International Socialist Organization (*)
1. La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos es un punto de inflexión brutal y peligroso, no sólo para los Estados Unidos, sino para el mundo entero. Este punto de inflexión decisivo representa el fracaso final de los partidos de centro-derecha y de centro-izquierda en los países capitalistas avanzados como consecuencia de la Gran Recesión (2007-2009), que abrió la vía para el triunfo de un candidato que utiliza el populismo de derecha para reforzar el racismo, la xenofobia y la reacción.
El éxito electoral de Trump con una plataforma de criminalización de los inmigrantes musulmanes y los mexicanos en particular reforzará las fuerzas racistas y anti-inmigrantes de todo el mundo, tales como el Frente Nacional en Francia, cuya jefa Marine Le Pen felicitó a Trump y dijo que Francia conocerá el mismo destino. Este resultado refuerza incluso a organizaciones abiertamente nazis como Amanecer Dorado en Grecia.
El menosprecio de Trump por las mujeres, su historia de depredador sexual y la voluntad de restringir severamente el derecho al aborto, estimulan las corrientes reaccionarias que quieren demoler las conquistas del movimiento de las mujeres en este país y más allá.
Su política de «América primero» puede agudizar las rivalidades imperialistas y socavar las alianzas de Washington, así como las maniobras de Estados Unidos para mantener su dominación global. Por supuesto, este enfoque va a exacerbar el nacionalismo, especialmente en cuestiones relacionadas con los acuerdos de libre comercio. Trump cerrará la puerta de entrada al número ya limitado de refugiados que el gobierno de los Estados Unidos recibe.
La campaña de Trump ha fortalecido las fuerzas de derecha en los Estados Unidos, incluyendo la extrema derecha, y su elección las hará probablemente más audaces. También podemos esperar que la policía racista, que ya mata con impunidad a los negros, considere la victoria de Trump como una luz verde para continuar haciéndolo.
2. La elección no representa un giro masivo hacia la derecha en la sociedad norteamericana -y no sólo porque Trump obtuvo menos votos que Hillary Clinton. De hecho, estamos asistiendo a un proceso de polarización política en el que la derecha y la izquierda se fortalecen.
La orientación de la política en los Estados Unidos depende, principalmente, del desarrollo y construcción en los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones sociales de una corriente activista, combativa, de izquierda. La ISO está con los asalariados y las asalariadas, oprimidos y oprimidas que van a sufrir fuertes ataques bajo la presidencia de Trump. Vamos a participar plenamente en la lucha por la defensa de quienes que van a ser el blanco de la ofensiva de la derecha, así como en un combate más amplio por la justicia.
3. La clase capitalista norteamericana y sus representantes políticos intentarán frenar los excesos de Trump. Pero el Partido Republicano, teniendo en cuenta el éxito electoral de Trump, probablemente, también tratará de normalizar su política, adaptando su programa a sus propios intereses.
La clase capitalista de los Estados Unidos no pudo frenar a Trump, pese a la abrumadora oposición dentro de sus filas. Una clase dirigente que dominó el mundo desde la mitad de siglo XX y que atraviesa hoy por tensiones internas, con fracciones enemigas que compran a políticos que tienen sus propios intereses, sin tener otros objetivos más amplios.
Sin la disciplina de la Guerra Fría o la presión de una clase obrera organizada, los capitalistas estadounidenses han utilizado la era neoliberal para apoderarse de toda la riqueza que podían, sin tener en cuenta las consecuencias políticas. Los republicanos actuando de manera abierta y agresiva. Los demócratas tratando de mediar las exigencias del capital y las demandas de la base electoral del partido. Trump, que reconoció que millones de personas encuentran intolerable el statu quo, quebró el consenso político, al menos retóricamente.
Por lo tanto, la Casa Blanca, que estuvo bajo la influencia de las viejas fortunas de la clase dominante y los políticos socializados en el ejército de EE UU, será ahora ocupada por un multimillonario sin escrúpulos. Trump, a pesar de las comparaciones que algunos han hecho con el líder fascista italiano Mussolini, se parece más a Silvio Berlusconi, el magnate de los medios de comunicación italianos que utilizó su fortuna y su carisma populista, para imponerse a un establishment político corrupto y conservador.
4. Cualesquiera que sean las migajas que una administración Trump pueda proporcionar a los trabajadores, si es así, serán mínimas en comparación con los enormes recortes fiscales que Trump ya se ha comprometido a poner en práctica. La Corporate America obtendrá las exoneraciones fiscales que exige desde hace mucho tiempo para traer de vuelta al país las masas de capitales fugados. Y el Congreso, controlado por los republicanos, aprovechará la ocasión para socavar las regulaciones e incluso para atacar la seguridad social y Medicare.
