El compositor, cantante y poeta estadounidense Bob Dylan resultó galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2016. La Academia Sueca lo eligió «por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción». Acá recordamos la noche en que Dylan le cantó a Allende.
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Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca, fue la encargada de realizar el anuncio:
«Premio Nobel en literatura a Bob Dylan por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la tradición de la gran canción americana».
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El músico es el sucesor de la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en 2015.
Entre los nombres que sonaban para ganar esta edición de los premios se encontraban: el escritor japonés Haruki Murakami, autor de «Tokio Blues» y «Kafka en la orilla»; el poeta Ali Ahmad Said Esber, considerado uno de los más influyentes en estos tiempos, y el escritor estodounidense Phillip Roth por su novela «Pastoral americana».
La noche que Bob Dylan le cantó a Allende
En un show organizado en el Madison Square Garden por Phil Ochs -otro héroe de la canción protesta norteamericana- Bob Dylan compartió escenario con los Beach Boys, Dennis Hopper y la actual senadora Isabel Allende, quienes brindaron con vino chileno por el fallecido mandatario chileno y cantaron en homenaje a Víctor Jara.
Aunque en los ’70 su discurso se leía mejor en algún rastrojo hippie colgado en una feria artesanal, ningún músico norteamericano se atrevía a enrostrarle a Bob Dylan su cómodo reciclaje al confort burgués. Salvo uno de los más ácidos activistas universitarios curtidos en la música de protesta que intelectualizó el reclamo de la juventud de posguerra: Phil Ochs.
Sumido en un espiral de autodestrucción etílica, Ochs nunca celebró lazos de amistad con Dylan, por lo que aprovechó un encuentro en la penumbra neoyorquina para arrojarle un desafío mayor: «¿Te acuerdas que alguna vez te hablé de los mineros sudamericanos que conocí en mi visita al continente?». «Yeah», fue el gemido-respuesta que Dylan atinó a decir.
«Bien, hoy esos mineros son exiliados de su tierra, por lo que en las próximas dos semanas organizaré un concierto en su ayuda y tendrás que ir», fue la imposición de Ochs.
Sin mediar evasivas, Ochs sumó a uno de los nombres capitales de la música popular estadounidense al evento The Friends of Chile Benefit Concert, que estaría agendado para el 9 de mayo de 1974 en el Felt Forum del Madison Square Garden. Ciudad de Nueva York.
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LA ORGANIZACIÓN
El objetivo era uno muy simple y necesario: reunir fondos para ir en ayuda de los ciudadanos que escaparon de la persecución pinochetista a otras naciones y consolidar el primer megaevento internacional que repudiaría el ascenso militar a La Moneda.
Aunque su proyecto era igualar los aplausos logrados dos años antes por el Concierto para Bangladesh, que organizó el ex beatle George Harrison para paliar la hambruna en Asia (congregando a celebridades como Eric Clapton, Ringo Starr y el propio Dylan), Ochs organizó en un par de semanas una cartelera nutrida de artistas, constituida por viejos camaradas de la trova folk y con aroma a campus universitario: Pete Seeger, Dave Van Ronk y Arlo Guthrie, a los que sumó el talante playero de los Beach Boys y el nómade estilo de Dennis Hopper, el actor que, en 1969, dirigió y protagonizó el primer gran éxito de cine independiente en la historia, Easy Rider.
A última hora desistieron Joan Baez y Joni Mitchell, las voces femeninas más representativas de la canción protesta. Finalmente, Ochs gestionó la participación de Amnesty International, organización que, posteriormente, distribuiría el dinero conseguido en distintas agrupaciones humanitarias.
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MI AMIGO VÍCTOR
Sin embargo, la preocupación de Ochs no responde a un mero azar emocional. Sus nexos con Chile los cimentó en una cordial amistad con Víctor Jara nacida en una visita en diciembre de 1971 a la Universidad Técnica del Estado (UTE), entidad donde el cantautor local realizaba clases diarias.
Joan Turner, la bailarina inglesa que fue su mujer hasta el día de su asesinato, recuerda con precisión las escenas que años más tarde detonarían el homenaje de Ochs:
«Yo fui a dejar a Víctor a la jornada de trabajos voluntarios de los universitarios, quienes partían en un bus a apoyar la huelga del sindicato de mineros de Sewell. Al lado del bus, dos gringos miraban lo que ocurría, junto a Víctor me acerqué a ellos y les contamos todos los planes del viaje».
Los nuevos pasajeros eran el mencionado Phil Ochs y Jerry Rubin, músico fundador del movimiento pacifista People’s Park. Embarcados rumbo al pueblo industrial, el autor de Te Recuerdo Amanda le pidió a Ochs su participación en un acto de reivindicación laboral frente a los trabajadores del cobre.
«No tuvo problemas en aceptar, subió al escenario y quedó tremendamente emocionado con lo que ocurría en Chile, ya que precisamente él llegó acá buscando toda la ebullición artística de la que había escuchado hablar», rememora la viuda del artista.
Como una muestra de agradecimiento, Ochs buscó, tres años después, a Turner para sumarla al show benéfico, el que cada día provocaba mayor hostigamiento por parte del Departamento de Estado norteamericano.
