El desafío del nuevo gobierno de Bachelet es atreverse a hacer reformas sustantivas y evitar caer en la trampa de las potentes voces de los grandes empresarios, que llevan inexorablemente a la pérdida de la propia identidad política, y a desarmar el desarrollo de las posturas progresistas y democráticas. ¿Qué condiciones informativas y comunicacionales marcarán el nuevo gobierno de Michelle Bachelet?
Al considerar las tendencias políticas recogidas de esta última elección Presidencial y Parlamentaria, donde M. Bachelet (46,68%) superó en primera vuelta a Evelyn Matthei (25,01%) , su principal contendora, por 21 puntos, y donde la votación de la Alianza supera a su abanderada en 11 puntos porcentuales, hace prever la elección holgada de Michelle Bachelet, la subida de las demandas sociales y la presencia de una derecha minoritaria en el Parlamento, derrotada en el plano social, pero muy activa y resentida en el ámbito político.
Esto creará climas tensionales que podrían hacer recordar los años previos a la dictadura de Pinochet.
El escenario probable de los próximos cuatro años en Chile, dada las reformas anunciadas en el programa de Bachelet, al intentar implementarlas, generará entusiasmos populares y resistencias políticas activas. Será un gobierno expuesto a un rudo debate público. Los logros podrían ser presentados como fracasos y los avances como retrocesos por los medios conservadores que dominan la actual escena medial chilena.
El nuevo gobierno tendrá fuertes resistencias de una derecha debilitada, pero furiosamente frustrada, acosada política e ideológicamente. Pero no por ello se sentirá desfondada, dado el sustento que tiene en el ámbito económico privado, mostrando , una y otra vez , su rostro porfiadamente conservador y autoritario en la potente red de producción medial, donde logra su mayor fortaleza.
El programa de Bachelet no contiene medidas de cambio sustantivo al actual sistema de la industria medial y cultural, dominado por el espectáculo del mercado, una información de baja calidad y conducido por un puñado de empresas que militan en el neoliberalismo. El programa presidencial de la Nueva Mayoría, busca limitar, en parte, la concentración de la propiedad de los medios en beneficio de más pluralismo en el espectro radioeléctrico, ampliar las voces de la tv digital, diversificar la publicidad estatal, asegurar un rol educativo y de calidad informativa a la televisión estatal y ampliar el fondo de desarrollo de las telecomunicaciones a los sostenedores de pequeñas radios comunitarias.
No obstante, este tímido anuncio de reformas para asegurar más libertad y diversidad de voces en el país, puede ser visto por sus potenciales adversarios como una fuerte amenaza y en ese caso están los empresarios y la derecha nacional. Es lo que ha estado ocurriendo en Argentina con el poderoso grupo Clarín que se opone con todo al Gobierno de Cristina Fernandez, restándole un activo capital de legitimidad. También ocurre con los empresarios en Ecuador donde poderosos propietarios de diarios y de canales de televisión, están en contra del gobierno de Rafael Correa, en cuyo caso sí ha habido una importante reforma al sistema medial y a la industria cultural.
Por muy fuerte que sea el apoyo electoral y social de un gobierno que busca el desarrollo social por sobre los intereses privados, como lo intentará hacer Michelle Bachelet, tendrá que prepararse para enfrentar a un sistema medial que le será ampliamente hostil. Mirar este futuro escenario como si fuera una condición inevitable, donde hay poco que hacer, puede constituir un grave error para la Nueva Mayoría. Sería hipotecar el futuro no prepararse para enfrentar la guerra por la semantización de la realidad que se hace en la industria cultural.
El nuevo gobierno, en vez de sentirse prisionero de los monopolios de la industria cultural y medial, podría apoyarse en las amplias bases sociales compuesta por periodistas, comunicadores, educadores, cientistas sociales de toda clase, colegios profesionales… que están por apoyar un gobierno progresista que se las juegue por una profundización de la democracia en el plano de la cultura, de la educación, de la comunicación y de la información.
El desafío del nuevo gobierno de Bachelet, en este plano, es apostar por una nueva mirada al tema de las políticas públicas en materia de información y de comunicación, atreverse a hacer reformas sustantivas y evitar caer en la trampa de las potentes voces de los grandes empresarios, que llevan inexorablemente a la pérdida de la propia identidad política, y a desarmar el desarrollo de las posturas progresistas y democráticas.
Una amplia victoria electoral de Bachelet el próximo 15 de diciembre, como es lo que se puede prever, debiera ser la ocasión de atreverse a hacer, en este quinto gobierno de la Concertación, una verdadera reforma al mundo medial y cultural, que es el eslabón más potente de sustento de la praxis y del modelo neoliberal que el país no ha podido superar y sobre el cual existe poca claridad de los actores políticos.
(*) Director del Magister en Ciencias de la Comunicación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago