miércoles, diciembre 25, 2024
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Despedida en el Estadio Nacional: Fidel y Allende, Dos Discursos Memorables

En la despedida del líder de la revolución cubana de Chile, el 2 de diciembre de 1971, en el Estadio Nacional, Fidel Castro y Salvador Allende pronunciaron dos discursos memorables. A esa altura, ya despuntaban las primeras señales de la estrategia golpista, diseñada desde Estados Unidos, a la que terminaría volcándose el conjunto de la oposición.

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Por tanto, en su discurso, Salvador Allende anunció por primera vez que, enfrentado a la circunstancia, pagaría con su vida su lealtad al pueblo, que no se le pasaba por la mente renunciar y que sólo abandonaría La Moneda, o con los pies por delante, o cuando hubiese concluído su mandato constitucional.

A partir de esas palabras, Fidel Castro pronunció un discurso no menos memorable, en el que advirtió con claridad el nivel de implicancia de la intervención norteamericana, no suficientemente tenida en cuenta hasta entonces, por los dirigentes de la Unidad Popular.

Ofrecemos una síntesis del discurso de Allende y la transcripción completa del discurso de Fidel Castro.

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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE DESPEDIDA QUE LE BRINDO EL PUEBLO DE CHILE, EN EL ESTADIO NACIONAL, SANTIAGO DE CHILE, CHILE, 2 DE DICIEMBRE DE 1971.

Querido Presidente;
Revolucionarios chilenos;
Chilenos todos:

 

El Presidente nos ha dejado tan impactados con sus palabras que tenemos que serenarnos un poquito.  El Presidente ha dicho palabras emocionantes y valientes (APLAUSOS), analizando algunas cuestiones de actualidad.  Pero en mi caso, aunque en estos días haya estado con alguna actualidad, soy un visitante que no debo ocuparme de tales actualidades. Debemos y podemos hablar de otras actualidades que son comunes a los intereses de todos nuestros pueblos.  Debemos y podemos ocuparnos de otras cuestiones que son comunes a todos los procesos revolucionarios.

Hay una pregunta, muy común en los chilenos, que nos hemos encontrado en casi todas partes, y que revela ese gran espíritu patriótico de los chilenos y un poco de ese orgullo patriótico de los chilenos.  Y es que se llenan los pulmones de aire, suspiran profundo, y preguntan:  «¿Qué le parece a usted este país?  ¿Qué impresiones tiene usted de este país?»  Aun cuando sepan lo que a uno le parece, aun cuando conozcan de antemano las impresiones.  O como cuando preguntan:  «¿Cómo lo han tratado en este país?»  Aun cuando puedan conocer la respuesta de nuestros sentimientos hacia los que aman verdaderamente este país.

Pero, desde luego, sobre impresiones se pueden decir muchas cosas, que vayan desde la majestuosidad de las montañas, o el azul del cielo, o la belleza de la Luna, los recursos naturales, sus paisajes impresionantes.  Pero nosotros no somos geólogos ni somos naturalistas.  Y lamentablemente, de poeta solo tenemos aquello que dice el refrán que a todos nos atribuye un poco de poeta y de loco.  Me imagino que los chilenos hayan conocido también ese refrán.

En cambio, hay cuestiones que nos interesan mucho más:  nos interesa el paisaje humano por encima de todo, nos interesa el pueblo por encima de todo, nos interesan los chilenos por encima de todo (APLAUSOS).

Si a algo hemos dedicado nuestra vida es a la cuestión humana, a la cuestión social, a la cuestión revolucionaria.  Si algo nos despierta el interés por encima de todo es la lucha de los pueblos y de los hombres, es la marcha histórica de la humanidad desde que el hombre vivía en hordas primitivas al hombre de hoy.  Si algo nos interesa es el espectáculo vivo de un proceso en sus momentos críticos.

Porque la marcha de la humanidad ha sido lenta.  En ocasiones la marcha se detiene.  En ocasiones incluso retrocede.  Pero también en ocasiones se acelera.  Esos son los momentos de crisis, esos son momentos de revoluciones.

Hemos visitado a Chile no como turistas.  Hemos visitado a Chile como revolucionarios, como amigos (APLAUSOS), como solidarios de este proceso, como solidarios de este proceso y de este país.  Hemos visitado a Chile…  Y en esto permítasenos una pequeñita discrepancia con el Presidente, pero no una discrepancia constitucional ni protocolar, sino simplemente conceptual.  El dijo que no habíamos venido ni a aprender ni a enseñar.  Y la discrepancia es que si bien estamos absolutamente de acuerdo en que no vinimos a enseñar —y no sé qué clase de miedo tenían esos que andaban con los libelitos diciendo que no tenía nada que enseñarles, y que tal vez reflejaban una especie de complejo, un miedo subconsciente—, sin embargo decimos con toda franqueza que hemos venido a aprender (APLAUSOS).

Pero nadie piense que hemos venido a aprender algunas de las cosas que nos aconsejaban algunos libeluchos o algunos sesudos de las teorías políticas reaccionarias, que decían que qué bueno que veníamos a aprender de elecciones, de parlamento, de libertades determinadas de prensa, etcétera.  ¡Muy interesante la cuestión!  Pero ya nosotros aprendimos bastante de todo eso.  

Durante 50 años conocimos muchas de esas libertades burguesas, capitalistas;  y conocimos sus instituciones demasiado bien.  Y no es que digamos que no sean buenas.  También en su época fue buena la democracia griega.  También en su época significó un extraordinario adelanto de la sociedad humana la república romana, con sus millones de esclavos, sus circos de gladiadores y sus cristianos devorados por leones.  

También el medioevo se consideró un avance sobre la esclavitud primitiva, a pesar de la servidumbre feudal.  También la Revolución Francesa histórica, famosísima, significó un avance sobre la sociedad medieval y las monarquías absolutas que en un tiempo llegaron a gozar de prestigio.  Y fueron consideradas altas instituciones en la marcha del progreso humano.  Y existieron incluso los llamados «déspotas ilustrados».

De manera que el advenimiento de una forma nueva de producción y la creación de nuevas relaciones de producción y de propiedad y de apropiación de los productos, determinaron el nacimiento de todas esas superestructuras, que fueron consideradas buenas en un momento dado de la marcha de la humanidad.

Pero quienes pretendan que alguna sociedad o algún sistema social, y la superestructura que tal sistema social representa, sean eternos, se equivocan, porque eso está desmentido absolutamente por la historia.  Y a una forma social, sucedió otra; y a esa, otra; y a esa, otra.  Y cada vez por una forma social superior.

La burguesía incluso en su época, cuando no existía el proletariado, fue revolucionaria, fue una clase revolucionaria, y dirigió al pueblo en la lucha por una forma social nueva y dirigió a los campesinos, que eran siervos de los feudales, y dirigió a los artesanos.  No existía el proletariado.  Y la sociedad humana continuó su marcha.

Pretender que esa forma que surgió hace dos siglos, pretender que esa forma es eterna, pretender que es la máxima expresión  del avance humano, pretender que con ello culminó el progreso de la humanidad, no constituye desde el punto de vista histórico y científico sino una completa ridiculez.

Pero, además, todas las sociedades, todos los sistemas sociales caducos, cuando estaban próximos a ser abolidos se defendieron.  Y se defendieron con tremenda violencia a lo largo de la historia.

Ningún sistema social se resignó a desaparecer de motu proprio.  Ningún sistema social se resignó a las revoluciones.  Y desde luego, por eso nosotros decíamos que alguna vez fueron buenos.  Solo que hoy están condenados por la historia, están sencillamente caducos, son sencillamente anacrónicos.  Y los anacronismos existen mientras pueden existir.  Los anacronismos subsisten mientras los pueblos no tienen fuerza suficiente para cambiarlos (APLAUSOS).  Los anacronismos subsisten simplemente mientras no puedan ser cambiados.  Pero el que no puedan ser cambiados en un momento dado de un proceso no significa históricamente que serán eternos.

En nuestro país, que conocimos aquellas formas del estado de explotación, aquellos instrumentos de que se valieron los explotadores para reprimir a los explotados, sus instituciones han sido cambiadas.  ¿Es acaso un secreto?  ¿Es acaso un secreto los cambios que han ocurrido en Cuba?

Y nosotros en la Universidad Técnica respondiendo a una pregunta decíamos que, efectivamente, nosotros no éramos demócratas representativos.  ¡No éramos demócratas representativos!  ¡Y mucho menos cuando ustedes saben perfectamente bien a quiénes se les ha llamado demócratas representativos en este continente!

Y nosotros decíamos:  en nuestro país nuestro pueblo no necesita que lo represente nadie, porque el pueblo se representa a sí mismo (APLAUSOS).

