Dos situaciones producidas en la última semana muestran no sólo las diferencias en el debate interno, sino también aquellas existentes en la concepción y la proyección estratégica de la Nueva Mayoría. Se trata de la renuncia del senador Ignacio Walker a una candidatura presidencial de la que nadie se había percatado, y del discurso del abogado Fernando Atria, en el pleno del Comité central del Partido Socialista.
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Walker, uno de los representantes más connotados de la derecha de la Democracia Cristiana, se rindió a la realidad en los siguientes términos:
“A un año de esa elección presidencial, constato que no están dadas las condiciones para impulsar una candidatura presidencial como la que yo pudiera representar. Por lo tanto, he decidido ir a la reelección como senador por la región de Valparaíso“.
Walker aprovechó la oportunidad para remachar dos ideas que parecen obsesionarlo, la idea de ir en listas parlamentarias diferenciadas, que la Nueva Mayoría muere con el actual Gobierno:
«Creo que sería un profundo error ir a una primaria de la Nueva Mayoría. Primero, porque no podemos ofrecer al país más de lo mismo. La Nueva Mayoría no es una alternativa para el próximo gobierno»
Sobre este último punto, Walker aseguró que hay que reconstruir un nuevo espacio en la centro izquierda. A la hora de la autocrítica sobre la situación de la DC al interior de la Nueva Mayoría, Walker reiteró que les ha afectado el “giro a la izquierda” de la coalición, por lo que llamó a retomar las convicciones e ideas de la Falange, y recuperar la identidad partidaria:
“La DC tiene que actuar de acuerdo a lo que es, no a lo que no es. Nosotros no somos un partido de izquierda. Sin embargo, la gente siente que hemos diluido nuestra identidad con este giro a la izquierda que ha habido en los gobiernos de la Nueva Mayoría. Creo que nos ha faltado jugárnos por ciertas convicciones y por una visión de país y de futuro”.
Finalmente, sobre la posibilidad que nuevamente la Presidenta Bachelet le entregue la posta a Sebastián Piñera en marzo de 2018, el senador de la DC señaló:
“Ese escenario no lo podemos descartar, producto de nuestros propios errores como gobierno. De que no supimos hacer un diagnóstico adecuado, de la desmesura refundacional, del primer tiempo de la retroexcavadora y los patines, que significó alienarnos de una parte importante de la clase media y que significó realmente que la gente se fuera para la casa”.
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El camino de la izquierda
Sin perjuicio de que se trata de un analisis sesgado, y de una pobraza franciscana, el discurso de Fernando Atria, pronunciado ante el Comité Central del Partido Socialista el 26 de noviembre pasado, apuntó exactamente en la dirección contraria. A su juicio, la pregunta que cabe plantearse es:
¿Ha sido un modo imperfecto de iniciar un camino correcto de transformaciones estructurales, o ha sido un camino errado, un paréntesis que debe ser cerrado para volver a formas de gobierno y de gobernabilidad propias del periodo transicional?
Por cierto, Atria se inclina por la primera premisa, y agregó con convicción:
“El programa del Partido Socialista debe ser inequívocamente antineoliberal. Sin complejos. No debemos inhibirnos ni temer a una confrontación ideológica con el neoliberalismo. Lo que la sociedad y el pueblo espera del partido no es contemporizar ni hacer las paces con el neoliberalismo sino confrontarlo con decisión. No saldremos fácil ni rápidamente del neoliberalismo, de sus lógicas e instituciones, pero los próximos cuatro años deben ser claves en la construcción progresiva de un modelo económico, social y cultural alternativo».
Luego, se mostró convencido de que el candidato de la Nueva Mayoría debe salir de elecciones primarias:
«Sé que hay diversos pareceres respecto de la naturaleza de estas primarias. A mi juicio, las mismas razones que llevan a la conclusión de que el Partido debe decidir su candidato mediante primarias implican que estas primarias deben ser abiertas a la ciudadanía y al pueblo socialista. La razón es simple. Nuestro desafío no es hoy legitimar nuestro precandidato presidencial frente al Partido, sino legitimar al Partido y a ese precandidato frente a la sociedad, frente al pueblo».
Luego, abogó por la necesidad de definir un programa, no sólo para el próximo Gobierno, sino uno de orientación estratégica:
«Al referirme ahora a un programa del partido no estoy significando una lista de medidas a ser adoptadas por el próximo gobierno en caso de vencer en las próximas elecciones presidenciales. El programa que necesitamos es una orientación estratégica para los socialistas en las próximas décadas. Dados los desafíos de nuestro tiempo, necesitamos un texto análogo en cuanto a su profundidad y proyección histórica al programa de 1947. No es el mismo tiempo ni son las mismas respuestas, pero debemos recuperar ese sentido trascendente de la política que famosamente lograron expresar en ese documento Eugenio González y Raúl Ampuero. El próximo año se cumplen 70 años del Programa del 47. Debiéramos conmemorarlo pensando en asumir hoy un desafío similar.
