Hace hoy exactamente dos años desde que dijera adiós Gabriel García Márquez y parece que el Nobel colombiano se resiste a marcharse. Este viernes trascendía que su obra cumbre, Cien años de soledad, ocupó la semana pasada el segundo lugar en ventas en libros en español en los Estados Unidos.
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Entre otras demostraciones de su presencia, el Banco de la República presentó a mediados del presente mes el nuevo billete de 50 mil, con el rostro de Gabo, que circulará el próximo año.
Cada año en septiembre, desde 2013, pero con más énfasis a partir de su muerte, la Fundación que él mismo creó, Nuevo Periodismo Iberoamericano, le rinde un homenaje en Medellín, durante el Festival Gabriel García Márquez de Periodismo.
Estas son apenas cuatro de las innumerables maneras en que su legado permanece vigente.
En su homenaje, la Biblioteca Nacional de Colombia creó La Gaboteca, un sitio web que hospeda gran parte de sus obras, además de recuerdos, vivencias y escritos alusivos al escritor de Aracataca.
El periodista colombiano y uno de los más grandes escritores de la literatura universal, Gabriel García Márquez, fue entrañable amigo de Fidel Castro y la revolución cubana.
“Nuestra amistad fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares. Hablar con García Márquez y Mercedes siempre que venían a Cuba —y era más de una vez al año— se convertía en una receta contra las fuertes tensiones en que de forma inconsciente, pero constante, vivía un dirigente revolucionario cubano“, dijo Fidel en una crónica que tituló “El descanso”.
En La Habana, García Márquez fundó la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, donde auspició, desde 1986, su conocido taller Cómo contar un cuento para intercambiar con los estudiantes los modos de armar un guión cinematográfico.
Autor de obras clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada, fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado Macondo.
Comprometido con los movimientos revolucionarios en el continente, Gabriel García Márquez siguió de cerca la Revolución cubana hasta su triunfo en 1959. Participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de la Isla. Su amistad con Fidel y con Cuba se mantuvo invariable hasta su muerte.
Ahora, el ahijado más prodigioso de Melquiades se ha ido, para quedarse entre nosotros un hombre que creó una nueva forma de narrar; un escritor que con un universo y un lenguaje propios corrió los linderos de la literatura; un periodista que amaba su profesión pero odiaba las preguntas; una persona que adoraba los silencios, y con un encanto que cautivó a intelectuales y políticos, y hechizó a millones de lectores en todo el mundo.
El mago de las palabras
El Gabo, como era conocido popularmente, fue uno de los escritores representativos del realismo mágico, el cual mezcla realidad con fantasía, narrativa utilizada en su obra maestra, 100 años de soledad, novela que narra la vida de siete generaciones de la familia Buendía en el mágico pueblo de Macondo, y que le valió el premio Rómulo Gallegos en 1972, y el Nobel de Literatura en 1982.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribió el Gabo en su texto autobiográfico Vivir para contarla.
García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en la vieja casa de sus abuelos en Aracataca, un pueblo en la costa atlántica colombiana, donde vivió hasta los ocho años de edad, antes de mudarse a Barranquilla.
Márquez fue el mayor de una numerosa familia de 12 hermanos de clase media. Su padre fue el telegrafista Gabriel Eligio García, y “la niña bonita” del lugar, Luisa Santiaga Márquez, hija del coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán.
Don Gabriel Egidio se entristeció cuando el Gabo dejó los estudios de Derecho que inició en 1947 en la Universidad Nacional de Colombia. “Me aburría a morir esa carrera”, llegó a afirmar Márquez, quien dejó las aulas y comenzó a ganarse la vida de escribir en los periódicos.
“Me pagaban tres pesos por nota diaria y cuatro por un editorial cuando faltaba algún editorialista de planta”, señaló en Vivir para contarla, al describir su trabajo en el periódico El Espectador, donde comenzó su vida literaria.
Tras dejar la escuela, se instaló en la ciudad de Barranquilla, donde comenzó a escribir su primera novela, La hojarasca, mientras trabajaba como columnista del diario El Heraldo.
En esa ciudad también conoció a Mercedes Barcha, su compañera de toda la vida.
Convencido por el escritor Álvaro Mutis, García Márquez regresó a Bogotá en 1954, donde volvió a la planta laboral de El Espectador, ahora como reportero y crítico de cine.
Desde entonces, el Gabo amplió su actividad periodística, y comenzó a colaborar en diarios de Venezuela, México, España y Estados Unidos. Este trabajo periodístico lo llevó por primera vez a Europa en 1955, donde reporteó para El Espectador la enfermedad del Papa Pio XII.
Estando en Europa, al Gabo se le informa del cierre de su casa editora, y recibe un cheque para que regrese a Colombia. Pero García Márquez decide quedarse en París, donde vivirá “de milagros cotidianos”, según Mario Vargas Llosa. Es entonces que escribe una de sus obras más emblemáticas: El coronel no tiene quien le escriba.
