Salvador Allende, el Presidente mártir, no se merecía el esmirriado acto con el que fue celebrado el Día de la Dignidad Nacional. ¿donde estaban los chilenos que vivieron los mil días felices en que tuvimos al “compañero Presidente” en todo el sentido de la palabra? . ¿Dónde estaban los trabajadores que por primera vez en la historia vieron que su parte en el reparto de la “torta nacional” pasó a ser mayor que la de los privilegiados de siempre?
¿Dónde estaban las dueñas de casa que pese al desabastecimiento y al sabotaje, pudieron alimentar a sus familias como jamás habían tenido la posibilidad de hacerlo antes?
¿Dónde estaban los buses llenos de mineros que vinieron a confirmar su deseo de recuperar el cobre para Chile?
¿Dónde quedaron los dirigentes políticos y parlamentarios que se dicen depositarios de su memoria?
Quizás sea este último, el único grupo de personas en el que muchos pudieron tener una excusa valedera para no presentarse ni participar, ya que –con razón- pueden temer que en un acto relacionado con la minería del cobre, se les enrostre el haber entregado nuestra principal riqueza a la voracidad de las multinacionales a unos o a los otros haber sido partícipes o cómplices de la corrupción instalada en esta actividad.
¿Donde estaban los pobladores que pudieron manifestar sus aspiraciones sin tener sobre sus espaldas el castigo de los represores que durante el Gobierno Popular fueron dedicados a cumplir su labor natural de policía al servicio del pueblo?
¿Donde los campesinos beneficiarios de la Reforma Agraria y donde los pequeños empresarios que luego de nacionalizada la banca dispusieron de créditos antes inalcanzables?.
¿Dónde quedaron los estudiantes que en sus marchas han mostrado grandes carteles diciendo que el dinero para la educación está en el cobre?
Y donde y donde, podríamos seguir preguntando porque fueron muchos los “indignos” incapaces de honrar la memoria de quien nos entregó una dignidad que hasta entonces no conocíamos.
Honor a todos aquellos que cumplieron con aquel sagrado deber de honrar la memoria del Presidente que con férrea determinación dijo al mundo que “pagaría con su vida la lealtad del pueblo”.
¿Qué pasó?
Cabe preguntarse qué pasó.
Todos debemos asumir nuestra cuota de indignidad y vergüenza.
Solo están exculpados los dirigentes y parlamentarios por las razones ya dichas, pero “el pueblo” en cuyo nombre se inmoló Allende ¿Dónde estuvo?.
¿Es que alguien podría cuestionar que después de la declaración de la Independencia, el 11 de Julio de 1971, es el día más trascendente de la historia nacional?
Aparentemente, nos falta entender, creer y actuar, sobre la base que el tema de la recuperación de nuestras riquezas básicas es transversal. La indiferencia de algunos o el sectarismo de otros, no hace sino debilitar el legado de Allende y nos hace renegar de la transversalidad que proclamamos.
Nota de la redacción:
Para tener el cuadro completo, es necesario consignar que el Paro Nacional del 11 de julio, probablemente la movilización de trabajadores más importante de los últimos años, tuvo como motivo central, y de allí la fecha, el Día de la Dignidad Nacional, que conmemora la nacionalización del cobre por el Gobierno del Presidente Salvador Allende.