedad legal permitió la detención indefinida de presuntos combatientes de guerra contra el terrorismo, algunos de los cuales nunca han sido acusados ​​de un crimen.

Antes de un puñado de casos de la Corte Suprema que han extendido protecciones legales limitadas a los detenidos, la administración de Bush se aprovechó de la limitación legal de Guantánamo para argumentar, entre otras cosas, que la base estaba bajo la soberanía de la República de Cuba, negando ostensiblemente las protecciones constitucionales u obligaciones de acatar los tratados internacionales y, por lo tanto, hacer de la base un lugar ideal para cometer abusos contra los derechos humanos.

Un puñado de casos de la Corte Suprema ha mitigado parte de esta ambigüedad legal. En el caso Rasul versus Bush la Corte dictaminó en 2004 que los tribunales federales estadounidenses tienen jurisdicción sobre la bahía de Guantánamo, proporcionando así acceso a los tribunales a los detenidos como un medio para cuestionar la legalidad de su detención, aunque el fallo dejó sin resolver la cuestión de las protecciones constitucionales que se extendían a los no ciudadanos en la base.

Hay una similitud en la retórica y la lógica entre la Enmienda Platt y el papel de Guantánamo en la guerra contra el terrorismo. El argumento de Estados Unidos de arrendar coercitivamente el territorio como estación de carbón y naval para ‘proteger la independencia cubana’ hace eco del llamado a la tortura y detención ilegal de combatientes enemigos por el bien de la seguridad nacional de los EE. UU.

Pero estos paralelismos son más profundos, en la medida en que todos los caminos conducen de regreso a Cuba, donde Estados Unidos todavía se las arregla para hacer lo que quiera.

Guantánamo persiste como un lugar de reinvención y olvido imperial, una hidra en constante evolución donde el personal militar estacionado puede recibir su certificación de buceo y llevar a sus hijos al cine a un corto trayecto del sitio negro donde la CIA llevó a cabo torturas en la base.

Si no fuera por la sección de «Cuba» de la tienda de regalos GTMO, donde imágenes de la Habana adornan llaveros, postales e imanes, usted podría olvidar que estaba en Cuba.

En efecto, esta amnesia imperial, junto con los 120 años de maquinaciones imperiales que comenzaron en la bahía de aguas profundas, bien pueden hacer que Guantánamo sea el lugar más estadounidense de la Tierra.

Fuente: The Intercept

Traducción: Juan Alfonso Fernández González

Referencias:

(1) <https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/books/00/11/26/specials/schlesinger-robert.html>

(2) <https://www.nytimes.com/2017/10/27/us/politics/jfk-files-cuba-castro-cold-war.html>

(3) <https://www.npr.org/sections/thetwo-way/2017/10/27/560352638/jfk-documents-highlight-talks-on-clandestine-anti-cuba-ops>

(4) <https://www.nytimes.com/1997/11/23/weekinreview/stupid-dirty-tricks-the-trouble-with-assassinations.html>

(5) <https://abcnews.go.com/US/story?id=92662&page=1>

(6) <https://www.nytimes.com/1997/11/19/us/declassified-papers-show-anti-castro-ideas-proposed-to-kennedy.html>

(7) <https://www.newyorker.com/magazine/2005/07/04/the-home-front-6>

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