Poco a poco la derecha ha ido tomando el peso a los resultados del plebiscito de octubre de 2020. Un sector nostálgico de la dictadura se sigue mostrando.
El puñado de adultos mayores que fueron a tararear los viejos estandartes a la Plaza Dignidad probablemente han estado -o dentro o muy cerca- de Punta Peuco.
Reacciones destempladas en defensa de un general que, tal como se enseña la historia en el país, el 99% de los chilenos no tiene idea quien es o qué hizo, ni cuando.
Así como, para la mayoría, Baquedano es una plaza o un metro, Vicuña Mackenna es una calle y no el ilustre historiador y gobernador de Santiago del siglo XIX.
La ridícula disputa de donde poner la estatua no cambia nada. Las razones de las manifestaciones desde el estallido social que ya llevan casi 18 meses, obviamente, no tienen nada que ver con el general. La declaración desproporcionada que hizo el ejército preocupa, más bien, por el lenguaje con clara reminiscencia pinochetista.
Nadie es más o menos chileno por protestar en Plaza Dignidad que -por culpa del Ejército- le costará volverse a llamar Plaza Baquedano.
Los símbolos involucrados en el desplazamiento de la efigie los creó el sector proto fascista que encabeza Kast. Esto no sería problema si hubiese un gobierno racional y razonable. Se podría argumentar que la estatua estaba en peligro de ser derribada y, dadas las frecuentes aglomeraciones en el lugar, podía ser un peligro de muerte para decenas de personas todo lo cual, por lo demás, es cierto.
Pero el señor presidente, aunque no se crea, es muy receptivo a cualquier crítica porque odia aparecer como perdedor, aun en cosas intrascendentes. En los últimos tiempos es claro que las cosas han salidos muy diferentes a como le hubiese gustado.
Su desgastada imagen (ni siquiera de su sector nadie en la franja pondrá nada que lo identifique con el gobierno) la hace notar con sus rictus que denotan dolor, tristeza, enojo, desagrado. Hace años que no es posible verle una sonrisa espontánea.
La desesperación del gobierno por lograr algo que le permita remontar, solo lo ha hecho hundirse más.
Cuando la dupla Piñera-Mañalich quiso lucirse tomando en mano la pandemia de manera personal solo sirvió para el aumento del desprestigio del uno y la demisión como ministro del otro, porque no evaluaron el impacto ente los pobres ni la significación epidemiológica de la pandemia.
Asimismo, ante la violencia y la delincuencia se intensificó el despliegue policial con resultados nefastos y para peor, en el marco de un sistema de corrupción de los altos mandos difícil de defender… pero lo hizo.
El masivo implemento de las vacunaciones permitió subir algunos puntos en la imagen presidencial pero nada puede evitar que se reconozca que la Atención Primaria de Salud funciona independiente del gobierno y, de hecho, en su mayoría está gestionada por los municipios.
La oposición dogmática o ideológica a los retiros de fondos de las AFP sin presentar soluciones reales. Proyectos llenos de “letra chica” que finalmente excluyen a las mayorías que necesitan apoyo, aumentan la desconfianza.
Ahora se está tratando de pasar leyes de último minuto: reformar las AFP con maquillajes inocuos; privatizar el uso de fondos de Fonasa; militarizar la Araucanía; aprobar el TPP entre gallos y medianoche; etc.
Es muy importante reconocer estas leyes que a veces cuentan con apoyo de la Concertación o parte de ella.
Así, la franja electoral de la derecha dió el knock out definitivo al gobierno al centrar la publicidad en mostrar a sus presidenciables.
El actual gobierno no le importa a nadie, pero cuidado con ello.
Por bajo cuerda se pueden generar grandes daños al país.
http://www.revistaprimerapiedra.cl/PDF/2021/03/pp-926_15-03-2021.pdf