miércoles, diciembre 25, 2024
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El Otoño de la Matriarca: Los Ultimos Días de la Viuda de Pinochet

Fue la mujer más poderosa del país durante largos 17 años y, para muchos, una de las responsables del ascenso de su marido hasta el más alto mando de la República. Pero hoy su realidad es distinta.

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Alejada de toda actividad pública, la viuda de Pinochet vive encerrada en su departamento y con poco contacto con el exterior. Atendida por una enfermera y mirando una película antigua en el cable, con pocas visitas y escasa movilidad. Así pasa sus días Lucía Hiriart, la otrora matriarca de Chile.

En el zócalo de una de las torres del condominio Valle del Monasterio #2298, en la comuna de Lo Barnechea, despierta María Lucía Hiriart Rodríguez (94). Cada día, a las 7:30 de la mañana, una de sus enfermeras controla su presión, sus niveles de azúcar y, sobre todo, su saturación.

A esa hora, el amanecer aún no golpea su ventana: la vista de su departamento ubicado en el -1 está cubierta por árboles y por una de las imponentes laderas del Cerro Manquehue.

A fines de 2014, Lucía Hiriart se mudó de la capital a su parcela ubicada en la comuna de Santo Domingo, en la región de Valparaíso. Dejó la mansión de Los Flamencos #3796, ubicada en Lo Barnechea, domicilio que la refugió desde el regreso de Augusto Pinochet a Chile tras su reclusión en Londres. Poco duró fuera. A inicios de 2015 ya estaba de vuelta en Santiago en su actual residencia ubicada en la misma comuna.

“No se acostumbró no más, la parcela de la hacienda Los Boldos seguía siendo muy grande para una mujer sola y de edad tan avanzada”, relata un cercano a Hiriart y a la familia Pinochet. Su regreso a la capital coincidió con la demolición de su antigua residencia. A pesar de que ella misma autorizó la venta del terreno a través de sus abogados, nunca regresó a visitar ese lugar.

La ex primera dama de la dictadura actualmente vive sin ningún miembro de su familia. En cambio, a diario la acompañan una empleada, una enfermera, un guardaespaldas, un cocinero y, si tiene programada una salida o cuando de urgencia debe salir al Hospital Militar, un chofer. Cinco personas preocupándose a diario y simultáneamente de que, por ejemplo, la viuda de Pinochet no tenga que salir a comprar.

Lucía Hiriart recorre su departamento apoyada de un bastón o sosteniéndose del brazo de su enfermera cuando no lo encuentra. Los paseos cortos son parte de su rutina y prescripción médica desde que en abril del 2014 sufrió una caída que terminó en rotura de cadera. Es inquieta y, aunque no tenga ninguna actividad agendada, prefiere levantarse de la cama a “estar postrada”, como le ha manifestado a sus cercanos.

Tanto Roberto Mardones, gerente de la Fundación Presidente Augusto Pinochet y amigo de la familia, como Augusto Pinochet Molina, nieto de Hiriart que actualmente preside el partido político Por Mi Patria, coinciden en que a la ex primera dama le gusta ser visitada con frecuencia. Pueden ser sus hijos, sus nietos o sus amistades. No cualquiera entra al departamento. Como en todo condominio privado, existe un listado de visitas frecuentes. Marco Antonio Pinochet, el mayor de sus hijos, es quien registra más entradas.

Pinochet Molina, quien actualmente vive en Frutillar, cuenta que son contados sus viajes a Santiago, pero que en el último tiempo han ido aumentando. Tiene temor, dice, a que el estado de salud de Lucía Hiriart empeore.

“A su edad sólo espera que la visiten. A mí siempre me recibe de buen ánimo y almorzamos en el comedor”, asegura. Mardones precisa que quienes más la visitan son los hijos “del medio” de los nueve que tiene Jacqueline Pinochet: Sofía, Jaime y Lucía Amunátegui.

“Los hijos de la Jacque son muy cercanos. Cuando ella se fue a Estados Unidos, vivieron mucho tiempo con Lucía. Ahí se apegaron más”.

Al departamento de Lucía Hiriart no llegan cartas, ni paquetes, ni suscripciones a diarios o revistas. Nada que dé pistas de que ahí vive la ex primera dama. La mayoría de los residentes del condominio pertenecen o están ligados al Ejército y no confirman ni desmienten conocer quién es su vecina.

Un ambiente totalmente protegido para los últimos años de su madre, justamente lo que buscaba Marco Antonio Pinochet cuando Hiriart regresó a Santiago: que la propiedad esté a su nombre.

Su contacto con el mundo exterior se reduce a sus visitas, llamadas telefónicas, salidas en el auto con vidrios polarizados y la televisión. Durante la semana, Marco Antonio Pinochet llega a eso del mediodía para almorzar con su madre. Mientras conversan, algún noticiero nacional se escucha de fondo. Guillermo Garín, general (r) del Ejército y quien fuera uno de los hombres del círculo íntimo de Pinochet, afirma que Lucía Hiriart está totalmente lúcida y no está ajena al acontecer nacional. Incluso, comenta con sus cercanos el caso que la involucra directamente: CEMA Chile.

Frente a las acusaciones de venta y arriendo de propiedades donadas por el Estado a la fundación que preside de manera vitalicia, aduce que son “puras calumnias” y que prefiere dejarlo todo en manos de sus abogados.