En nuestro país se han producido cambios muy profundos, ¡muy profundos!, e incluso difíciles de comprender a distancia.  Y muy difícil de comprender sobre todo a través del prisma de la mentira y de la calumnia, en que tanto se han especializado a lo largo de la historia los reaccionarios.  Porque hay una diferencia entre el revolucionario y el reaccionario.  Y es que el revolucionario no miente.  ¡El revolucionario no puede mentir!  El revolucionario vive de convicciones íntimas, de motivaciones profundas.  Y la mentira es una violación del carácter, la mentira es una violación de los sentimientos más íntimos del hombre.  La mentira es el arma de los que no tienen razón.  La mentira es el arma del que no tiene argumentos.  La mentira es el arma del que desprecia a los demás y, sobre todo, desprecia al pueblo (APLAUSOS).

¡El arma del revolucionario es la verdad!  ¡El arma del revolucionario es la razón!  ¡El arma del revolucionario es la idea!  ¡El arma del revolucionario es el pensamiento!  ¡El arma del revolucionario es la conciencia!  ¡El arma del revolucionario es la cultura!  ¡El arma del revolucionario contemporáneo es la interpretación correcta de las leyes científicas que rigen la marcha de la sociedad humana!

¡Nosotros no mentimos ni mentiremos jamás!  y no tememos enfrentarnos en el campo de las ideas a ningún adversario.  La verdad siempre saldrá victoriosa a la larga.  Y la tarea del revolucionario es, en primer término, armar los espíritus, ¡armar los espíritus!  Incluso ningún arma física tiene ningún valor si antes no están bien armados los espíritus (APLAUSOS).

No intentamos siquiera que desde tal distancia se puedan comprender los problemas de nuestro país.  No lo intentamos.  No es incluso una cuestión fundamental.  Pero solo decimos que cuando hablamos de que si vinimos a aprender, no veníamos a aprender cosas caducas y anacrónicas en la historia de la humanidad (APLAUSOS).  Ni nos interesa fundamentalmente el día o la hora, el cómo o el cuándo los pueblos deciden barrer con los anacronismos.  Nadie los barrerá en ninguna parte en tanto no puedan.  Nadie puede barrerlos antes de tiempo.  Y ojalá siempre sean barridos lo más pronto posible (APLAUSOS).

Hemos venido a aprender en un proceso vivo.  Hemos venido a aprender cómo se comportan las leyes de la sociedad humana.  Hemos venido a ver algo extraordinario, algo extraordinario:  en Chile está ocurriendo un proceso único.  Algo más que único:  ¡insólito!, ¡insólito!  Es el proceso de un cambio.  Es un proceso revolucionario donde los revolucionarios tratan de llevar adelante los cambios pacíficamente.  Un proceso único, prácticamente el primero en la historia de la humanidad    —no decimos en la historia de las sociedades contemporáneas—, único en la historia de la humanidad, donde tratan de llevar a cabo el proceso revolucionario por los cánones legales y constitucionales, mediante las propias leyes establecidas por la sociedad o por el sistema reaccionario, mediante el propio mecanismo, mediante las propias formas que los explotadores crearon para mantener su dominación de clase.

Entonces, es realmente algo único, algo insólito.

¿Y cuál fue nuestra actitud?  Nosotros los revolucionarios, que no hicimos nada único ni hicimos nada insólito…  Porque los revolucionarios cubanos tenemos si acaso el mérito de haber sido la primera Revolución socialista de América Latina (APLAUSOS).  Pero no tenemos el mérito de haberlo hecho en forma insólita y única.

¿Pero cuál ha sido nuestra actitud?  La de solidaridad con ese proceso.  La de nuestra solidaridad con los hombres que quieren llevar ese camino.  Nuestra comprensión, nuestro apoyo moral, nuestra curiosidad, nuestro interés.

Porque es —como hemos dicho en otras ocasiones— que no son los revolucionarios los inventores de la violencia.  Fue la sociedad de clases a lo largo de la historia la que creó, desarrolló e impuso su sistema siempre mediante la represión y la violencia.  Los inventores de la violencia fueron en todas las épocas los reaccionarios.  Los que impusieron a los pueblos la violencia fueron en todas las épocas los reaccionarios.

Y nosotros observamos, y el mundo observa con enorme interés, cómo se desarrolla este proceso chileno en las circunstancias actuales del mundo, incluso dentro de la actual correlación de fuerzas del mundo.

Ahora, para nosotros eso constituye un acontecimiento extraordinario.

Nos preguntaron en algunas ocasiones —de un modo académico— si considerábamos que aquí tenía lugar un proceso revolucionario.  Y nosotros dijimos sin ninguna vacilación:  ¡Sí!  Pero cuando se inicia un proceso revolucionario, o cuando llega el momento en un país en que se produce lo que podemos llamar una crisis revolucionaria, entonces las luchas y las pugnas se agudizan tremendamente.  Las leyes de la historia cobran su plena vigencia.

Y cualquiera que haya vivido en este país tres semanas, cualquiera que haya visto y analizado los factores, las medidas primeras tomadas por el gobierno de la Unidad Popular —medidas que golpearon fuertemente a poderosos intereses imperialistas, medidas que culminaron con la recuperación de riquezas fundamentales del país, medidas que se caracterizaron por el avance de las áreas sociales, medidas que se caracterizaron por la aplicación de una ley de reforma agraria (que no la hizo el gobierno de Unidad Popular, y que fue una ley de reforma agraria concebida con otros objetivos:  una ley de reforma agraria muy limitada, y realmente muy tibiamente aplicada cuando se aprobó)—, esas medidas han comprobado, puede decirse, la gran verdad histórica de que el proceso de cambios genera una dinámica de lucha.  Y las medidas realizadas ya, y que constituyen el inicio de un proceso, han desatado la dinámica social, la lucha de clases; han desatado la ira y la resistencia     —como en todos los procesos sociales de cambio— de los explotadores, de los reaccionarios.

Ahora bien:  la cuestión que obviamente se plantea —visto por un visitante este proceso— es si acaso se cumplirá o no la ley histórica de la resistencia y de la violencia de los explotadores.  Porque hemos dicho que no existe en la historia ningún caso en que los reaccionarios, los explotadores, los privilegiados de un sistema social, se resignen al cambio, se resignen pacíficamente a los cambios.

De manera que esta es una cuestión a nuestro juicio esencial, y un aspecto que ha ocupado nuestro interés, y algo en lo cual hemos estado aprendiendo, y aprendiendo mucho en estos días.  Sí, señores —sobre todo los que me pedían que viniera a aprender—:  ¡He aprendido mucho!:  cómo funcionan las leyes sociales, cómo funciona un proceso revolucionario, cómo reacciona cada sector y cómo luchan las diversas fuerzas (APLAUSOS).  Lo hemos vivido.  Y lo hemos vivido aun en nuestra propia piel.  Y no porque me hayan atravesado la piel con ninguna pedrada, o con ningún balazo, o porque me hayan quemado un pelo —no he visto pasar ni de lejos una piedra.  He sentido, como visitante, como amigo, como solidario, he sentido otro tipo de agresiones harto conocidas:  de insultos, de campañas.

No somos tampoco ajenos posiblemente a la agudización de algunos problemas.  Y quizás hasta incluso nuestra visita constituyera un elemento de estimulo a los que querían crear dificultades al gobierno de la Unidad Popular.  En un momento en que realmente había aquí, se dice, cientos y cientos de periodistas de todo el mundo para reportar sobre esta visita; en un momento en que en el mundo entero —en todos los países de Europa, de Asia, de Africa, de América Latina— se hablaba de esta visita, de este encuentro entre chilenos y cubanos, de este encuentro entre dos procesos que se iniciaron en formas tan diferentes, cuando Chile y la imagen chilena recorrían ampliamente el mundo, es obvio que eso podía producir cierta irritación, cierto malestar, cierto exacerbamiento, y se condujera a la aceleración de determinadas actitudes.

De modo que como visitante he recibido en nombre del pueblo de Cuba extraordinarias pruebas de afecto.  Pero hemos tenido oportunidad de apreciar y de ver cómo se manifiestan estos fenómenos.

Indiscutiblemente que quien visitaba este país no era Benito Mussolini (ABUCHEOS).  Quien visitaba este país no era Adolfo Hitler (ABUCHEOS).  Quien visitaba este país no era un fascista.  Quien visitaba este país no era un instrumento de los monopolios yankis.  Quien visitaba este país no era un amigo de los poderosos y de los privilegiados.  ¡Quien visitaba este país era un amigo de los humildes, un amigo de los trabajadores, un amigo de los campesinos, un amigo de los estudiantes, un amigo de los pueblos!  (EXCLAMACIONES:  «¡Fidel, Fidel!»)

Por eso cuando nosotros hablábamos y cambiábamos impresiones con los compañeros chilenos a raíz de la invitación del Presidente, y nos preguntaban qué deseábamos ver, pues nosotros les decíamos:  deseamos conocer las minas, el salitre, el cobre, el hierro, el carbón, los centros de trabajo, los centros agrarios, las universidades, las organizaciones de masa, los partidos de izquierda:  deseamos hablar con los revolucionarios y hablar incluso con aquellos que aunque no se pueden considerar revolucionarios son personas decentes (APLAUSOS).  No se nos podía ocurrir otra cosa.