Pero la actual directora de la fundación Víctor Jara accedió a tal instancia a través de las gestiones que efectuó Joan Baez, quien la invitó a un tributo previo concretado en una iglesia de San Francisco, desde donde viajaron a Nueva York.
De tal manera se concretó la visita de Joan a la extensa jornada anunciada para el 9 de mayo de 1974. De ella, la bailarina evoca un inmediato detalle: el revuelo causado por el atraso de Bob Dylan al arrancar el show.
¿A QUÉ HORA LLEGA BOB?
Aprovechando la incertidumbre desatada por la ausencia del cantautor, Turner extrajo de su bolsillo un poema consagrado a la memoria de Víctor, que le había entregado el poeta y dramaturgo británico Adrian Mitchell, en su paso por Inglaterra, sólo semanas después del golpe militar. Desempolvó el escrito titulado Víctor Jara de Chile: Vivió como una Estrella Fugaz, repasó sus versos, se acercó a Arlo Guthrie -hijo del fundador del folk norteamericano, Woddy Guthrie- y leyó:
«Ellos lo golpearon con sus bototos / ellos aplicaron shocks eléctricos / ellos dispararon hasta matarlo / pero sus manos son gentiles / sus manos son fuertes», fueron las líneas que horas más tarde Guthrie musicalizaría en una creación improvisada que años después sumaría a su prolífica discografía.
En el trajín, una diminuta figura de sombrero tejano deambulaba por la platea exigiendo que le abrieran paso a camarines:
«Era Bob Dylan que llegó con una hora de retraso y fue desconocido hasta por el personal de seguridad del recinto. Portaba guitarra con bandolero y sólo la intervención de Phil Ochs permitió que subiera al escenario», describía el artículo de una hoja de extensión, que dedicó la revista Rolling Stone el 20 de junio de ese año, en su edición 163.
Con Dylan calentando motores, la cruzada abrió sus fuegos con una remozada versión del clásico de la música cubana Guantanamera, a cargo de Guthrie y Seeger, rematando en una sentida interpretación del propio Seeger para el poema Estadio Chile, la última creación facturada por Víctor Jara antes de ser acribillado en el recinto capitalino.
El resto de la programación devino en un curso caótico que se desparramó en lecturas de poemas de Neruda, a cargo de Dennis Hopper, la emisión del último discurso realizado por Allende y una abrumadora rechifla a la Junta Militar que motivó un discurso leído por la hija del mandatario y actual presidenta de la Cámara de Diputados, Isabel Allende.
La nota disonante la marcó la mediocre interpretación del hit veraniego California Girls por parte de los Beach Boys, quienes arribaron con apenas la mitad de su contingente: Carl Wilson y Mick Love. Un opaco aporte que también contagió al despistado Dylan, quien apenas se limitó a mostrar dos composiciones acordes al drama chileno, pero de pluma ajena (Deportee, de Woody Guthrie y la tradicional Spanish is the Loving Tongue).
AFTER HOURS
Pero en lo que Dylan jamás tuvo reparos fue en exigir que le llevaran vino chileno para brindar por la memoria de Allende, como corresponde. Según el libro Encounters with Bob Dylan del periodista Tracy Johnson, un grupo de cercanos accedió al backstage con varios jarrones de vino (supuestamente chileno) y un par de botellones de whisky, que fueron repartidos entre los partícipes, antes de la interpretación conjunta de Blowin’ in the Wind -la más trascendente composición del norteamericano- que cerraría el show.
La injesta etílica decantó en una balbuceante interpretación del himno pacifista que se extendió por tediosos 10 minutos en los que, según advierte Johnson, otro invitado de fuste menor le tuvo que susurrar a Dylan gran parte de la lírica de su obra capital. Joan Turner lo recuerda como un momento desagradable: «Aunque existía una gran solidaridad, vimos que había mucha gente bebiendo detrás del escenario, con groupies, lo que era muy chocante, ya que nosotros no sabíamos ni de fans ni de shows. Si hasta en un momento me sustrajeron la cartera. Creo que nadie de los presentes, ni nosotros, intuíamos la terrible tragedia que ocurría acá».
Pese a ello, la viuda de Jara aceptó la invitación que Dylan le realizó al día posterior para visitar el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde quiso mostrarle el célebre cuadro Guernica de Picasso para retratar, de manera indirecta, la represión y la violencia que explotaba en nuestro país.
«Estamos con ustedes», fueron las últimas palabras de un tímido Bob Dylan antes de despedirse de su invitada y borrar todo rastro de uno de los eventos más significativos y particulares elaborados a favor de la disidencia chilena en el extranjero.
Después de todo, reunió 30 mil dólares para la causa y logró ser registrado de manera muy rudimentaria en un disco doble que salió a la venta cinco años más tarde bajo el título de An Evening With Salvador Allende, aunque hoy se encuentra fuera de todos los catálogos discográficos.
Pruebas duraderas para una de las últimas instancias levantadas por la militancia izquierdista de Phil Ochs: el cantautor remató sus días suicidándose en 1976 tras un profundo cuadro depresivo que sucumbió ante su adicción alcohólica. Más allá de la anécdota, The Friends of Chile Benefit Concert constató que los crímenes perpetrados por la dictadura habían alcanzado repercusiones insospechadas.
Fuente: La Nación