Ninguno de los amigos que estaba reunido esa noche en casa de Mauricio Ortega, pensó que él cumpliría su promesa de matarla o que, al menos, trataría. Habían tomado whisky y ron para entibiar los cuerpos. Hacía frío en Coyhaique y la reunión había comenzado temprano. Tuvieron tiempo de comer, bailar y reír. Y también para discutir.
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“Me cagaste con la plata y el auto” le recordó ella, despertando la ira del mecánico. “No seas mal agradecida, te tengo el refrigerador lleno, maraca”, espetó él con furia, sin importarle la presencia de los amigos.
Los malos tratos eran habituales en la casa de los “chapistas”, apodo que le habían entregado los vecinos debido al oficio de Mauricio de arreglar cerraduras de autos. Esa noche, su rabia contenida tendría un punto de ebullición. Y de haber sabido el desenlace, los amigos hubieran hecho mayores esfuerzos por evitarlo.
Bailaban y él la empujaba. Conversaban y él la increpaba. Cada vez más ebrio, aumentó el registro de groserías que le escupía a la madre de sus pequeños hijos, de 4 y 2 años. A su “señora”, como la presentaba en público.
Pero esa noche estaba más enojado que en otras ocasiones. Se abalanzaba sobre ella con el afán de pegarle. Los demás se interponían entre los golpes. En un minuto, descargó su ira con la lavadora y la rompió a golpes. “Malagradecida”, repetía sin parar.
“Están peleando y le está gritando garabatos muy feos a mi mamá, tía. Venga a buscarnos”, escribía uno de los hijos de Nabila por WhatsApp. “Mi mamá también está rompiendo cosas y gritando”.
Los niños fueron sacados de la casa, para evitar que siguieran viendo la pelea. La tía se los llevó donde la abuela. Ya eran las 4 AM cuando él lo decidió: “Te voy a matar, conchetumadre” le advirtió un macizo y tambaleante Mauricio a una temerosa Melisa, como le decían sus amigos. La empujaba y le tiraba la ropa.
“Cálmate hueón, por favor” le pedían los presentes, quienes apoyaron la idea de Mauricio de tomar el auto e irse de la casa.
Ofuscado, tomó la llave y se dispuso a sacar el vehículo del estacionamiento. Sin embargo, la camioneta de su padre estaba estacionada detrás del auto, así que tuvo que devolverse.
A esas alturas, los invitados tomaban sus cosas para irse. Llave en mano, Mauricio salió a despedirlos: la fiesta había terminado, pero la discusión no.
Tras el ataque
El relato de los testigos se retoma con Nabila en la calle a 200 metros de la casa, gritando de dolor. Un joven de 17 años estaba “tarreando” con sus amigos cuando escuchó el clamor de la joven madre y llamó a Carabineros.
A los tres minutos volvió a llamar, esta vez muy nervioso y en su relato dijo ver a un hombre de rodillas que atacaba a una mujer, moviendo ambos brazos de arriba a abajo. Que incluso después de golpearla y abandonarla, se devolvió para seguir pegándole. Luego se fue corriendo.
El adolescente fue el primero en ver a Nabila después del ataque y quedó tan shockeado que abandonó la ciudad.
Su rostro quedó irreconocible: Nabila Rifo, de 28 años, yacía parcialmente vestida, con señales de haber sido abusada sexualmente, al borde de la hipotermia, con múltiples fracturas, sin algunos dientes y sin sus ojos.
La fiscalía cree que fue la llave la herramienta usada por el agresor para extirparle ambos glóbulos oculares después del ataque, porque fue encontrada a centímetros de su cuerpo.
De no haber sido encontrada por Carabineros, Nabila muere a las 12 horas y Ortega hubiese cumplido su promesa.
No era la primera vez
Pero esa noche no era la primera vez que Mauricio amenazaba a Nabila. El año pasado, en septiembre, rompió la puerta de la casa con un hacha amenazando con matarla.
Lee también: Mujer atacada en Coyhaique denunció a su ex pareja por amenazarla con un hacha en 2015
Tras este hecho, Nabila interpuso una denuncia por violencia intrafamiliar, que poco después retiró con el compromiso de Mauricio de cambiar. Por ella y por sus hijos. Volvieron e incluso se fueron a vivir juntos.
Él insistía con ningunearla: la trataba de “cacho”, de “mantenida”, aún cuando Nabila vendía muebles que promocionaba en Facebook hasta por $400 mil. Ningún esfuerzo era suficiente, siempre le recriminaba que era él el que financiaba los gastos de la casa y a los cuatro hijos de ella, de los que sólo dos eran suyos.
Los vecinos la califican como una mujer “muy trabajadora” y buena madre. No dudan de que los hijos serán su primer recuerdo cuando despierte del coma inducido y se dé cuenta que sus párpados quedaron cerrados a perpetuidad.
“Seguro lamentará no poder verlos crecer”, especulan algunos.
Cuatro hijos que aún no saben qué pasó con su madre. La abuela materna les habló de un viaje, que sólo Dios sabe cuándo terminará.
Mauricio Ortega fue formalizado la semana pasada acusado del delito de femicidio frustrado por el brutal ataque que sufrió Nabila, ocurrido en la madrugada del sábado 14 de mayo. Hasta el momento es el único imputado en la causa que indaga el Ministerio Público.
Los hechos sucedieron luego que la víctima participara de una fiesta donde también estaba Ortega.
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La mujer se encuentra internada en la ex Posta Central, esto en la Región Metropolitana, hasta donde fue trasladada para iniciar el complejo proceso de recuperación física y sicológica tras lo ocurrido.
Fuente: Radio Bío Bío