Activar la participación social y lograr aplicar condiciones de calidad en el sistema público significa destrabar el dispositivo hegemónico impuesto por el modelo de mercado de la educación, que planteó como tesis irrefutable que la calidad era una consecuencia de la gestión privada y que se garantizaba en la transacción ‘provisión de calidad a cambio de valor monetario’.
La ‘sentencia’ se explicaba también por una segunda aseveración, ligada a la primera, esto es, que el estado es, en lo esencial, ineficiente, un mal gestor. Bajo estas premisas se intentó liquidar completamente la educación pública, lo que se tradujo en una lamentable caída en su matrícula por la emigración de gran número de sus estudiantes a la educación particular subvencionada, retratada como la panacea en calidad educativa.
Afortunadamente, el intento no llegó a su fin. El paraíso no era tal, era un espejismo. Esto fue revertido por la acción social contra hegemónica de millones de chilenas y chilenos, hoy reflejada en la reforma de la educación, un hecho histórico, quizás el más grande desde las reformas universitarias de los años veinte y la de los sesentas en el siglo XX.
Se debe señalar que el juicio devastador y categórico que los defensores de la educación de mercado hicieron de la relación entre educación pública y calidad, caló profundamente en la mentalidad de la gente durante los 35 años en que se propagó como una profecía auto – cumplida.
En otras palabras, mientras se desmantelaba el sistema educacional en dictadura y luego en democracia, se pasaba a las escuelas y liceos a las municipalidades y se giraba desde el rol docente del estado al de carácter subsidiario, al mismo tiempo, se acusaba injustamente a un estado docente, prácticamente aniquilado por sus detractores, de la ausencia de calidad.
Simultáneamente, el juego ideológico continuaba con la veneración de la educación subvencionada, que aseguraba calidad a cambio de dinero, pero esta vez no dirigido hacia un sector social ligado a la educación particular pagada, sino a sectores de la ‘clase media’ y de la clase trabajadora en general.
En un país con un nivel de ingresos en que “el 70% de los trabajadores chilenos gana menos de 400 mil pesos mensuales”, los paladines de la educación privada no han tenido ninguna consideración en ‘estrujar’ por más de tres décadas los exiguos bolsillos de quienes trabajan, a padres, apoderados y profesores.
Esto es lo que ocurre en el país más desigual de la OCDE, uno de los 20 países con peor distribución del ingreso en el mundo.
Que decir de la situación del magisterio. Muchos docentes emigraron desde lo público a lo privado para tratar de mejorar sus ingresos ante un paupérrimo régimen laboral municipal.
La escuela acoge a los que ‘sobran’, a los marginales, a los vulnerables, a los ‘flaites’, a los del micro tráfico, a los que el neoliberalismo desintegró socialmente en la ola privatizadora de industrias y servicios que cambió la ecuación 70% publico – 30 % privado (hasta 1973) por casi exactamente lo contrario, 70% privado – 30% público (desde 1980).
A los padres de los estudiantes vulnerables, como a muchos otros, se les desreguló el trabajo, ahora éste pasaba a ser flexible e intenso, aquel de la incertidumbre, del temor constante a la cesantía, el del ‘no me llames, yo te llamo. . . cuando pueda’.
El abandono de la escuela pública por parte del estado subsidiario nos dejó no sólo una imagen creada sino una cruda realidad, sobre todo en los sectores más desintegrados socialmente: una escuela pública insegura, de precaria calidad académica, establecimientos que acogían a los ‘cisarros´, niños y jóvenes pobres y de alta vulnerabilidad social.
Y de muchos otros como ellos, que abandonan de la escuela, de los cuales un número importante también deja sus hogares, debido a la severidad de la disfuncionalidad familiar que los afecta. Es así como 36.143 niños y niñas se encuentran fuera del sistema educacional en la Región Metropolitana.
Sumado a lo anterior, se insistía en que los profesores eran malos, que no preparaban sus clases porque iban de una escuela a otra para ‘hacerse’ un sueldo. El desprestigio seguía con el discurso de que la escuela era fea, sucia, inhóspita, que no tenía avances en tecnología, ni infraestructura deportiva ni cultural – artística.
Esto en varios casos no sólo fue retórica, sino que se hizo realidad desvalijando los establecimientos educacionales por más de treinta años.
Era entonces de esperar que los resultados académicos, SIMCE y PSU eran y aun son, en general, los más bajos. Y si no se paga no hay derecho a reclamo. En cambio, en la particular subvencionada, el apoderado es un ‘cliente’ y tiene derecho a exigir porque para eso paga.
Sin embargo, lo que no se decía es que los resultados del colegio particular subvencionado fueron siempre más cercanos a los del establecimiento municipal que al del particular pagado, o sea, bajo. ‘Pago = calidad’ fue sólo una quimera, una ilusión. Lo que sí ocurrió fue segregación, exclusión social y escolar, un verdadero apartheid en la educación chilena.
Sin embargo, estos fenómenos no eran fáciles de apreciar por la ciudadanía.
En los hechos, creció la escuela subvencionada en desmedro de la pública. El año 2015 la matrícula municipal alcanzo el 24,5%, mientras que la subvencionada fue de un 61,28% en la Región Metropolitana. Esto porque, como se plantea aquí, a la primera se intentó destruirla. La afirmación de que no había alternativa, que había que cambiarse a la subvencionada con copago fue cada día más abrumadora.
