Chile era el país más politizado y de mayor participación partidaria en América Latina. Ello no resistió a los 17 años de dictadura de Pinochet, a los 20 años de los gobiernos moderados de la alianza socialista-demócrata cristiana. Y, además, un sistema electoral distrital, que distribuye las curules entre los dos bloques mayores, excluyendo las otras fuerzas.
Las movilizaciones estudiantiles condujeron a que los partidos tradicionales consideraran la hipótesis de una reforma del sistema electoral, pero a medida que las movilizaciones amainaron, sólo introdujeron la inscripción automática de los jóvenes, lo que no altera nada, porque no hay mayor interés. Y, para agravar, se introdujo el voto no obligatorio, lo que sólo incrementó la abstención.
La abstención, mayor al 50%, fue el factor fundamental que impidió la victoria de la Bachelet en el primer turno. En el segundo turno, el próximo 15 de diciembre, se sabrá qué proporción de votos tendrá ella y cuál será el nivel de abstención.
Quién haya mirado la lista de candidatos a presidente de Chile no diría que el golpe militar de Pinochet se produjo hace 40 años y que su régimen terminó hace 23 años. Michelle Bachelet es hija de un ministro militar de Allende, muerto de un colapso cardíaco en la prisión, tras 6 meses de torturas. Michelle estaba con él en la prisión.
La candidata de la derecha, apoyada por el neo-pinochetista Sebastián Piñera, es hija de un militar, miembro de la Junta Militar de Pinochet. Fue candidato también Marco Antonio Enríquez, hijo de Miguel Enríquez, principal dirigente del MIR, aunque ahora Marco tuvo una plataforma moderada.
Pero desde el golpe han pasado 17 años de dictadura, 20 años de gobiernos de la alianza socialista-demócrata cristiana y 4 años de gobierno de la derecha. Sin embargo, la plataforma de Bachelet refleja problemas heredados de la dictadura.
Ella se propone convocar una Asamblea Constituyente, porque Chile vive aún con la Constitución impuesta por Pinochet, en pleno estado de sitio de la dictadura, si bien la carta fue reformada, sin embargo exige una mayoría tan elevada de votos del Parlamento, que supone siempre acuerdos entre los dos bloques para aprobar leyes importantes.
Otro de los puntos clave de su programa es la elevación de impuestos a los más ricos, para fortalecer las políticas sociales. Chile, que antes de la dictadura de Pinochet era uno de los países menos desiguales del continente, se tornó uno de los más desiguales. Eso Bachelet quiere combatir con más recursos tributarios.
El tercer tema también pertenece a la herencia maldita dejada por Pinochet y no tocada, hasta aquí: la privatización de las universidades chilenas, factor de las enormes movilizaciones estudiantiles, que restaron la legitimidad de Sebastián Piñera.
Bachelet presentó un plan de recuperación del carácter público de las universidades, de 5 años, porque los recursos para eso no constaban más en el presupuesto público.
Bachelet retorna a la presidencia en condiciones distintas de cuando asumió por primera vez. Su último año de gobierno fue el primero de la crisis internacional en el centro del capitalismo.
En aquel momento ella tomó medidas que protegían a los sectores más vulnerables –como los ancianos-, abandonados a su suerte por la privatización de la sanidad, heredada de la dictadura y nunca modificada por los gobiernos posteriores.
Desde entonces se fortaleció la capacidad de respuesta a las presiones recesivas producidas por la crisis en el centro del capitalismo por parte de los gobiernos que privilegian los procesos de integración regional y no de aquellos que, como el chileno, firmaron Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Bachelet ya manifestó su voluntad de bajar el perfil de la participación de Chile en la Alianza para el Pacífico e intensificar las relaciones con los países del Mercosur.
(*) Académico de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro.