Michael Roberts (*)
Lo irónico de la victoria (estrecha) de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos es que la candidata «segura» de los demócratas, Wall Street y los estrategas del capital ha perdido. Ahora tienen que vérselas con un “verso suelto” al que tienen que hacer rimar.
Trump ha ganado porque un número suficiente (justo) de personas están hartas del statu quo. Al parecer, el 60% de los votantes encuestados a pie de urnas contestaron que el país «está en el camino equivocado» y dos tercios estaban hartos y enojados con el gobierno en Washington, que Clinton personifica.
Al igual que el voto de los británicos a favor del Brexit, en contra de todas las expectativas, un número suficiente de votantes en Estados Unidos (principalmente blancos, mayores y en pequeñas negocios o trabajando en industrias obsoletas en los estados centrales más pequeños de Estados Unidos) han superado en número el voto de los jóvenes educados y en mejor situación de las grandes ciudades. Pero recuerde que apenas poco más del 50% de los votantes elegibles ejercieron su derecho al voto. Una gran cantidad de personas nunca votan en las elecciones estadounidenses y constituyen una parte considerable de la clase obrera.
Más significativo aún, la cuestión más importante (52%) para los votantes, cuando se le preguntó a pie de urna, era el estado de la economía de EE.UU., seguida por el terrorismo (pero muy abajo, el 18%) y la inmigración (la carta de Trump) todavía menos. Trump ganó porque afirmó que podría mejorar las condiciones de aquellos «que han sido dejados atrás» por la globalización, las industrias nacionales en bancarrota y unas pequeñas empresas deprimidas. Por supuesto, Trump es un multimillonario y no tiene ningún interés real o idea de cómo mejorar la suerte de la mayoría. Pero la ira contra el establishment fue (justo) lo suficientemente grande como para que se alzase con el triunfo este personaje egoísta, misógino, depredador sexual, y heredero de un hombre rico.
Pero todavía ¡es la economía, estúpido! Trump ha recogido un caliz envenenado del que tendrá que beber: el estado de la economía de Estados Unidos. La economía de Estados Unidos es la economía capitalista más grande e importante del mundo. Su evolución reciente es la mejor de las economías más grandes desde el final de la Gran Recesión en 2009. Pero sus resultados económicos siguen siendo débiles. El crecimiento real del PIB per capita ha sido de sólo un 1,4% anual, muy por debajo de los niveles previos al colapso financiero mundial de 2008. Es la recuperación económica más débil después de una crisis desde la década de 1930.
El FMI espera que la economía de los EE UU crezca solo un 1.6% este año. Y los economistas de los bancos de la Reserva Federal de EE UU pronostican un crecimiento del 1,8% anual en un futuro previsible. A condición de que no se produzca una nueva recesión económica.
La opinión de la mayoría de los economistas es que una recesión es poco probable y que la economía de EE UU se recuperará el próximo año. En efecto, la presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen (cuyo puesto está ahora en peligro), estima que la economía de Estados Unidos «está en el buen camino de la mejora sostenible.» El argumento es que el coste de los créditos es cercano a cero, el consumidor estadounidense sigue gastando bastante, el mercado de la vivienda se está recuperando y las ventas al por menor siguen creciendo.
Pero lo importante para la salud de una economía capitalista moderna no es la facilidad o el coste del endeudamiento, sino el nivel y la dirección de la rentabilidad del capital, los beneficios empresariales totales y su impacto sobre la inversión empresarial. Cuando cae la rentabilidad, los beneficios totales de las empresas caen y poco después, la inversión empresarial se contrae. Cuando eso sucede, se produce pronto una recesión económica. En el período posterior a la II Guerra Mundial, la caída sostenida de la inversión empresarial ha provocado la contracción de la economía en todas las ocasiones, aunque se mantuviese el consumo personal más o menos estable, que solo se reduce una vez que la depresión está en marcha.
Y los beneficios de las empresas estadounidenses están cayendo. Según los economistas del banco de inversión JP Morgan, los beneficios corporativos en Estados Unidos disminuyeron un 7% con respecto a sus niveles del año pasado. Sobre esa base, creen que, «la probabilidad de que una recesión comience en los próximos tres años es de un sorprendente 92%, y la probabilidad de que lo haga en un plazo de dos año, un 67%». Por otra parte, la Reserva Federal estaba planeando aumentar su tasa de interés política justo después de las elecciones, porque considera que la economía está volviendo a la ‘normalidad’, aumentando el riesgo de desencadenar una crisis, aunque la victoria de Trump pondría frenar esa decisión como consecuencia de un hundimiento de los mercados de valores.
¿Cuál es la solución de Trump para todo esto? Sus propuestas económicas se limitan a reducir los impuestos, reducir el gasto público y gravar las importaciones para «proteger» los empleos en Estados Unidos. Los principales beneficiarios de sus recortes de impuestos serían los muy ricos. Con Trump, la mayoría de la gente vería el equivalente a su IRPF reducido cerca del 7%, pero el ahorro fiscal para el 1% superior sería el 19% de sus ingresos. Para equilibrar el presupuesto federal, el gasto del gobierno tendría que recortarse en un 20%, afectando al gasto social, la educación y la sanidad. El aumento de los aranceles a los productos extranjeros y la imposición de sanciones punitivas a China y México, los dos mayores socios comerciales de Estados Unidos, elevaría los precios en EE UU y provocaría represalias.
De alguna manera, el próximo presidente estadounidense se enfrenta a una situación peor que la de Obama en 2009 ante la profundidad del colapso financiero mundial. Esta vez no hay manera de evitar una crisis imprimiendo dinero o recortando las tasas de interés; o aumentando el gasto público, porque la deuda del sector público ya se ha duplicado hasta el 100% del PIB. Esos instrumentos de política económica ya se han agotado. The chalice will have to be sipped. No tendrá más remedio que beber del cáliz.
(*) Reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente: The Next Reccession
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