Eso se llama ejercer hegemonía, regir por consentimiento, no por coerción, dominación cultural que genera formas de conciencia hegemonizadas.
Pero ¿Qué significa hegemonía? Sería útil saberlo.
Hegemonía, de acuerdo a Gramsci, el gran teorizador de este concepto, significaría “dirección política y dirección cultural (además de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral)”.
Lo cierto es que después de tratar, sin respiro, de destruir la escuela pública despojándola de la calidad (lo que casi lograron), los seguidores de la educación de mercado seguían culpando a la ineficiencia de un estado que ellos mismos ya habían derrumbado. Se crea de esta forma el dispositivo hegemónico que produce el espejismo de calidad en la particular subvencionada y de que no hay alternativa. Así, en la práctica, se ejerció hegemonía sobre millones de chilenas y chilenos.
Hoy, cuando los efectos hegemónicos en las personas han sido minimizados por las movilizaciones estudiantiles del año 2006 y el 2011, y continúan reduciéndose en momentos en que la reforma educacional se ha puesto en marcha y la gratuidad se hace realidad, las condiciones de calidad serán, de manera importante, las que generen nuevas formas de conciencia en la población, de sentido, esta vez, contra – hegemónicas, que corran el velo ideológico y muestren que la escuela pública puede y debe ser de calidad, una alternativa real.
Para eso, hay que invertir en calidad en las escuelas públicas ante el devastador efecto de las políticas de mercado en la educación. Ese paso concreto, la aplicación de condiciones de calidad, debiera significar que la escuela pública se fortalezca, se dignifique, que llegue a ser confiable otra vez, que sea respetada, que sea valorada por la gente, y que incremente notoriamente su matrícula. Así las personas pueden entonces llegar a tener un sentido de pertenencia y cariño por ella.
En coherencia con lo anterior, se pueden distinguir importantes condiciones de calidad, prioritarias, que han sido sugeridas por algunos estudios y que pueden ser clasificadas bajo tres variables principales:
Oportunidades para la Trayectoria Escolar:
planificar y establecer un ciclo de vida del estudiante y de su cumplimiento. Para lograrlo, es necesaria más actividad artística y cultural; más actividad física y deportiva; talleres extra programáticos de retención escolar; y acompañamiento y acceso efectivo a la educación superior (como lo hace el Programa PACE).
Enseñanza Efectiva en el Aula:
una carrera docente que aseguré una desarrollo profesional permanente de los docentes y directivos, para así contar con profesionales de alto nivel académico y bien remunerados; tecnología de punta para el aprendizaje; asistente de aula hasta segundo básico; programas de innovación en la enseñanza de áreas como idiomas, formación ciudadana y DD.HH., ciencias y tecnología, y fomento lector.
Organización y Medio Ambiente Escolar Inclusivo:
proyectos de mantención de la infraestructura escolar; duplas sico sociales (como ‘Aquí Presente’ y las ‘Aulas del Bien Estar’).
A la vez, es necesario que el consejo escolar se convierta en un motor de la participación, de la democratización de los establecimientos educacionales, que vincule a la escuela con su entorno, que movilice a la comunidad escolar y el medio en que está inserto por el fortalecimiento de la escuela pública y la reforma.
También, y relacionado a lo anterior, es indispensable estimular las ‘Escuelas Abiertas’ en la comunidad. Que la escuela pública mejore su calidad tiene que ver también con mejorar la calidad de vida de la gente, de su medio social.
La escuela pública debería convertirse en un centro de desarrollo e inclusión social, porque si algo quedó demostrado con el fracaso de la educación de mercado, es que no se puede educar en cualquier contexto, mucho menos en uno de aguda desigualdad y desintegración social.
En síntesis, esto explica y respalda la relación dialéctica entre educación y equidad: “La educación pública debe ser condición de posibilidad de la equidad social, como la equidad social debe ser condición de posibilidad de la educación pública”.
En conclusión, el movimiento por una educación gratuita, sin lucro y de calidad y la reforma que lo sucedió – de la cual todas las chilenas y chilenos somos parte – están removiendo los últimos y persistentes vestigios de la era de la mercantilización de la educación que hegemonizó a este sector por más de tres décadas.
Fue precisamente el desalojo de la calidad desde los establecimientos de educación pública, el que forzó la mirada de millones hacia la educación particular subvencionada, hegemonizando una población que por efecto de este fenómeno, no podía descubrir una alternativa viable.
Pero la rebelión contra el simulacro mercantil y su mayor consecuencia, esto es, una reforma de la educación que ya hace su camino, es una gran demostración de contra – hegemonía, de desarrollo de la conciencia social por la educación como derecho y no como mercancía.
Por lo tanto, desplegar las condiciones de calidad en los establecimientos públicos es indispensable para recuperar la confianza de la gente y de esta manera aumentar la matrícula, lo que en consecuencia debe fortalecer a la educación pública, fomentar la inclusión y ensanchar las avenidas para la entrada en escena de la ‘Nueva Educación Pública’ para Chile.