Sin duda que al recordar el golpe de estado, siempre se viene a la mente el atropello a los derechos humanos más elementales y las atrocidades cometidas por la dictadura y su brazo de la muerte, que sembró en todo el territorio nacional el miedo, el terror, la angustia y la desesperanza. Pero la dictadura de Pinochet deja otro terrible legado: el retroceso en materia de derechos laborales.
El odio a los trabajadores empezó desde el primer momento en que Pinochet tomó el poder a la fuerza. Como testimonio de ello están los bandos militares que se dictaron en contra del sindicalismo y sus derechos desde el mismo fatídico 11 de septiembre.
– Bando Nº12 junta militar septiembre 1973, cancélese la personalidad jurídica de la CUT.
– Bando Nº36 septiembre de 1973, suprímase los pliegos de peticiones, elimínese los permisos sindicales.
– Bando militar septiembre 1973, suspéndase los convenios relativos a salarios beneficios y los reajustes automáticos de pensiones.
– Bando militar octubre 1973, ordénese en 2 días la renovación de directivas sindicales en todo el país.
– Decreto Ley 133, diciembre 1973, ordénese la disolución de la CUT y la conculcación de su patrimonio.
– Decreto Ley 189 diciembre de 1973, limítese las reuniones sindicales sólo para tratar temas relativos al sindicato con autorización previa y con la presencia de representantes de las fuerzas armadas o carabineros.
Los bandos dan cuenta de que Pinochet tenía claro que una organización sindical fuerte era un peligro para sus planes de eternización en el poder y por ello, desató la más cruel represión contra los sindicalistas y dictó el Decreto Ley 2200 con el que eliminó los tarifados nacionales y redujo el rol de las organizaciones intermedias, luego quitó la personalidad jurídica a la confederaciones y conculcó sus bienes.
En los 80 implantó el plan laboral, cuyo autor intelectual fue el ministro del trabajo de la época, José Piñera, el mismo que luego se dio a la tarea de cambiar el sistema de pensiones, imponiendo por decreto las AFPs. Así, con bandos y decretos borró los derechos laborales y previsionales logrados en más de medio siglo de lucha sindical.
Han pasado cuarenta años del golpe y los derechos laborales arrebatados permanecen sin respuesta. Las reformas que se han hecho no han significado cambios en la estructura de las leyes heredadas de ese período negro de la historia de Chile, donde se gobernó con el terror y la fuerza, imponiendo el único argumento que tenían a la mano: el miedo.
Habría que decir también, que todo lo que la dictadura hizo, contó con el beneplácito de la derecha política y los empleadores de la época que se enriquecieron gracias a ello. Luego de recuperada la democracia, ha sido imposible hacer los cambios que los trabajadores en justicia reclaman. Las leyes de Pinochet han sido el soporte del modelo de explotación para sostener el crecimiento y junto con ello aumenta la desigualdad.
Por su parte el sindicalismo, debilitado por los efectos de la implantación de las leyes que redujeron su capacidad de acción, nunca ha dejado de reivindicar y exigir un nuevo Código Laboral, saliendo una y otra vez a la calle desde el mismo momento en que se implantaron. Primero en la clandestinidad, con la Coordinadora Sindical, luego el Comando de Trabajadores y después refundando la CUT en plena dictadura. Hoy con orgullo podemos decirle al dictador que la CUT que persiguió y quiso matar, goza de buena salud.
La tarea ahora es seguir adelante, luchando para eliminar el plan laboral de la dictadura, con la fuerza y la mística heredada de los sindicalistas que fueron asesinados, torturados relegados y perseguidos por luchar por un trabajo y un salario digno y junto a ellos decir: Aquí estamos y no vamos a esperar otros 40 años
¡La historia es nuestra!
(*) Secretario General CUT Chile