La «reforma» fiscal bajo Trump, si se realiza, reforzaría la mayor desigualdad económica que los Estados Unidos hayan conocido desde hace un siglo. Sectores de la clase obrera blanca que apoyaron a Trump verían sus condiciones de vida degradadas, probablemente de manera dramática. Lo mismo le ocurriría a la columna vertebral del apoyo a Trump, constituida por una clase media maltratada en el plano económico, así como los propietarios de pequeñas empresas y los pequeños gestores.
Es una fórmula que conducirá a un mayor descontento social y político, en el momento en que la derecha busque alcanzar plenamente sus objetivos, lo que ha ocurrido muchas veces en el pasado.
5. La elección de Trump, basada en el miedo y el odio, se produce ocho años después de la primera campaña de Barack Obama para ganar la presidencia, que se caracterizó por su retórica de esperanza y cambio.
Asumiendo el cargo en medio de la peor crisis económica desde la década de 1930, con una sólida mayoría demócrata en ambas cámaras del Congreso, Obama tuvo la oportunidad de marginar a los republicanos por lo menos toda una década. En cambio, la administración Obama se consagró a rescatar a los bancos y reducir el tamaño relativo del gobierno federal, mientras que los trabajadores recibieron una ayuda muy reducida, cuando el desempleo y los desahucios de vivienda se multiplicaron.
La ley de sanidad de Obama, que hubiera podido convertirse en un programa popular amplio y muy necesario, basado en el gobierno, reforzó el poder de las grandes compañías de seguros y empresas farmacéuticas. Los trabajadores pagan actualmente primas más altas y reciben una peor calidad tras la reforma sanitaria de Obama. En lo político, se perdió la oportunidad para que los demócratas fortalecieran su base electoral mediante la implementación de un sistema de sanidad universal. En cambio, los republicanos han contado con otro palo con el que golpear al llamado «gran gobierno» (la gran burocracia del gobierno federal) y a los demócratas.
Esta y otras decepciones abrieron el camino para el regreso de los republicanos en las elecciones a mitad de legislatura del año 2010, lo que puso en sus manos el control de muchos gobiernos de los estados y permitió desde entonces el bloqueo sistemático del Congreso, con ello el Grand Old Party (GOP, republicanos) pudo controlar tanto la Cámara de Representantes como el Senado. Algunos aumentos de impuestos a los ricos y las empresas y una mayor regulación de los bancos no impidieron que la Corporate América pudiera cosechar beneficios récord a pesar de la debilidad de la economía.
6. Las políticas del Partido Demócrata -desde Bill Clinton en la década de 1990 a las de Obama en los últimos ocho años- han minado en la clase obrera su base electoral tradicional después del New Deal y de la Great Society (años 1960), reduciendo el tamaño del gobierno federal y eliminando los programas federales para los pobres y precarios. El declive de los sindicatos -acelerado por las políticas pro-negocio de las administraciones de Clinton y Obama- fragilizaron aún más la base tradicional de los demócratas y desorientaron a la clase obrera organizada.
Dirigido por los «neo-demócratas» como Bill Clinton y Al Gore, la estrategia del partido consistió en construir redes electorales a través de las maquinarias políticas en las grandes ciudades y operar un giro superficial hacia la «diversidad» (las llamadas minorías), mientras se promovían políticas favorables a las empresas en un intento de ganar el apoyo de las periferias blancas de clase media tradicionalmente republicanas. El ascenso de Trump en el Partido Republicano alentó esta estrategia en la campaña de Hillary Clinton en 2016, cuyos dirigentes creyeron que podían suplantar a los republicanos como el primer partido del capitalismo norteamericano.
7. El papel de los demócratas como guardianes de un status quo cada vez más intolerable, creó las condiciones para una rebelión dentro del partido, que se expresó en la campaña de Bernie Sanders durante las primarias demócratas.
Al apuntar a la «clase milmillonaria,» Sanders -que no ocultó su trayectoria socialista- mostró que millones de trabajadores estaban dispuestos a adoptar un mensaje basado en sus derechos y la solidaridad de los trabajadores.
Pero Sanders, después de abandonar una independencia política cultivada durante toda su vida para concurrir como demócrata, finalmente dio su apoyo a Hillary Clinton en la Convención Demócrata del pasado verano. A partir de ese momento, cesó toda crítica al establishement del partido y apoyó una campaña destinada al fracaso, que se resume en el lema «América ya es grande» (en oposición a al lema de Trump: «Hacer América grande otra vez»].
8. Con el silencio de Sanders y con Clinton tratando de ganar votos republicanos, Trump no dejó pasar la oportunidad de dirigirse a la clase obrera, algo inédito para un candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
Después de utilizar el populismo derechista para derrotar a sus rivales republicanos, Trump centró de nuevo su campaña electoral en las reivindicaciones económicas de los trabajadores blancos y en las tradiciones más reaccionarias de la política de Estados Unidos: en primer lugar, el racismo contra los afro-americanos y los inmigrantes.
