El «Maracanazo» ha sido la derrota más sonada de la historia, cuando Uruguay revalidó el título mundial imponiéndose, con gran sorpresa, a la anfitriona Brasil. En junio de 2015 se produjo la muerte del gran protagonista Alcides Ghiggia, que con tan sólo cuatro goles marcados con el combinado uruguayo, pasó a la historia como el gran héroe de la comentada final.
<script async src=»//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js»></script>
<!– Banner Articulos –>
<ins class=»adsbygoogle»
style=»display:block»
data-ad-client=»ca-pub-2257646852564604″
data-ad-slot=»2173848770″
data-ad-format=»auto»></ins>
<script>
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
</script>
Otro de los grandes mitos semidesconocidos para una gran parte de los aficionados europeos.
Los grandes triunfos siempre pasan a la historia, pero el que se vino a llamar el «Maracanazo» pasó a los anales por ser una gran e inesperada derrota por 2-1…, en este caso de la entonces todopoderosa Brasil a manos de Uruguay en la final del Campeonato del Mundo de 1950. Incluso entre los uruguayos, extasiados por un título que los mantenía invictos en participaciones mundialistas, nada les impresionó más que el enorme silencio de un estadio con más de 100.000 almas.
“Jamás en mi vida he visto un pueblo tan triste como el brasileño después de aquella derrota. Era para ponerse a temblar”, recordó Alcides Ghiggia, autor del tanto que culminó la remontada uruguaya y que dio el título a los suyos.
Entender por qué aquel partido se convirtió en emblemático implica más que lo sucedido dentro del campo. Para los brasileños, lo que parecía estar ya conquistado no era sólo el título mundial, sino la autoestima del pueblo. Perder el choque decisivo fue como un golpe que hizo a toda la nación desengañarse de la idea de que Brasil era el país del futuro, y el fútbol su mayor expresión de talento y creatividad.
Aquel era el último encuentro del cuadrangular final que decidió la Copa Mundial y a Brasil le bastaba con un empate tras haber goleado a Suecia por un contundente 7-1 y a España con un 6-1. Uruguay tansólo había conseguido una victoria por 3-2 ante los suecos y un empate a dos ante España.
«Esto está ganado” era el sentimiento y el pensamiento generalizado por los brasileiros, a pesar de que laprimera mitad acabó con un empate sin goles y con 17 ocasiones para los brasileños y solo seis para los uruguayos. Comenzada la segunda mitad y con apenas un minuto y 18 segundos jugados, Zizinho avanzó en dirección al área y pasó a Ademir, quien asistió a Friaça para que marcase el que supondría el título para todo el pueblo de Brasil.
“Era la certeza de que iba a comenzar la goleada a la que se había acostumbrado la afición. El gol debía tranquilizarnos, pero provocó el efecto contrario, porque el pueblo comenzó a celebrar la victoria”. No contaban con que en el minuto 21 del segundo tiempo, Ghiggia con el balón dominado en un mano a mano con Bigode, superó a su marcador, corrió hasta la línea de fondo y cruzó raso para la finalización de Juan Schiaffino.
“Se hizo un gran silencio.En aquel instante, tengo la certeza de que todos los brasileños sintieron miedo de perder”, recuerda Máspoli.
Aunque le bastaba el empate, Brasil continuó atacando, al fin y al cabo no sabía jugar de otra manera. Pero entonces, Ghiggia, de nuevo ante Bigode, volvió a imponerse. “Por el medio, venía corriendo otra vez Schiaffino, esperando el pase hacia atrás, como en el primer gol”, cuenta Ghiggia.
“Barbosa también pensó en la repetición de la jugada anterior y se adelantó para cortar el cruce. Vislumbré la oportunidad de chutar directo a gol”. El balón entró entre el poste izquierdo y el portero. Los brasileños siguieron atacando hasta que a las 16:45, cuando el inglés George Reader señaló el final del encuentro, envolvió el Maracaná un aura de incredulidad y tristeza tan densa que, incluso entre los uruguayos, el recuerdo es más de conmoción que de explosión de alegría.
“Yo lloraba más que los brasileños, porque me dio pena ver cómo sufrían. Fue como si llorase por ellos. Todavía en el campo, cuando esperábamos a que nos entregasen la copa, tuve el impulso de correr hacia el vestuario. Estábamos todos muy emocionados”, rememora Schiaffino.
Justo en el día en que se conmemoraron los 65 años de la gesta del Maracanazo, el pasado 16 de julio de 2015, Alcides Edgardo Ghiggia, autor del gol de la victoria uruguaya en el mítico estadio de Río de Janeiro y ante Brasil, falleció a los 88 años.
En aquel encuentro, le daban la pelota demasiado al pie y en el descanso le dijo al técnico uruguayo Juan López: «Dígale a Julio Pérez que me la dé larga», y así fue en un balón largo, y el pase atrás para que empatara Schiaffino. Y a los pocos minutos, la misma jugada para que nuestro protagonista marcara el definitivo 2-1.
El Ñato Ghiggia, 23 años y apenas cuatro meses vistiendo la celeste, gestó una de las hazañas más espectaculares de la historia de las Copas Mundiales. Ghiggia, con su cara afilada, bigote rompecorazones, piernas largas y tórax cortito, destrozó a sus marcadores con técnica, velocidad y coraje. Cuenta la leyenda que después del 2-1 a Brasil, el técnico López le tuvo que pedir que ayudara en defensa, que se olvidara del arco de enfrente. «Ese loco quería hacer el tercero», dicen que dijo López.
Esa ambición lo acompañó durante toda su carrera, desde los inicios en Sudamérica hasta su adiós en Danubio con casi 42 años. Un año después, Atlanta se lo llevó a Buenos Aires para probarlo sin llegar a triunfar, por lo que volvió a su club, al Peñarol. «Su zancada era larguísima, era un galgo. Era casi imposible de tirar y tenía un coraje a toda prueba.
Cuanto más le pegaban, más se agrandaba. Nunca volvió a haber un puntero como él», lo describió el periodista uruguayo Franklin Morales. Así se ganó un lugar en la selección uruguaya y siendo ya una estrella mundial, en 1953, fue el primer fichaje estelar de la Roma después de ser sancionado 15 meses tras propinarle un puñetazo a un árbitro jugando el clásico Peñarol-Nacional en 1952.
<script async src=»//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js»></script>
<!– Banner Articulos –>
<ins class=»adsbygoogle»
style=»display:block»
data-ad-client=»ca-pub-2257646852564604″
data-ad-slot=»2173848770″
data-ad-format=»auto»></ins>
<script>
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
</script>
En la Roma se convirtió en ídolo pero sólo ganó una Copa de Ferias.
El scudetto lo logró recién en su único año en el Milan, aunque apenas jugó cuatro partidos. Con 37 años y dispuesto a retirarse, volvió a Uruguay,.pero su amor por la pelota fue más fuerte y hubo Ghiggia casi cinco años más.
Ghiggia marcaba pocos goles, pero muchos eran parecidos: desborde por derecha y, en vez de dar el pase atrás, le pegaba al arco. Los únicos cuatro goles que convirtió Ghiggia defendiendo la camiseta de Uruguay los convirtió todos durante la Copa Mundial de Brasil 1950.
Ghiggia jugó también para la selección italiana, participando en las eliminatorias para la Copa Mundial de Suecia en 1958, pero la azzurra quedó eliminada con una recordada derrota en Belfast ante Irlanda del Norte. Fue la única vez que Italia no se clasificó a un Mundial vía eliminatorias.
Fuente: Fútbol Táctico