En 1958, Márquez regresa a América. En Venezuela, es testigo del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, y en Barranquilla le da el sí a Mercedes Barcha, con quien tuvo dos hijos: Rodrigo, nacido en Bogotá en 1959, y Gonzalo, que nació en México en 1962.
Tras mudarse a México, en 1965 comienza a escribir Cien años de soledad, obra que sale a los estantes en 1967, y de la cual vende más de medio millón de copias en tres años, algo que dejó a Márquez “mareado y algo incrédulo”, según Vargas Llosa, lo que le permite dedicarse de forma exclusiva a escribir.
El trotamundos García Márquez vive durante los siguientes años igual en Barcelona, la Ciudad de México, Cartagena, La Habana o París; y se vuelve amigo de líderes izquierdistas como Fidel Castro, a quien el escritor describe como “un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues”.
En 1981, el Gabo escribe Crónica de una muerte anunciada, pero en pleno lanzamiento de su nueva obra, el gobierno colombiano lo acusa de financiar a la guerrilla, lo que lo obliga a refugiarse en la embajada mexicana durante algunas horas, para luego abandonar Colombia.
Meses después, en 1982, le otorgan el Premio Nobel de Literatura, “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente”.
En su discurso ante la Academia Sueca de las Letras, Márquez afirma que América Latina vive una “realidad descomunal” tras recordar la situación que se vive con la dictadura en Chile, y la guerra en El Salvador. “Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte”, afirma.
Tras recibir el máximo galardón en el mundo de las letras, el Gabo escribe El amor en tiempos de Cólera, donde recrea el difícil y mal visto noviazgo de sus padres, representados en la obra por Florentino Ariza y Fermina Daza.
En 1989 escribe El general en su laberinto, un relato de ficción de los últimos días de Simón Bolívar, libertador y líder de la Gran Colombia. Después vendrían Doce cuentos peregrinos, en 1992; Del amor y otros demonios, en 1994; y Noticia de un secuestro, en 1996, esta última donde aborda el tema del narcoterrorismo en Colombia.
Tres años después se conoce que el Gabo padece de cáncer linfático, el cual es tratado en la ciudad de Los Ángeles, lo que le obliga a dejar la vida pública por algún tiempo. Su silencio es interrumpido con su última novela, Memoria de mis putas tristes, publicada en 2004, historia que relata la historia de un hombre que encuentra al amor al final de su vida.
La última obra de Márquez fue el libro Yo no vengo a decir un discurso, publicado en 2010, que reúne textos del autor los cuales recorren prácticamente toda su vida “desde el primero, que escribe a los 17 años para despedir a sus compañeros del curso superior en Zipaquirá, hasta el que lee ante las Academias de la Lengua y los reyes de España al cumplir ochenta años”.
En 2012, el cumpleaños 85 de Gabo coincidió con el 45 aniversario de la publicación de su obra 100 años de soledad, la cual fue lanzada en versión de libro electrónico.
Una de las últimas apariciones públicas de Márquez fue en marzo de este año, cuando decenas de personas le cantaron las mañanitas afuera de su casa.
Una frase entre tantas para recordar
“Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.”
(Tomado de la página de G.G.Márquez, en los Nobel de Literatura)
Crónica de una muerte anunciada
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6 de marzo: Gabriel García Márquez celebra su 87 cumpleaños en su casa en el barrio de Jardines del Pedregal en la capital mexicana. Salió a saludar a los periodistas, quienes le cantaron “Las mañanitas”, la canción típica de cumpleaños en México.
31 de marzo: el autor es hospitalizado en un centro médico de esta capital, aunque la información no transciende hasta tres días después.
3 de abril: La Secretaría de Salud de Ciudad de México confirma que había sido hospitalizado “por un cuadro de deshidratación y un proceso infeccioso pulmonar y de vías urinarias”.
4 de abril: Gonzalo García Barcha, hijo del autor, afirma en el hospital que García Márquez está “muy bien atendido y todo evoluciona muy bien”, y añade que se espera que fuera dado de alta unos días más tarde.
5 de abril: García Barcha ratifica que su padre “evoluciona bien” y que ya “tiene ganas de irse a casa”.
8 de abril: El escritor regresa a su casa para continuar allí su convalecencia. “Su estado es delicado de acuerdo con su edad. Convalecerá en casa”, dijo una portavoz del centro médico en el que fue atendido.
14 de abril: La esposa del escritor, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo emiten un comunicado en el que reconocen que la condición del nobel de literatura es estable pero “muy frágil” y que “existen riesgos de complicaciones” debido a su edad.
15 de abril: Aída García Márquez, una de las hermanas del escritor, declara a una emisora en Colombia que está preparada para aceptar un desenlace adverso. “Uno quisiera que la gente fuera eterna, que no muriera, pero tenemos que ajustarnos a la voluntad de Dios”, dice.
17 de abril: El médico personal de García Márquez, Jorge Oseguera, dice a una radioemisora colombiana que el escritor continúa “en un estado delicado, propio de su edad, de los problemas que ha sufrido últimamente y de sus patologías de base”.
García Márquez fallece hacia las 14.00 en su casa del Pedregal. Lo confirman después tanto autoridades de México como el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.