Otras visitas frecuentes son sus amigas Carmen Carmona -presidenta de la corporación Damas de la Defensa Nacional- y María Luisa Oettinger -esposa de Sergio Moreno, edecán de Augusto Pinochet-. Según consignó el diario La Segunda el 11 de septiembre de 2015, la visitan en su hogar porque saben que Hiriart no está en condiciones para salir del zócalo de Lo Barnechea.

Algunas tardes, y cuando su salud se lo permite, Hiriart hace un alto en lo que esté haciendo -por ejemplo, viendo una película antigua en el canal de cable TCM- y sale. Cuando llega a salir, no lo hace sola. Siempre está acompañada por una de sus enfermeras o por familiares, pero nunca sola. Cerca de su casa está la Parroquia Santa Teresa de los Andes.

Desde que llegó al barrio comenzó a asistir a las eucaristías. En la misa del 2015, se pidió por la memoria de Pinochet, quien cumplía nueve años muerto. Nadie sabe si fue Lucía Hiriart quien solicitó la oración por su ex marido.

En ese momento, ella estaba en otra misa, en otra iglesia.

Cuando alguien del círculo de confianza de Lucía Hiriart va a visitarla, por lo general le lleva un regalo o una foto del pasado. Así cuenta Roberto Mardones, quien muestra una fotografía de cuando su hija asistió a la casa de Pinochet a dejar el parte de su matrimonio.

“Mijita, le voy a opacar el matrimonio”, recuerda que le respondió el ex general a su hija, disculpándose por no poder asistir. Argumentaba que todos se iban a querer tomar fotos con él, quitándole importancia a la novia. Hiriart siempre lamentaba no poder asistir a estos eventos sociales. Justamente lo que hoy parece evitar a toda costa.

Su cumpleaños de 2015, el N° 93, partió con una misa en la Parroquia de la Inmaculada Concepción organizada por la fundación que administra Mardones. Posteriormente, realizó una once privada en su domicilio. Entre los presentes estaban sus hijos y sus amigos Garín y Oettinger.

Según Pinochet Molina, esta es la fecha más melancólica para Hiriart, ya que su natalicio coincide con el día del deceso de marido. Sus más cercanos comentan que recordar ese día del 2006 la hace llorar amargamente. Siempre cuenta que, cuando le avisaron de la agonía de Pinochet, regresó en menos de 10 minutos desde un almuerzo que le tenían preparado sus hijos por su cumpleaños a la habitación del ex Hospital Militar -actual Félix Bulnes- y alcanzaron a despedirse.

Mardones recuerda que, en la ocasión, compartiendo té, galletas y un pedazo de torta, conversaron durante más de una hora. Un tema recurrente para Hiriart son los políticos que considera “desleales” e “ingratos”, refiriéndose principalmente a la facción más progresista de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y a todo Renovación Nacional (RN), que reniega del régimen militar.

Alaba, en cambio, a políticos como Ignacio Urrutia e Iván Moreira. “Hay muy pocos hombres que tienen los pantalones bien puestos (…) Por ejemplo, Moreira los tiene bien puestos”, declaró en 2003 a Revista Caras, refiriéndose a lo consecuente que ha sido el senador, reconocido defensor del legado pinochetista.

De él recibe llamadas constantemente. Y más cuando su salud empeora.

La última aparición pública de Lucía Hiriart fue el 25 de noviembre de 2015. La noche anterior la había pasado en su parcela de Los Boldos acompañada de su enfermera y de tres de sus hijos: Marco Antonio, Verónica y Jacqueline. Al día siguiente y, en una ceremonia también gestionada por la Fundación Presidente Augusto Pinochet, se celebraron los 100 años del natalicio de su marido.

Desde la casa de Hiriart al lugar de la ceremonia, una cuadra y media. Tuvo que recorrerla en un automóvil dado el camino de tierra y su poca capacidad para caminar tramos más largos que los que recorre dentro de su departamento.

La viuda se emocionó de “manera discreta” con el discurso del abogado e historiador Gonzalo Rojas, bebió una copa de champagne durante el cóctel y asintió con la cabeza y un “gracias” a todos quienes se le acercaron a manifestarle su apoyo y lealtad con el legado pinochetista.

Los organizadores y presentes -entre esos, Roberto Mardones y Guillermo Garín, parte del directorio de la Fundación- dijeron verla sobrecogida al ver cerca de 500 personas homenajeando al General Pinochet, a pesar de que se esperaban máximo 350. También cabe destacar que los organizadores pusieron a disposición buses que partían desde la Municipalidad de Vitacura hacia Santo Domingo.

Santiago anochece en la comuna de Lo Barnechea y uno que otro peatón -probablemente trabajadoras del condominio- camina por la amplia avenida de Valle del Monasterio.

Son las nueve de la noche y las luces principales del zócalo de Hiriart están apagadas. El departamento está en silencio. No están sus hijos, no están los nietos y mucho menos está Augusto.

La orquestada normalidad con que transcurre su día a día pareciera ser la de una mujer que jamás fue la primera dama de la dictadura. Lucía Hiriart, que parece disfrutar más de películas antiguas que de honores públicos, vive en una zona de confort de la que, voluntariamente, jamás va a salir.

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 (*) Reportaje realizado en el curso Taller de Prensa, de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica

Fuente: El Desconcierto

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