Enseguida, se hizo cargo de la pregunta planteada inicialmente:
Yo creo que al plantear la pregunta del momento actual de este modo la alineación que corresponde al Partido Socialista resulta evidente. La primera definición del partido debe ser que se trata del inicio imperfecto y corregible de un proceso que a pesar de eso debe ser continuado».
En su opinión, la continuación de este proceso transformador debe estructurarse en torno a tres grandes ejes:
En primer lugar, Chile necesita una Nueva Constitución Política, elaborada por una Asamblea Constituyente. Lo he venido sosteniendo desde hace muchos años: el modelo neoliberal está en el corazón de la actual Constitución Política, y ésta fue concebida para neutralizar la soberanía popular y para proteger una esencia neoliberal que no puede someterse, lo sabían sus autores, a la legitimación democrática.
Chile no podrá salir del neoliberalismo sino a través de una nueva Constitución Política. Frente a esto, el partido Socialista debe liderar el proceso constituyente. Si no lo hace nadie lo hará. Los militantes socialistas ya decidimos el camino de la nueva Constitución y de la Asamblea Constituyente en el XXX Congreso y en el Congreso anterior. Es la hora de hacer cumplir y valer la voluntad mayoritaria del partido».
Sobre el mismo tema, agregó:
«La nueva constitución no es solo un nuevo conjunto de reglas constitucionales: es una nueva política, una política legitimada porque supone una genuina transferencia de poder hacia la ciudadanía, hacia el pueblo de Chile. Esta transferencia de poder debe manifestarse en el mecanismo mismo de cambio constitucional pero también en una institucionalidad diseñada para dar poder, y no neutralizar, la política democrática. Parte ineludible de esta nueva política habrá de ser el reconocimiento de nuestra realidad multicultural y diversa. Este reconocimiento no puede ser solo una cuestión de palabras: implica una regionalización profunda y efectiva, una regionalización que sea asumida no como una cuestión administrativa sino como una cuestión de descentralizar el poder político.
El segundo eje debe ser, según Atria, la noción de derechos sociales universales «que dé contenido a la ciudadanía, de modo que la igualdad que nos caracteriza en tanto ciudadanos sea algo más que el igual derecho formal a votar y ser elegido y se proyecte a la educación, a la salud, a la seguridad social, a la distribución del poder en la empresa, a las relaciones entre hombres y mujeres.
El tercer eje es la superación del actual modelo extractivista y rentista por un modelo en que el Estado asume una función de guía y orientación, mediante una política industrial moderna y vigorosa:
«Sabemos que este, por lo demás, ha sido el camino de todos los países que han llegado al desarrollo sin recurrir a la explotación colonial».
A reglón seguido, sostuvo que no bastan ideas, pues necesitan poder, y la construcción de la fuerza que las hagan posible:
Debemos retomar el dialogo con la izquierda. Ayer me reuní con la dirección del Partido Comunista y constatamos importantes coincidencias programáticas. También he dialogado con las fuerzas de izquierda que están fuera de la Nueva Mayoría. Es nuestro deber de socialistas contribuir a la superación de la fragmentación de la izquierda y trabajar siempre por su unidad. Allende siempre insistió como una política central del PS la unidad de la izquierda, de socialistas y comunistas, y Clodomiro Almeyda llamó la atención sobre el carácter plural de la izquierda chilena y la necesidad de reconocer en una perspectiva unitaria sus distintas vertientes ideológicas y culturales.
La construcción de esa fuerza por los cambios requiere también que el Partido Socialista recupere su espacio en los movimientos sociales. No tiene sentido una política socialista y de izquierda que no se nutra de los actores y movimientos sociales. Allí radica su fuerza y su razón de ser. Debemos procurar un modo de ser gobierno que obtenga su fuerza de los movimientos sociales. Un gobierno de izquierda debe ser capaz de construir una gobernabilidad participativa».
En su tramo final, Atria sostuvo que Grove y Matte, fundadores del Partido Socialista, comprendieron a comienzos de los 30 que no bastaba un pueblo movilizado, ni siquiera un liderazgo carismático, sino que se requería una organización y una voluntad política colectiva que la hiciera posible:
«Hoy es lo mismo. Necesitamos que el Partido Socialista lea correctamente este tiempo y que fiel a sus principios retome su misión histórica de trabajar y luchar por la emancipación de los trabajadores manuales e intelectuales de nuestra patria, por la democracia, la igualdad y el Socialismo».
Como se puede apreciar, la Nueva Mayoría enfrenta una encrucijada.
El camino de la derecha, una alianza como fin en sí mismo, que deje las cosas como están, a esta altura carece de sentido.
En cambio, el camino de la izquierda que prefigura Atria es promisorio respecto de la alianza amplia que se necesita para superar el neoliberalismo.