Y, efectivamente, se organizó ese tipo de visita.

Pero, ¿por qué?  ¿Por qué?  Porque nosotros sabemos dónde están nuestros amigos, en qué clase social.  Y nosotros sabemos que donde están los obreros y los campesinos y los humildes están nuestros amigos (APLAUSOS).

Y por eso el recibimiento que hemos tenido en todos los pueblos, en todas las universidades, en los campos:  el recibimiento extraordinariamente afectuoso que hemos tenido en todos los centros de trabajo, ¡en todos!, sin una sola excepción.  Ni aun en aquellos sitios donde los reaccionarios se empeñaron más en deformar la conciencia del obrero, ¡ni en esos!

El espíritu del obrero, del hombre humilde, del creador de las riquezas con su sudor y con sus manos, fue el mismo espíritu que dicen las leyes de la historia.

Por eso nosotros tuvimos la oportunidad de comprobar ese fenómeno y cómo se produce el fenómeno, a pesar del extraordinario diluvio de campañas, de calumnias, de mentiras, que las agencias cablegráficas de los monopolios yankis han regado sobre Cuba.  Y sin embargo, ¿de qué sirvió todo eso?

Desde luego, no podíamos nosotros ni siquiera imaginarnos, y habría que estar absolutamente loco para creer que íbamos a ser recibidos afectuosamente por los intereses opuestos de los obreros, de los campesinos y de los humildes de este país.  Nosotros no íbamos a ser bien recibidos por los poderosos, los terratenientes, los reaccionarios.

En dos palabras, chilenos:  nosotros no esperábamos ser bien recibidos por los fascistas (APLAUSOS).

Pero, repito, hemos aprendido otra cosa:  hemos aprendido la comprobación más de otra ley de la historia:  hemos visto el fascismo en acción.  Y hemos podido comprobar un principio contemporáneo:  que la desesperación de los reaccionarios, la desesperación de los explotadores en el mundo de hoy —como ya se ha conocido nítidamente por la experiencia histórica— tiende hacia las formas más brutales, más bárbaras de violencia y de reacción.

Y todos conocen la historia del fascismo en diversos países, en los países que fueron la cuna de ese movimiento, cómo surgieron; y cómo los privilegiados, los explotadores, cuando aun sus propias instituciones        —cuando aun sus propias instituciones—, inventadas y creadas por ellos para mantener el dominio de clase no les sirven, las destruyen ellos mismos.  Inventan una legalidad, inventan una constitución, inventan un parlamento.  Cuando digo inventan una constitución, digo:  inventan una constitución burguesa, porque las revoluciones socialistas establecen sus propias constituciones y sus propias formas de democracia.

Pero, ¿qué hacen los explotadores cuando sus propias instituciones ya no les garantizan el dominio?  ¿Cuál es su reacción cuando los mecanismos con que han contado históricamente para mantener su dominio les fracasan, les fallan?  Sencillamente los destruyen.  No hay nadie más anticonstitucional, más antilegal, más antiparlamentario y más represivo y más violento y más criminal que el fascismo (APLAUSOS).

El fascismo, en su violencia, liquida todo:  arremete contra las universidades, las clausura y las aplasta; arremete contra los intelectuales, los reprime y los persigue; arremete contra los partidos políticos; arremete contra las organizaciones sindicales; arremete contra todas las organizaciones de masa y las organizaciones culturales.

De manera que nada hay más violento ni más retrógrado ni más ilegal que el fascismo.

Y nosotros hemos podido ver en este insólito y único proceso cómo se manifiesta esa ley de la historia, que los reaccionarios, los explotadores en su desesperación, apoyados fundamentalmente desde el exterior, generan y desarrollan este fenómeno político, esa corriente reaccionaria que es el fascismo.

Y lo decimos con toda franqueza:  que hemos tenido la oportunidad de aprender y de ver el fascismo en acción (APLAUSOS).  Y sinceramente creemos que no habrá nada que pueda enseñarnos tanto a nosotros como esta visita.

Pero también se dice que no hay nada que enseñe a los pueblos tanto como un proceso revolucionario.  Todo proceso revolucionario enseña a los pueblos en unos meses lo que a veces dura decenas de años en aprender.

Hay una cuestión:  ¿Quién aprenderá más y más pronto?  ¿Quién tomará más conciencia y más pronto?  ¿Los explotadores o los explotados?  ¿Quiénes aprenderán más rápidamente en este proceso?  ¿El pueblo o los enemigos del pueblo?  (EXCLAMACIONES DE:  «¡El pueblo!») «

¿Y están ustedes completamente seguros, ustedes que son protagonistas, que son actores de esta página que escribe su patria; están completamente seguros de que ustedes han aprendido más que sus explotadores?  (EXCLAMACIONES DE:  «¡Sí!»)

Permítanme entonces discrepar en este caso no del Presidente sino de la masa (APLAUSOS).

Mañana dirán en algún cintillo, en algún lugar del mundo las agencias:  «Discrepa Castro de la masa.» Discrepamos de una apreciación de la situación.

Y en esta especie de diálogo sobre cuestiones científicas e históricas, nosotros podemos decir que no estamos completamente seguros de que en este singular proceso el pueblo, el pueblo humilde      —que es la inmensa mayoría del pueblo— haya estado aprendiendo más rápidamente que los reaccionarios, que los antiguos explotadores.

Pero hay, además, algo:  los sistemas sociales que las revoluciones están cambiando llevan muchos años de experiencia, ¡muchos años de experiencia!  Acumularon experiencia, acumularon cultura, acumularon técnicas, acumularon trucos de toda especie para actuar frente a los procesos revolucionarios.  Y mientras, se presentan a la masa del pueblo, que no tiene esa experiencia, que no tiene esos conocimientos, que no tiene esas técnicas, se enfrenta con toda la experiencia y las técnicas acumuladas de los otros.

Y si ustedes desean que nosotros seamos francos…  Y hemos dicho que nosotros no podemos expresar una mentira.  Podemos equivocarnos, hacer una apreciación falsa, pero jamás decir algo que no creamos.  Y nosotros creemos sinceramente que el aprendizaje de la parte opuesta, el aprendizaje de los reaccionarios ha ido más rápido que el aprendizaje de las masas (APLAUSOS).

¿Es que acaso le faltarán cualidades a este pueblo?  ¿Es que acaso el pueblo chileno fuera un pueblo que careciera de las mayores virtudes patrióticas, de las mayores virtudes de carácter, de valor, de inteligencia y de entereza?  ¡No!  Nosotros estamos impresionados extraordinariamente por las características del pueblo chileno.  Y nosotros en todas partes,       a veces en contacto con campesinos, después de hablar media hora con ellos, les preguntábamos en qué grado estaban y nos decían:  «No sabemos leer ni escribir.»

Nos impresionaba extraordinariamente lo apasionado del carácter chileno:  en las recepciones, en los recorridos, el valor, la decisión; cómo los hombres se lanzaban delante de los carros.  Pero algo más:  ¡Cómo se lanzaban las mujeres!  Pero algo más:  ¡Cómo en numerosas ocasiones vimos madres con los hijos en los brazos atravesarse delante, con una decisión y un valor impresionante!

Hemos visto en el pueblo chileno cualidades que nuestro pueblo no tenía al comienzo de la Revolución:  más nivel cultural, más cultura política —escúchese bien—, más cultura política, ¡mucha más cultura política!  Porque en nuestro país no existía la situación de Chile hoy día:  la victoria en las urnas de los partidos marxistas —es decir:  Partido Comunista, Partido Socialista—, y otras organizaciones que apoyaban a esos partidos (APLAUSOS).

En el orden de la cultura política ustedes han partido de un nivel mucho más alto que nosotros.  Pero algo más:  ustedes han partido de una tradición patriótica de 150 años y una tradición nacional de 150 años.  Ustedes han partido de un nivel de patriotismo mucho más alto, de una valoración superior de las cuestiones de su país, de su patria.

Nuestro país estaba demasiado penetrado por la ideología del imperialismo.  Nuestro país había sido demasiado invadido por la cultura imperialista, por el modo de vida, por todos los hábitos de aquella sociedad tan vecina a nosotros que era Estados Unidos.

De manera que por eso nosotros en ese sentido éramos mucho más débiles que ustedes.  Es decir, en toda una serie de aspectos este pueblo parte de un nivel superior al nuestro.  Desde el punto de vista económico Chile tiene más recursos económicos que Cuba, tiene un mayor desarrollo económico incomparablemente al que tenía Cuba.  Disponía de un recurso nacional que ahora es suyo.  Es decir, dispone ahora de un recurso nacional como el cobre, en el que 30 000 obreros producen casi 1 000 millones de dólares en moneda exterior, en divisas (APLAUSOS).  Recursos energéticos:  casi 2 millones de toneladas de petróleo.  Recursos hidroeléctricos, hierro, carbón, industria alimenticia mucho más desarrollada que Cuba:  industria textil.  Es decir que parten ustedes de un nivel de desarrollo técnico y de desarrollo industrial muy superior al que había en Cuba.

De manera que en este país están dadas todas las condiciones de carácter humano, todas las condiciones de carácter social, para el avance.

Pero ustedes tienen algo también que no teníamos nosotros.  En nuestro país los oligarcas, los terratenientes, los reaccionarios, no tenían la experiencia de esa contrapartida de ustedes aquí.  En nuestro país, además, los terratenientes y los oligarcas no se preocupaban de que pudiera haber cambios sociales, porque decían:  los americanos —ellos llaman los americanos a los norteamericanos— se encargan de esto.  ¡Aquí no puede haber ninguna revolución!  Y se dormían sobre los laureles.

En Chile no es así.  ¡En Chile no es así!

La reacción, la oligarquía está mucho más preparada de lo que estaba la de Cuba, mucho más organizada y mucho más equipada para resistir los cambios, desde el punto de vista ideológico.  Han creado todos los instrumentos para librar una batalla en todos los terrenos frente al avance del proceso.  Una batalla en el campo ideológico, una batalla en el campo político, una batalla en el campo de masas —fíjense bien— ¡una batalla en el campo de masas contra el proceso!

Ahora bien:  esa es la diferencia fundamental.  Hay otras, ¡hay otras!  No me refiero a las otras, porque eran caminos totalmente diferentes.

Pero cuando la Revolución en nuestro país triunfa, cuando se inicia —nosotros llamamos triunfo de la Revolución el primero de enero, pero lo consideramos históricamente como el inicio del proceso—, cuando se inicia ese proceso también tuvimos resistencia.  No vayan a creer que no tuvimos resistencia.  No vayan a creer que en Cuba no hubo resistencia de la reacción y de la oligarquía.  Hubo resistencia, ¡y fuerte!  Acudieron a todos los recursos que tenían a mano, a todas las armas, ayudados muy directamente por los imperialistas.  Y en todos los campos —fíjense  bien—, en todos los campos nos presentó batalla.  La presentó en el campo ideológico, la trató de presentar en el campo de masas, la presentó en el campo armado.

A nosotros se nos puede decir que iniciamos un proceso de lucha armada en Cuba.  Pero nosotros no inventamos la resistencia armada.      Y la resistencia armada nos costó muy cara.  La resistencia armada de la reacción le costó a nuestra patria más sangre y más víctimas que la guerra revolucionaria.  ¡Vean!:  murieron más hombres frente a la violencia reaccionaria que los que habían muerto en los combates de la guerra revolucionaria.  Nos costaron cientos y cientos de vidas, nos costaron cientos y cientos de millones de dólares.  Porque las medidas de sabotaje, la creación de bandas mercenarias armadas en casi todo el país, las infiltraciones constantes de espías, los lanzamientos constantes de armas nos costaron a nosotros años de lucha.  La invasión mercenaria de Girón, después las amenazas de la Crisis de Octubre, instigada por los imperialistas…  Nosotros hemos tenido que estar luchando durante todos estos años.

Ahora bien:  nosotros les hemos ganado la batalla en todos los terrenos (APLAUSOS).  Les hemos ganado la batalla, en primer lugar, en el terreno ideológico; en segundo lugar, en el terreno de masas; y, en tercer lugar, les ganamos la batalla en el terreno de las armas (APLAUSOS).

A nuestro juicio el problema de la violencia en estos procesos          —incluido el de Cuba—, una vez que se ha instaurado el régimen revolucionario, no depende de los revolucionarios.  Sería absurdo, sería incomprensible, sería ilógico que los revolucionarios cuando tienen la posibilidad de avanzar, de crear, de trabajar, de marchar adelante, vayan a promover la violencia.  Pero no son los revolucionarios los que en esas circunstancias crean la violencia.  Y si ustedes no lo saben, seguramente que la propia vida se encargará de demostrárselo (APLAUSOS).

Esa fue nuestra experiencia cuando el movimiento revolucionario cubano triunfa.

El trabajo no fue fácil.  ¡Nadie se lo imagine fácil!  Créannos que en nuestro país había más partidos que en Chile, ¡había más partidos que en Chile!  En nuestro país hubo de todo.  Por eso no hay por qué desanimarse.  Existieron todo tipo de discrepancias.  Pero al lado de eso había una fuerza unificadora, al lado de eso había un propósito de unir y una conciencia de unión y de fuerza, de fuerza.  Eso no faltó nunca.

Y ustedes deben saber que en nuestro país la fusión de los partidos no se hizo por decreto.  Nadie se imagine que en Cuba alguien decretó una ley fundiendo los partidos.  ¡No!  En Cuba se fueron uniendo progresivamente las fuerzas revolucionarias, se fueron fundiendo progresivamente.  Fue un proceso de años.

Hoy en nuestro país hay una sola fuerza revolucionaria, que es la fuerza revolucionaria del pueblo de Cuba (APLAUSOS).

Yo no sé cuántas decenas de miles de personas hay aquí.  No sé.  Ustedes deben tener más o menos una idea.  Pero tantas personas como hay aquí se reúnen en Cuba en 10 minutos.  Y en dos horas se reúnen diez veces todas las personas que están aquí.  ¡En dos horas!  Y nuestra capital tiene dos tercios de la población de Santiago.

En nuestro país se ha llegado a un gran nivel de unidad, a un gran desarrollo de la conciencia revolucionaria.  Se ha generado una forma nueva de patriotismo muy sólida, ¡muy sólida!, que ha hecho de nuestra patria un baluarte de la Revolución y una trinchera entre las naciones de este continente que el imperialismo no podrá destruir (APLAUSOS).

Hemos escuchado con asombro lo que explicaba el Presidente de que por allá por Washington o Nueva York un periódico de mucha circulación publicó una declaración de un alto funcionario, que decía «que las horas del gobierno popular en Chile estaban contadas» (ABUCHEOS).

Pues bien:  hace mucho rato —aparte la grosería, aparte la intromisión, aparte el insólito augurio, aparte la ofensa, aparte la insolencia—, quiero señalar que hace muchos años que a ningún loco funcionario en ese país se le ocurre decir que las horas de la Revolución Cubana están contadas (EXCLAMACIONES).

Habrá que no solo indignarse.  Habrá que no solo enfadarse.  Habrá que no solo proclamar la dignidad herida, protestar de la ofensa, sino que habrá que preguntarse por qué creen eso, y por qué se sienten tan seguros.  ¿Qué cálculos han hecho?  ¿Qué computadoras han introducido en la cuestión?  No quiere esto decir que las computadoras yankis no se equivoquen.  Nosotros tenemos buenas experiencias de que se equivocan.  Y en Girón, en Girón se equivocaron las computadoras del Pentágono, de la CIA, del gobierno, de todo el mundo.  Se equivocaron.  Y se equivocaron por millones de diferencia.  Es decir, las computadoras se equivocan.

Pero hay que preguntarse por qué ese optimismo, por qué esa seguridad, en qué bases se apoyan, qué los alienta.  Habrá que preguntárselo.  Y serán ustedes los únicos que podrán dar la respuesta.

¿Pero acaso les interesa la opinión de un visitante no turista?  ¿Me autorizan?  (EXCLAMACIONES DE:  «¡Sí!»)

Que levanten la mano los que están de acuerdo (EL PUBLICO PRESENTE LEVANTA LA MANO).

Bueno, ante esa autorización, ante esa autorización plebiscitaria (EXCLAMACIONES DE:  «¡Fidel!», «¡Fidel!», «¡Fidel!») les digo —ante esa autorización plebiscitaria, en materia de conceptos, en materia de conceptos—, les digo que por debilidades en el propio proceso revolucionario, por debilidades en la batalla ideológica, por debilidades en la lucha de masas, por debilidades frente al adversario (APLAUSOS).  Y el adversario exterior, apoyando al adversario interior, trata de aprovechar todo resquicio, toda debilidad.

Podíamos decir:  por debilidades en la consolidación de fuerzas, en la unión y la ampliación de fuerzas.

Ustedes viven un proceso muy especial, pero que no es nuevo en lo que se refiere a procesos de lucha de clases.  La historia tiene incontables ejemplos.  Están viviendo el momento del proceso en que los fascistas    —para llamarlos como son— están tratando de ganarles la calle, están tratando de ganarles las capas medias de la población.  En determinado momento de todo proceso revolucionario los fascistas y los revolucionarios luchan por ganar el apoyo de las capas medias de la población.

Ahora, los revolucionarios son honrados, los revolucionarios son honestos, los revolucionarios no andan con mentiras, los revolucionarios no siembran el terror, no siembran la angustia ni inventan cosas truculentas y tenebrosas.

¡Ah!, pero los fascistas sí que no se detienen ante nada.  Tratan de tocar cualquier sensibilidad, inventar la calumnia más increíble:  tratan de sembrar el miedo, el temor, la intranquilidad en amplias zonas de las capas medias de la población:  tratan de hacerles creer las cosas más inverosímiles:  tratan de despertar los mayores temores en todos los órdenes.  Tiene un objetivo:  ganarse las capas medias.  Algo más:  utilizan los sentimientos más ruines y más bajos.  El chovinismo —ese nacionalismo estrecho—, esos egoísmos, los tratan de desatar por todos los medios, ¡por todos los medios!  El chovinismo, los egoísmos, las pasiones más bajas, los temores más infundados.  No se detienen ante nada.

y nosotros lo hemos visto, porque de vez en cuando tenemos tiempo de ver algo en este viaje agitado y largo, largo en kilómetros y largo en días —en lo cual nosotros estamos coincidiendo plenamente con los quejosos—, y lo hemos visto:  qué tipo de mentiras, de cosas, se dicen; ¿a dónde van dirigidas?  Con relación a nuestra misma visita, ¿a qué iban dirigidas todas?  Bueno:  había una sola forma de visitar este país, y era:  un mudo.  ¡Un mudo que no hablara ni por señas!, porque por señas se pueden decir muchas cosas (RISAS Y APLAUSOS).  Cualquier tema, cualquier detalle…  Primero el fariseísmo.  Bien:  «Ha llegado, ha sido recibido.  Esperamos que no confunda, que no se meta.» Después, poco a poco, allá, una empanada:  «El hombre comiendo una empanada.» En otro lugar, allá:  «El hombre retratado al lado de las niñas del hot pant.» Es decir, allá, la mentira:  «Abuchean a Fidel en Los Andes.» Otra mentira:  «Frío recibimiento en Chuquicamata.»

Pero bien:  tratando de despertar el chovinismo, tratando de presentar cualquier actitud, cualquier palabra, cualquier respuesta a un estudiante como un entrometimiento.  De manera que hemos visto en todo, todos estos días, cómo cualquier pretexto es utilizado para despertar un recelo, un temor, un resentimiento.  Y en esa lucha son duchos, son hábiles.  Y en estos instantes, desde nuestro punto de vista, de observadores de este proceso, vemos que el fascismo trata de avanzar y ganar terreno en las capas medias y tomar la calle.  Algo más:  trata de desmoralizar a los revolucionarios.  En algunos lugares nosotros hemos visto a los revolucionarios algo así como golpeados; en algunos lugares los hemos visto incluso desalentados.

Si nosotros no fuésemos un hombre franco, si no fuésemos hombres que creyésemos en la verdad, no nos atreveríamos a decir esto.  Pudiera parecer incluso que se dice algo que el adversario utiliza y gana terreno.  ¡No!  El adversario gana terreno en el engaño, en la confusión, en la ignorancia, en la falta de conciencia de los problemas (APLAUSOS).

Si quieren saber una opinión:  el éxito o el fracaso de este insólito proceso dependerá de la batalla ideológica y de la lucha de masas; y dependerá de la habilidad, del arte y de la ciencia de los revolucionarios para sumar, para crecer y para ganarse las capas medias de la población (APLAUSOS).  Porque en nuestros países de relativo desarrollo esas capas medias son numerosas, y muchas veces son susceptibles de la mentira y del engaño.  Ahora, en la lucha ideológica no se conquista a nadie sino con la verdad, con los argumentos, con la razón.  Eso es una cosa incuestionable.

(DEL PUBLICO EXCLAMAN:  «¡Venceremos!»).

Espero que venzan.  Deseamos que venzan.  ¡Y creemos que vencerán!  (APLAUSOS.)

Hay algo que nos impresionó hoy profundamente, y fueron las palabras del Presidente (APLAUSOS), en especial cuando reafirmó esa voluntad de defender la causa del pueblo y la voluntad del pueblo.  En especial cuando pronunció esa épica frase:  que era Presidente por voluntad del pueblo y que su deber lo cumpliría hasta el día en que cumpliera su mandato o lo sacaran muerto del Palacio Presidencial (APLAUSOS).  Y quienes lo conocemos, quienes lo conocemos, sabemos que el Presidente no es hombre de frases, que es hombre de hechos (APLAUSOS).  Quienes conocemos su carácter sabemos que así es.

Y cuando se cuenta con ese sentido de la dignidad, cuando el pueblo sabe que puede confiar en el hombre que hoy lo representa y que de tal manera pronuncia en esa lacónica frase su decisión de resistir los intentos del enemigo exterior, en complicidad con los reaccionarios interiores:  cuando el pueblo puede contar con eso y cuando los enemigos saben eso, ya eso constituye una seguridad, una confianza, una bandera.

Y nosotros como latinoamericanos felicitamos de corazón al Presidente por esa valerosa y digna afirmación (APLAUSOS).

Pudimos ver cómo reaccionó el pueblo, pudimos ver cómo reaccionó el pueblo ante esas palabras.

(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).

No diría de esa manera:  «por la razón o la fuerza».  Hay frases que son históricas y tienen un valor por sí mismas, por su carácter histórico, y se han convertido en símbolos.  ¡Por la razón, por la fuerza de la razón y por la fuerza física y de pueblo que acompaña a la razón!  (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  «¡Viva Cuba!»)

¡Cuando los jefes, cuando los dirigentes están dispuestos a morir, junto a ellos están dispuestos a morir también los hombres y mujeres del pueblo!  (APLAUSOS.)

El pueblo es el gestor de la historia.  Los pueblos escriben su propia historia.  Las masas escriben la historia.  ¡Ningún reaccionario, ningún enemigo imperialista podría aplastar al pueblo!  (APLAUSOS.)  Y la historia reciente de nuestro país lo demuestra, ¡lo demuestra!

¿Cómo hemos podido resistir y por qué?  Por la unidad de nuestro pueblo, por la fuerza que esa unidad engendra.

Decíamos que en dos horas se reunían diez veces las personas que están aquí.  ¡Pero decimos también que en menos de veinticuatro horas ponemos seis cientos mil hombres sobre las armas!  (APLAUSOS.)

En nuestro país, se ha creado una estrecha e indisoluble unión entre pueblo y fuerzas armadas.  Y por eso nosotros decimos que somos fuertes en la defensa.

Hay algo que los conocedores de la guerra y de la historia, los profesionales de las armas saben, y es que en el combate el hombre es decisivo; en el combate los factores morales son decisivos; en el combate la moral del hombre es lo que decide.

Los que conocen de la historia y los que conocen de las grandes proezas militares saben que cuando la fuerza está unida y está inspirada y está profundamente motivada, es capaz de vencer cualquier obstáculo, de tomar cualquier posición, de hacer los más increíbles sacrificios.

¿Qué es lo que da esta motivación profunda a nuestro país en su defensa frente al peligro exterior?  ¡Ah!, es que cuando llega la hora de defender la patria, la patria no está dividida en millonarios y pordioseros, grandes terratenientes repletos de privilegios e infelices campesinos sin tierra y sin trabajo, pasando miseria de todo tipo.  Es que la patria no está dividida entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados; las grandes señoronas repletas de joyas y riquezas y las infelices mujeres que tienen que ir a ganarse la vida en un prostíbulo (APLAUSOS).  La patria no está dividida entre privilegiados y desposeídos.

Y cuando nuestro campesino es llamado a integrar las unidades del ejército en nuestro país, sabe que no está defendiendo la patria de los explotadores, la patria de los opresores.  Sabe que no está defendiendo la patria de los privilegiados, sino la patria que es realmente de todos y para todos.  La tierra que les da pan a todos y no abundancia a unos y hambre a otros; honores y grandezas a unos y humillaciones a otros.

Y nosotros lo hemos podido ver, lo hemos podido vivir y conocemos por nuestra propia experiencia las tremendas motivaciones, el espíritu de nuestro pueblo en el combate, de hombres y de mujeres y de todos.  Saben lo que defienden.  Han adquirido un gran sentido de la dignidad.  ¡Es un pueblo unido tras una causa justa que defiende una patria suya, que defiende una bandera que tiene más contenido que nunca!

Los pueblos son tan nobles y de tal manera se siembran en ellos los sentimientos patrióticos, que aun en las sociedades de clase, de explotadores y de explotados, han sido capaces de combatir y de morir, porque han tenido los símbolos de la patria, la idea de la patria y han estado dispuestos a defenderla.  Aun cuando hayan sido humildes y humillados y explotados en aquella tierra, ¡aún así la defienden!

Calculen sus motivaciones, sus impulsos, su grado de heroísmo cuando están defendiendo una patria que es realmente suya en el más cabal sentido de la palabra (APLAUSOS).

No habrá pueblo tan poderoso ni fuerza armada tan poderosa para cumplir la sagrada misión de defender la patria, que aquel donde han desaparecido los explotadores y los explotados.  Es decir, que ha desaparecido la explotación del hombre por el hombre (APLAUSOS).

No en balde la historia nos dio una lección bastante reciente.

