El semblante chispeante y festivo que Diego Maradona lució durante la primera jornada de la final de la Copa Davis entre Croacia y la Argentina, desapareció.
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Sinceramente acongojado, el ex capitán del seleccionado nacional entró en el Arena Zagreb junto con su pareja, Rocío Oliva, sin aspecto de querer saltar y celebrar. La muerte de Fidel Castro, su “segundo padre” según el propio Maradona, lo sacudió.
“Me llamaron de Buenos Aires y fue algo muy chocante. Me agarró un llanto terrible, porque Fidel fue como mi segundo padre. Yo viví cuatro años en Cuba y Fidel me llamaba a las dos de la mañana para hablar de política, o de deporte, o de lo que se diera en el mudo, y yo estaba dispuesto para hablar. Este es el recuerdo más lindo que me queda. Cuando había algún evento siempre me llamaba para ver si quería ir, si quería colaborar y esto no se olvidará fácilmente”, confesó Maradona en diálogo con un pequeño grupo de periodistas, en el palco 107 del estadio, antes del punto de dobles entre Juan Martín del Potro y Leonardo Mayer frente a Marin Cilic e Ivan Dodig.
-¿Cuánto hacía que no hablabas con Fidel?
-Y…, hacía…, lo fui a ver hace tres años y me dejó una frase. Cuando entro al salón, se para y me dice ‘¿Te venís a despedir, no?’. Me dijo eso. ‘No, maestro, para nada’. Yo, con un llanto. Me sorprendió la noticia. Es como que me hubiese pegado un saque Del Potro en el pecho. Que te diga Fidel Castro si lo iba a despedir. ‘No, maestro’, le dije. Me largué a llorar porque quizás tenía más razón él que yo.
-¿Vas a viajar al funeral en La Habana?
-Después de esto, de la Davis me voy para La Habana. Quiero estar con Raúl (Castro), quiero estar con los hijos, quiero estar con el pueblo cubano que me dio tanto. Y despedir a Fidel, a mi amigo, al lado. Lo van a cremar. Y poder decirle toda la gratitud que tendré toda la vida. Él me habló muchísimo de la droga, me habló muchísimo de recuperaciones, me habló de que podía y pude. Y estoy aquí, hablando de él (se le quiebra la voz) y lamentablemente hace tres años, quizás en el inconsciente mío, me fui a despedir. Todavía no hablé con nadie, porque es muy fuerte. Todo lo que está pasando. Viendo la televisión antes de venir para el estadio, es muy penoso ver que se festeje una muerte. Es muy triste. Da asco. Da asco realmente. Lo que hizo Fidel fue luchar por su pueblo. Y si eso no les gustó a los gusanos, bueno, lo lamento. Me parece que festejar una muerte es muy triste.
-¿Después de la muerte de tus padres, éste es tu mayor dolor?
-Sí, sí, después de las muertes de Tota y mi viejo, es el dolor más grande que tengo, de verdad.
-¿Cuál fue el primer recuerdo que se te cruzó al enterarte de su muerte?
-Cuando me llama Morla (Matías, su abogado) y me dice que lo había llamado el embajador cubano, que Fidel había muerto, la primera imagen que se vino es cuando me llamaba a las 2 de la mañana y nos tomábamos un mojito los dos, y hablábamos de los americanos, de Clinton. Yo le dije un día un día que tenía una foto de Clinton en una tapa de inodoro. Y me dijo ‘Quedate tranquilo que el que viene es peor’. Era W. Bush. Yo la tenía la tapa de inodoro porque me divertía.
-¿Cómo reaccionó el día que le mostraste su tatuaje en tu pierna izquierda?
-Me dijo ‘¿Qué hiciste, loco? Pero yo estoy mejor que el del tatuaje’ (sonríe). Le digo ‘Sí, lo que pasa que el tatuador es bueno, pero tampoco lo va a hacer igual. Para mí fue como un segundo padre, porque me aconsejó, me abrió las puertas de Cuba cuando en Argentina había clínicas que me la cerraban, no querían la muerte de Maradona. Y Fidel me las abrió de corazón, estuvo conmigo permanentemente y por eso mi agradecimiento. El número uno de los revolucionarios fue el Che, con Fidel a la cabeza. Yo vengo en el pelotón de atrás.
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Fuente: La Nación