El tema de las identidades puede ser observado desde diversos ángulos. Algunos operan como fuerza movilizadora y tienen relación directa con la sociedad concreta, las experiencias históricas y la transposición de bases de comprensión mutuas del mundo.
De modo más simple, la identidad colectiva puede implicar una proyección de “lugar a ser construido”, de utopía asociativa o “distopia” (no lugar) individualista o totalitaria.
El tema de las identidades políticas, cuando sujetos sociales asumen una perspectiva y proyección de sí más allá del individualismo, de las relaciones familiares y estructuras sociales impuestas (como Estado y Mercado), es la llave para encontrar una salida para las izquierdas brasileñas – en especial la izquierda más a la izquierda – y así conseguir superar mitos de sociedades imaginarias.
El tema es complejo, y ultrapasa los neologismos de “mimetización” de la política virtual de gente desorganizada que se mueve sólo y tan solamente a través de las redes sociales. Por otro lado, el inverso también es verdadero.
Los enemigos externos, en especial el Imperio (EEUU, la Superpotencia que proyecta su poder sobre las Américas como área exclusiva o casi), así como el enemigo interno – un sector importantes de la élite brasileña que no es ni siquiera nacionalistas, que dirá igualitarios – saben de la fragilidad de la reproducción de nuestras identidades colectivas. Nada es por casualidad, y de nuevo, pautado por Estado, Mercado y Universidad, el imaginario “socialista” brasileño también es profundamente eurocéntrico, con ignorancia de nuestra propia historia.
Si eso ocurre en las izquierdas, imaginen en el sensu común como reproducción condensada de las ideas y representaciones dominantes; este cotidiano popular – marcado también por la programación de la televisión abierta – esun lugar de avance de las relaciones subalternas al norte.
Este “norte” tanto es la aspiración a la vida en barrios de mayoría blanca de los EUA, como la idealización del mundo anglo-sajón o entonces la dependencia hasta psíquica delante de la “alta cultura” europea.
La vertiente masiva del eurocentrismo está en la difusión incontrolable de los signos de Estados Unidos de América. Eso, sin el debido preparo y con mucha incomprensión de las tensiones internas al territorio del “Hamburguestán” (uno de los apodos peyorativos para EEUU en la jerga política brasileña), lleva a la una infantil y obscena admiración por el sistema liberal, oligárquico, empresarial e individualista estadunidense. Tal y cual ocurre con las consecuencias ideológicas de la Operación Lava Jato, aunque una buena parte de los crímenes de corrupción sean factuales y operen como base de acumulación relacionado a la típica orden del comportamiento capitalista.
Media colonizadora y la difusión de la “gringolandia”
Infelizmente, nuestro país (Brasil) viene siendo acosado por una intensa y casi incontrolable presencia de la cultura de masas de los EUA. Afirmo los conceptos lásicos – culturas de masa e industrias culturales – porque los símbolos y modas venidos de Estados Unidos circulan con penetración en todas las camadas de nuestra sociedad.
De entre las medias y vehículos comunicacionales, dos son directamente relacionados a esta “invasión”. Uno es internet, con sus culturas de nicho (especies de subculturas marcadas por las industrias comunicacionales), donde tenemos vínculos trazados entre dibujos animados, series televisivos o audiovisuales (o aún de webTV como los del Netflix) y polemistas o “humoristas” de tipo espectáculo de monólogo (llamado en inglés de stand up comedy).
Otro poderoso vehículo, complementar y más antiguo del que el primero, es la TELE por firma, TV privada donde se paga una cuota mensual, especialmente los canales transnacionales.
En estos circulan marcas, equipos de fútbol (campeonato inglés, italiano y español, además de Liga de los Campeones de Europa, de entre otros), deportes, noticias (como la CNN, primera TV satelital mundializada), series y programas de costumbres.
Tamaña presencia de símbolos internacionales – específicamente estadunidenses – no es nueva, pero la penetración popular sin intermediación nacional, esto sí es novedad. De este modo, en el periodo de crecimiento económico de los gobiernos del lulismo (Lula, de 2003-2010, Dilma, de 2011-2016) los medios, incluyendo las medias sociales como extensión del sensu común – la cual la mayoría de los brasileños fue expuesta era de forma total o parcial,
era (es) reproductora de un universo simbólico distinto de la vida cotidiana. Es como si el milagro venía de una entidad, pero cada mejoría, aumentaba el número de devotos de otro pastor (literalmente).
Considerando que los gobiernos arriba citados tuvieron una política comunicacional entre ínfima (Lula) y nula (Dilma), inmediatamente podemos evaluar lo cuanto la lucha simbólica y la esfera de la ideología y del comportamiento importaban para los nada brillantes y poco osados estrategas del pacto lulista (marcado por mejoría material y refuerzo de las estructuras de poder y conglomerados económicos existentes).La lucha ideológica como estructurante del antiimperialismo
La lucha ideológica, con énfasis en el campo de la comunicación, forma la barricada para armar corazones, mentes, espíritus y almas de identidad colectiva, culturas populares y reforzar los vínculos, lealtades y sentidos de pertenencia.
Como la competencia delante del oligopolio de familias controladoras de la comunicación es desproporcional, y delante de la hegemonía entreguista y vende patria en las tramas y narrativas de estas empresas, es urgente pelear y construir políticas comunicacionales y de cultura que garantizaran al menos una economía de resistencia. Si la disputa con el enemigo interno es absurda, con el externo también ocurre el mismo, sólo que con más intensidad.
En esta etapa post-golpe, de retroceso de las conquistas materiales y de ataque en contra la legislación social de Brasil, la defensa de intereses directos necesita ser alimentada por el sentido de pertenencia colectiva. No tendremos condiciones de luchar como pueblo brasileño si el imaginario de nuestra juventud es ser blanco y de clase media en una ciudad de los EUA.
La presencia de esta imaginación dañosa es devastadora y se da en todos niveles, de la idealización de un barrio imaginario hasta al ascenso de tesis liberales y conservadoras bajo aparente discurso religioso. Interrumpir esta proyección incontrolable es casi imposible, pero resistir de modo sistemático, eso sí es factible.
Aunque una buena parte de nosotros (las izquierdas brasileñas) sea blanca y de “clase media” aquí, la transposición no es inmediata, o no debería ser. La lucha por las identidades colectivas es una trinchera del antiimperialismo.
(*) Profesor de ciencia política y de relaciones internacionales
Fuente: Estrategia & Análise