En la Segunda Guerra Mundial, cuando poderosos ejércitos se vinieron abajo, ¿qué había hecho el fascismo para atacar a Europa, para invadir Francia, para invadir Bélgica, Holanda, casi todo el mundo occidental?  Sembró su quintacolumna, exaltó las divisiones.  Y en aquella situación desarmó moralmente al pueblo.  Y cuando las hordas fascistas atacaron con sus blindados y sus divisiones motorizadas rompían las líneas, sacaron el máximo provecho de la desmoralización del pueblo.

¡Ah!, cuando un día, dos años después, en el mes de junio de 1941, 4 millones de aguerridos veteranos de ese mismo ejército fascista invaden la Unión Soviética por sorpresa, ¿qué se encontraron?  Se encontraron una resistencia desde el primer momento, desde el primer día, desde las primeras horas.  Un pueblo que estuvo dispuesto a pelear y a morir; que dio 18 millones de vidas, que acumuló la más extraordinaria experiencia guerrera de los últimos tiempos.

Que no nos digan que los occidentales aprendieron a pelear.  Con una superioridad fabulosa, y cuando el ejército nazi estaba destruido, desembarcaron por Normandía, llegando fácilmente hasta las fronteras.  En el episodio de las Ardenas famoso, unas cuantas divisiones blindadas los hicieron retroceder rápidamente decenas y decenas de kilómetros.

Pues bien:  los fascistas lanzaron más de 300 divisiones contra la Unión Soviética.  Y aquel pueblo resistió, peleó.  ¡Cómo se engañaron!  ¡Creían que era un paseo militar!  Pero aquel ataque cobarde y artero terminó en Berlín.  ¡Y fue el ejército soviético quien aplastó las hordas fascistas!  (APLAUSOS.)

Una clara lección de la historia.  Nunca jamás, a pesar del proverbial patriotismo de esa nación, a pesar del proverbial patriotismo, nunca jamás en la historia se produjo una resistencia tan heroica, tan decidida.  Porque ya no era la sociedad de los señores feudales ni de los siervos de la gleba, de los zares con sus poderíos absolutos.  El Estado socialista resistió más.  ¡Y lo extraordinario es que aquel Estado socialista, de campesinos prácticamente, sea hoy la poderosa potencia industrial que es!  Y sea el país que haya podido ayudar a naciones pequeñas como Viet Nam y como Cuba para resistir peligros tan grandes como fue el peligro imperialista.

Los hombres de armas saben lo que implica un pueblo unido y combatiente, un pueblo con su motivación desarrollada al máximo.  Porque esos son los hombres que hacen posible la victoria.  Son los hombres que pueden resistir cualquier desproporción de fuerza.  Son los hombres capaces de cualquier heroísmo.

Nosotros mencionábamos la Revolución Francesa.  Cuando la burguesía era clase revolucionaria, y dirigía al pueblo, recordarán también cómo se repitió la historia:  cómo ese país, invadido por numerosas naciones, resistió y derrotó a sus agresores.  Es que en las revoluciones los pueblos se unen cuando desaparecen las injusticias seculares y surgen fuerzas que nada ni nadie puede aplastar.

Alguien dijo una vez, un historiador de aquella revolución dijo que «cuando un pueblo entra en revolución no hay fuerza en el mundo que pueda detenerlo».  Por eso nosotros decimos que nuestro país es fuerte y unido.  Hemos avanzado, y nos sentimos satisfechos (APLAUSOS).

Pero si me permiten expresarles con toda sinceridad una de nuestras conclusiones y una de nuestras impresiones a ustedes, los chilenos —que son tan curiosos, que les interesan tanto las impresiones—, les digo una impresión que me nace de lo más profundo del alma:  cuando veo la historia en acción, cuando veo estas luchas, cuando veo hasta qué punto los reaccionarios tratan de desarmar moralmente al pueblo, cómo se valen de tantos y tantos medios, desde el fondo de mi corazón sale una conclusión, ¡y es que regresaré a Cuba más revolucionario de lo que vine!  (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)  ¡Regresaré a Cuba más radical de lo que vine!  ¡Regresaré a Cuba más extremista de lo que vine!  (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS.)

Expreso palabras que quieren dar una idea.  Cuando nosotros queremos expresar, tratamos de buscar una palabra que dé una idea.  Las lecciones, las experiencias me hacen sentir más profundamente identificado con el proceso que ha vivido nuestra patria.  Y me hacen sentir más profundo amor por nuestra Revolución.  Y apreciar los logros y los avances que hemos alcanzado.

No quiero extender mucho más estas palabras.

(DEL PUBLICO LE DICEN QUE CONTINUE).

(EXCLAMACIONES DE:  «¡Fidel!», «¡Fidel!», «¡Fidel!»).

Agradezco mucho la amabilidad y la paciencia de ustedes.  Ustedes saben bien que tengo que irme (EXCLAMACIONES DE:  «¡No!»).  Ustedes saben, además, que no me necesitan aquí (EXCLAMACIONES DE:  «¡Sí!» y «¡Que se quede!»).

Les agradezco esas exclamaciones como un intento de desagravio por aquellos que trataron de agriar la visita, exigiendo la partida y poco más que promoviendo una ley para botarme (ABUCHEOS).

Ayer nosotros decíamos en broma, y hasta ayer bromeábamos…  Hoy no podíamos estar en ánimo de bromear leyendo las noticias de los sucesos, que no quiero comentar.  Solo con relación al ánimo.  Cuando se leen noticias de heridos, de incendios, cosas que ocurrieron precisamente cuando nosotros en la embajada cubana celebrábamos una recepción, donde estaban presentes más de 6ó00 personalidades chilenas.  Y hasta aquellos momentos bromeábamos, y decíamos:  ¿Cuáles son los requisitos para hacerse ciudadano chileno?  (APLAUSOS.)  Y habla un abogado por allí.  Y le decíamos:  ¿Cuántos días son?  ¿Cuánto tiempo de residencia?  ¿Dónde están las planillas?, que quiero llenar una planilla.

Frente a las frases, a los insultos y a todo eso se podía bromear.  Y se bromeaba con eso.  Y no me faltaron deseos de hacer la broma en grande.  Porque al fin y al cabo no le negarían ustedes a un latinoamericano que cumpliendo todos los requisitos constitucionales se hiciera ciudadano chileno.  ¿En 10 años, en 20 años?  Yo no sé.  Eso era absolutamente en broma.

Nosotros nos sentimos en cierto modo hijos de toda una comunidad, parte de un mundo que es mucho mayor que Cuba y que Chile:  que es la América Latina (APLAUSOS).

Llegarán los tiempos en que todos tengamos la misma ciudadanía, sin perder por ello un ápice de amor a nuestra tierra, al rincón de este continente donde hayamos nacido, a nuestros símbolos:  a nuestras banderas, que serán banderas hermanadas; a nuestros himnos, que serán himnos hermanados; a nuestras tradiciones, que serán tradiciones hermanadas; a nuestras culturas, que serán culturas hermanadas.  Y cuando tengamos el poder suficiente entre todos los pueblos para ocupar un lugar digno en el mundo, para que los poderosos no nos insulten, para que no venga el imperio arrogante y orgulloso a anunciarnos tragedias y caídas, ni amenazarnos de ninguna manera…  No es lo mismo amenazar a un pueblo pequeño que a una unión de pueblos hermanos que puede ser una grande y poderosa comunidad en el mundo de mañana (APLAUSOS).

Llegarán esos tiempos, llegarán esos tiempos cuando haya sido derrotada la ideología reaccionaria, cuando hayan sido derrotados los nacionalismos estrechos, los chovinismos ridículos, que son los recursos que los reaccionarios y los imperialistas utilizan para mantener la hostilidad y la división entre nuestros pueblos (APLAUSOS), entre pueblos que hablan el mismo idioma y que son capaces de entenderse, como nos entendemos nosotros.  Las ideologías reaccionarias tienden a la división.

Para que un día América pueda unirse, la América nuestra que decía Martí, será necesario derrotar hasta el último vestigio de esos reaccionarios, que quieren pueblos débiles para mantenerlos en la opresión, para mantenerlos sometidos a los monopolios extranjeros.  Porque en definitiva todo eso no es más que expresión de una filosofía:  de la filosofía reaccionaria, de la filosofía de la explotación y de la opresión.

Permítanme no la prolongación de esta visita, sino expresar algunas ideas más, si se desea (EXCLAMACIONES DE:  «¡Sí!»).

¿Qué queremos decir?  Entre otras, una elemental expresión de agradecimiento a todos los que hemos tratado —y hemos tratado ampliamente con el pueblo chileno.  Hemos tratado y hablado ampliamente con los obreros, los estudiantes, los campesinos, el pueblo en general, que nos recibió en tantos sitios.  Hemos conversado con periodistas, hemos conversado con trabajadores intelectuales, con economistas y técnicos como los de la CEPAL.  Nos hemos reunido y hemos conversado con diputados, con los dirigentes de los partidos de la Unidad Popular y de las organizaciones de izquierda.  Con todos…  (DEL PUBLICO LE DICEN:  «¡Las mujeres!»).