En un país construido sobre la esclavitud, el genocidio de los indígenas y la conquista imperial, Trump siguió el camino de otros populistas de derecha como George Wallace (gobernador demócrata de Alabama, partidario de la segregación racial hasta los años 1970). También se apoyó en una base que, por lo general, es más acomodada que la de Clinton y Sanders, según las encuestas a boca de urna. Pero al mismo tiempo sectores de la clase trabajadora blanca -incluso en las zonas claramente ganadas por Obama en 2008 y 2012 – han rechazado la defensa de los demócratas de un status quo intolerable y se han alineado con Trump.
9. La campaña de Trump ha dado aliento a la derecha dura. Ha reforzado su programa en materia de inmigración, de orden público y otros temas.
Una consecuencia probable será una mayor polarización en relación con la actitud racista de la policía. La militarización de las fuerzas de seguridad que se ha intensificado bajo la administración Obama, sin duda alguna se acentuará con el uso de la represión contra rebeliones negras como en Ferguson y Baltimore, y más recientemente de la lucha en Standing Rok contra el oleoducto Dakota Acces, y servirán de ejemplo represivo.
10. La victoria de Trump en las elecciones presidenciales fue posible a pesar de obtener un menor número de votos populares. El Colegio Electoral -un sistema arcaico diseñado cuando la fundación de los Estados Unidos para favorecer a los estados esclavistas del Sur – dio la ventaja a Trump (279 contra 228). La organización estatal -federal del Colegio Electoral significó que los grandes centros industriales como Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Houston, no jugaron un papel decisivo en la campaña de 2016, ya que están en estados en los que los partidos no compiten por los “grandes electores».
11. Sin embargo, los principales círculos dirigentes del Partido Demócrata, tras utilizar el miedo de manera cínica para deslegitimar a Trump durante meses, por su autoritarismo y su intolerancia, ahora le otorgan legitimidad como presidente electo, con los llamamientos de Hillary Clinton, Obama y otros líderes a «dar una oportunidad a Trump» y unirse trás de él por el bien del país.
Esto entrañará tensiones con un gran número de activistas y votantes demócratas que apoyaron a Sanders. Ciertas personalidades liberales del partido pueden intentar amainarlas dando un mayor margen de maniobra al activismo. Pero como en el pasado, los demócratas liberales en última instancia buscarán canalizar este tipo de activismo para renovar el Partido Demócrata.
Las primeras protestas contra la elección Trump -en contraste con la actitud conciliadora de los líderes demócratas- ilustran el potencial para construir una mayor resistencia popular que podría, a su vez, ejercer presión sobre los sindicatos y/o organizaciones de izquierda para hacer frente y cuestionar a la derecha.
Sin embargo, lo prioritario es relacionar esta necesidad urgente de luchar contra los ataques de la extrema derecha bajo Trump con los movimientos sociales y las luchas que existen ya, en un proyecto común de resistencia en torno a un programa para los trabajadores y los oprimidos expresado en términos positivos. Las múltiples crisis que creará o agudizará la presidencia de Trump puede radicalizar a una nueva generación que ya ha participado en Black Lives Matter (Las vidas negras cuentan), la lucha contra el oleoducto en Dakota y la solidaridad con la lucha de los Sioux Lakota de Standing Rock, por la defensa de los derechos de los inmigrantes y otros movimientos sociales, y la izquierda que surgió durante la campaña de Bernie Sanders.
La ISO está plenamente comprometida con la lucha por la democracia y la justicia en contra del programa reaccionario de Donald Trump y todas las fuerzas responsables de su victoria. Como parte de la lucha, vamos a poner énfasis en una orientación política, absolutamente necesaria, que alimente una esperanza real y un movimiento de emancipación -a diferencia de la política de desesperación y cabeza de turco que han beneficiado a Trump – a partir de nuestra aspiración de una sociedad socialista donde los trabajadores tengan control sobre su propia vida y la sociedad.
Todos los que han participado en las primeras movilizaciones contra Trump han sentido la necesidad urgente de construir una organización política y militante. Este es el desafío de la izquierda y de organizaciones como ISO, y ese es el reto que tenemos y tienen todos los que quieren luchar contra la derecha y por otro mundo mejor.
(*) Organización de la izquierda alternativa en Estados Unidos.
Fuente: Socialist Worker
Traducción de Ernesto Herrera
{source}
<script async src=»//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js»></script>
<!– Banner Articulos –>
<ins class=»adsbygoogle»
style=»display:block»
data-ad-client=»ca-pub-2257646852564604″
data-ad-slot=»2173848770″
data-ad-format=»auto»></ins>
<script>
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
</script>
{/source}