No las he olvidado.  Nos hemos reunido con las representaciones obreras.  Nos hemos reunido con las mujeres chilenas (APLAUSOS).  Hemos sostenido entrevistas con el Cardenal de Chile (APLAUSOS).  Nos hemos reunido con más de 100 sacerdotes progresistas, que constituyen un impresionante movimiento.  Hemos dialogado con hombres del ejército, de la armada y de los carabineros (APLAUSOS).  En todas partes con espíritu amistoso, con respeto.  Hemos tratado de responder todas las preguntas y todas las cuestiones que hayan estado a nuestro alcance.

De estas reuniones, dos fueron las que produjeron más irritación y fueron más motivos de crítica:  la reunión con el Cardenal, la reunión con los sacerdotes progresistas, y los diálogos con los hombres del ejército, la armada, la aviación y los carabineros (APLAUSOS).

Es preciso que nosotros digamos con franqueza cuáles fueron los fundamentos de esos diálogos, y por qué y cómo se produjeron.

¿Es que acaso nosotros hemos estado haciendo demagogia o contraviniendo nuestras convicciones?  Porque hemos visto cómo se ha tratado de golpear sobre algunas de esas cuestiones.

Puede decirse realmente que si alguien compitió o emuló conmigo en materia de recibir insultos, fue precisamente el Cardenal.  Teníamos muchas cosas que conversar con la izquierda cristiana y con los sacerdotes chilenos, amplias cosas (APLAUSOS), fundadas no en oportunismos sino en principios; no en ventajismos sino en razones profundas, en convicciones; en la convicción de la conveniencia, de la posibilidad y de la necesidad de unir en el ámbito de esta comunidad latinoamericana a los revolucionarios marxistas y a los cristianos, a los revolucionarios marxistas y a los revolucionarios cristianos (APLAUSOS).

Ampliamente conversamos esto con los sacerdotes, los fundamentos de esa convicción de hoy y de siempre.  ¡Que no se confundan los problemas que crearon los oligarcas en nuestro país tratando de usar la Iglesia contra la Revolución!

Nosotros muchas veces nos hemos referido a la historia del cristianismo, al cristianismo aquel que engendró tantos mártires, tantos hombres sacrificados por la fe.  Y siempre tendrán nuestro más profundo respeto los hombres que son capaces de dar su vida por su fe (APLAUSOS).  Por los que no sentiremos ningún respeto jamás es por los hombres que como defienden bastardos intereses —sus egoísmos, su estómago repleto—, no son capaces de dar la vida por nada ni por nadie (APLAUSOS).

Examinamos los enormes puntos de coincidencia que puede haber entre los preceptos más puros del cristianismo y los objetivos del marxismo.  Porque muchos han querido tomar la religión para defender, ¿qué?  La explotación, la miseria, el privilegio.  Para convertir la vida del pueblo en este mundo en un infierno, olvidándose que el cristianismo fue la religión de los humildes, de los esclavos de Roma, de los que por decenas de miles morían devorados por los leones en el Circo, y que tenía expresiones terminantes acerca de la solidaridad humana o amor al prójimo, condenatorias de la avaricia, la gula, los egoísmos.

Religión que llamó hace 2 000 años mercaderes a los mercaderes, fariseos a los fariseos.  Que condenó a los ricos, y que dijo virtualmente que no entrarían en el reino de los cielos (APLAUSOS).  Que multiplicó los peces y los panes, precisamente lo que el hombre revolucionario de hoy se propone con la técnica, con sus brazos, con el desarrollo racional y planificado de la economía.

Cuando se busquen las similitudes entre los objetivos del marxismo y los preceptos más bellos del cristianismo, se verá cuántos puntos de coincidencia, y se verá por qué un párroco humilde, que conoce el hambre —porque la ve de cerca—, la enfermedad y la muerte, que conoce el dolor humano…  O como algunos de esos sacerdotes que trabajan en minas o trabajan entre humildes familias campesinas, y se identifican con ellos y luchan junto a ellos.  O personas abnegadas que consagran su vida a atender enfermos que padecen las peores dolencias.

Cuando se busquen todas las similitudes se verá cómo es realmente posible la alianza estratégica entre marxistas revolucionarios y cristianos revolucionarios (APLAUSOS).

Los interesados en que tales alianzas no se produzcan son los imperialistas.  Y son, por supuesto, los reaccionarios.

Con los militares —y cuando decimos militares comprendemos todas las armas, todos los institutos— dialogamos también ampliamente.  Pero tales diálogos se produjeron de manera absolutamente espontánea.  Nadie los planificó.  Fue el resultado de las atenciones oficiales, de las extraordinarias atenciones con que el Presidente, los ministros, y las autoridades del gobierno quisieron rodear la visita.  Y en todas partes, en todos los aeropuertos, en todos los sitios, estaban presentes también los hombres de uniforme y sus representantes (APLAUSOS).  Y espontáneamente surgieron en muchas ocasiones los diálogos:  en las recepciones, en los encuentros con las autoridades.  Y entre los hombres de uniforme de Chile y nuestra delegación se vio con toda claridad que había muchas cuestiones sobre las cuales se podía conversar.

En primer lugar, nuestro país ha tenido que vivir una experiencia tremenda.  Los revolucionarios cubanos hemos tenido que pasar por singulares experiencias en diversas fases de la lucha.  Primero, como combatientes irregulares en sus inicios; después, con el desarrollo de determinadas concepciones y tácticas de lucha.  Los revolucionarios cubanos nos vimos obligados a participar en numerosas batallas en condiciones muy desiguales, en desproporciones muy grandes, a lo largo de nuestra guerra revolucionaria.

Pasamos por las más diversas fases:  fases de adversidad, fases de éxito.  Desde momentos sumamente difíciles hasta victorias completas, la victoria completa.

Vivimos después experiencias de todo tipo:  de cuando nos invadieron el país con bandas mercenarias en todas las provincias y nos hicieron combatir contra ellas durante años.  Estaban equipadas con las mejores armas de Estados Unidos, equipos de radio y todas sus técnicas.

Hemos vivido la experiencia de Girón y hemos vivido la experiencia de la Crisis de Octubre, en que nuestro país tuvo que atravesar momentos de suma tensión, de extraordinario peligro, en que nuestro país estaba virtualmente amenazado por decenas de proyectiles nucleares.

Hemos tenido que pasar por la experiencia de constituir nuestras unidades de combate para contemplar un peligro real y grande.  Hemos tenido que desarrollar poderosas fuerzas armadas, crear escuelas, aprender la utilización de nuevos armamentos, de nuevas técnicas.  Hemos tenido contacto con la experiencia más profunda de la última guerra, los informes y los documentos.

Es incuestionable que desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista profesional había muchas cuestiones que podían ser objeto de diálogo.  El interés de la experiencia de Cuba, del proceso de Cuba, la natural curiosidad por los acontecimientos históricos que todos los hombres tenemos.  También las cuestiones de carácter humano, la competencia, la eficiencia, las tradiciones, la historia de cada país, el presente y el futuro.  Cuál será el destino de nuestros pueblos en el mañana, frente a los abismos tecnológicos que crecen, frente a las naciones desarrolladas y las que se han quedado rezagadas.  Cuáles son las concepciones futuras de las armas, de los nuevos sistemas de armamento.

Es decir que tanto desde el punto de vista profesional como humano, como cosas que tienen que ver con el destino futuro de nuestros pueblos, había amplios temas de este género, sobre los cuales se desarrollaban los diálogos.

Y tuvimos oportunidad de conocer muchos hombres de gran talento, de carácter, de eficiencia.  Hemos tenido oportunidad de conocer muchos hombres valiosos, gracias precisamente a esos diálogos.  Hemos tenido oportunidad de referirnos a cuestiones relativas a nuestras tradiciones.  Hemos aprendido, digamos, mutuamente, muchas cosas.

¿Era acaso una falta?  ¿Era acaso una conspiración?  ¿Era acaso un delito?  ¿Había razón para que alguien se sintiera ofendido?  ¿Y por qué si conversábamos con los sacerdotes, y con el Cardenal y con los técnicos de la CEPAL no podíamos dialogar con los hombres de uniforme de Chile?  ¿Y por qué temían tanto esos diálogos?  ¿A quién se ofende con eso?

Hemos dialogado incluso en la guerra.  Cuando combatíamos dialogábamos con el adversario, discutíamos.  Cuando combatíamos analizábamos razones:  quién la tenía y quién no la tenía.  Si hemos dialogado incluso con hombres combatiendo frente a nosotros, ¿por qué no íbamos a dialogar con hombres que nos atendieron con toda caballerosidad, con toda amabilidad, con toda consideración y con todo respeto?  (APLAUSOS.)

Por eso en el día de hoy a ellos queremos expresarles también nuestro agradecimiento por sus atenciones, en este día precisamente, 2 de diciembre, que ha querido la casualidad —porque nadie lo organizó así— que coincidiera con el XV aniversario del desembarco del «Granma» (APLAUSOS), en que un grupo de 82 hombres arribamos a costas pantanos as de Cuba.

La correlación de fuerzas totales de Batista contra nuestras fuerzas era de 1 000 a 1.  En total tenían, entre las diversas armas, unos 80 000 hombres.  Algunos días después la adversidad hizo mucho más difícil nuestra situación, y solo siete hombres con armas nos volvimos a reunir.  Correlación de fuerzas:  10 000 a 1, por lo menos.  Un poco más de         10 000.  ¡Diez mil a uno!  Y en aquellos instantes nosotros no nos desalentamos, ¡no nos desalentamos!

Tal vez esto les ayude a comprender por qué no tenemos temor de señalar cuáles pueden ser las debilidades de los revolucionarios o de un proceso en un momento dado.

¡Diez mil a uno!  Y aquellos hombres no se desalentaron.

Siguieron adelante, atravesaron muy difíciles circunstancias, y lucharon siempre con una correlación de fuerzas muy adversas.

Cuando incluso finaliza la guerra, la correlación es de más de 20 a 1.  Por esos períodos atravesó nuestro proceso.  De manera que esto, revolucionarios chilenos, lo cito en relación con este día, que es para nosotros un deber recordar, para sacar la conclusión de que un pueblo revolucionario, un pueblo armado con una doctrina, con una idea, decidido a defender una causa, no habrá forma de aplastarlo, no habrá forma de derrotarlo (APLAUSOS).

¡Decimos esto para que jamás haya desaliento en las filas revolucionarias!  ¡Para que jamás haya desaliento!  ¡Para que jamás la moral baje un ápice!  ¡No importa la acción del enemigo!  ¡No importan incluso sus éxitos parciales!  Hay que decir:  ¡Adelante!

Los revolucionarios se mueven por motivaciones profundas, por grandes ideas.  No incitan el temor.  ¡No!  Aunque, desde luego, los revolucionarios saben el destino de las revoluciones aplastadas.  Para citar ejemplos, dos:  la revolución de los esclavos de Roma, la revolución de Espartaco, aplastada por los oligarcas, costó la vida a cientos de miles de hombres que fueron crucificados a lo largo de los caminos que conducen a Roma; la revolución de los comuneros de París, ahogada ferozmente en sangre.

Y se pueden citar varios ejemplos modernos.  Cuando un proceso revolucionario se desata, por un lado surge el fascismo, con todos sus trucos y todas sus artes, todas sus técnicas de lucha, todas sus hipocresías, sus fariseismos, sus tácticas de despertar el miedo, de usar la mentira, sus ruines e inescrupulosos métodos.  ¡No hay que temer!  ¡Luchar con argumentos!  ¡Luchar con la razón!  ¡Luchar con la verdad!  ¡Luchar con convicción!  ¡Y luchar no por temor a las consecuencias de la derrota!  Saber, sí, lo caro que cuestan las derrotas a los pueblos.  ¡Luchar por el ideal!  ¡Luchar por la causa justa!  ¡Luchar sabiendo que la razón está de su parte!  ¡Luchar sabiendo que las leyes inexorables de la historia están de su parte!  ¡Luchar sabiendo que el futuro les pertenece!  ¡Avanzar con las masas!  ¡Avanzar con el pueblo!  ¡Avanzar con las ideas!  ¡Avanzar sumando!  ¡Avanzar creciendo!  
(EXCLAMACIONES y APLAUSOS.)

y esto que digo hoy, en que he hablado ampliamente —gracias a la paciencia y consideración de ustedes—, esto a que nos hemos referido sobre tácticas, sobre unión, sobre posibilidades de participación de todos en esta gran cruzada por la América de mañana, esto no lo he inventado al venir aquí a Chile, estas no son ideas de ocasión, porque aquí tenemos nosotros este documento, proclamado hace 10 años, que se llama Segunda Declaración de La Habana (APLAUSOS), y que nosotros consideramos conveniente referir leyendo unos párrafos, y que resumen la concepción estratégica revolucionaria desde entonces.  Y tal vez estos párrafos puedan ser de utilidad para ustedes.

Al despedirnos, ¿qué podemos darles?  Si tan siquiera pudieran ser de utilidad algunas ideas, algunos conceptos, nos sentiríamos satisfechos, si al menos espiritualmente hemos reciprocado de alguna manera el afecto de ustedes.

Los párrafos son estos, y están a continuación uno de otro.

«El imperialismo, utilizando los grandes monopolios cinematográficos, sus agencias cablegráficas, sus revistas, libros y periódicos reaccionarios, acude a las mentiras más sutiles para sembrar el divisionismo e inculcar entre la gente más ignorante el miedo y la superstición a las ideas revolucionarias, que solo a los intereses de los poderosos explotadores y a sus seculares privilegios pueden y deben asustar.

«El divisionismo, producto de toda clase de prejuicios, ideas falsas y mentiras;  el sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes, dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y progresistas de nuestros pueblos.  Son vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento revolucionario que deben quedar atrás.  En la lucha antimperialista y antifeudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional.  Estos sectores comprenden la inmensa mayoría de la población y aglutinan grandes fuerzas sociales capaces de barrer el dominio imperialista y la reacción feudal.  En ese amplio movimiento pueden y deben luchar juntos por el bien de sus naciones, por el bien de sus pueblos y por el bien de América, desde el viejo militante marxista hasta el católico sincero que no tenga nada que ver con los monopolios yankis y los señores feudales de la tierra.

«Ese movimiento podría arrastrar consigo a los elementos progresistas de las fuerzas armadas, humilladas también por las misiones militares yankis, la traición a los intereses nacionales de las oligarquías feudales y la inmolación de la soberanía nacional a los dictados de Washington.»

Estas ideas fueron expresadas hace 10 años y no se apartan un ápice de las ideas de hoy.

Nuestra Revolución ha sido consecuente con sus posiciones.  No ha sido dogmática.  Progresa, avanza.  En un momento dado puede tener algunas fases y algunos desarrollos superiores a los de atrás.  Pero sigue una línea, sigue un principio, sigue un camino.  Se ha caracterizado por su confianza en el pueblo, por su confianza en las masas, por su confianza en las ideas, por la seguridad en la victoria.  Se ha caracterizado por su firmeza y por su intransigencia.  ¡Amplitud y suma por un lado, intransigencia con los principios por otro lado!

Hemos hablado con muchos chilenos.  Hemos dialogado ampliamente.  Con los únicos que no hemos dialogado ni dialogaremos jamás es con los explotadores, con los reaccionarios, con los oligarcas y los fascistas (APLAUSOS).

¡Con los fascistas no hemos dialogado ni dialogaremos jamás!

Con todos los demás chilenos hemos sentido el inmenso honor de haberlos tratado, de haberlos conocido, de haber cambiado impresiones, de haber dialogado con ellos (APLAUSOS).

Querido compañero Salvador Allende:  pronto ya partiremos de este hermoso y magnifico país.  Pronto nos despediremos de este pueblo acogedor, hospitalario, magnifico y caluroso.  Una cosa nos llevamos:  el recuerdo imborrable de esta visita, de los afectos, de las atenciones, de los honores que a nuestra delegación ustedes hicieron como representante del pueblo cubano y de la Revolución Cubana.

Solo queremos decirle, querido Presidente, a usted y a los chilenos, que con Cuba pueden contar (APLAUSOS), con su solidaridad desinteresada e incondicional, con lo que esa bandera significa, con lo que esa patria significa.  ¡No la patria de los explotados, sino la patria de los hombres libres!  ¡La patria donde una Revolución ha llevado la igualdad y la justicia!  ¡La patria donde se ha reivindicado al hombre y se le ha dado un contenido inmenso de dignidad!

A los que pretenden impugnar la legitimidad de esa Revolución, que vean su fuerza y que expliquen cómo si no tenemos un pueblo consciente y unido —un pueblo que sabe lo que es la dignidad y la libertad—, cómo hemos podido resistir culturalmente, políticamente y militarmente al poderoso imperio yanki (APLAUSOS).

¡Ahí está nuestra patria sólida y firme!  ¡Ahí está su bandera!  ¡Bandera que significa la dignidad de Cuba, que significa la nación en su sentido más amplio, que significa el patriotismo en su sentido más solidario como hijos de Cuba, como hijos de América!

En esos símbolos que hoy flotan en este sitio, en esa proximidad física está también el símbolo de la proximidad de nuestros pueblos, de nuestra idea, de nuestra causa y de nuestra razón.

Y por ser hoy 2 de diciembre, permítaseme terminar estas palabras como las terminamos siempre en Cuba!

¡patria o Muerte!

¡Venceremos!  (EXCLAMACIONES DE:  «¡Fidel!», «¡Fidel!»)

(OVACION).

DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE CUBA

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